«La ideología dominante no es más que un disfraz de los intereses de la clase que detenta el poder.»
Esta frase, que resume una de las ideas centrales del pensamiento marxista, nos invita a reflexionar sobre cómo las creencias, valores y conceptos que hemos asumido como naturales o universales están, en realidad, profundamente influenciados por los intereses de aquellos que controlan los medios de producción. En otras palabras, lo que aceptamos como «verdades» en una sociedad no son más que una construcción ideológica que sirve para legitimar y perpetuar el poder de la clase dominante.
Este concepto no solo se mantiene vigente en el análisis histórico, sino que también se proyecta claramente en las dinámicas de poder actuales.
La ideología dominante a lo largo de la historia
Desde la Antigüedad hasta nuestros días, la ideología dominante, es decir, aquella que se asume como natural por la mayoria de la sociedad, ha sido utilizada por las elites para asegurar su dominio. En las sociedades esclavistas de Grecia y Roma, por ejemplo, la noción de que algunos seres humanos estaban destinados por naturaleza a ser esclavos se justificaba con una ideología que proclamaba la superioridad de ciertos grupos.
Filósofos como Aristóteles reforzaban esta idea, argumentando que los esclavos carecían de la racionalidad necesaria para ser libres. Así, se presentaba una visión del mundo en la que el orden social basado en la esclavitud no solo era natural, sino tambien necesario.
Esta lógica se mantuvo a lo largo de la Edad Media, cuando la Iglesia católica desempeñó un papel central en la legitimación del feudalismo. La idea de que la jerarquía social era parte del plan divino servía para justificar la explotación de los campesinos por parte de los señores feudales. En esa epoca, la ideología religiosa funcionaba como una herramienta para reforzar un sistema en el que el clero y la nobleza monopolizaban el poder, mientras las masas aceptaban su lugar en la estructura social como un mandato divino.
Con la llegada del capitalismo, la ideología dominante se transformó para ajustarse a las nuevas condiciones de producción. Durante la Revolución Industrial, se promovió la creencia de que la riqueza y la pobreza eran el resultado del mérito individual. Así, la explotación de los trabajadores en las fábricas se presentaba como algo legítimo, consagrado por las leyes, ya que el éxito o el fracaso de cada individuo se atribuía a su capacidad, su esfuerzo y su «valía», en lugar de a las condiciones estructurales impuestas por el sistema capitalista.
La ideología como herramienta de control
El filósofo alemán Karl Marx y su colaborador Friedrich Engels fueron los primeros en analizar sistemáticamente el concepto de ideología como una herramienta de control. En su obra La ideología alemana (1846), argumentan que las ideas de la clase dominante se convierten en las ideas dominantes en una sociedad. Este «poder de las ideas» no es inocente ni neutral: se trata de un mecanismo de control que asegura que la clase explotada acepte su situación como algo normal e inevitable.
Un ejemplo clave de esta dinámica es el concepto mismo de «libertad» en las sociedades capitalistas modernas. A primera vista, la libertad es un valor universal e incuestionable. Sin embargo, si se analiza críticamente, se puede observar cómo la noción de libertad individual está diseñada para servir a los intereses del capital. La libertad de mercado y la propiedad privada son presentadas como los pilares de la libertad general, pero en realidad, estas «libertades» perpetúan un sistema en el que unos pocos acumulan riqueza a costa de la mayoría. Mientras tanto, los trabajadores son «libres» de vender su fuerza de trabajo, pero bajo las condiciones impuestas por los capitalistas.
Este proceso de naturalización se intensifica en la era de los medios de comunicación masiva. La televisión, la prensa y, más recientemente, las redes sociales, actúan como reproductores de la ideología dominante. Las noticias, los programas de entretenimiento e incluso la publicidad refuerzan valores y creencias que favorecen el status quo. Por ejemplo, la promoción constante del consumismo no solo beneficia a las empresas, sino que también refuerza la idea de que la felicidad y el éxito están ligados a la acumulación de bienes materiales, despojando a la población de una perspectiva crítica sobre sus condiciones de vida.
Hay una serie de elementos históricos que ilustran el concepto:
- El colonialismo y el racismo como ideologías dominantes: Durante la expansión colonial europea, la ideología dominante justificaba la explotación de los pueblos colonizados con la idea de la «superioridad» racial. Se construyó una narrativa que presentaba a los europeos como portadores de la civilización, la religión y el progreso, mientras que los pueblos colonizados eran vistos como salvajes e inferiores. Esta ideología no solo legitimó la brutalidad del colonialismo, sino que además convirtió el racismo como una estructura de poder que persiste hasta el día de hoy.
- El neoliberalismo y la globalización: En las últimas décadas, el neoliberalismo se ha convertido en la ideología dominante a nivel global. Este conjunto de ideas, que promueve la desregulación, la privatización y la liquidacion de las conquistas sociales, se ha impuesto a través de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Los discursos sobre «eficiencia», «competitividad» y «libertad de mercado» ocultan el hecho de que estas políticas han aumentado la desigualdad y han concentrado el poder en manos de unas pocas corporaciones transnacionales. La ideología neoliberal se presenta como la única alternativa viable, desactivando cualquier posibilidad de transformación radical.
- La Guerra Fría y la ideología anticomunista: Durante la «Guerra Fría», la ideología anticomunista se impuso en Occidente para legitimar la política exterior de Estados Unidos y sus aliados. Se promovió la idea de que el comunismo era inherentemente totalitario y represivo, mientras que el capitalismo representaba la libertad y la democracia. Esta narrativa justificó intervenciones militares, golpes de estado y sanciones económicas en muchos países, siempre con el objetivo de mantener el dominio del capitalismo global.
La frase «La ideología dominante no es más que el disfraz de los intereses de la clase que detenta el poder» sigue siendo, pues, una herramienta poderosisima para comprender la realidad social. A lo largo de la historia, desde la esclavitud hasta el neoliberalismo, las elites han construido y promovido ideologías que legitiman su dominio, presentando el orden social existente como natural e inevitable.
En un mundo donde las desigualdades siguen aumentando y donde el poder de las grandes Corporaciones y los Estados se mantiene casi intactos, es más importante que nunca desentrañar las ideologías que subyacen a nuestras creencias y prácticas cotidianas. Solo a través de una conciencia crítica y una lucha organizada es posible desafiar las narrativas dominantes y abrir caminos hacia una sociedad más justa.
Máximo Relti
22 de agosto de 2024
Para más información:
- K. Marx y F. Engels: La ideología alemana (https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1840s/feuerbach/index.htm).
- D. Harvey: Breve historia del neoliberalismo (https://www.rebelion.org/docs/31941.pdf)
- N. Poulantzas: Poder político y clases sociales (https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191109024649/pdf.543.pdf).
Fuente: https://canarias-semanal.org/art/36648/la-frase