La violencia, la opresión sobre las mujeres ha sido la más duradera, la más extendida en el tiempo, por lo que creemos necesario detenernos en los procesos históricos que lo han originado. Entender cómo empezó el patriarcado, al menos en sus aspectos más esenciales, cómo continuó y sus causas, nos ayudarán a revertir esta situación a través del conocimiento y la acción. El sistema patriarcal supuso, y aún supone, una situación de opresión y sufrimiento de las mujeres,… que requiere un esfuerzo de superar objetiva y subjetivamente toda una praxis que ha pesado sobre las cabezas de mujeres –y de hombres– durante milenios1.
Nos introducimos, al menos brevemente, en este importantísimo asunto, el de las relaciones sexo-afectivas, esencial en el tema que estamos tratando y que forman una parte fundamental de las relaciones humanas. Es habitual encontrarnos en este tipo de relaciones el gran problema de la dependencia. Pero luchar contra la dependencia no lleva implícito, ni trata de reivindicar, la independencia, en su acepción de ausencia de relaciones humanas y asociada a esa independencia machista, muy insana, propia de hombres que se creen libres de ataduras de todo tipo, incluidas las amorosas. Es por ello que reivindicamos la interdependencia que todas la personas necesitamos (necesidad abierta y saludable), también en las relaciones sexo-afectivas.
Relaciones de interdependencia que se consigue muy parcialmente y con mucha dificultad mientras vivamos en esta sociedad profundamente machista y clasista que promueve el papel del patriarca, el «jefe de familia», en el entorno familiar; y el de las clases dominantes patriarcales y masculinas en el entorno social y político. Aunque como todos los extremos se tocan, nos encontramos a grandes patriarcas, y jefes dominadores, que se hallan subjetivamente dominados por distintas formas de relaciones sexo-afectivas tóxicas y de maltrato. Mientras el papel de la mujer se representa como sumisa o manipuladora, pero casi siempre dependiente del hombre, con la que la mayoría de las mujeres no nos sentimos identificadas. Y esta situación de dependencia entronca con las relaciones de pareja que siguen siendo el soporte fundamental de nuestro sistema capitalista, la familia nuclear.
Alexandra Kollontai relaciona esta importante cuestión con la crisis sexual que se sufría en su época y recalcaba la necesidad de practicar una auténtica revolución en el ámbito de las relaciones sexuales, basadas en el compañerismo e igualdad de los sexos, en la solidaridad fraternal de la clase trabajadora. Pero antes analiza la crisis sexual agravada por el egoísmo, el sentimiento de posesividad hacia la pareja, o la subordinación de un sexo sobre el otro. En este sentido, Alexandra nos dice lo siguiente:
Entre los múltiples problemas que perturban la inteligencia y el corazón de la humanidad, el problema sexual ocupa indiscutiblemente uno de los primeros puestos…..La humanidad contemporánea atraviesa por una crisis sexual aguda en la forma, una crisis que se prolonga y que, por tanto, es mucho más grave y más difícil de resolver… El estricto individualismo y el aislamiento de la «familia nuclear» sustituyen el énfasis en el «trabajo colectivo» que fue característico de la estructura económica tanto local como regional de la vida ancestral. Los últimos vestigios de ideas comunales propias, hasta cierto punto, de todas las formas de vida tribal fueron barridos por el principio de «competencia» bajo el capitalismo, por los principios triunfantes del individualismo y de la propiedad privada individualizada, aislada2.
No compartiendo el análisis etnocéntrico de la autora, ni la sustitución absoluta de la vida comunal con la individualista, ya que la vida comunal sigue estando muy presente en nuestras vidas, aún más en la vida de comunidades no occidentales. Si asumimos plenamente su visión sobre la grave crisis sexual que sigue prolongándose en el tiempo. Interesante también lo que la autora proclama en plena época pre-revolucionaria:
[…] es incomprensible e imperdonable que esta cuestión vital, esencialmente violenta y trágica, sea considerada con tanta indiferencia. Entre las múltiples consignas fundamentales que la clase obrera debe tener en cuenta para la lucha de la sociedad futura, tiene que incluirse necesariamente la de establecer relaciones sexuales más sanas y que, por tanto, hagan más feliz a la humanidad… Es inexplicable e injustificable que el vital problema sexual se relegue hipócritamente al casillero de las cuestiones «puramente privadas»3.
Y es tratado con indiferencia, porque los asuntos de las relaciones afectivos-sexuales son despreciados como «femeninos» y secundarios frente a las «grandes» cuestiones «masculinas» de la economía y la política. Nada más lejos de la realidad, son aspectos esenciales para la emancipación humana y la lucha política por una nueva sociedad, libre de la opresión patriarcal. Y las transformaciones necesarias pasan por la conquista de la igualdad económica y social, pero también por una profunda y fundamental evolución de la psicología humana. Porque la crisis sexual, si bien está fuertemente condicionada por las circunstancias socio-económicas, también están determinadas por la psicología individualista que la burguesía se ha cuidado en cultivar4.
Es por ello, que la crisis sexual no puede resolverse sin una profunda transformación de la psicología humana que si bien se producirá completamente en la nueva sociedad, debe empezar a resolverse en el presente, de hecho ya se está produciendo en la actualidad, y en el pasado, lo que nuestra autora llamó la mujer nueva. Seguir trabajando las relaciones libres y de interdependencia mutua, resultado de una amistad y camaradería que vaya acabando con ese atrapamiento psicológico de muchos hombres y mujeres. Eliminando factores relacionados con la ideología burguesa, el egoísmo extremo, la idea del derecho de propiedad de los componentes de la pareja y la desigualdad física y emocional entre los sexos. Para afrontarlos debemos acumular sentimientos de consideración y mayor capacidad de amar, en ese sentido de entrega del que estamos hablando.
Es, por lo tanto, un objetivo tan esencial como la lucha militante por los cambios sociales, y donde las personas más conscientes y organizadas tienen que dar más ejemplo, si cabe. Siendo consciente de la importancia que este tema merece, estaremos creando gérmenes de nuevas orientaciones entre los sexos, estrechamente unidos a los objetivos de clase. La historia demuestra que la ideología y moral –también la sexual– de un grupo social, la clase trabajadora, debe realizarse en el mismo proceso de lucha de este grupo contra las fuerzas sociales adversas5.
Concepción Cruz Rojo
Cádiz, 13 de marzo de 2017
[Texto escrito para la charla-debate del próximo 16 de marzo en la librería-cafetería: La Clandestina.]
- Cruz-Rojo, C., Gil de San Vicente, I: Derechos humanos como arma de destrucción masiva, Boltxe, 2015. p. 385.
- Kollontai, A.: Los fundamentos sociales de la cuestión femenina y otros escritos, En Lucha, 2011, «Introducción», pp. 22, 23.
- Kollontai, A.: Los fundamentos sociales de la cuestión femenina y otros escritos, En Lucha, 2011, «Introducción», p. 25.
- Kolontai, A.: Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y otros textos sobre el amor, Librería mujeres horas y Horas la editorial, Madrid. 2014, p. 124.
- Kolontai, A.: Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada y otros textos sobre el amor, Librería mujeres horas y Horas la editorial, Madrid. 2014, pp. 134, 135.