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El ago­ta­mien­to de la fase his­tó­ri­ca actual del capitalismo

Un argu­men­to cla­ve para la teo­ría de la his­to­ria y la revo­lu­ción de Marx es que «Nin­gún orden social pere­ce antes de que se han desa­rro­lla­do todas las fuer­zas pro­duc­ti­vas a las que pue­de dar cur­so» (Crí­ti­ca de la Eco­no­mía Polí­ti­ca, Pre­fa­cio). Aho­ra, si el mar­xis­mo es una cien­cia, debe ser veri­fi­ca­ble empí­ri­ca­men­te. Pero esta veri­fi­ca­ción es tam­bién impor­tan­te por otra razón. Como dice Grams­ci, «La cri­sis con­sis­te pre­ci­sa­men­te en el hecho de que lo vie­jo mue­re y lo nue­vo no aca­ba de nacer» (Cua­der­nos de la cár­cel , «La influen­cia del mate­ria­lis­mo» y «cri­sis de auto­ri­dad», Volu­men I, tomo 3, pág. 311 , escri­to alre­de­dor de 1930). El aná­li­sis empí­ri­co tam­bién nos per­mi­te com­pren­der por qué y sobre todo cómo lo vie­jo muere.

En la fase actual de la his­to­ria –es decir, des­de el final de la Segun­da Gue­rra Mun­dial has­ta la actua­li­dad– el capi­ta­lis­mo se encuen­tra con un lími­te cada vez más insal­va­bles debi­do a la con­tra­dic­ción entre el cre­ci­mien­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo por un lado y las rela­cio­nes de pro­duc­ción, entre el tra­ba­jo y el capi­tal, por el otro. Esta con­tra­dic­ción es cada vez más fuer­te y el capi­ta­lis­mo está ago­tan­do su capa­ci­dad para desa­rro­llar­se en el con­tex­to de esta fase his­tó­ri­ca. La for­ma con­cre­ta adop­ta­da por esta con­tra­dic­ción, su cre­cien­te inca­pa­ci­dad para desa­rro­llar­se, son cri­sis cada vez más violentas.

El pun­to cla­ve es la tasa de ganan­cia, el indi­ca­dor cla­ve de la salud de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta. En el ámbi­to de una nación o gru­po de nacio­nes, lo que cuen­ta es la tasa media de ganancia.

Con­si­de­re­mos en pri­mer lugar la tasa pro­me­dio de ganan­cia de Esta­dos Uni­dos, la nación que toda­vía es, con mucho, la más impor­tan­te. Las esta­dís­ti­cas mues­tran que la tasa de ganan­cia de los EE.UU. está en un esta­do de caí­da irre­ver­si­ble. La caí­da es ten­den­cial, es decir, a tra­vés de ciclos eco­nó­mi­cos ascen­dien­tes y des­cen­den­tes. Sin embar­go, la ten­den­cia es cla­ra­men­te a la baja.

Grá­fi­co 1. tasa media de ganan­cia, EE.UU., 1945 – 20102
La tasa de ganan­cia cae debi­do a la natu­ra­le­za espe­cí­fi­ca de las inno­va­cio­nes tec­no­ló­gi­cas, el fac­tor prin­ci­pal de su dina­mis­mo. Las inno­va­cio­nes, por un lado aumen­tan la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, es decir, cada tra­ba­ja­dor crea una can­ti­dad cada vez mayor de mer­can­cías con la ayu­da de medios cada vez más avan­za­dos de pro­duc­ción. Por otro, las inno­va­cio­nes reem­pla­zan a los tra­ba­ja­do­res por medios de producción.
Grá­fi­co 2. La pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo y de los tra­ba­ja­do­res de los medios de producción

La pro­duc­ti­vi­dad se incre­men­tó de 28 de millo­nes de dóla­res por tra­ba­ja­dor en 1947 a 231 millo­nes en 2010, mien­tras que los tra­ba­ja­do­res por medios de pro­duc­ción se redu­jo de 75 en 1947 a 6 en 2010. Dado que sólo el tra­ba­jo pro­du­ce valor, una hipó­te­sis que pue­de demos­trar­se empí­ri­ca­men­te, una mayor can­ti­dad de pro­duc­to siem­pre con­tie­ne una menor de valor.

Esto tam­bién se apli­ca al tra­ba­jo men­tal. Se habla mucho estos días de Inter­net como un nue­vo hori­zon­te del desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo. En un recien­te artícu­lo1 ana­li­zo la natu­ra­le­za del tra­ba­jo men­tal y argu­men­to que pue­de ser pro­duc­ti­vo de valor y plus­va­lía, al igual que el tra­ba­jo obje­ti­vo, equi­vo­ca­da­men­te lla­ma­do mate­rial. Sin embar­go, inclu­so el tra­ba­jo men­tal está suje­to a las mis­mas reglas que deter­mi­nan el tra­ba­jo en el capi­ta­lis­mo. Por un lado, las nue­vas for­mas de tra­ba­jo men­tal dan lugar a nue­vas y más terri­bles for­mas de explo­ta­ción y nue­vas posi­bi­li­da­des para aumen­tar aún más la tasa de explo­ta­ción de los tra­ba­ja­do­res men­ta­les. Por otro lado, las nue­vas tec­no­lo­gías reem­pla­zan el tra­ba­jo men­tal con medios de pro­duc­ción, al igual que suce­de en el tra­ba­jo obje­ti­vo. A pesar de sus carac­te­rís­ti­cas espe­cí­fi­cas, el tra­ba­jo men­tal no es el eli­xir de la eter­na juven­tud del capitalismo.

Con­si­de­re­mos aho­ra la eco­no­mía mun­dial. La mis­ma ten­den­cia de la tasa de ganan­cia en los EE.UU. pue­de ser obser­va­da a nivel mundial.

Grá­fi­co 3. tasa de ganan­cia en todo el mun­do y el G7, 1963 – 2008 (índi­ce 1963 = 100)

Nóte­se la dife­ren­cia entre la tasa de ganan­cia del G‑7 y el res­to del mun­do. Para comen­zar des­de los últi­mos años de la déca­da de 1980, el G‑7 han sufri­do una cri­sis de ren­ta­bi­li­dad (ten­den­cia nega­ti­va), mien­tras que la tasa de ganan­cia tie­ne una ten­den­cia glo­bal posi­ti­va. Esto sig­ni­fi­ca que otras nacio­nes han desem­pe­ña­do un papel cada vez mayor para man­te­ner la tasa de ganan­cia en todo el mundo.

La siguien­te tabla pone la fase actual de desa­rro­llo capi­ta­lis­ta en un con­tex­to his­tó­ri­co más amplio.

Grá­fi­co 4.

Los grá­fi­cos 1, 3 y 4 mues­tran que la tasa de ganan­cia no cae en línea rec­ta, sino a tra­vés de ciclos ascen­den­tes y des­cen­den­tes. Y la ten­den­cia a caer es fre­na­da y rever­ti­da debi­do con­tra-ten­den­cias de for­ma tem­po­ral. Hay tres ten­den­cias prin­ci­pa­les con­tra­rias a la caí­da de la tasa de ganan­cia. Los tres son capa­ces de fre­nar esta caí­da sólo temporalmente.

La pri­me­ra es que las inno­va­cio­nes tec­no­ló­gi­cas dis­mi­nu­yen el valor de cada uni­dad de pro­duc­to. Esto tam­bién se apli­ca a los medios de pro­duc­ción. El deno­mi­na­dor de la tasa de ganan­cia pue­de caer y la tasa de ganan­cia pue­de cre­cer. Esto es cier­to en el cor­to pla­zo, pero en el lar­go pla­zo exis­te incer­ti­dum­bre. Si la tasa de ganan­cia cae, el valor de los medios de pro­duc­ción debe cre­cer. Esto es lo que pone de mani­fies­to el siguien­te gráfico

Grá­fi­co 5 . Valor de los medios de pro­duc­ción (% del PIB), EE.UU., 1947 – 2010

En este grá­fi­co se con­fir­ma lo que Marx anti­ci­pó en los Grun­dris­se: una sola máqui­na pue­de cos­tar menos, pero la tota­li­dad del pre­cio de las máqui­nas que sus­ti­tu­yen a esa máqui­na aumen­ta no sólo en tér­mi­nos abso­lu­tos sino tam­bién en rela­ción con el pre­cio de sali­da. A la lar­ga, esta con­tra-ten­den­cia no ha funcionado.

La segun­da con­tra-ten­den­cia es el aumen­to de la tasa de explo­ta­ción. Los tra­ba­ja­do­res pro­du­cen más valor y plus­va­lía si tra­ba­jan más tiem­po y con mayor inten­si­dad. Y cuan­to más plus­va­lía pro­du­cen, mayor es la tasa de explo­ta­ción, mayor es la tasa de ganan­cia. Esto es lo que ocu­rrió a par­tir de 1986, con el adve­ni­mien­to del neo­li­be­ra­lis­mo y el ata­que sal­va­je a los sala­rios. La tasa de explo­ta­ción se ele­vó a los nive­les más altos de la pos­gue­rra, con la excep­ción de 1950.

