Tifariti (Western Sahara).- (FILE) - A Sahrawi soldier holds the flag of the Sahrawi Arab Democratic Republic (SADR) in Tifariti, in the liberated territories of Western Sahara, 15 December 2011 (reissued 13 November 2020). The Moroccan Royal Armed Forces (FAR) on 13 November 2020 launched an operation to establish a 'security cordon' to control flow of people and goods across buffer zone on border linking Morocco to Mauritania. The Moroccan Foreign Ministry said the operation is meant to face the 'serious and unacceptable provocations' of the Polisario Front in the disputed territory of Guerguerat. (Marruecos, Sáhara Occidental) EFE/EPA/MOHAMED MESSARA *** Local Caption *** 50146309

Cuan­do las más­ca­ras caen: Esta­dos Uni­dos, Chi­na y Rusia anu­lan el dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción del pue­blo saharaui

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Duran­te déca­das, Marrue­cos ha veni­do cul­ti­van­do una polí­ti­ca exte­rior dis­cre­ta, per­sis­ten­te y meticu­losa, orien­ta­da a la cons­truc­ción de una «xle­gi­ti­mi­dad» que jus­ti­fi­ca­ra su pro­yec­to de ane­xión del Sáha­ra Occidental.

El con­flic­to, que comen­zó tras el aban­dono de Espa­ña de su anti­gua colo­nia, en 1975, había que­da­do enca­lla­do en un calle­jón diplo­má­ti­co sin sali­da. Pero el Pala­cio Real de Rabat, lejos de con­for­mar­se con el inmo­vi­lis­mo, apos­tó por una vía dis­tin­ta: con­ven­cer a los gran­des acto­res del table­ro inter­na­cio­nal de que su plan de «auto­no­mía bajo sobe­ra­nía marro­quí» era la úni­ca opción viable.

Para ello, la diplo­ma­cia marro­quí fue entre­te­jien­do acuer­dos eco­nó­mi­cos, mili­ta­res y estra­té­gi­cos con acto­res apa­ren­te­men­te anta­gó­ni­cos, como Esta­dos Uni­dos, Rusia, Chi­na e inclu­so Israel. En para­le­lo, Rabat invir­tió fuer­te­men­te en el desa­rro­llo del terri­to­rio ocu­pa­do: carre­te­ras, puer­tos, ener­gía solar y gran­des inver­sio­nes extran­je­ras sir­vie­ron para «nor­ma­li­zar» una ocu­pa­ción que ya casi nadie pare­cía cuestionar.

Con Chi­na, Marrue­cos pro­fun­di­zó una rela­ción que va mucho más allá de los víncu­los comer­cia­les. Pekín ha encon­tra­do en Marrue­cos una puer­ta de entra­da a Áfri­ca Occi­den­tal. A tra­vés de su ini­cia­ti­va de la Fran­ja y la Ruta, ha finan­cia­do infra­es­truc­tu­ras cla­ve en Casa­blan­ca, El Aaiún y Daj­la. Ade­más, Marrue­cos se con­vir­tió en pro­vee­dor de fos­fa­tos y meta­les raros fun­da­men­ta­les para la indus­tria tec­no­ló­gi­ca chi­na. A cam­bio, reci­bió inver­sio­nes, tec­no­lo­gía y res­pal­do en foros multilaterales.

Rusia, por su par­te, ha vis­to en Marrue­cos un socio útil en el nor­te de Áfri­ca. Si bien no ha habi­do un pac­to mili­tar for­mal, sí han exis­ti­do inter­cam­bios de entre­na­mien­to, coope­ra­ción en segu­ri­dad y ven­tas de arma­men­to lige­ro. La dis­cre­ta rela­ción entre Mos­cú y Rabat tam­bién le per­mi­tió a Putin ganar influen­cia en la región sin com­pro­me­ter­se abier­ta­men­te con Arge­lia, un tra­di­cio­nal y anti­guo alia­do de la hoy des­apa­re­ci­da Unión Soviética.

El caso más lla­ma­ti­vo es el de Israel. Tras los Acuer­dos de Abraham y el reco­no­ci­mien­to esta­dou­ni­den­se de la sobe­ra­nía marro­quí sobre el Sáha­ra duran­te el pri­mer man­da­to de Donald Trump, Marrue­cos e Israel refor­za­ron su coope­ra­ción en ámbi­tos como la ciber­se­gu­ri­dad, la inte­li­gen­cia, la indus­tria mili­tar y la tec­no­lo­gía de vigi­lan­cia. Esta alian­za, con impli­ca­cio­nes pro­fun­das, ofre­ció a Rabat acce­so a tec­no­lo­gía mili­tar de últi­ma gene­ra­ción y la ben­di­ción de Washington.

