Reflexiones en torno al 29 aniversario del FPMR de Chile. Historia y presente de la rebeldía chilena.
“… He aquí por qué del modo de escribir la historia de un partido deriva el concepto que se tiene de lo que un partido es y debe ser. El sectario se exaltará frente a los pequeños actos internos que tendrán para él un significado esotérico y lo llenarán de místico entusiasmo. El historiador, aún dando a cada cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficacia real del partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en haber contribuido a crear un acontecimiento y también en haber impedido que otros se produjesen”. (Antonio Gramsci)
El 14 de diciembre es el aniversario de la irrupción del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en la vida nacional. Y como cada año, vemos el abanico de textos, imágenes y actividades conmemorativas, propias de fechas como esta, que son ya parte de las “tradiciones” políticas y culturales de la izquierda revolucionaria chilena, y que tienen diversos puntos de inflexión durante el año (29 de marzo, 11 de Septiembre, 5 de octubre, etc). Consecuente con las limitaciones o deformaciones propias de ex estudiante de esta “ciencia” llamada historia, señalaremos algunas ideas en torno a este importante suceso.
Estas fechas son para muchos, momentos de reafirmación de la idea y la acción revolucionaria y de homenaje a las y los luchadores populares, de fortalecer la mística y la fraternidad entre compañeros. En lo “formal”, el FPMR ha hecho de su conmemoración un apoyo a las prioridades internas y tácticas del momento, sintetizadas en una consigna y medios de propaganda que las señala, desde el primer año de vida cuando se dio a conocer la primera bandera del FPMR y principalmente el Primer Manifiesto al Pueblo de Chile, o bien al año 1989 al elevar la consigna “Impunidad Jamás” frente a la transición pactada sobre la impunidad de los crímenes dictatoriales, o el año 1992 cuando el Frente enfrentaba una crisis en el marco de la estrategia de la Guerra Patriótica Nacional (GPN) y el comienzo de su Proceso de Discusión Interna, con la consigna “9 años de Lucha, Consecuencia y Dignidad”, (a partir de ese momento se comienzan a realizar actividades públicas de conmemoración, los llamados actos político-culturales). El año 1996 al darse los primeros pasos en el sancionamiento del nuevo Proyecto Político, bajo la consigna “Fieles a nuestra historia y a los principios revolucionarios, hagamos del Rodriguismo una alternativa de lucha”, el año 2003 cuando se conmemoran los 20 años de vida dando a conocer las resoluciones del Primer Congreso del FPMR, y así sucesivamente.
Pero también debemos asumir que en relación al aniversario, o cualquier otra conmemoración similar, se debe convivir en su aplicación práctica con la posible desviación o el riesgo de reproducir una batería de lugares comunes y mistificaciones de la historia, y por ejemplo el recuerdo u homenaje a tantas y tantos combatientes que dieron su vida, y en particular en el mes de diciembre los rodriguistas Patricio Leonel González, Mauricio Cancino, Juan Fuentes, Luis Antonio González (Boris), Emilio González, y otros que nuestra negligencia puede haber dejado de lado, con el transcurso de los años puede devenir en rutina, en un rito que va poco a poco perdiendo su contenido y tornándose en una manifestación mas bien estética, casi litúrgica ( de hecho muchas actividades de este tipo se realizan en cementerios o en los lugares donde cayeron los combatientes, situación que a mi juicio contribuye inconcientemente a lo anterior) , siendo que como bien decía Mauricio Hernández para el caso de Cecilia Magni, debemos salir de todo lugar común que la asocie a consignas inertes y mitificaciones de culto, que fosilizan, quitan filo y perspectiva a la pasión y la voluntad revolucionaria.
Esta tendencia a la idealización, a la mistificación o incluso al fetichismo en relación a la organización, sus acciones, sus dirigentes y militantes destacados, sus símbolos e incluso sus medios de lucha (las armas, los uniformes, etc), es un fenómeno que fue transversal a la izquierda chilena y mundial (el culto sectario a la personalidad y “el partido” es una expresión exacerbada de aquello), pero poniendo esto en perspectiva, se podría quizás relacionar en parte con una íntima necesidad humana planteada por José Carlos Mariategui en 1925, de que “el hombre se resiste a seguir una ver¬dad mientras no la cree absoluta y suprema…. Hay que proponerle una fe, un mito, una acción”. Y claro, si esa necesidad es mal conducida deriva en sectarismo, en un “místico entusiasmo” mal entendido.