Grá­fi­co 6. Tasa de explo­ta­ción, EE.UU., 1945 – 2010

El grá­fi­co a con­ti­nua­ción rela­cio­na la tasa de explo­ta­ción con la tasa de ganancia.

Grá­fi­co 7. Tasa de explo­ta­ción y la tasa de ganan­cia, 1947 – 2010

Las dos tasas están estre­cha­men­te rela­cio­na­dos. Esta tabla pue­de ser leí­da como si la tasa de ganan­cia estu­vie­ra deter­mi­na­da por la tasa de explo­ta­ción: has­ta media­dos del dece­nio de 1980 cuan­to más dis­mi­nu­ye la tasa de explo­ta­ción más baja es la tasa de ganan­cia. Por el con­tra­rio, a par­tir de los años 1980 a 2010, cuan­to mayor es la tasa de explo­ta­ción, mayor es la tasa de ganan­cia. La con­clu­sión de cual­quier eco­no­mis­ta neo­li­be­ral es que, para aumen­tar la tasa de ganan­cia debe aumen­tar la tasa de explo­ta­ción, es decir, que tie­ne que recu­rrir a las polí­ti­cas de aus­te­ri­dad (para el tra­ba­jo, no para el capital).

Aho­ra bien, es cier­to que la tasa de ganan­cia aumen­ta cuan­do lo hace la tasa de explo­ta­ción. Pero de ahí no se dedu­ce que mejo­re la eco­no­mía y que se pue­da salir de la cri­sis aumen­tan­do la tasa de explo­ta­ción. La tasa de ganan­cia media pue­de aumen­tar debi­do al aumen­to de la tasa de explo­ta­ción, aun­que, a dife­ren­cia de un capi­ta­lis­ta indi­vi­dual, lejos de deno­tar una mejo­ra de la eco­no­mía, pue­de ocul­tar un empeo­ra­mien­to. Es decir, pue­de ocul­tar una dis­mi­nu­ción de la pro­duc­ción de plus­va­lía por uni­dad de capi­tal inver­ti­do y una mayor asig­na­ción a favor del capi­tal. Pero sólo la pro­duc­ción de plus­va­lía (no su repar­to) por uni­dad de capi­tal inver­ti­do deno­ta el esta­do de salud de la eco­no­mía capitalista.

La medi­ción de la tasa de ganan­cia deter­mi­na­da úni­ca­men­te por el valor exce­den­te pro­du­ci­do se obtie­ne cal­cu­lan­do la tasa de ganan­cia con una tasa de explo­ta­ción constante.

Grá­fi­co 8. Mar­gen de bene­fi­cio con la tasa de explo­ta­ción cons­tan­te, EE.UU., 1947 – 2010

Como se mues­tra, la pro­duc­ción de plus­va­lía por uni­dad de capi­tal inver­ti­do tien­de a decre­cer a lo lar­go de toda la fase his­tó­ri­ca actual. Este grá­fi­co se pue­de divi­dir en dos perío­dos, de 1947 a 1986 y en ambos la tasa de ganan­cia cae.

Grá­fi­co 9.

y des­de 1987 a 2010.

Grá­fi­co 10.

En este perío­do, la tasa de ganan­cia con una tasa de explo­ta­ción cons­tan­te tam­bién cae en el perío­do com­pren­di­do entre media­dos de la déca­da de 1980 has­ta la actua­li­dad, y que es el del neo­li­be­ra­lis­mo. Des­de el final de la Segun­da Gue­rra Mun­dial has­ta la actua­li­dad, el sis­te­ma es cada vez menos capaz de pro­du­cir plus­va­lía por uni­dad de capi­tal inver­ti­do, un hecho ocul­to por una cre­cien­te tasa de explo­ta­ción, pero reve­la­do si la tasa de explo­ta­ción se man­tie­ne cons­tan­te. El aumen­to de la tasa de ganan­cia con una tasa varia­ble de explo­ta­ción des­de media­dos de la déca­da de 1980 en ade­lan­te no deno­ta una mejo­ra de la eco­no­mía, sino su dete­rio­ro, como lo demues­tra la ten­den­cia de la tasa de ganan­cia con una tasa de explo­ta­ción cons­tan­te. La tor­ta dis­mi­nu­ye, mien­tras que aumen­ta la par­te que se apro­pia el capital.

