La violencia, la opresión sobre las mujeres ha sido la más duradera, la más extendida en el tiempo, por lo que creemos necesario detenernos en los procesos históricos que lo han originado. Entender cómo empezó el patriarcado, al menos en sus aspectos más esenciales, cómo continuó y sus causas, nos ayudarán a revertir esta situación a través del conocimiento y la acción. El sistema patriarcal supuso, y aún supone, una situación de opresión y sufrimiento de las mujeres,… que requiere un esfuerzo de superar objetiva y subjetivamente toda una praxis que ha pesado sobre las cabezas de mujeres –y de hombres– durante milenios1.
Siempre resulta más evidente la existencia de una desigualdad socio-económica de las mujeres a través de la cifras que se ofrecen y que muestra su mayor pobreza y precariedad laboral, mayor dedicación a los cuidados y al trabajo doméstico, o cuando emergen los casos de maltrato, abusos y feminicidios que las estadísticas oficiales no pueden obviar. Pero esta situación objetiva de opresión y relego al ámbito más primario de la vida social ha necesitado de toda una ideología que ha defendido, y defiende, los roles propios de mujeres y hombres. Roles donde la imagen de la mujer debe ser de subordinación al hombre, de buena «ama de casa» y de objeto sexual. De sumisión, debilidad y dependencia, lo opuesto de la imagen de fuerza y poder que se sigue adjudicando a los hombres.
Y esta socialización nos llega a todas las personas a través de múltiples medios de comunicación, y con tal fuerza, que se ancla, se arraiga en nuestra mente, consciente e inconscientemente. Ahí estriba su dificultad, se repite con insistencia que la educación es fundamental para conseguir la igualdad real, pero ¿quién educa a los educandos? Es claro que todos los canales de lucha y pedagogía para el cambio son esenciales, no lo negamos, pero se debe acompañar de acciones, hechos, políticas y leyes que realmente actúen contra unas condiciones subjetivas (y por supuesto objetivas), contra la presión ideológica al servicio de las clases dominantes, que son las que mantiene y perpetúa, de forma abierta o soterrada, la opresión heteropatriarcal que va de la mano de la opresión de clase.
Una muestra palpable de este relego a la nada de las mujeres a lo largo de la historia es la eliminación, la ausencia de una historia de mujeres; ellas no existían si no era a expensas o como elemento secundario y adjunto al de los hombres, constituyendo toda una falacia androcéntrica que ha perpetuado construcciones mentales misóginas tanto en los hombres como en las mujeres. Y que también ha servido para interpretar de forma machista el proceso de hominización, donde al hombre se le da un papel activo y fundamental, mientras que a la mujer se le adscribe a un papel pasivo y en su función de cuidadora encerrada en el supuesto y estrecho círculo familiar2. El impresionante libro de Carolina Martínez Pulido El papel de la mujer en la evolución humana3, desmonta esa gran mentira del hombre activo y cazador, y que fue la caza el hecho fundamental en el proceso de hominización al aportar las proteínas animales que daría un impulso al desarrollo del cerebro.
En dicho texto, Carolina Martínez Pulido destaca las contribuciones inestimables de investigadoras que desde diversas disciplinas demuestran todo lo contrario, la importancia que tuvo la mujer en la alimentación vegetal y de pequeños animales, el carroñeo y la necesidad de una larga crianza para el desarrollo del cerebro, por lo que tuvieron que ser decisivas en la alimentación, mejora de la comunicación oral y en la creación de utensilios para el transporte de los pequeños. Igualmente se desmonta otro mito, el de la monoandria femenina, frente a la poliandria masculina, con pruebas contundentes sobre una mujer recolectora y activa en la elección de su pareja o parejas y la flexibilidad de los roles sexuales.
En todas las etapas históricas, los análisis se han visto impregnados de un marcado sesgo androcéntrico que retroalimentan esas condiciones subjetivas que se tienen en la actualidad. De esta forma la mujer ha soportado ser adscrita al rol secundario, sexista y cuidador, en épocas antiguas donde aún no existía opresión patriarcal. O simplemente ha sido reducida a la nada en los diferentes momentos históricos posteriores. Y lo que nunca se ha visto a lo largo de los siglos y, aunque ahora se vea un poco, es sumamente difícil de visibilizar, porque la propia invisibilidad de las mujeres a lo largo de la historia no se reconoce como tal. Como se ha comentado, en los orígenes del capitalismo se construye una ideología que confinó aún más a las mujeres en el «cubo de la historia» para utilizarla como reproducción de mano de obra barata para las nuevas industrias.
En nuestra historia más cercana y en un ámbito más individual nos encontramos mujeres que han vivido una infancia y adolescencia bajo la cultura familiar de madres muy poderosas. Y esa circunstancia pese a la sociedad fascista del franquismo que les tocó vivir y sus escuelas retrógradas, católicas y romanas, las convirtieron en mujeres empoderadas y rebeldes frente a los hombres y el sistema heteropatriarcal en general. Pero el caso no son los casos ya que lo habitual era vivir el machismo también en las casas. Porque el contexto familiar «bebe» del social y político, con toda su propaganda misógina y de imágenes sexistas que se refuerzan continuamente. Las mujeres hemos «abierto los ojos» en circunstancias y contextos muy diversos, como diversas son las manifestaciones de esta opresión. Desde las más personales y familiares, viendo a sus progenitores acobardados y unidos para mantener la comodidad burguesa y una imagen hipócrita de unión. Después las mujeres se lanzan al mundo, sus estudios (en el mejor de los casos), su vida laboral y vuelven a comprobar que su familia heteropatriarcal también está en la universidad, en el centro de trabajo, en la vida de ocio, incluso en organizaciones o movimientos de izquierda. En todos los resquicios de nuestra sociedad.
