La Revolución Chavista abrió las puertas de la historia, de la idea revolucionaria, del Socialismo. Y cuando esta idea se encarne en la masa, cuando la masa, el pueblo, los humildes entiendan su necesidad, descubran su fuerza, entonces todo estará perdido para el sistema capitalista mundial. Toda la situación que hoy atravesamos se explica por la necesidad vital de los dominantes de aplastar la idea socialista. Veamos.
Cuando el Comandante evolucionó hasta hacerse Socialista, cuando comprendió que el Cristianismo que lo alimentó desde su infancia, su lucha por hacer realidad el precepto cristiano de “amaos los unos a los otros”, su bolivarianismo, era la esencia también del Socialismo, entonces su batalla existencial tomó otra magnitud, se hizo Gigante y despertó la ira de la bestia.
Todas las fuerzas del sistema capitalista se confabularon contra aquel hombre que se convirtió en Apóstol del Socialismo. Desde ese día, la historia nuestra ha sido la historia por aplastar a la idea socialista.
Toda la confusión que hoy vivimos, todo lo incomprensible de los actos de lado y lado, se explica por la necesidad de la idea dominante, el capitalismo, de aplastar a la idea emergente, al Socialismo. La persecución despiadada de la idea del Socialismo explica el laberinto de hoy, las conductas, la forma como se pelea, cómo se retrocede, la ambigüedad del ambiente de lado y lado. Hemos cambiado la lucha por el Socialismo por la lucha por la democracia burguesa.
Esta idea socialista es, en resumen, dar base material al llamado de Cristo de “amaos los unos a los otros”. La comprensión de que no podemos vivir en fraternidad, que no puede haber paz en la sociedad, mientras no exista una economía de propiedad social. Dentro del capitalismo, sólo habrá la guerra de “todos contra todos”, el “hombre lobo del hombre”. Son inútiles las búsquedas de la convivencia dentro del reino del egoísmo, dentro del capitalismo.
Los capitalistas oligarcas asesinaron al Comandante y le dieron un duro golpe a la idea socialista. Hace ya un año que se desdibuja al punto de perderse en la nostalgia, es un eco que se escucha allá a lo lejos y sólo en solemnes ocasiones. Al perder la idea socialista contornos precisos, al confundirse con falsificaciones, al difuminar su núcleo, el gobierno revolucionario pierde fuerza, su idea fuerza. Ya no hay diferencias sustanciales con los oligarcas, todos somos iguales. Podemos dialogar, si no se hace es por fallas de los hombres, no hay razones de fondo que lo eviten. Así, en el altar de una paz imposible, sacrificamos la idea socialista. Surge el espectro del pacto de punto fijo con otras caras, otra retórica, pero la misma esencia: una forma de dominación, una garantía de reparto capitalista de la renta.
Sin embargo, hay un obstáculo: el gobierno revolucionario lleva tatuada en la frente, en el corazón, la idea Socialista, la idea de Chávez. Esta impronta trae tres consecuencias para el gobierno revolucionario:
Una, si trata de separarse de ella se debilita, se desdibuja, se aleja del alma de las masas, se convierte en un sarcasmo.
Dos, si intenta cambiar Socialismo por populismo, por clientelismo, ese barril sin fondo no se sacia con todos los dólares del mundo.
Tres, si intenta acercarse a los capitalistas, hacer con ellos pactos, administrarles la hacienda, aun a espaldas de la masa, los capitalistas no lo aceptan. La oligarquía, el capitalismo, no le perdona este olor, este color, es necesario sacarlo de raíz, borrarlo. La osadía de haber pretendido insurrección frente a lo establecido necesita cabezas de turcos.
El gobierno no tiene otra opción que volver a la senda Socialista.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!