Vea­mos aho­ra la ter­ce­ra con­tra-ten­den­cia. El aumen­to de la tasa media de explo­ta­ción a nivel glo­bal y, por lo tan­to, la com­pre­sión de los sala­rios, sig­ni­fi­ca, de una par­te, que el poder adqui­si­ti­vo de las masas se redu­ce y, por otra, que el valor exce­den­te pro­du­ci­do no pue­de ser inver­ti­do en sec­to­res pro­duc­ti­vos debi­do a que la tasa de ganan­cia cae en estos sec­to­res. Por con­si­guien­te, el capi­tal emi­gra a sec­to­res impro­duc­ti­vos, como el comer­cio, las finan­zas y la espe­cu­la­ción. Los bene­fi­cios de estos sec­to­res son fic­ti­cios, son deduc­cio­nes de los bene­fi­cios obte­ni­dos en la esfe­ra productiva.

Grá­fi­co 11. bene­fi­cios reales y finan­cie­ros, las ganan­cias de miles de millo­nes de dóla­res, 1950 – 2010, EE.UU.

Mien­tras que en los años 1950 los bene­fi­cios finan­cie­ros fue­ron del 3,1% de los bene­fi­cios reales, en 2010 se habían con­ver­ti­do en el 136,5%.

Implí­ci­to en este movi­mien­to está el cre­ci­mien­to de la deu­da glo­bal. El cre­ci­mien­to de las ganan­cias fic­ti­cias se pro­du­ce a tra­vés de la crea­ción de capi­tal fic­ti­cio y la emi­sión de títu­los de deu­da (por ejem­plo, bonos) y de ulte­rio­res y suce­si­vos títu­los de deu­da sobre aque­llos títu­los de deu­da. Así se ha crea­do una mon­ta­ña de títu­los de deu­da inter­co­nec­ta­dos debi­do a un cre­ci­mien­to explo­si­vo de la deu­da global.

Grá­fi­co 12. El dine­ro y la deu­da como por­cen­ta­je del PIB mun­dial, 1989 – 2011 EE.UU.

La mone­da real que es la repre­sen­ta­ción del valor, del tra­ba­jo con­te­ni­do en los pro­duc­tos.. Es lla­ma­da dine­ro-fuer­za. Es una frac­ción muy peque­ña com­pa­ra­da con las tres for­mas de cré­di­to. Pero el cré­di­to es deu­da, no rique­za, y la deu­da no es mone­da, aun­que pue­de cum­plir algu­nas de las fun­cio­nes del dinero.

El enor­me aumen­to de la deu­da y la cri­sis finan­cie­ra que sigue a con­ti­nua­ción son una con­se­cuen­cia de la cri­sis en los sec­to­res pro­duc­ti­vos, la caí­da de la tasa de ganan­cia con una tasa de plus­va­lía cons­tan­te, y no su cau­sa. Este enor­me aumen­to de la deu­da en sus diver­sas for­mas es el sus­tra­to de las bur­bu­jas espe­cu­la­ti­vas y de las cri­sis finan­cie­ras, inclui­da la que está por venir. Aun­que en este caso, el aumen­to de la tasa de ganan­cia debi­do a las ganan­cias fic­ti­cias alcan­za su lími­te, des­en­ca­de­nan­do las recu­rren­tes cri­sis financieras.

El capi­ta­lis­mo está en un cur­so de coli­sión con­si­go mis­mo. Las con­tra-ten­den­cias siem­pre actúan menos y por eso:

  1. los medios de pro­duc­ción son cada vez más caros, ya que requie­ren una pro­por­ción cre­cien­te del PIB, en lugar de ser cada vez más baratos;
  2. el aumen­to de la tasa de explo­ta­ción aumen­ta la tasa de ganan­cia, pero este aumen­to es enga­ño­so, ya que no indi­ca un aumen­to del valor exce­den­te pro­du­ci­do sino su decli­ve, jun­to con una mayor apro­pia­ción del mis­mo por el capital;
  3. el cre­ci­mien­to expo­nen­cial del capi­tal fic­ti­cio no hace más que inflar la bur­bu­ja espe­cu­la­ti­va has­ta pro­vo­car su explo­sión. Este será el cata­li­za­dor de la cri­sis en los sec­to­res productivos.