Todo este teji­do de alian­zas tenía un obje­ti­vo común: cons­truir una red de apo­yos geo­po­lí­ti­cos que garan­ti­za­ra el res­pal­do —o al menos la neu­tra­li­dad— de las gran­des poten­cias capi­ta­lis­tas en liti­gio cuan­do lle­ga­ra el momen­to de la ver­dad. Y ese momen­to lle­gó en la últi­ma sesión del Con­se­jo de Segu­ri­dad de las Nacio­nes Uni­das, cele­bra­da la sema­na pasada.

Una sesión que cam­bió la his­to­ria: la vota­ción en la ONU

En efec­to, este 31 de octu­bre de 2025 pasa­rá a la his­to­ria como el día en que el Con­se­jo de Segu­ri­dad de las Nacio­nes Uni­das legi­ti­mó de fac­to el plan de auto­no­mía de Marrue­cos sobre el Sáha­ra Occi­den­tal. La reso­lu­ción, redac­ta­da por Esta­dos Uni­dos, fue apro­ba­da con 11 votos a favor, con la abs­ten­ción de Rusia, Chi­na y Mozam­bi­que, y la ausen­cia de Arge­lia, que deci­dió no par­ti­ci­par en el sinies­tro con­tu­ber­nio como for­ma de protesta.

El tex­to reno­va­ba por un año más el man­da­to de la MINURSO —la misión de la ONU en el terri­to­rio— pero intro­du­cía un giro polí­ti­co cla­ve: esta­ble­cía que las nego­cia­cio­nes futu­ras se basa­rían en la pro­pues­ta marro­quí como úni­co mar­co posi­ble. En la prác­ti­ca, esto sig­ni­fi­ca des­car­tar de for­ma defi­ni­ti­va la vía de la auto­de­ter­mi­na­ción para el pue­blo saharaui.

En el dis­cur­so con el que el rey Moham­med VI cele­bró el even­to no dejó lugar a dudas sobre la lec­tu­ra ofi­cial del rei­no alauí: «La comu­ni­dad inter­na­cio­nal ha reco­no­ci­do, por fin, el carác­ter legí­ti­mo, serio y rea­lis­ta de nues­tro plan de auto­no­mía», afirmó.

En su men­sa­je, agra­de­ció tam­bién explí­ci­ta­men­te a Esta­dos Uni­dos, Espa­ña y Rei­no Uni­do por su «com­pro­mi­so con la paz y la estabilidad».

Para Arge­lia, esta ope­ra­ción ha repre­sen­ta­do una trai­ción. Su can­ci­lle­ría cali­fi­có la reso­lu­ción como «una gra­ve vio­la­ción del dere­cho inter­na­cio­nal y de los prin­ci­pios de des­co­lo­ni­za­ción de las Nacio­nes Unidas».

El Fren­te Poli­sa­rio, por su par­te, denun­ció que se tra­ta de «la lega­li­za­ción de una ocu­pa­ción mili­tar median­te una coar­ta­da diplomática».

Mien­tras tan­to, en la sede de la ONU, ni Rusia ni Chi­na pro­nun­cia­ron dis­cur­sos encen­di­dos. Sus emba­ja­do­res se limi­ta­ron a jus­ti­fi­car sus abs­ten­cio­nes como «deci­sio­nes prag­má­ti­cas» des­ti­na­das a «no blo­quear un pro­ce­so de paz en cur­so». Pero el men­sa­je era cla­ro: ni Mos­cú ni Pekín esta­ban dis­pues­tos a usar su dere­cho a veto en el Con­se­jo de Segu­ri­dad para pro­te­ger la auto­de­ter­mi­na­ción del pue­blo saharaui.

Del Sáha­ra a los con­tra­tos: el pre­cio del «giro coper­ni­cano» español

Cuan­do en mar­zo de 2022 Pedro Sán­chez reco­no­ció por car­ta el plan de auto­no­mía marro­quí como «la base más seria, creí­ble y rea­lis­ta» para resol­ver el con­flic­to del Sáha­ra Occi­den­tal, lo hizo hacien­do tri­zas más de cua­tro déca­das de con­sen­so diplo­má­ti­co en Espa­ña. Has­ta enton­ces, todos los gobier­nos —sin impor­tar su color polí­ti­co— habían man­te­ni­do una posi­ción ambi­gua pero cohe­ren­te: apo­yar las reso­lu­cio­nes de la ONU, sin incli­nar­se por nin­gu­na de las partes.

