Boli­via. Un país que cami­na por la gue­rra híbrida

Por Emir Sader, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 febre­ro 2020

Des­de que adop­tó su nue­va estra­te­gia, la dere­cha lati­no­ame­ri­ca­na ha tra­ta­do de enar­bo­lar la ban­de­ra de que ha tum­ba­do a gobier­nos pro­gre­sis­tas lati­no­ame­ri­ca­nos por vías demo­crá­ti­cas, median­te movi­li­za­cio­nes popu­la­res, cívi­cas, de la socie­dad civil con­tra gobier­nos que habrían roto la ins­ti­tu­cio­na­li­dad, come­ti­do arbi­tra­rie­da­des, aten­ta­do con­tra la democracia.

Lo ha hecho en Bra­sil, tum­ban­do al gobierno recién reele­gi­do de Dil­ma Rous­seff ale­gan­do arre­glos pre­su­pues­ta­rios, que no facul­ta, según la Cons­ti­tu­ción bra­si­le­ña, a pro­mo­ver el impeach­ment de un pre­si­den­te de la Repú­bli­ca. Es tan arbi­tra­ria e incons­ti­tu­cio­nal la deci­sión, que, has­ta aho­ra, casi cua­tro años des­pués, el Supre­mo Tri­bu­nal Cons­ti­tu­cio­nal, ins­tan­cia máxi­ma del Judi­cia­rio de Bra­sil, no ha juz­ga­do el impeach­ment en con­tra de Dil­ma. Por­que si abre la Cons­ti­tu­ción, no va a encon­trar res­pal­do alguno para la más gra­ve deci­sión que un Con­gre­so pue­de tomar: tum­bar a una pre­si­den­te recién reele­gi­da demo­crá­ti­ca­men­te para el car­go por el voto popular.

Enton­ces el tri­bu­nal apla­za su posi­ción, como si el paso del tiem­po pudie­ra hacer olvi­dar la con­ni­ven­cia del Judi­cia­rio bra­si­le­ño con el gol­pe que ha roto la demo­cra­cia bra­si­le­ña y ha lle­va­do al país des­de los gobier­nos más vir­tuo­sos de su his­to­ria, has­ta el infierno en el que vive actualmente.

La dis­cu­sión de si el impeach­ment fue un gol­pe o no, es abso­lu­ta­men­te rele­van­te, por­que denun­cia aquel acto como rup­tu­ra de la demo­cra­cia, de la Cons­ti­tu­ción bra­si­le­ña o, al con­tra­rio, como quie­re la dere­cha y sus voce­ros en los medios, se tra­ta­ría de una correc­ción de camino, de un acto per­fec­ta­men­te legal y acep­ta­ble, para tum­bar un gobierno que la dere­cha no supo derro­tar por medios demo­crá­ti­cos, habien­do sido derro­ta­da cua­tro veces de mane­ra sucesiva.

Cuan­do la dere­cha ha derro­ta­do a un gobierno pro­gre­sis­ta por medio de elec­cio­nes, como ha ocu­rri­do en Argen­ti­na, tenien­do que ate­ner­se a la ins­ti­tu­cio­na­li­dad demo­crá­ti­ca, esa dere­cha ha sido abier­ta­men­te derro­ta­da cua­tro años más tar­de. Con­fir­man­do que, por vías demo­crá­ti­cas, la dere­cha pue­de has­ta lle­gar a triun­far, pero no tie­ne polí­ti­cas que den esta­bi­li­dad y apo­yo popu­lar a su visión neo­li­be­ral, inme­dia­ta­men­te reins­ta­la­da, cada vez que la dere­cha vuel­ve al gobierno. La demo­cra­cia se reve­la incom­pa­ti­ble con el neo­li­be­ra­lis­mo y así con­de­na la dere­cha a la derro­ta, sal­vo que esta ape­le a méto­dos antidemocráticos.

El caso de Boli­via es, de algu­na mane­ra, simi­lar al bra­si­le­ño. La dere­cha se ha man­co­mu­na­do con fuer­zas poli­cia­les y las fuer­zas arma­das, con­tan­do con los medios y con el Judi­cia­rio, para tum­bar al gobierno legal­men­te reele­gi­do de Evo Mora­les. Ha ale­ga­do ile­ga­li­da­des elec­to­ra­les, men­cio­na­das por la OEA, que se ha reve­la­do rápi­da­men­te como par­tí­ci­pe del gol­pe, a pun­to de que había pro­pues­to nue­vas elec­cio­nes, acep­ta­das por Mora­les, pero que ha aban­do­na­do aquel plan­tea­mien­to, para sumar­se a un gobierno abier­ta­men­te gol­pis­ta y dictatorial.

La prue­ba defi­ni­ti­va de si aquel movi­mien­to sería de res­tau­ra­ción demo­crá­ti­ca o, al con­tra­rio, de rup­tu­ra de la demo­cra­cia, esta­ría dada por las nue­vas elec­cio­nes con­vo­ca­das por la pre­si­den­te que, sin legi­ti­mi­dad ins­ti­tu­cio­nal algu­na, ha asu­mi­do el gobierno. La repre­sión a los movi­mien­tos popu­la­res, la pri­sión de diri­gen­tes del MAS, las con­di­cio­nes cada vez más estre­chas en que pre­ten­de que se den las elec­cio­nes en prin­ci­pio con­vo­ca­das para mayo de este año, con­fir­man que se ha tra­ta­do de una far­sa de movi­li­za­ción popu­lar y de res­tau­ra­ción demo­crá­ti­ca, como ha que­ri­do afir­mar la dere­cha boli­via­na, sos­te­ni­da por el gobierno de los Esta­dos Uni­dos y sus alia­dos en la región.

La recien­te prohi­bi­ción de la can­di­da­tu­ra de Mora­les al Sena­do boli­viano, solo con­fir­ma las con­di­cio­nes con­tro­la­das, anti­de­mo­crá­ti­cas, exclu­yen­tes, en que pre­ten­den rea­li­zar las elec­cio­nes. Con­for­me la can­di­da­tu­ra de Luis Arce, del MAS, asu­me el lide­raz­go en las encues­tas, has­ta la rea­li­za­ción mis­ma de esas elec­cio­nes se pone en peli­gro, pues las Fuer­zas Arma­das (FF.AA.) boli­via­nas han asu­mi­do espa­cios deter­mi­nan­tes en el gobierno actual.

Boli­via cami­na por la vía bra­si­le­ña, de la gue­rra híbri­da, del régi­men de excep­ción, y no la vía argen­ti­na, en que las fuer­zas demo­crá­ti­cas se han reim­pues­to, por­que se ha logra­do man­te­ner las con­di­cio­nes demo­crá­ti­cas míni­mas para la dispu­ta electoral.

Fuen­te Rebelión)

Itu­rria /​Fuen­te

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *