La violencia, la opresión sobre las mujeres ha sido la más duradera, la más extendida en el tiempo, por lo que creemos necesario detenernos en los procesos históricos que lo han originado. Entender cómo empezó el patriarcado, al menos en sus aspectos más esenciales, cómo continuó y sus causas, nos ayudarán a revertir esta situación a través del conocimiento y la acción. El sistema patriarcal supuso, y aún supone, una situación de opresión y sufrimiento de las mujeres,… que requiere un esfuerzo de superar objetiva y subjetivamente toda una praxis que ha pesado sobre las cabezas de mujeres –y de hombres– durante milenios1.
El contenido de este escrito, y de la charla presentación que lo ha motivado, se centra en un apartado del texto tan candente y, por desgracia, de suma actualidad como la opresión de las mujeres por parte de las sociedades heteropatriarcales. Nos gustaría que la charla suponga un encuentro donde compartir y reflexionar entre todas las personas que sintamos una especial inquietud y ganas de trabajar sobre este tema. Una cuestión vital para las mujeres y con innegables consecuencias para su salud, a nivel individual y como grupo. De ahí el lema: «Si nos tocan a una, nos tocan a todas», tiene todo el significado de solidaridad y resistencia ante el sufrimiento e injusticia vivida por las mujeres.
Qué duda cabe que nuestras sociedades machistas se caracterizan en primer lugar por la situación de poder masculino –que se ejerce consciente o inconscientemente– sobre la población femenina. Y en el otro lado la lucha que en sus múltiples variantes ejercitan y deben desarrollar las mujeres para liberarse de su yugo. Al igual que la lucha de la clase trabajadora por su liberación o la de un pueblo oprimido contra el estado que lo oprime, son las mujeres las que toman consciencia de su situación y las que primero resisten desde tiempos inmemoriales. Igualmente ocurre con las luchas de las clases populares, que son predominantemente protagonistas de su proceso de liberación. Como también son los pueblos y sus gobiernos (ayudado por gobiernos amigos) los que tienen legitimidad para luchar contra el terror y dominación que pretenden imponer las potencias occidentales, como está ocurriendo en Siria o Yemen.
Frente al mito de que las mujeres son machistas y reproductoras de la ideología dominante, que tiene su parte de verdad, esa medio-verdad está ocultando, –y justificando – , lo fundamental, los beneficios desiguales de los hombres, su responsabilidad en perpetuar una dinámica de privilegio y poder. Lo que no quita que existan hombres, como también existen personas pertenecientes a clases sociales privilegiadas, que son conscientes y, tanto en su vida personal como social, participan en las luchas de liberación de las mujeres. Pero el protagonismo y la iniciativa es, y debe ser, de las mujeres, de otra forma estaríamos reproduciendo los roles de dominación que son los que tratamos de erradicar.
Nos gustaría, también, resaltar la importancia de relacionar la lucha contra el machismo y las opresiones de clases, de etnia o de orientación sexual ya que, como veremos a lo largo del texto, sus causas se enlazan y por ello sus intervenciones terminarían uniéndose más temprano que tarde. Igual que una sociedad socialista que esté superando la opresión de una clase sobre otra no tiene ningún sentido sin un proceso paralelo de empoderamiento de la mujer ocupando un lugar preponderante en la nueva sociedad, vemos imposible una sociedad donde se respete a la mujer y se siga invadiendo pueblos, oprimiendo a las clases más humildes y despreciando sus manifestaciones culturales más profundas.
Por otro lado, consideramos imprescindible aunar la lucha individual, grupal y comunal y en todos los frentes en donde nos encontremos. Es una totalidad que tiene que tener una coherencia mínima, ser, por ejemplo, una mujer militante y defensora de los pueblos y de la naturaleza es ser una mujer activa y empoderada frente a su pareja, padre o hijos varones. Y en el centro de trabajo o de ocio, en todos los ámbitos de la sociedad donde vivimos. De resistencia en las duras condiciones actuales, y para lograrla nos debemos apoyar en otras compañeras, madres o hijas. Porque defendemos la igualdad como personas en todas los aspectos de la vida personal y social. Y en esa defensa debemos organizarnos en la medida de nuestras posibilidades y circunstancias sociales.
Abordaremos las condiciones objetivas, y por tanto también subjetivas, que nos demuestran la profunda desigualdad que en nuestras sociedades sigue existiendo entre hombres y mujeres. La tremenda dominación heteropatriarcal muestra que, en esta sociedad capitalista, lo que «se dice» no se «hace». Los avances que hemos logrado no son nada suficientes, pero sin olvidar que los logros son productos de luchas y sacrificios. La visibilidad, el derecho al voto, la conquista de posiciones sociales, las conquistas obreras y campesinas, el poder y capacidad de resistencia de un sector cada vez mayor de mujeres que son ejemplo de entereza y coherencia, de lucha; aunque sus vidas sean mucho más complicadas. Luchas no exentas de dolor por la incomprensión de la sociedad machista y de todo el aparato estatal que los apoyan. Situación que ocurre incluso dentro de las distintas militancias de izquierda. Siendo conscientes que es un tema amplio y profundo, históricamente determinado, por lo que empezaremos por el principio.