Las seña­les de que se acer­ca la pró­xi­ma cri­sis son cla­ras: por un lado, la ten­den­cia a la baja en el mun­do, de for­ma irre­ver­si­ble, de la tasa de ganan­cia, aun­que con espas­mos debi­do a las con­tra-ten­den­cias; de otro, los fac­to­res que serán los cata­li­za­do­res de la cri­sis de ren­ta­bi­li­dad, que son:

  1. los pri­me­ros sig­nos de gue­rras comer­cia­les que, si se pro­du­cen, redu­cen el comer­cio inter­na­cio­nal y, por lo tan­to, la rea­li­za­ción de la pro­duc­ción de valor y de plusvalía.
  2. los bro­tes de gue­rras, espe­cial­men­te en las regio­nes ricas en petró­leo que pue­den ampliar­se de repen­te en gue­rras entre las gran­des poten­cias. El capi­tal de las nacio­nes pro­duc­to­ras de armas aumen­ta­ría sus ganan­cias, pero las zonas en con­flic­to sufri­rían una des­truc­ción de capi­tal y, por tan­to, de su capa­ci­dad de pro­du­cir valor y plus­va­lía. Este últi­mo sería el caso si el con­flic­to se des­bor­da­ra más allá de las fron­te­ras locales.
  3. el cre­ci­mien­to de los movi­mien­tos de dere­cha y ultra-nacio­na­lis­tas tam­bién ali­men­ta­da por las polí­ti­cas neo­li­be­ra­les y que cons­ti­tu­yen un cal­do de cul­ti­vo cul­tu­ral pro­pi­cio para aven­tu­ras militares.

Se podría argu­men­tar que el capi­ta­lis­mo pue­de recu­pe­rar­se si no en el mun­do occi­den­tal, si en las lla­ma­das eco­no­mías emer­gen­tes. Este es un tér­mino ideo­ló­gi­co para cali­fi­car a aque­llas eco­no­mías que, en la are­na impe­ria­lis­ta, han sido eco­no­mías domi­na­das y cuya fun­ción es con­tri­buir más que otras eco­no­mías domi­na­das a la repro­duc­ción del sis­te­ma capi­ta­lis­ta mun­dial. La fala­cia de este argu­men­to es que las fuer­zas pro­duc­ti­vas de las lla­ma­das eco­no­mías emer­gen­tes son las de los paí­ses tec­no­ló­gi­ca­men­te avan­za­dos y, por lo tan­to, cho­can con los mis­mos lími­tes, a saber, el aumen­to de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, por una par­te, y la reduc­ción con­ti­nua de la fuer­za de tra­ba­jo, por otra, pro­vo­can­do una caí­da ten­den­cial de la tasa ganan­cia. Des­pués de un perío­do ini­cial de expan­sión, vuel­ve a sur­gir la ten­den­cia a la caí­da de la tasa de ganan­cia, inclu­yen­do el exce­so de pro­duc­ción que resul­ta de esa caí­da. Chi­na, la India, los BRICS sufren la mis­ma enfer­me­dad que afli­ge al mun­do occi­den­tal. Para poner sólo un ejem­plo, el gra­do de depen­den­cia tec­no­ló­gi­ca de la indus­tria side­rúr­gi­ca de Chi­na de la tec­no­lo­gía de los paí­ses avan­za­dos varía de 65% para la pro­duc­ción de ener­gía, el 85% para la fun­di­ción y pro­ce­sa­mien­to de pro­duc­tos semi-aca­ba­dos, y el 90% para los sis­te­mas de con­trol, aná­li­sis, segu­ri­dad, pro­tec­ción del medio ambien­te, etc.

