A Ludwig Kugelmann, en Hannover</p>
[Londres, 24 de diciembre de 1867]
1, Modena Villas, Maitland Park
Mi querido señor Kugelmann1:
No puede haberse imaginado usted qué gran sorpresa y alegría nos propinó ayer, y realmente no sé cómo he de agradecerle por toda su amistad y su interés, y ahora, además, por la última, visible señal de su recuerdo, el divino Padre Zeus, que ocupa ahora entre nosotros el lugar del «Niñito dios»2. Nuestra fiesta de Navidad este año es nuevamente bastante triste, porque mi pobre marcado yace nuevamente postrado por su antigua dolencia. Se han mostrado de nuevo dos erupciones, una de las cuales es de importancia y está en un lugar penoso, de manera que Karl está obligado a estar tendido sobre un costado. Ojalá que logremos pronto dominar la enfermedad, y que en la próxima carta no aparezca ya delante de usted el secretario privado interino.
Ayer por la noche estuvimos todos juntos sentados en las habitaciones inferiores de la casa, la región de la cocina conforme a la distribución inglesa, de donde salen todas los creature comforts3 para las regiones superiores, ocupados en preparar con escrupuloso rigor el christmas pudding. Se despepaban allí pasas (trabajo harto repugnante y pegajoso), se desmenuzaban almendras y cáscaras de naranjas y limones, se atomizaba la grasa de los riñones y, con huevos y harina, se amazaba de toda esta mezcolanza un notable potpurri; y en ese momento tocaron a la puerta, un carruaje se detuvo delante, hubo pasos misteriosos que subían y bajaban, un murmullo, un zuzurro corrió por toda la casa; por último, se escuchó de arriba una voz: «una gran estatua ha llegado». Si hubiese dicho: «Fuego, fuego, se quema la casa», han llegado los Fenians4 no nos habríamos parado más atónitos, más desconcertados; y ahí estaba él en su colosal magnificencia, en su pureza ideal, el viejo Júpiter tonans5, intacto, sin daño alguno (un pequeño canto del pedestal se ha desmoronado un poco), ante nuestros ojos sorprendidos y entusiasmados. En el entretanto y luego que se hubo calmado un tanto la confusión, leímos también el amistoso escrito de acompañamiento que nos había hecho llegar usted en la más cordial labor de gracias, comenzaron de inmediato los debates sobre cuál sería el nicho más digno para el nuevo «buen Dios que está en el cielo y en la Tierra». Respecto a esta gran cuestión todavía nos hemos llegado a resultado alguno y todavía habrá que hacer muchos intentos antes que la orgullosa cabeza haya encontrado su lugar de honor.
También le agradezco de corazón su gran interés y sus afanes incansables por el libro de Karl6 [6]. Parece ser que los alemanes prefieren con mucho expresar su aplauso a través del silencio y la mudez total. Han puesto todos valientemente enmarca la cachaza.
Puede creerme usted, querido Sr. Kugelmann, que con certeza rara vez he sido un libro escrito bajo circunstancias más difíciles, y bien podría yo escribirle una historia secreta, que descubriría las muchas, infinitamente muchas penas silenciosas, y el miedo y los sufrimientos. Si los obreros tuviesen una idea del sacrificio que ha sido necesario para terminar esta obra, que ha sido escrita sólo para ellos y en su interés, quizás si mostrarían ellos más interés. Los lassalleanos parecen haber sido los más rápidos en acapararse para si el libro, par traducirlo debidamente. Pero esto no daña.
Bueno, al final tengo yo que desplumar un pollito con usted. ¿Por qué se dirige usted a mi de manera tan formal, incluso con «graciosa», a mí, un veterano tan viejo, una cabeza tan cubierta de musgo en el movimiento, un compañero de ruta y de lucha tan honrado? Me habría gustado tanto visitarle este verano a usted y su querida esposa y a Fränzchen, de las cuales mi marido no puede parar de decir tanta cosa amable y tanta cosa buena, me habría gustado tanto volver a ver Alemania después de once años. El año pasado estuve muy achacosa, y he perdido también, por desgracia, en este último tiempo, mucho de mi «fe», de mi valor para la vida. Muchas veces me ha resultado difícil mantenerme de pie. Pero como mis muchachas hicieron un largo viaje –estuvieron invitadas con los padres de Lafargue en Burdeos– no se pudo hacer al mismo tiempo mi escapada, y ahora tengo, pues, la hermosa esperanza delante de mí, para este año que viene.
Karl le envía a su esposa y a usted los más cordiales saludos, a los que se adhieren sinceramente las muchachas, y yo le tiendo, a usted y a su querida esposa, desde la distancia mi mano.
Su
Jenny Marx
ni graciosa ni por la gracia de Dios
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- Ludwig Kugelmann (Osnabrück, 19 de febrero de 1828 – Hannover, 9 de enero de 1902) fue un médico alemán especializado en ginecología, amigo y confidente de Marx y Engels. Mantuvo una extensa relación epistolar con Marx, que fue hecha pública después de su muerte. Miembro de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) y del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).
- Como regalo de Navidad, Kugelmann había hecho llegar a la familia Marx un busto de Zeus que había decorado anteriormente su salón y tenía, a su parecer, un parecido con Marx
- El sustento corporal.
- Grupo irlandés.
- Tonante.
- Das Kapital, primera edición en alemán en 1867.