Nota: El siguiente artículo fue publicado en julio en la página web oficial en inglés de las Brigadas Al-Qassam.
En medio de uno de los ataques militares más brutales y prolongados de la historia moderna, muchas voces vuelven a pedir al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) que se rinda y deponga las armas.
Estos llamamientos se producen mientras «Israel», respaldado incondicionalmente por Estados Unidos y tolerado por gran parte de la comunidad internacional, libra una guerra implacable contra Gaza, caracterizada por una brutalidad sin precedentes, castigos colectivos y un sufrimiento generalizado de la población civil.
El mundo observa, a menudo en silencio o con complicidad, cómo esta guerra desafía todas las leyes internacionales, los derechos humanos y las normas éticas. Sin embargo, persiste la exigencia de que Hamas deje de resistir, que se rinda y que acepte efectivamente la aniquilación de la lucha de su pueblo. Estas voces se dividen en tres grandes categorías:
Las del enemigo: voces israelíes, estadounidenses y sionistas que buscan la sumisión total mediante la fuerza abrumadora, la destrucción y la muerte.
Las voces cómplices o cobardes, que culpan a la resistencia palestina de los crímenes de guerra de «Israel», convirtiendo a la víctima en agresor.
Las voces bienintencionadas pero equivocadas, personas angustiadas por el coste humano, desesperadas por ver el fin del derramamiento de sangre, incluso si eso significa la rendición.
Este artículo está dirigido especialmente al tercer grupo.
Por qué la resistencia no depondrá las armas
La pregunta central es simple: ¿por qué Hamas, junto con otras facciones de la resistencia palestina en Gaza, sigue luchando contra una superioridad abrumadora? ¿Por qué no se rinde para evitar más pérdidas de vidas?
A primera vista, todos los indicadores militares, políticos y mediáticos sugieren que la resistencia está acorralada. «Israel» posee una enorme capacidad destructiva y el respaldo de las superpotencias mundiales. Los regímenes árabes, muchos de ellos normalizados con «Israel», permanecen en gran medida en silencio. El coste en vidas palestinas es abrumador. Y, sin embargo, la resistencia perdura. ¿Por qué?
Porque rendirse no solo sería una derrota estratégica, sino un suicidio moral, nacional y existencial.
Rendirse significa el fin de la causa
El liderazgo de Hamas ha dejado clara su posición desde el inicio de esta guerra: busca una paz digna y justa, que preserve los derechos de los palestinos y honre los sacrificios realizados. Pero la rendición, tal y como la exigen «Israel» y sus aliados, no traería la paz. Borraría la propia causa palestina. Ningún movimiento de resistencia en la historia ha depuesto las armas ante un enemigo empeñado en su exterminio y ha sobrevivido.
Rendirse no salvaría Gaza. Invitaría a la masacre, al desplazamiento y a la aniquilación. Recompensaría el genocidio.
El recuerdo de las traiciones del pasado
Los palestinos conocen a este enemigo. Recuerdan la historia, no como páginas de un libro, sino como un trauma grabado en su propia supervivencia. En 1982, la resistencia palestina en el Líbano se vio obligada a exiliarse bajo garantías internacionales. ¿El resultado? La masacre de Sabra y Shatila, en la que miles de civiles indefensos fueron asesinados por los aliados de «Israel» mientras el mundo miraba para otro lado.
Recuerdan los Acuerdos de Oslo, que prometían la paz pero trajeron la ocupación. Recuerdan cada alto el fuego que «Israel» violó, cada acuerdo roto, cada promesa traicionada.
También recuerdan Ucrania, que en su día albergó el tercer arsenal nuclear más grande del mundo. En 1994, Ucrania renunció a sus armas a cambio de «garantías de seguridad» occidentales.
Hoy, su líder es humillado en Washington, llevado de la mano para firmar la renuncia a la soberanía de su país a cambio de una supervivencia temporal. Ese es el futuro que ofrece la rendición.
No es obstinación, es supervivencia
Quienes piden a la resistencia que se rinda por compasión hacia el sufrimiento de Gaza quizá no se dan cuenta de lo que realmente están pidiendo. Están, intencionadamente o no, alineándose con el verdugo, pidiendo a la víctima que deje de resistirse a su propia aniquilación.
La resistencia palestina tiene mil razones para no rendirse. Su enemigo no solo busca el control, sino la desaparición: del pueblo, la tierra, la memoria y la identidad. Su causa no es la rebeldía ciega, sino la supervivencia, la dignidad y la justicia. Su negativa a rendirse no se basa únicamente en el orgullo o la ideología. Está arraigada en la memoria histórica, la sabiduría política y la voluntad de un pueblo que se niega a ser borrado. La resistencia conoce el pulso de su pueblo. No se guía por una retórica distante, sino por el dolor vivido de la ocupación, el asedio y la traición repetida.
Una guerra por la dignidad, no solo por el territorio
Al resistir, Hamas y el movimiento de resistencia palestino en general afirman una verdad fundamental: que incluso en los momentos más oscuros, la dignidad importa. Que un pueblo tiene derecho a defenderse. Que la justicia no puede ser dictada por tanques y drones.
No están solos. En todo el mundo, millones de personas están con Gaza, no gobiernos, sino personas. No los poderosos, sino los que tienen principios. La resistencia actual no solo lleva consigo las esperanzas de los palestinos, sino también las de todos los pueblos oprimidos que ven en Gaza un reflejo de sus propias luchas.
El camino a seguir
La resistencia palestina no busca una guerra sin fin. Busca justicia. Busca libertad. Busca un futuro en el que los niños palestinos no nazcan bajo el bloqueo y los bombardeos. Pero sabe, y la historia lo confirma, que la rendición nunca ha traído ese futuro.
Hasta que llegue el día en que termine la ocupación, se levante el asedio y los palestinos consigan su derecho a la autodeterminación, que les ha sido negado durante tanto tiempo, la resistencia continuará, porque la rendición no es una opción cuando está en juego la supervivencia.
Y ese día no está lejos, para aquellos que creen, resisten y se sacrifican.