Tam­bién se podría argu­men­tar que el capi­ta­lis­mo podría tener una nue­va eta­pa de desa­rro­llo gra­cias a polí­ti­cas de redis­tri­bu­ción key­ne­sia­nas como pro­duc­to de la inver­sión masi­va del esta­do. En una situa­ción en la que las polí­ti­cas neo-libe­ra­les de car­ni­ce­ría social han falla­do lamen­ta­ble­men­te, la opción key­ne­sia­na vuel­ve al pri­mer plano. Pero, ¿quién pue­de finan­ciar­las? No los tra­ba­ja­do­res, ya que en una situa­ción de cri­sis, es decir, de estan­ca­mien­to o dis­mi­nu­ción de la pro­duc­ción de plus­va­lía, unos sala­rios más altos sig­ni­fi­can meno­res bene­fi­cios. No el capi­tal, por­que la ren­ta­bi­li­dad ya es tan baja, que las ganan­cias se redu­cen aún más. ¿El esta­do, enton­ces?. Pero ¿dón­de pue­de encon­trar el dine­ro? No pue­de tomar­lo ya sea del tra­ba­jo o del capi­tal, por las razo­nes ale­ga­das. Por lo tan­to debe recu­rrir a la deu­da públi­ca. Pero esta ya es alta y tam­bién con­tri­bu­ye al cre­ci­mien­to de la bur­bu­ja. La res­pues­ta key­ne­sia­na es que el Esta­do debe recu­rrir a la deu­da públi­ca tem­po­ral­men­te para finan­ciar gran­des pro­yec­tos de inver­sión públi­ca. Las inver­sio­nes ini­cia­les podrían favo­re­cer otras inver­sio­nes, y estas otras más aún, en una cas­ca­da mul­ti­pli­ca­ti­va de empleo y crea­ción de rique­za. En ese momen­to, los mayo­res ingre­sos del esta­do podrían ser uti­li­za­dos para redu­cir la deu­da públi­ca. Este es el mul­ti­pli­ca­dor key­ne­siano. Pero no funciona.

Des­pués de las pri­me­ras inver­sio­nes rea­li­za­das por el Esta­do, los capi­ta­lis­tas que aco­me­ten las obras públi­cas deben hacer pedi­dos a otros capi­ta­lis­tas. Estos capi­ta­lis­tas son los que ofre­cen los pre­cios más bara­tos, los capi­ta­lis­tas cuyos tra­ba­ja­do­res son más pro­duc­ti­vos y cuyo capi­tal es más efi­cien­te y, por tan­to, los que emplean pro­por­cio­nal­men­te más medios de pro­duc­ción que tra­ba­jo. Es decir, son los capi­ta­lis­tas que pro­du­cen menos plus­va­lía por uni­dad de capi­tal inver­ti­do. En cada paso de la cade­na de la inver­sión, el tra­ba­jo aumen­ta en tér­mi­nos abso­lu­tos, pero dis­mi­nu­ye en por­cen­ta­je, por lo que la tasa media de ganan­cia cae. Por otra par­te, el mayor cre­ci­mien­to del capi­tal impli­ca la des­apa­ri­ción de los capi­ta­lis­tas más débi­les, los que pro­por­cio­nal­men­te uti­li­zan más tra­ba­jo que medios de pro­duc­ción. Cuan­do la cade­na de inver­sio­nes se cie­rra, hay menos tra­ba­ja­do­res emplea­dos, se pro­du­ce menos plus­va­lía y la tasa media de ganan­cia cae. El aná­li­sis empí­ri­co lo con­fir­ma: a un gas­to públi­co cre­cien­te corres­pon­de una dis­mi­nu­ción de la tasa de ganancia.

Grá­fi­co 13. El gas­to públi­co (% del PIB) y la tasa de ganan­cia con tasa varia­ble de plus­va­lía, EE.UU., 1947 – 2010

La corre­la­ción es nega­ti­va (-0,8). Este grá­fi­co mues­tra que has­ta la déca­da de 1980 el aumen­to de los gas­tos del esta­do no pudo fre­nar la caí­da de la tasa de ganan­cia. El argu­men­to key­ne­siano falla. Des­de la déca­da de 1980 en ade­lan­te, la tasa de ganan­cia aumen­ta jun­to con el gas­to públi­co. Toda­vía cre­ce, debi­do a que la tasa de explo­ta­ción cre­ce y no por que lo haga el gas­to públi­co. De hecho, si la tasa de plus­va­lía se man­tie­ne cons­tan­te, la corre­la­ción nega­ti­va se apli­ca a todo el perío­do secu­lar, inclui­do el perío­do del neo­li­be­ra­lis­mo, de la déca­da de 1980 en adelante.

Grá­fi­co 14. El gas­to públi­co (% del PIB) y la tasa de ganan­cia con una tasa cons­tan­te de plus­va­lía, EE.UU., 1947 – 2010

Este grá­fi­co mues­tra que duran­te toda esta fase his­tó­ri­ca el cre­ci­mien­to de los gas­tos del Esta­do no ha sido capaz de fre­nar y rever­tir la caí­da de la pro­duc­ción de plus­va­lía por uni­dad de capi­tal inver­ti­do, es decir, la caí­da en la tasa de ganan­cia que mide la salud del capi­tal, la tasa de ganan­cia a una tasa cons­tan­te de plusvalía.

