Es frecuente que, entre quienes se proclaman marxistas revolucionarios, existan posturas reacias a reconocer la necesidad de que la clase obrera asuma la lucha por la libertad de las naciones oprimidas, considerando que eso es propio de la burguesía o la pequeña burguesía y que si alguna organización comunista lo hiciera, estaría incurriendo en una “desviación nacionalista”.
Quienes sostienen esas posturas de nihilismo nacional, se limitan a “defender”, de una forma meramente retórica, el derecho de las naciones a la autodeterminación, mientras por otra parte sostienen que el fin de la opresión que sufren esas naciones llegará cuando la clase obrera de los Estados dominantes tome el poder en cada uno de ellos.
Es decir que, mientras tanto, la clase obrera de las naciones dominadas tendría que limitarse a esperar a que en el conjunto del Estado o de los Estados opresores triunfase la revolución, sin pararse a pensar que, en buena medida, el desarrollo de un proceso revolucionario de liberación, en una o en varias de las naciones oprimidas, pudiese constituir un auténtico “catalizador” que acelerase el proceso revolucionario en el conjunto del Estado u Estados dominantes.
Luchas de liberación nacional en Occidente
Lenin ya era consciente de la importancia de la lucha de las pequeñas naciones oprimidas para el desarrollo de la revolución en Europa. De hecho, tuvo muy en cuenta la experiencia del levantamiento de Pascua de 1916 [1]. En relación con la lucha de esas pequeñas naciones, decía:
Los puntos de vista de los enemigos de la autodeterminación llevan a la conclusión de que la vitalidad de las pequeñas naciones oprimidas por el imperialismo ya está agotada, que no pueden desempeñar papel alguno contra el imperialismo, que apoyar sus aspiraciones puramente nacionales no conducirá a nada. La experiencia de la guerra imperialista de 1914 – 1916 da una refutación concreta a semejantes conclusiones [2].
Concebía la revolución proletaria en Europa como el efecto de la concurrencia, simultánea y combinada, de diversos factores, entre los que se encontraba la lucha de las pequeñas naciones oprimidas. En ese sentido, afirmaba que:
[…] creer que la revolución social es concebible sin sublevaciones de las pequeñas naciones en las colonias y en Europa, sin estallidos revolucionarios de una parte de la pequeña burguesía, con todos sus prejuicios, sin el movimiento de las masas políticamente no conscientes, proletarias y semiproletarias, contra la opresión terrateniente, clerical, monárquica, contra la opresión nacional, etc., creer todo esto equivale a renegar de la revolución social[3].
Frente a las posiciones de la socialdemocracia que defendía la necesidad de aprovechar la lucha de liberación nacional de la burguesía colonial contra el imperialismo europeo, mientras menospreciaba la importancia de la lucha de las naciones oprimidas en la propia Europa, Lenin sostenía que:
La lucha de las naciones oprimidas en Europa, capaz de transformarse en sublevaciones y combates callejeros, de llegar hasta romper la férrea disciplina del ejército y del estado de sitio, “agudizará la crisis revolucionaria en Europa” con fuerza inmensamente mayor que una sublevación mucho más desarrollada en una lejana colonia. Si los golpes son iguales en fuerza, el asestado al poder de la burguesía imperialista inglesa por la sublevación en Irlanda tiene una significación política cien veces mayor que el que se asestara en Asia o en África [4].
Con el desarrollo del capitalismo, en su estadio actual, caracterizado por el predominio del capital financiero y especialmente de sus sectores más parasitarios y especulativos, cuando se ha impuesto la “globalización” y la economía de mercado se ha extendido hasta el último rincón del planeta y en diversas regiones del mismo se están desarrollando procesos de integración imperialista, el capitalismo, las empresas multinacionales y los Estados burgueses, son una auténtica amenaza de aniquilación para las distintas comunidades humanas ya que promueven la homogeneización y uniformización a ultranza de los distintos pueblos y culturas.
El imperialismo europeo
En este contexto, la lucha por la autodeterminación de los pueblos y naciones oprimidas, cobra una importancia especial. Y, en muchas ocasiones, la lucha de clases adopta la forma de una lucha contra la opresión nacional. Esto es lo que ocurre en la Unión Europea, una nueva potencia imperialista en fase de construcción, que lejos de suponer el paraíso de la solidaridad y la democracia como nos han venido diciendo desde hace mucho sus defensores, no es otra cosa que una enorme cárcel de pueblos, un inmenso cuartel, donde la clase obrera y las naciones dominadas, se ven asfixiadas en su lucha por la emancipación social y nacional.
Una Europa “unida” que constituye un verdadero corsé y que se apoya en el aparato militar de la OTAN, creado, armado y financiado por el imperialismo norteamericano, en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, contra los antiguos países socialistas, y que continúa estando listo para aplastar, si fuera necesario, cualquier movimiento popular y/o revolucionario que pusiera en peligro los intereses de la gran burguesía.
Hacia una nueva situación
Pero, hoy día, con el desarrollo imparable de las contradicciones de clase y la agudización del enfrentamiento entre las distintas potencias, se está creando una situación nueva. Una situación que puede llegar a ser favorable para revolución proletaria en Europa y para la Revolución Vasca.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, esta potencia imperialista ha iniciado un repliegue en el plano internacional. Este “enroque” norteamericano responde a los intereses de clase de una fracción de la gran burguesía de aquel país, y puede agudizar enormemente las contradicciones que enfrentan al imperialismo yanqui con algunos de sus, hasta hace poco, aliados europeos.
Al mismo tiempo, todo parece indicar que se van a incrementar enormemente los gastos militares norteamericanos, acentuando considerablemente el peligro de guerra entre EEUU (la potencia económica en declive) y China (la potencia ascendente, que se ha apresurado a ocupar el vacío que está dejando el imperialismo yanqui), lo que explicaría el intento de Donald Trump de acercarse a Rusia para apartarla de su hasta ahora aliada China.
En cuanto a las relaciones entre EEUU y la UE, el apoyo del actual gobierno de Donald Trump al “brexit”, así como a la posible salida de la UE de otros Estados (como podrían ser Austria, Holanda y Francia, dependiendo del avance electoral que puedan experimentar en ellos las fuerzas de extrema derecha y neofascistas); su rechazo a la firma del TTIP entre EEUU y la UE, teniendo en cuenta que ya ha abandonado el TTP; su desentendimiento de la OTAN y la exigencia de que el resto de los Estados miembros contribuyan más a los gastos militares de la alianza; el acercamiento de Turquía (que posee el principal ejército de la OTAN, después de EEUU) a Rusia, y que tras el reciente intento de golpe de Estado también ha manifestado su intención de cooperar con la OCS ; el problema de los refugiados; etc., colocan a la UE en una situación de creciente debilidad económica, política y militar, acentuando aún más su crisis interna.
Los comunistas vascos y del conjunto de los países de Europa debemos prestar una gran atención a la posible evolución de la situación internacional, y prepararnos para aprovechar las contradicciones y enfrentamientos inter-imperialistas para hacer avanzar la lucha de liberación de las naciones oprimidas y la revolución proletaria.
Sugarra
6 de febrero de 2017