Esta potente ideología que penetra por todos los vericuetos de la vida social proyecta, por ejemplo, una imagen sexista de la mujer que tiene como uno de sus exponentes el «ideal» de belleza femenina construido desde hace décadas por las clases dominantes (hombres, blancos y ricos) de los países occidentales. Cuando por la pantalla de la televisión salen esas mujeres de una delgadez extrema, nada saludables, y maquilladas para dar una imagen de languidez y como de tristeza ausente, de pasividad, no podemos por menos de recordar los casos dramáticos de anorexia nerviosa y bulimia, que como profesionales sanitarias hemos conocido. Pero todo esto no es producto del azar, esta imagen sexista de fragilidad, sumisión y debilidad ha sido literalmente construida por todo un «aparato» ideológico en el poder que le sirve para perpetuar la opresión sobre las mujeres.
Tenemos el caso de la industria de Hollywood que desde principios del siglo XX hacía adelgazar a sus actrices hasta 20 kilos, a pesar de que llegaban con un peso absolutamente normal y saludable, además de blanquearlas la piel y maquillarlas como muñecas. Esta situación se ha mantenido en el tiempo y ha construido unos cánones de supuesta belleza en un medio, el cine, de gran influencia en la mayoría de la población masculina y femenina. Ejemplos hay muchísimos, hace pocos días escuchamos en las noticias que una trabajadora de una empresa privada en Gran Bretaña es despedida por no llevar zapatos de tacón (de entre 5 y 10 centímetros de alto), la empresa se defiende diciendo que era exigencia del contrato4. A continuación salen nuevas noticias de la multitud de empresas que exigen a las mujeres llevar tacones, ir maquilladas y vestidas «muy femeninas».
Pese a todo, han existido avances en la igualdad y empoderamiento de las mujeres, en su visibilización social y política. Avances que se han producido por una conjunción de luchas y resistencias feministas individuales y colectivas. Aunque los cambios y procesos históricos no son lineales ni progresivos, de menos a más, como incluso destacados marxistas tendían a plantear. Los avances se mantienen en unos aspectos (el derecho al voto, a una educación pública, leyes de igualdad), pero en otros se puede retroceder (la violencia machista sutil y perversa, la imagen sexista, la ley del aborto). Las conquistas de las mujeres en la República y el Frente Popular, las segó de un hachazo el alzamiento fascista. Y en esos avances y retrocesos, las enseñanzas del pasado y las nuevas condiciones en nuestro medio son elementos a considerar en cada circunstancia concreta en una lucha que tiene muchos frentes, especialmente el de la ideología construida por las clases dirigentes. Ideología machista que impregna la cultura social y política, la cultura de los centros escolares y medios de comunicación y la familiar. Mejorar y cambiar la desigualdad económica y laboral, siendo muy necesaria, no es suficiente, hay que cambiar la mentalidad, la psicología, y vivir de acuerdo a ésta. Todo un reto bajo la tremenda presión que se ejerce sobre la población femenina.
Estas condiciones objetivas y subjetivas que brevemente hemos expuestos tienen su unión más estrecha, su corolario, en la violencia que se ejerce sobre las mujeres: La violencia machista5. Violencia que ha sido continúa en la historia y que representa el núcleo de la dominación heteropatriarcal para conseguir el control del excedente social colectivo por medio de sus capacidades productivas y reproductivas: Vida, conocimiento, placer y fuerza de trabajo.
- Cruz-Rojo, C., Gil de San Vicente, I: Derechos humanos como arma de destrucción masiva, Boltxe, 2015. p. 385.
- Es habitual construir sociedades del pasado aún muy desconocidas, con una mentalidad que es la que predomina en la época donde se investigan los sucesos históricos, como es la heteropatriarcal en el caso que nos ocupa. Y, por tanto, habitual ver en los museos a los humanos de la historia antigua donde el hombre está de pie y en posición activa y de fortaleza y la mujer sentada, metida en la cueva y cuidando a sus vástagos.
- Martínez Pulido, C. (2003): El papel de la mujer en la evolución humana, Biblioteca Nueva, Madrid.
- Despiden a una trabajadora británica por no llevar tacones. Preguntó si a los hombres se les exigía también ese tipo de zapato y la despidieron, 12 de marzo de 2017 (http://www.cuatro.com/noticias/sociedad/tacones_altos-empresa-sexismo-Reino_Unido_0_2178225196.html).
- Preferimos el término violencia machista porque muestra de forma más clara que la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres, es debido a toda una ideología justificadora de la opresión heteropatriarcal que solemos nombrar como machismo.