Este mis­mo resul­ta­do tie­ne lugar en cada cri­sis con­cre­ta: aumen­to de los gas­tos del gobierno un año antes de la cri­sis en todos los diez casos. No pue­den evi­tar las crisis.

Grá­fi­co 15. dife­ren­cias en pun­tos por­cen­tua­les del gas­to públi­co a par­tir del año antes de la cri­sis has­ta el año pasa­da la crisis

La fala­cia del razo­na­mien­to key­ne­siano es que no tie­ne en cuen­ta las con­se­cuen­cias de las polí­ti­cas de inver­sión del gobierno para la tasa de ganan­cia, que es la varia­ble cla­ve de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta. La razón de la corre­la­ción nega­ti­va es, como aca­bo de decir, que con cada ron­da de inver­sión, la inver­sión en medios de pro­duc­ción es, en por­cen­ta­je, más alta que en fuer­za de tra­ba­jo, según lo pre­di­cho por la teo­ría marxista.

Pero las polí­ti­cas de gas­to públi­co, si no pue­den fre­nar la cri­sis, ¿pue­de ser el medio para salir de la cri­sis? La teo­ría key­ne­sia­na es váli­da sólo si el aumen­to del gas­to públi­co de los gobier­nos el año pos­te­rior a la cri­sis incre­men­ta la tasa media de ganan­cia. Con la tasa de ganan­cia con una tasa de explo­ta­ción cons­tan­te, la tesis de que la recu­pe­ra­ción se debe a un aumen­to en el gas­to del gobierno falla en los diez casos. Las polí­ti­cas key­ne­sia­nas no pue­den aumen­tar la pro­duc­ción de plus­va­lía por uni­dad de capi­tal invertido.

Grá­fi­co 16 . dife­ren­cias en el gas­to públi­co (% del PIB) y en la tasa de ganan­cia con tasa cons­tan­te de plus­va­lía des­de el últi­mo año de la cri­sis has­ta el pri­mer año des­pués de la crisis

En resu­men, el aumen­to del gas­to públi­co a par­tir del año antes de la cri­sis has­ta el año pos­te­rior a la cri­sis no pue­de evi­tar que la cri­sis esta­lle; y el aumen­to del gas­to del gobierno el últi­mo año de cri­sis y el pri­mer año pos­te­rior a la cri­sis no con­si­gue reac­ti­var la ren­ta­bi­li­dad del sis­te­ma. Ambos resul­ta­dos con­tra­di­cen la teo­ría keynesiana.

Ante el fra­ca­so tan­to de las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas key­ne­sia­nas como las neo­li­be­ra­les, no pare­ce que haya otra sali­da que la que gene­ra espon­tá­nea­men­te el capi­tal mis­mo: una des­truc­ción masi­va de capi­tal. Así salió de la cri­sis de 1933 sólo median­te la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Sí salió de la cri­sis no fue por­que el capi­tal físi­co fue­se des­trui­do. Si el capi­tal es ante todo una rela­ción de pro­duc­ción, una rela­ción entre el capi­tal y el tra­ba­jo, la gue­rra pro­vo­có la des­truc­ción y la rege­ne­ra­ción del capi­tal como una rela­ción de la pro­duc­ción. Con la eco­no­mía de gue­rra, se pasó de la esfe­ra civil, pla­ga­do de un alto des­em­pleo, con un bajo nivel de uti­li­za­ción de los medios de pro­duc­ción, y una tasa de ganan­cia des­cen­den­te, a una eco­no­mía mili­tar carac­te­ri­za­da por el pleno empleo tan­to de la fuer­za de tra­ba­jo como de los medios de pro­duc­ción, con la rea­li­za­ción garan­ti­za­da por el esta­do del mate­rial mili­tar, con altos nive­les de bene­fi­cios y de ren­ta­bi­li­dad y altos nive­les de aho­rro. Des­pués de la gue­rra tuvo lugar la recon­ver­sión de la eco­no­mía mili­tar en eco­no­mía civil. El gas­to del gobierno como por­cen­ta­je del PIB se redu­jo de alre­de­dor del 52% en 1945 al 20% en 1948, es decir, en la lla­ma­da edad de oro del capi­ta­lis­mo. Los altos nive­les de aho­rro garan­ti­za­ron el poder adqui­si­ti­vo nece­sa­rio para absor­ber los nue­vos medios de con­su­mo, que a su vez requi­rie­ron la pro­duc­ción de nue­vos medios de pro­duc­ción. Se apli­có toda una serie de inven­cio­nes ori­gi­na­das duran­te la gue­rra para la pro­duc­ción de nue­vos pro­duc­tos. En los EE.UU., el apa­ra­to pro­duc­ti­vo esta­ba ile­so. Pero en los demás paí­ses beli­ge­ran­tes se pro­du­jo una inmen­sa des­truc­ción de medios de pro­duc­ción y fuer­za de tra­ba­jo. El capi­ta­lis­mo fue revi­ta­li­za­do para un cuar­to de siglo. Pero ¿a qué pre­cio? Un cuar­to de siglo de repro­duc­ción amplia­da cos­tó dece­nas de millo­nes de muer­tes, sufri­mien­tos atro­ces e inmen­sas mise­rias. Así es como los tra­ba­ja­do­res, ade­más de finan­ciar la gue­rra, tuvie­ron que pagar para revi­ta­li­zar el sistema.

