No hace mucho se hablaba en este blog sobre el nuevo tiempo político a nivel conceptual. Concretamente se afirmaba que no existía ese nuevo tiempo sino una nueva fase del conflicto y que podría ser beneficiosa la diferenciación entre tiempo y fase ya que la creencia en un tiempo político nuevo en vez de una fase, puede llevar a la asunción inconsciente y progresiva de que la opresión nacional y social estén variando por muy absurdo que pueda parecer ahora plantearlo. De la misma manera puede asentarse la creencia de que se dan las condiciones para una resolución al conflicto al haber cambiado el tiempo político cuando no es así, ya que la resolución al conflicto que es el cambio real que abrirá un nuevo tiempo, vendrá ineludiblemente de la constante lucha de los opuestos hasta que la balanza se desnivele en favor de las fuerzas de cambio.
Se ha ido asentando la creencia, no solo de que existe un nuevo tiempo político, pese a que los ejes de este tiempo en relación al conflicto siguen invariables, (Euskal Herria sometida nacional y socialmente por los estados español y francés, con el capitalismo y la represión como ejes vertebradores de la imposición) sino que además estamos supuestamente inmersos en tiempos de soluciones.
Si por una parte, es importante diferenciar entre tiempo y fase, no lo es menos saber exactamente en que tiempo político estamos. Ya que si el mensaje constante es recurrente en cuanto a las posibilidades abiertas de cara a la solución del conflicto, obviamente sería un grave error si estas no existiesen. Y posiblemente no existan.
Las maniobras tácticas y estratégicas de la izquierda abertzale y del soberanismo de izquierda han creado una serie de cambios internos, electorales y de discurso/práctica pero posiblemente esto a su vez también ha alejado en parte la necesidad de dar solución al conflicto por parte de los estados. Más incluso que en fases anteriores a la actual. Esto se ha entendido como un enrocamiento de los estados en el inmovilismo mientras que se va asentando la creencia de que tendrán que salir y empezar a moverse por generación espontánea o por una conjunción de astros en el cielo debido simplemente a una variación de la correlación de fuerzas numéricas, (sobre todo en el ámbito institucional) que no literales. En estas coordenas actuales y con el empuje actual y futurible, de no variar excesivamente las tornas, no se puede esperar algo más allá de una re-adecuación represiva con los ejes del conflicto intactos.
Si la voluntad (forzada o no) de los estados es cero o incluso trabajan en dirección contraria, ¿Cómo es posible que estemos en tiempo de soluciones?. Más bien sería un deseo, no una realidad. Ante esta impotencia se puede usar de forma retórica el recurso de que se trabaja de cara a la sociedad vasca y la comunidad internacional lo cual a su vez no hace más que dejar en evidencia que no existe tal tiempo de soluciones sino de los preparativos para alcanzar una fase resolutoria de solución que no ha llegado.
Esa fase resolutoria difícilmente llegará sin la constante lucha de los opuestos hasta que la balanza se desnivele en favor de las fuerzas de cambio. Si psicológicamente se instala que realmente vivimos en tiempo de soluciones, las consecuencias políticas directas son el abandono progresivo de la lucha de sujetos populares a través del delegacionismo y el cambio del eje principal del conflicto político (opresión /liberación nacional) por el de normalización política.
¿Es la normalización política en estas coordenadas una vía a la resolución del conflicto? ¿O a la asimilación?.
Sin embargo, entender que el tiempo político no ha variado pese a que la fase sí y que las soluciones no son resultado de voluntades sino de confrontación nos lleva a la conclusión de que hoy como ayer es tiempo de lucha. Y que esto sea así no entra en contradicción con la necesidad de trabajar de cara al pueblo o la comunidad internacional (o cualquier otro tipo de agente) sino que partiendo de ese trabajo habrá que desplegar una confrontación en mayúsculas. Esa confrontación que no puede ser reducida y minimizada a enfrentamientos electorales o polémicas de gestión institucional, tendrá inmensas dificultades de empezar a andar porque en estos momentos no estamos en tiempo de soluciones aunque actuemos como si lo estuvieramos, ni la normalización política puede desatascar la opresión nacional ya que la confrontación creará falta de normalización política por sus características desestabilizadoras.
Todo esto conforma el nudo aún no desatado en el actual panorama político vasco para los y las que apuestan por la independencia y el socialismo y lo que está imposibilitando la desobediencia, cierta energía popular y otras multiples necesidades para que el proceso de liberación nacional y social llegue a buen puerto. Ni siquiera una victoria electoral (en cualquier caso necesaria) podrá dar solución a esta problemática sino que incluso de no tomarse las medias a tiempo puede que apriete más el nudo.