Ser un militante consecuente no es fácil, menos aún cuando te encuentras bajo llave, dispersad@ y en manos del enemigo. En cualquier parte del mundo, oír que hay presos políticos es entender que hay un conflicto político vivo, un conflicto político debido a la situación de falta de libertad, de democracia real, y por la existencia de esa dominación fascista y patriarcal de una clase contra la inmensa mayoría de la población.
Esto también es señal de que ahí hay gente comprometida, que se ha organizado y ha tirado y tira de esfuerzo, de dignidad, de coherencia, poniendo en riesgo su presente y su futuro, así como su vida, al elegir la lucha revolucionaria, la revuelta y la desobediencia para defender sus derechos y su dignidad como clase, para sobrevivir como pueblo y para ganar terreno al fascismo.
Por lo tanto, la existencia de pres@s polític@s nos dice que existe opresión, represión y leyes excepcionales, de la misma forma que nos tiene que dar a entender que sigue habiendo defensa, respuesta y lucha contra todo ello, y también compromisos en el marco de la consecución de los objetivos que les llevaron a ser detenid@s, torturad@s y encarcelad@s por muchos años.
La lucha particular contra la represión policial y carcelaria, como otras, tiene que estar ligada con la lucha general contra la opresión nacional y de clase que sufrimos. No se puede desligar una de otra, no se puede desintegrar el «todo». Esta descomposición trae la despolitización de los diferentes campos de lucha, trae la desvinculación de las reivindicaciones que en ellos se dan con su base y razón política, y finalmente seca completamente el carácter político del conflicto, asumiendo de facto la versión del opresor, del enemigo. Por lo tanto, avanzar en ese camino singular no solo no ayuda en la consecución de los objetivos estratégicos, sino que es totalmente nocivo para la lucha revolucionaria.
Al final, esta estrategia de desvinculación llega a ser contraproducente contra las personas que la aceptan y la levan a cabo, así como totalmente contradictoria con sus discursos, a no ser que al final sean otras las metas que busquen, ya que esa energía y ese tiempo invertido no están puestos en la conquista de los objetivos históricos como ell@s pregonan. Simplemente intentan conseguir mejoras en esos campos en donde actúan, pero siempre gracias a esa desvinculación de la lucha general y bajo unas condiciones que exigen políticamente una evolución (involución) que nada tiene que ver con el carácter que se presupone a un conflicto político y a los actores de él, por lo menos en la parte revolucionaria del mismo. Esta herramienta no nos vale, aquí el esfuerzo individual no suma en lo colectivo, no es válido para avanzar, para superar el conflicto, para ganar terreno.
El Che dijo que «en una revolución se gana o se muere si esta es verdadera», y yo añadiría, desde mi modesta posición, que se triunfa mientras es verdadera y se muere en cuanto la desarmamos por la base, por la esencia, cuando cortamos con el pasado, con la herencia, e intentamos borrar lo que fuimos, cuando elegimos no avanzar, cuando cedemos el territorio ganado y cuando usamos excusas para legitimar posturas y discursos alejados de la práctica revolucionaria y consecuente.
La verdad del camino se refleja en la coherencia de nuestros actos y la transparencia de nuestras intenciones, nadie está obligado a asumir estos retos, a ser militantes políticos rebeldes y revolucionarios, pero en este terreno no vale la ambigüedad, el aparentar, el engaño, la confusión… Estas actitudes están llenas de irresponsabilidad, se pagan caro, se pagan con la desaparición progresiva e imparable de lo único que nos hace triunfar y ser libres a cada paso: la lucha.
He empezado diciendo que no es fácil ser militante y pres@ polític@. No, no lo es. Es exigente y duro, pero si no queremos que se nos muera en las manos la revolución, hagámosla creíble, hagámosla verdadera. No demos nada por perdido, sigamos avanzando, sigamos creciendo, sigamos luchando. Solo depende de nosotr@s.
Lo más preciado que posee el ser humano es la vida, se le otorga una sola vez y hay que vivirla de forma que no se sienta un dolor torturador por los años pasados en vano, para que no queme la vergüenza por el ayer vil y mezquino.
—Nikolai Ostrovski.
Jon Kepa Preciado Izarra, preso político vasco.[wpdm_package id=«94376» template=«58c3078637808»]