La deci­sión gene­ró estu­por interno y escán­da­lo inter­na­cio­nal. Pero aho­ra, con la reso­lu­ción apro­ba­da por el Con­se­jo de Segu­ri­dad de la ONU que legi­ti­ma el plan marro­quí como mar­co exclu­si­vo de solu­ción, el movi­mien­to de Sán­chez cobra un nue­vo y cla­ri­fi­ca­dor sen­ti­do, que ayu­da a que poda­mos des­cu­brir lo que había detrás de aque­lla sor­pren­den­te deci­sión. Lejos de ser un posi­cio­na­mien­to ais­la­do o impro­vi­sa­do, todo indi­ca que Espa­ña actuó como pie­za anti­ci­pa­da en una juga­da más amplia y orques­ta­da, dise­ña­da para alla­nar el camino hacia el aval mul­ti­la­te­ral que Rabat per­se­guía des­de hace años, y que ya con­ta­ba enton­ces con el sos­tén fun­da­men­tal de Esta­dos Uni­dos y de Francia.

Tras el apo­yo espa­ñol, Marrue­cos con­si­guió tam­bién el aval de Ale­ma­nia (agos­to de 2022), Dina­mar­ca (sep­tiem­bre de 2024), Rei­no Uni­do (1 de junio de 2025), Por­tu­gal (22 de julio de 2025) y Bél­gi­ca (Octu­bre de 2025).

Sán­chez, por tan­to, no fue un ver­so suel­to, sino un actor cons­cien­te de una estra­te­gia más amplia. Su ges­to sir­vió como prue­ba pilo­to: si inclu­so la anti­gua poten­cia admi­nis­tra­do­ra daba por bue­na la pro­pues­ta de auto­no­mía, el camino hacia la lega­li­za­ción inter­na­cio­nal de la ocu­pa­ción que­da­ba despejado.

Espa­ña, a cam­bio, con­so­li­dó una mejo­ra en sus rela­cio­nes bila­te­ra­les con Marrue­cos, ase­gu­ró la cola­bo­ra­ción en mate­ria migra­to­ria y evi­tó cri­sis fron­te­ri­zas en Ceu­ta, Meli­lla y Cana­rias. Pero el pre­cio fue alto: la cre­di­bi­li­dad inter­na­cio­nal de Espa­ña como supues­ta defen­so­ra del dere­cho inter­na­cio­nal y el prin­ci­pio de auto­de­ter­mi­na­ción que­dó gra­ve­men­te erosionada.

Intere­ses eco­nó­mi­cos en la som­bra: fos­fa­tos, ener­gía y nego­cios en expansión

Más allá de la geo­po­lí­ti­ca, tam­bién hay razo­nes eco­nó­mi­cas con­cre­tas que podrían haber influi­do en la deci­sión espa­ño­la. Los terri­to­rios ocu­pa­dos del Sáha­ra Occi­den­tal con­tie­nen una de las mayo­res reser­vas de fos­fa­tos del mun­do, un recur­so vital para la agri­cul­tu­ra indus­trial, en el que Espa­ña tie­ne intere­ses empre­sa­ria­les cre­cien­tes, espe­cial­men­te a tra­vés de mul­ti­na­cio­na­les que ope­ran en cola­bo­ra­ción con la OCP marro­quí (la pode­ro­sa Ofi­ci­na Che­ri­fia­na de Fosfatos).

Ade­más, las aguas del Sáha­ra Occi­den­tal están entre las más ricas en pes­ca del Atlán­ti­co, y des­de hace años han sido obje­to de acuer­dos pes­que­ros entre la Unión Euro­pea y Marrue­cos, que inclu­yen ile­gal­men­te esas aguas. Espa­ña, cuyo sec­tor pes­que­ro es uno de los más bene­fi­cia­dos por esos con­ve­nios, no ha pro­tes­ta­do nun­ca por esta inclu­sión, a pesar de las reite­ra­das denun­cias del Tri­bu­nal de Jus­ti­cia de la Unión Europea.

