En la cita anual del Alderdi Eguna y ante un público entregado, los dirigentes del PNV vuelven a sacar a la palestra la reivindicación de un pacto para el logro de “nuevo estatus politico” para Bizkaia, Araba y Gipuzkoa. Todo sigue igual, nada cambia.
Dejaba claro Urkullu que cuando el PNV reclama mayor autogobierno, significa «dirigirse y gobernarse a uno mismo» y gestionar «con eficacia». Nada nuevo en el horizonte jeltzale. Más autogobierno y más transeferencias para continuar gestionando el chiringuito de la CAV. Cupo, transeferencias y como no, las obras del TAV…eso era lo que hoy había que dejar claro a la militancia. Decía Jesús Sarría en 1918, director de la revista “Hermes” del PNV: “El nacionalismo apuesta por la consecución de una federación de pueblos soberanos que formen un gran Estado ibérico en el cual Euskadi disponga de una autonomia plena y Gobierno propio”. Y razón o perspectiva de futuro, no le faltaba.
Desde Madrid saben perfectamente que el PNV no irá más allá, ya les quedó claro hace muchos años cuando Manuel Aranzadi, el homologo de Aitor Esteban por aquel entonces en el Congreso español, afirmó: “No quiero, no deseo, no busco la separación de mi tierra de España, que yo rechazo toda orientación que lleve a esa trayectoria” (1920). Por criticar al acérrimo autonomismo español, idéntico al actual, muchos jóvenes del PNV lideradors por Eli Gallastegi, fueron expulsados del partido. Éstos tratarían de refundar el partido jeltzale en aquella Asamblea de 1922 en Zornotza donde aprobaron su Manifiesto: “Los Estados vascos históricos de Araba, Gipuzkoa, Laburdi, Nabarra, Zuberoa y Bizcaya se reconstituirán libremente”. Ambiciosa aspiración para los acomodados lideres del PNV.
En los años 30 sería Agirre quien rechazaría la propuesta de crear un Frente Nacional Vasco, apostando por un Estatuto vascongado como programa de máximos (1936). Años más tarde, vendría la propuesta de otro Frente Nacional vasco en Tixberta (1977), que el PNV también rechazó apostando por concurrir a las elecciones españolas de aquel mismo año. En 1977 tuvo lugar en Iruñea la primera Asamblea del PNV tras la muerte de Franco, donde proclamaron que: “el PNV trabajará por un Estado autonómico”.
Con la abstención del PNV a la Constitución española de 1978, Xabier Arzalluz dejó claro cual era la intención y los intereses de su partido para con el pueblo vasco: “Ha quedado claro que los diputados y senadores del PNV no han puesto en cuestión la unidad del Estado” (octubre 1978).
Con la aprobación del Estatuto de la Moncloa, el jesuíta volvía a poner de manifiesto el rol estatutista y autonomista del partido: “No os prometimos la independendencia, sino luchar por una autonomia no menor que la que alcanzaron nuestros mayores con un Estatuto que no fuera cerrado” (septiembre 1979). El lehendakari en el exilio, Jesus Maria Leizaola, llegaría a calificar de “hitleriana” la “aspiración de HB a formar un único Pais Vasco a ambos lados de la frontera” (1979). No por Dios, eso no podia ser!. Eso que Arzalluz llamaba “Estatuto no cerrado”, en realidad no era sino un texto precintado a cualquier petición de respeto a la territorialidad de Euskal Herria. No tardaría ni un año en afirmar: “Podemos vivir perfectamente sin los navarros y sin su territorio (…) Nosotros tenemos un sentimiento de solidaridad con ellos, pero si ellos no quieren, son muy dueños de no venir” (mayo 1980). Ahi queda eso.
La llegada de Ardanza refrendaba la idea que el PNV tenía de pais: “La Constitución es el marco legal del que nace el Estatuto y el Lehendakari, que no olvidemos es el representante del Estado en Euskadi” (enero 1985). Las aspiraciones siempre han sido las mismas, no han cambiado, nunca han engañado a nadie.
En pleno proceso judicial contra la Mesa Nacional de HB, Arzalluz afirmó: “El PNV descarta pedir la independencia cuando culmine el desarrollo del Estatuto de Gernika” (1997). Luego vendría aquella ponencia politica del “reconocimiento del ser para decidir” (2000). El PNV lo definió como una estrategia de “construcción nacional”, partiendo de la negación de la territorialidad de Euskal Herria. Era el paso para tratar de “vender” una propuesta de “consulta” al pueblo que se encargaron de cacarear por todos lo mitines de las elecciones de mayo 2001 para una vez rebinir la saca de los votos decir aquello de que “nadie ha oido a ningún lider del PNV, ni a mi, hablar de que tuvieramos planteado recurrir en esta legislatura a una consulta sobre la autrodeterminación. Esto es hoy un esperpento” (Arzalluz, julio 2001)
En 2002 llegaría Ibarretxe con su famoso Plan, dejando claro desde un primer momento que la “independencia y soberania son conceptos decimonónicos”. Su “Pacto de libre adhesión”, no era sino la redacción de un nuevo Estatuto para los tres herrialdes de la CAV, respetando la legalidad española, partiendo de la unilateralidad y sin consenso previo. “Esta iniciativa no propone la secesión, independencia ni barbaridades de esa naturaleza” (Ibarretxe dixit). Un plan de “pacto amable” para ganar tiempo, luego mercadear, cumplir la ley española, y una vez prohido el referendum, poner la excusa de la violencia… Ese era el plan. Aquellos votos de tres a favor y tres en contra de la izquierda abertzale, desbarató un poco los planes del PNV, que ya tenían preparada la campaña del victimismo y azote contra el movimiento independentista. El siempre sincero Anasagasti lo definiria asi: “Esto no es un Estella II. Estella está más muerto que Sabino Arana, y esto no tiene nada que ver con un planteamiento rupturista sino con un encaje adecuado en España” (septiembre 2002).
En 1936, el lehendakari Agirre lo defendió como un peldaño a la independencia, aunque era lo más parecido a un precipicio. En 1979, Garaikoetxea y Arzalluz lo vendieron como el “mejor posible”, y en 2002, Ibarretxe, en el colmo de la renuncia, lo proyectó como un abrazo nacionalista, libre y voluntario, al Estado ocupante. En 2005 vino el rechazo de Madrid al plan, pero la consecuencia no fue convocar la consulta, nada más lejos de la realidad.
Imaz propondría el lema “primero la paz y luego la politica” (2006), llegando a escribir un articulo donde abogaba por “No imponer, no impedir”. Imponía el bueno de Josu Jon un cierre en falso e impedía un marco democrático. Decía que “el debate sobre el referendum es otra maraña en al cual no podemos perdernos” (2007). Con la llegada de Iñigo Urkullu a la presidencia del PNV, lo primero que quiso destacar es que “su” pueblo vasco “cabía en la Constitución española”.
Hoy ya como lehendakari, su impresión continua siendo la misma.
Nada ha cambiado. Las mismas declaraciones, la misma altanería, el mismo mercadeo, la misma renuncia nacional…Todo sigue igual.