Des­pués de la lla­ma­da Edad de Oro, que sin embar­go no estu­vo libre de la caí­da de la tasa de ganan­cia (ver grá­fi­cos 1 y 6 arri­ba), el sis­te­ma ha entra­do en un lar­go decli­ve que dura ya cer­ca de medio siglo, sin que se vea luz al final del túnel. ¿Vamos hacia un colap­so inevi­ta­ble que pon­ga fin al capi­ta­lis­mo? No creo que el capi­ta­lis­mo se auto­des­tru­ya. No está en la natu­ra­le­za de la bes­tia. El capi­ta­lis­mo sal­drá de la cri­sis, pero sólo des­pués de una des­truc­ción sufi­cien­te de capi­tal, tan­to finan­cie­ros como en la esfe­ra pro­duc­ti­va. Pero es difí­cil ima­gi­nar en este pun­to la for­ma que adop­ta­rá esa des­truc­ción de capi­tal. La for­ma en que se des­trui­rá el exce­so de capi­tal deter­mi­na­rá la for­ma que toma­rá la capi­tal, siem­pre y cuan­do supere esta fase his­tó­ri­ca. Des­de la cri­sis de 1929 solo se salió con la Segun­da Gue­rra Mundial.

Un prin­ci­pio fun­da­men­tal de la teo­ría mar­xis­ta es la con­tra­dic­ción entre fuer­zas pro­duc­ti­vas y rela­cio­nes de pro­duc­ción. La fuer­za pro­duc­ti­va es la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo; las rela­cio­nes de pro­duc­ción son la rela­ción capi­tal /​tra­ba­jo. La con­tra­dic­ción es la siguien­te: cuan­to más aumen­ta la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo, más tra­ba­jo expul­sa el capi­tal. La caí­da de la tasa de ganan­cia es la expre­sión con­cre­ta de esta con­tra­dic­ción. Esta con­tra­dic­ción es una pie­dra angu­lar del sis­te­ma capi­ta­lis­ta y, por lo tan­to, tam­bién de su eta­pa actual de desa­rro­llo. La carac­te­rís­ti­ca espe­cí­fi­ca de la pre­sen­te fase his­tó­ri­ca es que esta con­tra­dic­ción se hace más difí­cil de resol­ver y es cada vez más explo­si­va. La capa­ci­dad de super­vi­ven­cia de la actual fase his­tó­ri­ca se está ago­tan­do, el capi­ta­lis­mo tien­de a morir. Pero no pue­de morir sin ser reem­pla­za­do por un sis­te­ma supe­rior y, por lo tan­to, sin la inter­ven­ción de la sub­je­ti­vi­dad de la cla­se. Sin esa sub­je­ti­vi­dad, se reno­va­rá y entra­rá en una nue­va fase en la que su domi­nio sobre el tra­ba­jo será aún mayor y más terri­ble. Una con­di­ción para que esto no suce­da es que las luchas sacro­san­tas de los tra­ba­ja­do­res por una mayor inver­sión esta­tal para refor­mas y mejo­res con­di­cio­nes de vida y con­di­cio­nes de tra­ba­jo se lle­ven a cabo en la ópti­ca de la opo­si­ción irre­con­ci­lia­ble entre el capi­tal y el tra­ba­jo, y no en la pers­pec­ti­va key­ne­siano de la cola­bo­ra­ción de clases.

Gugliel­mo Car­che­di. Mar­xis­mo Crítico.

  1. Car­che­di, 2014, ‘Old wine, new bottles and the Inter­net’, Work Orga­ni­sa­tion, Labour & Glo­ba­li­sa­tion, Vol 8, No 1.

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Un comentario

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