Por otro lado, Rabat ha ini­cia­do explo­ra­cio­nes para la extrac­ción de hidro­car­bu­ros en aguas saha­rauis, con la par­ti­ci­pa­ción de com­pa­ñías extran­je­ras intere­sa­das en el poten­cial ener­gé­ti­co de la región. No sería extra­ño que Espa­ña, a tra­vés de con­sor­cios ener­gé­ti­cos o acuer­dos a puer­ta cerra­da, tam­bién aspi­ra­ra a bene­fi­ciar­se de estos valio­sos recursos.

En este con­tex­to, el apo­yo al plan marro­quí pue­de haber sido una inver­sión polí­ti­ca de futu­ro, un modo de garan­ti­zar una posi­ción favo­ra­ble en la nue­va eco­no­mía de los terri­to­rios ocu­pa­dos, aho­ra que todo indi­ca que el «plan de auto­no­mía» se con­ver­ti­rá en la base legal para las futu­ras explo­ta­cio­nes económicas.

La com­pli­ci­dad rusa y chi­na: ¿añia­dos o impe­rios en silencio?

Muchos ana­lis­tas espe­ra­ban que Rusia y Chi­na fre­na­ran, con su dere­cho de veto, esta reso­lu­ción que con­so­li­da la posi­ción marro­quí sobre el Sáha­ra Occi­den­tal. No ocu­rrió así, sino todo lo con­tra­rio. Ambos paí­ses se abs­tu­vie­ron, lo que en la prác­ti­ca fue una for­ma expli­ci­ta de dar luz ver­de al plan impul­sa­do por Esta­dos Uni­dos sin, supues­ta­men­te, ensu­ciar­se las manos. Es la estra­te­gia clá­si­ca del «no blo­queo», que ya han emplea­do antes cuan­do la deci­sión favo­re­ce sus intere­ses indi­rec­ta­men­te o les evi­ta ene­mis­ta­des innecesarias.

Pero, ¿por qué no vota­ron en con­tra? Las razo­nes —aje­nas a cual­quier con­si­de­ra­ción éti­ca o legal sobre el dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de los saha­rauis— son tam­bién eco­nó­mi­cas y geopolíticas.

Chi­na, por ejem­plo, ha refor­za­do sus víncu­los con Marrue­cos duran­te la últi­ma déca­da en múl­ti­ples fren­tes. No solo impor­ta gran­des can­ti­da­des de fos­fa­tos —cla­ves para su pro­duc­ción agrí­co­la— sino que tam­bién ha inver­ti­do en infra­es­truc­tu­ras como puer­tos, ferro­ca­rri­les y par­ques indus­tria­les, algu­nos situa­dos en pleno terri­to­rio saha­raui ocu­pa­do. El plan de auto­no­mía marro­quí ofre­ce a Pekín, por tan­to, una «nor­ma­li­za­ción» de sus intere­ses eco­nó­mi­cos en la zona.

Por su par­te, Rusia, aun­que man­tie­ne his­tó­ri­cas bue­nas rela­cio­nes con Arge­lia, ha deci­di­do no jugar fuer­te en esta par­ti­da. Nece­si­ta a Marrue­cos como actor esta­ble en una región con­vul­sa y paga así su pos­tu­ra neu­tral ante la gue­rra en Ucra­nia. A ello se suma el inte­rés ruso por aumen­tar su influen­cia en Áfri­ca occi­den­tal, don­de Marrue­cos pue­de actuar como puen­te y alia­do. Así, Mos­cú eli­ge una abs­ten­ción «cómo­da» que le per­mi­te que­dar bien con todos… menos con los saharauis.

Ambos paí­ses, ade­más, están pro­fun­da­men­te intere­sa­dos en pro­yec­tar la ima­gen de poten­cias glo­ba­les «cons­truc­ti­vas» que no blo­quean reso­lu­cio­nes mul­ti­la­te­ra­les. Pero esta pos­tu­ra reve­la lo que ya muchos sos­pe­chan: ni Chi­na ni Rusia son garan­tes de los dere­chos de los pue­blos, sino acto­res que res­pon­den, como todas las gran­des poten­cias capi­ta­lis­tas, a sus pro­pios cálcu­los mer­can­ti­les y geopolíticos.

El ante­ce­den­te libio: cuan­do Rusia y Chi­na tam­bién se lava­ron las manos

Este no es, en efec­to, el pri­mer caso en que Rusia y Chi­na dejan que se aprue­be una reso­lu­ción que con­lle­va con­se­cuen­cias dra­má­ti­cas para un país del Sur glo­bal. En 2011, ambos paí­ses se abs­tu­vie­ron en la vota­ción de la ONU que dio comien­zo a la inter­ven­ción mili­tar de la OTAN en Libia, bajo la excu­sa de pro­te­ger a la pobla­ción civil.