Sintetizar la historia, sobre todo la de organizaciones como el Frente, no es una disciplina neutra, “objetiva” en el sentido común del concepto (que mas bien alude a imparcialidad, a no tomar partido), al contrario, expresa desde una interpretación y una acción en la realidad con sus causas y consecuencias, ideologías, proyectos, líneas políticas, éxitos y derrotas, la voluntad de militantes y dirigentes, hasta intereses mas bien de corto plazo, para lo cual el recurso del “dominio” de la historia y sus registros materiales resulta un preciado instrumento.
¿Es posible entonces hablar de LA historia del Frente y por tanto del Rodriguismo? Los protagonistas y los hechos políticos y militares están ahí, ocurrieron y es posible conocerlos si se investiga lo suficiente, y ya existen diversas publicaciones desde distintos ámbitos e intereses, ya sea académicos (tesis de grado), periodísticos, testimoniales, novelados y partidarios. Sin embargo el conocer presupone una “teoría del conocimiento” ¿cómo aproximarse a una verdad histórica sin querer “arrastrarla” o acomodarla para respaldar ideas preconcebidas? En Historia no hay verdad absoluta; según Engels, “el que en este terreno quiera salir a la caza de verdades definitivas de última instancia, de verdades auténticas y absolutamente inmutables, conseguirá poco botín, como no sean trivialidades y lugares comunes de lo más grosero”.
Sobre esto hay polémicas aun abiertas, y nos parecen dignos de rescatar los planteamientos de León Trotsky: “La ciencia ‑no la “objetividad” filistea de salón- exige que el autor señale los factores sociales que condicionan los acontecimientos históricos, por mucho que esto altere los nervios. La historia no es un va¬ciadero de documentos y sentencias morales. La his¬toria es una ciencia no menos objetiva que la fisiología. Exige un método científico, no una “impar¬cialidad” hipócrita. Se puede aceptar o rechazar la dialéctica materialista como método histórico científico, pero es menester tenerla en cuenta. La objetividad científica puede y debe ser inherente al método empleado. Si el autor no logró aplicar correctamente su método, hay que señalar exactamente dónde ocurrió.” (Del artículo ¿Qué es la objetividad histórica? The Militant, 15 de julio de 1933)
Y en el caso del Frente, no pocos han sido los intentos de sistematizar su propia historia, esfuerzo que en general obedecía a necesidades específicas o coyunturales de la vida interna. Entre estos tenemos que el año 1993, en el marco del Proceso de Discusión Interna, se elabora el informe de la Dirección Nacional del FPMR que hace el primer y extenso recuento histórico del desarrollo de la organización con el fin de extraer de su análisis las causas, consecuencias y vías de superación de la crisis que la afectaba en ese momento, metodología que no logró sus objetivos de la manera que la Dirección esperaba, justamente porque el encuentro, la “cacería” de esas “verdades”, como advirtió ya el viejo Engels, no es un resultado inevitable del estudio de la historia, de hecho pueden surgir muchas mas dudas o nuevas preguntas.
Luego, el año 1999 el Frente edita y difunde públicamente el ensayo “La lucha de clases y el surgimiento del FPMR en Chile”, un esfuerzo por realizar una periodización de la historia nacional como antecedente para su nacimiento y desarrollo.
El año 2001 se publica el texto “Búsqueda de un nuevo Proyecto para el FPMR”, que prepararía el camino para el Primer Congreso, donde también se incluía una síntesis histórica. Posteriormente se conocería el trabajo de investigación titulado “Los Orígenes del FPMR.”, que estaba concebido como el primero de una serie de trabajos relacionados pero que no tuvo continuidad.
También está, por que no mencionarlo, el libro de Ricardo Palma Salamanca “Una larga cola de acero” (Historia del FPMR 1984 – 1988), editado por LOM en 2001, que presenta y articula de manera novelada, distintas etapas y protagonistas de la historia del Frente a partir de las peripecias de un personaje ficticio.
Me gustaría destacar también dos trabajos de investigación individual, “Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el tabú del conflicto armado en Chile”, de Hernán Vidal, publicado en 1995 por la editorial Mosquito y “De la Rebelión Popular a la Sublevación imaginada”, de Luís Rojas Núñez, editado por LOM el año 2011. Dos libros hechos con rigor investigativo que son un gran aporte para la profundización de la historia reciente del país y del Frente.
En el denominado rescate histórico del FPMR, no hay una visión única al respecto por las razones que mencionamos arriba, a lo cual se debe añadir situaciones límite como el quiebre con el Partido Comunista o la crisis de comienzos de los años 90 y sus consecuencias, y también por la existencia de individualidades y corrientes políticas que denominándose rodriguistas, muchas veces apelando a una condición de “históricos”, a la participación personal en tal o cual situación, a haber conocido a determinados compañeros, etc., se otorgan y relucen “jinetas” que dan autoridad o fundamentan conductas claudicantes, derechamente oportunistas, caudillistas, y en el peor de los casos traidoras. .Entre estos personajes abundan también los exegetas que de manera egocéntrica, pomposa y soberbia han intentado elevarse como los dueños de esas verdades históricas respecto a la organización.