El resul­ta­do fue el derro­ca­mien­to de Mua­mar el Gada­fi, el colap­so del Esta­do libio y el ini­cio de una gue­rra civil que, aún hoy, sigue desan­gran­do a ese país. Enton­ces —como aho­ra— la abs­ten­ción de Mos­cú y de Pekín per­mi­tió a las poten­cias occi­den­ta­les inter­ve­nir en Libia con­tan­do con cober­tu­ra legal. Años más tar­de, Rusia se que­ja­ría de haber sido «enga­ña­da» por Washing­ton, pero lo cier­to es que su abs­ten­ción abrió la puer­ta a una ope­ra­ción que des­tru­yó uno de los Esta­dos más desa­rro­lla­dos de África.

El para­le­lis­mo aho­ra con el Sáha­ra es evi­den­te. Ambos casos mues­tran que, cuan­do se tra­ta de defen­der el dere­cho inter­na­cio­nal fren­te a los intere­ses impe­ria­les, los dis­cur­sos se dilu­yen y las abs­ten­cio­nes hablan más fuer­te que cual­quier tipo de manifiesto.

El mun­do reac­cio­na: perio­dis­mo, acti­vis­mo y silen­cio político

Las reac­cio­nes al nue­vo giro del con­flic­to del Sáha­ra han sido disí­mi­les. Algu­nos medios inter­na­cio­na­les han tra­ta­do la noti­cia como un paso hacia la «esta­bi­li­dad», com­pran­do ple­na­men­te el dis­cur­so de la monar­quía alaui­ta. Sin embar­go, medios inde­pen­dien­tes, orga­ni­za­cio­nes de dere­chos huma­nos y movi­mien­tos pro­saha­rauis han denun­cia­do lo que con­si­de­ran una trai­ción al prin­ci­pio de auto­de­ter­mi­na­ción y un aval implí­ci­to a una ocu­pa­ción militar.

En paí­ses como Espa­ña, Arge­lia, Sudá­fri­ca y varios de Amé­ri­ca Lati­na, perio­dis­tas y acti­vis­tas han cri­ti­ca­do dura­men­te la reso­lu­ción, seña­lan­do que «la ONU ha renun­cia­do a su fun­ción como garan­te del dere­cho de los pue­blos a deci­dir su futuro».

En redes socia­les, las eti­que­tas como #Saha­ra­Li­bre, #NoA­LaA­ne­xión o #ONU­Com­pli­ce se vira­li­za­ron en cues­tión de horas, acom­pa­ña­das por imá­ge­nes de jóve­nes saha­rauis exi­lia­dos y vete­ra­nos del Poli­sa­rio en los cam­pa­men­tos de Tinduf.

Una lec­ción para la izquier­da glo­bal: ¿hay, por fin, un impe­rio bieno?

Este epi­so­dio deja una lec­ción amar­ga —que qui­zá aún sean inca­pa­ces de apren­der— a los sec­to­res de la izquier­da con­fu­sa y difu­sa que han depo­si­ta­do espe­ran­zas en los BRICS como alter­na­ti­va geo­po­lí­ti­ca al domi­nio occi­den­tal. La posi­ción de Rusia y Chi­na mues­tra que estos paí­ses, más allá de su hue­ca retó­ri­ca anti­im­pe­ria­lis­ta, tam­bién actúan como poten­cias intere­sa­das, capa­ces de sacri­fi­car cual­quier prin­ci­pio por sus pro­pios bene­fi­cios eco­nó­mi­cos y estratégicos.

La idea de que los BRICS, enca­be­za­dos por Rusia y Chi­na, podían ser el con­tra­pe­so moral y polí­ti­co al orden mun­dial hege­mo­ni­za­do por Esta­dos Uni­dos y sus alia­dos, no ha tar­da­do en des­mo­ro­nar­se con esta deci­sión polí­ti­ca —y otras, como el aval ruso al gobierno yiha­dis­ta impues­to al pue­blo sirio — . ¿Cómo defen­der la legi­ti­mi­dad de un blo­que que se abs­tie­ne fren­te a una reso­lu­ción que lega­li­za una ocu­pa­ción militar?

La últi­ma vota­ción en el Con­se­jo de Segu­ri­dad de la ONU ha deja­do al des­cu­bier­to el lími­te de ese ende­ble y enga­ño­so rela­to que pre­ten­de hacer­nos creer que el papel que no desem­pe­ñen las resis­ten­cias anti­im­pe­ria­lis­tas popu­la­res podría ser reem­pla­za­do por el accio­nar de deter­mi­na­das poten­cias capi­ta­lis­tas, por el mero hecho de que estas sean com­pe­ti­do­ras del impe­ria­lis­mo estadounidense.

Ni Rusia ni Chi­na han mos­tra­do volun­tad de defen­der el dere­cho del pue­blo saha­raui a deci­dir su des­tino. Al con­tra­rio, han demos­tra­do que cuan­do sus intere­ses están en jue­go son capa­ces de dejar caer cual­quier cau­sa jus­ta sin inmutarse.

De esta for­ma, Marrue­cos ha logra­do lo que pare­cía impo­si­ble: impo­ner su visión sobre el futu­ro del Sáha­ra Occi­den­tal con la com­pli­ci­dad de las gran­des poten­cias capi­ta­lis­tas que con toda fero­ci­dad están tra­tan­do de repar­tir­se el pla­ne­ta. Y no sola­men­te, como ha que­da­do trá­gi­ca­men­te en evi­den­cia, de los Esta­dos Uni­dos, Fran­cia, Espa­ña o Ingla­te­rra. La diplo­ma­cia del dine­ro, los con­tra­tos ener­gé­ti­cos, la geo­es­tra­te­gia y la pasi­vi­dad inter­na­cio­nal han con­se­gui­do lo que las armas no habían logrado.

Para el pue­blo saha­raui, empie­za aho­ra una nue­va fase, aún más cues­ta arri­ba, en la que su lucha por la auto­de­ter­mi­na­ción se ve más ais­la­da que nun­ca. Y a quie­nes aún creen en la mul­ti­po­la­ri­dad como sinó­ni­mo de jus­ti­cia, esta his­to­ria les obli­ga a rea­li­zar una refle­xión pro­fun­da: no hay impe­rios bue­nos cuan­do se tra­ta de defen­der los dere­chos de los pueblos.

Manuel Medi­na es pro­fe­sor de His­to­ria y divul­ga­dor de temas rela­cio­na­dos con esa materia.

3 de noviem­bre de 2025

Fuen­te: https://​cana​rias​-sema​nal​.org/​a​r​t​/​3​8​3​8​2​/​c​u​a​n​d​o​-​l​a​s​-​m​a​s​c​a​r​a​s​-​c​a​e​n​-​e​e​u​u​-​c​h​i​n​a​-​y​-​r​u​s​i​a​-​a​n​u​l​a​n​-​e​l​-​d​e​r​e​c​h​o​-​a​-​l​a​-​a​u​t​o​d​e​t​e​r​m​i​n​a​c​i​o​n​-​d​e​l​-​p​u​e​b​l​o​-​s​a​h​a​r​a​u​i​#​ath

Fuen­tes consultadas:

Fren­te Poli­sa­rio – Repre­sen­ta­ción en Euro­pa y ONU
(Pro­nun­cia­mien­tos recien­tes sobre el giro diplo­má­ti­co y posi­cio­na­mien­tos oficiales).

Tri­bu­nal de Jus­ti­cia de la Unión Euro­pea (TJUE)
(Fallos con­tra los acuer­dos comer­cia­les entre la UE y Marrue­cos que inclu­yen recur­sos saharauis).

Ofi­ci­na del Alto Comi­sio­na­do de Nacio­nes Uni­das para los Dere­chos Huma­nos (OHCHR)
(Infor­mes sobre la situa­ción huma­ni­ta­ria en el Sáha­ra ocupado).

Noti­cias sobre los Acuer­dos de Abraham y rela­cio­nes Marrue­cos-Israel
– Al Jazee­ra, Midd­le East Moni­tor, Le Mon­de Diplo­ma­ti­que
(Infor­ma­ción sobre coope­ra­ción mili­tar, ciber­se­gu­ri­dad e inteligencia).

Estu­dios sobre la rela­ción Chi­na-Marrue­cos
– Afri­ca Cen­ter for Stra­te­gic Stu­dies, Chi­na Glo­bal Invest­ment Trac­ker
(Desa­rro­llo de infra­es­truc­tu­ras, inver­sio­nes en ener­gía y minería).

Aná­li­sis sobre Rusia y Marrue­cos
– Car­ne­gie Mos­cow Cen­ter, The Diplo­mat
(Coope­ra­ción en segu­ri­dad, armas y pre­sen­cia geo­po­lí­ti­ca en África.

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