Y es ahí donde tenemos que señalar que a pesar de los problemas planteados respecto a la historia y la búsqueda de verdades absolutas, eso en ningún caso equivale a caer en el relativismo político en el que todo vale, NO, no todo vale, ni sirven todas las micros, ya que en un contexto determinado, con coordenadas precisas, o bien cuando estas se modifican, hay verdades u opciones únicas a tomar cuando se asume una opción de clase, y que al no asumirse por diversos motivos (debilidad, poca claridad o falta de análisis riguroso, dogmatismo u otro “ismo”), es la misma historia, entendida como practica social y política, la que deja atrás o sepulta a las colectividades o proyectos que no supieron rectificar al respecto.
Por eso Marx plantea que «sucesos notablemente análogos que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente distintos. Estudiándolos por separado y comparándolos luego, se puede encontrar la clave de este fenómeno, pero nunca se llegará a ello mediante el pasaporte universal de una teoría histórico filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser suprahistórica».
El método de Marx, precisa Mariátegui en las páginas de la revista Amauta, «es un método que se apoya íntegramente en la realidad de los hechos… el marxismo, en cada país, en cada pueblo opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar cada una de sus modalidades».
Se trata de historia, de la praxis de compañeros y compañeras, en este caso resulta que el sujeto es a la vez el objeto de estudio, siendo la interpretación sobre causas y consecuencias tan diversa como las personas que la hacen, y por ejemplo a veces al calor de las discusiones pareciera que existen miles de fundadores!!
Como vemos es complicado elaborar una historia única y “oficial” del FPMR, lo cual por cierto condiciona pero en absoluto niega que este desafío se siga enfrentando y plasmando como aporte al desarrollo de la organización y el movimiento popular en general, esfuerzo que no debe ser visto como un catecismo o un dogma a recitar (el mismo criterio que debe regir para un proyecto político), siendo muy difícil plantearse llegar a un punto en que ya no podamos seguir avanzando o rectificando, en que sólo nos reste sentarnos a admirar la verdad absoluta conquistada, más bien habremos logrado algunas verdades “relativas” si es que utilizamos métodos adecuados para accederlas, y vamos generalizando sus resultados de manera dialéctica, para que en el futuro se siga perfeccionando y profundizando ese conocimiento, enriquecido por la practica, es decir, es un acumulado de experiencia.
“..Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación.” Engels, Carta a Sombart, 1895
Es sólo cuestión de ver cuan difícil es referirse a la historia del Partido Comunista, del MIR, etc., la historia es un campo de batalla de ideas y apreciaciones, lo importante no es hacer escolástica sólo recopilando documentos, fotografías o videos, ni manipular las fuentes y los hechos por intereses puntuales, sino que ese trabajo sea puesto en una perspectiva militante, coherente y consecuente con un acumulado histórico en que el Frente ‑incluso cuando dependía de las directrices del PC- fue madurando una concepción estratégica que siempre ha buscado, a un alto costo, el camino general mas radical y rupturista respecto al poder, ya sea en el período dictatorial como en las etapas posteriores.
Esto de la historia no es por tanto un asunto de teoricismo ni de lucimiento intelectual, esto tiene tarde o temprano consecuencias prácticas. Las divergencias políticas y las divisiones de la izquierda tienen mucho que ver con conclusiones distintas acerca del pasado lejano o reciente, y en particular de cómo nos comportamos ante esas diferencias, por eso es importante enfrentar el desafío de profundizar el conocimiento de la historia, sobre todo la de la lucha de los trabajadores y el pueblo, dar esa perspectiva a las tareas y las urgencias actuales.
Ahora, en relación al acento planteado por Gramsci para el estudio de la historia de una organización (sobre todo si esta misma es la que emprende dicha tarea), en cuanto al análisis de su eficacia real, su fuerza determinante, positiva y negativa, podríamos ahora, a pesar del riesgo de caer en esquematismos y clichés ya sea complacientes o flagelantes, plantear algunas hipótesis muy generales o de perspectiva panorámica sobre los aspectos y contradicciones a considerar.
La “fuerza positiva o negativa” en este caso se relaciona con la capacidad o incapacidad de resolver algunos problemas o desafíos generales del desarrollo de una organización como el Frente en un contexto determinado. Entre estos están: la capacidad de generar un Proyecto que rompa con el molde de lo tradicional, los esquemas establecidos, lineales y conocidos en la política general y también interna, de “patear el tablero” en cuanto a formas de lucha y construcción, lo que le permitió al FPMR luego de su irrupción dar lo que se denominó la “sorpresa estratégica”, en plena sintonía con el denominado “estado de ánimo de las masas”, a pesar de las limitaciones de diseño puestas por la política del Partido Comunista en ese entonces.
El mismo desarrollo cualitativo y cuantitativo de la lucha del Frente, y del pueblo en general durante los años 1983 – 87, creó las condiciones necesarias para concluir la necesidad de ir más allá de los límites puestos por el PC a su propia política de Sublevación Nacional, provocándose el quiebre con dicho partido el año 87. Luego, al asumir la vida independiente, se asume la decisión de superar la Sublevación Nacional para dar el salto a una estrategia de poder, la Guerra Patriótica Nacional, una concepción estratégica que exigía la construcción de una organización político-militar que resolviera un nuevo problema, el de constituirse como una estructura de cuadros y a la vez como un movimiento nacional, y con una perspectiva de lucha prolongada.
Esto exigía, según lo estableció el comandante Raúl Pellegrín en el Rediseño, romper el desarrollo y la mentalidad lineal, que nos hace pensar que haciendo mas y mejor lo que ya veníamos haciendo desde la etapa anterior estamos avanzando a una estrategia superior, cuando muchas veces de lo que se trata es, como decíamos: romper el esquema, salirse de ese escenario en que ya no hay sorpresa, en que “las formas de lucha que usamos son las que ya el enemigo conoce y en las que se ha hecho fuerte”.
Este último problema ha sido el más complejo de resolver en estos años; lo que contribuye a la derrota de la GPN al no poder superar los esquemas anteriores, que en el nuevo período (gobiernos civiles) derivaron en el llamado aparatismo u operativismo. Luego de lo cual se asume un camino de reorganización al calor de la construcción político-social que culmina con el nuevo Proyecto Político (Primer Congreso), que permite la preservación de la organización pero que trae consigo nuevas contradicciones y el riesgo de un desarrollo desigual que impidiera abordar las tareas de una construcción estratégica de carácter político-militar que el Proyecto plantea, es decir caer nuevamente en un desarrollo lineal, esta vez con carácter “de masas”.
Otro problema tiene que ver con la vida interna: la relación del tipo de militante que forma la organización con las exigencias de la etapa y del proyecto ¿qué aspectos en un momento permiten avanzar, o bien, cuándo se vuelven un obstáculo?
Al principio aludíamos a esa necesidad del mito planteada por Mariategui, quien agrega que “la fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del Mito. La emoción revolucionaria, como escribí en un artículo sobre Gandhi, es una emoción religiosa. Los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos; son humanos, son sociales”.
Esto parece contradecir lo planteado por Gramsci en la cita inicial, pero en realidad lo complementa, ya que ambos defienden con rigor la fidelidad al método marxista y a la Revolución Socialista como el horizonte de lucha, y no me parece tan aventurado pensar que Raul Pellegrín buscaba similar síntesis en su concepción del Rodriguismo y del entusiasmo revolucionario, lo cual fue y debe seguir siendo una de las fuerzas positivas que se proyectan a la lucha del pueblo, pero que a la vez hay que cuidar mucho de la inercia o autocomplacencia, de los vacíos o subestimación de la formación ideológica, o una visión mecánica y rutinaria de la misma, el autoritarismo y la rigidez, la defensa a ultranza de posiciones o intereses, el escaso ejercicio de la crítica y la autocrítica (el sólo mencionarlas ya parece un cliché), la grandilocuencia, las mentalidades binarias, machistas y patriarcales, etc., que pueden deformar, agotar o marginar esas voluntades.
Cada uno podría añadir muchos mas ejemplos de fuerza positiva y negativa en la perspectiva histórica, pero lo central de estas reflexiones van por la senda propuesta por Raúl Pellegrín Arias, padre del comandante José Miguel o Rodrigo, en su manuscrito “Los Girasoles”:
“..Comprender que si el pasado, desde lo más profundo de nuestra historia, ha sido de una lucha enconada para vencer la inercia a los cambios, esto seguirá siendo así. Acción y reacción, principio del desarrollo de la materia viva. Debemos prepararnos para ello. La reacción, el capitalismo, esta desde siempre preparada psicológica y materialmente para la represión más salvaje y terrorista contra los empobrecidos, para mantener este sistema antihumano.
Poner el pie en el primer peldaño. Apoyándonos en toda nuestra experiencia y creatividad elevaremos la conciencia. Comprendamos cabalmente el mundo en que vivimos.”
En síntesis, en la medida en que el sujeto colectivo (la organización) pueda plantearse ampliamente su propia historia podrá también plantearse dialécticamente su propio futuro.