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Con­ta­gio social: gue­rra de cla­ses micro­bio­ló­gi­ca en China

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Las pla­gas son en gran medi­da la som­bra de la indus­tria­li­za­ción capi­ta­lis­ta, mien­tras que tam­bién actúan como sus pre­cur­so­ras. Los casos evi­den­tes de virue­la y otras pan­de­mias intro­du­ci­das en Amé­ri­ca del Nor­te son un ejem­plo dema­sia­do sim­ple, ya que su inten­si­dad se vio incre­men­ta­da por la sepa­ra­ción pro­lon­ga­da de las pobla­cio­nes a tra­vés de la geo­gra­fía físi­ca; y esas enfer­me­da­des, sin embar­go, ya habían adqui­ri­do su viru­len­cia a tra­vés de las redes mer­can­ti­les pre­ca­pi­ta­lis­tas y la urba­ni­za­ción tem­pra­na en Asia y Euro­pa. Si, en cam­bio, mira­mos a Ingla­te­rra, don­de el capi­ta­lis­mo sur­gió pri­me­ro en el cam­po en for­ma de des­alo­jo masi­vo de cam­pe­si­nos del mun­do rural para ser reem­pla­za­dos por mono­cul­ti­vos de gana­do, vemos los pri­me­ros ejem­plos de estas pla­gas pro­pias del capi­ta­lis­mo. En la Ingla­te­rra del siglo XVII ocu­rrie­ron tres pan­de­mias dife­ren­tes, de 1709 a 1720, de 1742 a 1760 y de 1768 a 1786. El ori­gen de cada una fue el gana­do impor­ta­do del con­ti­nen­te euro­peo, infec­ta­do por las habi­tua­les pan­de­mias pre­ca­pi­ta­lis­tas que siguie­ron a los com­ba­tes. En Ingla­te­rra, el gana­do había comen­za­do a con­cen­trar­se de nue­vas mane­ras y la intro­duc­ción del gana­do infec­ta­do se pro­pa­ga­ría entre la pobla­ción de for­ma mucho más agre­si­va que en el con­ti­nen­te. No es casual, enton­ces, que los bro­tes se cen­tra­ran en las gran­des vaque­rías de Lon­dres, que ofre­cían entor­nos idea­les para la inten­si­fi­ca­ción de los virus.

En últi­ma ins­tan­cia, cada uno de los bro­tes fue con­te­ni­do median­te una eli­mi­na­ción selec­ti­va y tem­pra­na en menor esca­la, com­bi­na­da con la apli­ca­ción de prác­ti­cas médi­cas y cien­tí­fi­cas moder­nas, en esen­cia simi­la­res a la for­ma en que se sofo­can esas epi­de­mias hoy en día. Este es el pri­mer ejem­plo de lo que se con­ver­ti­ría en una pau­ta cla­ra, imi­tan­do la de la pro­pia cri­sis eco­nó­mi­ca: colap­sos cada vez más inten­sos que pare­cen poner a todo el sis­te­ma al bor­de del abis­mo, pero que en últi­ma ins­tan­cia se supe­ran median­te una com­bi­na­ción de sacri­fi­cios masi­vos que des­pe­jan el mercado/​población y una inten­si­fi­ca­ción de los avan­ces tec­no­ló­gi­cos; en este caso con prác­ti­cas médi­cas moder­nas y nue­vas vacu­nas, que a menu­do lle­gan dema­sia­do tar­de y en can­ti­dad insu­fi­cien­te, pero que sin embar­go ayu­dan a hacer lim­pie­za tras la devastación.

Sin embar­go, este ejem­plo de la patria del capi­ta­lis­mo debe venir acom­pa­ña­do de una expli­ca­ción de los efec­tos que las prác­ti­cas agrí­co­las capi­ta­lis­tas tuvie­ron en su peri­fe­ria. Mien­tras que las pan­de­mias de gana­do de Ingla­te­rra en su fase capi­ta­lis­ta tem­pra­na pudie­ron con­te­ner­se, los efec­tos en otros luga­res fue­ron mucho más devas­ta­do­res. El ejem­plo con mayor impac­to his­tó­ri­co es pro­ba­ble­men­te el del bro­te de pes­te bovi­na en Áfri­ca, que tuvo lugar en la déca­da de 1890. La fecha en sí no es una coin­ci­den­cia: la pes­te bovi­na había aso­la­do Euro­pa con una inten­si­dad que seguía de cer­ca el fuer­te cre­ci­mien­to de la agri­cul­tu­ra, solo fre­na­da por el avan­ce de la cien­cia moder­na. A fina­les del siglo XIX, el impe­ria­lis­mo euro­peo lle­gó a su apo­geo, mate­ria­li­za­do con la colo­ni­za­ción de Áfri­ca. La pes­te bovi­na se impor­tó de Euro­pa a Áfri­ca Orien­tal con los ita­lia­nos, que inten­ta­ron alcan­zar a otras poten­cias impe­ria­les colo­ni­zan­do el Cuerno de Áfri­ca median­te una serie de cam­pa­ñas mili­ta­res. Estas cam­pa­ñas ter­mi­na­ron en su mayor par­te en fra­ca­so, pero la enfer­me­dad se pro­pa­gó lue­go entre la caba­ña gana­de­ra indí­ge­na y final­men­te lle­gó a Sudá­fri­ca, don­de devas­tó la pri­me­ra eco­no­mía agrí­co­la capi­ta­lis­ta de la colo­nia, lle­gan­do inclu­so a matar el reba­ño en la fin­ca del infa­me y auto­pro­cla­ma­do supre­ma­cis­ta blan­co Cecil Rho­des. El efec­to his­tó­ri­co más amplio fue inne­ga­ble: al matar has­ta el 80 – 90% de todo el gana­do, la pla­ga pro­vo­có una ham­bru­na sin pre­ce­den­tes en las socie­da­des pre­do­mi­nan­te­men­te pas­to­ri­les del Áfri­ca sub­saha­ria­na. A esta des­po­bla­ción le siguió la colo­ni­za­ción inva­si­va de la saba­na por el espino, que creó un hábi­tat idó­neo para la mos­ca tse-tsé, por­ta­do­ra de la enfer­me­dad del sue­ño que impi­de el pas­to­reo del gana­do. Esto ase­gu­ró que la repo­bla­ción de la región des­pués de la ham­bru­na fue­ra limi­ta­da y per­mi­tió una mayor expan­sión de las poten­cias colo­nia­les euro­peas en todo el continente.

Ade­más de indu­cir perió­di­ca­men­te cri­sis agrí­co­las y crear las con­di­cio­nes apo­ca­líp­ti­cas que ayu­da­ron a que el capi­ta­lis­mo flo­re­cie­ra más allá de sus pri­me­ras fron­te­ras, esas pla­gas tam­bién han ator­men­ta­do al pro­le­ta­ria­do en el pro­pio núcleo indus­trial. Antes de vol­ver a los nume­ro­sos ejem­plos más recien­tes, vale la pena seña­lar de nue­vo que sim­ple­men­te no hay nada exclu­si­va­men­te chino en el bro­te de coro­na­vi­rus. Las expli­ca­cio­nes de por qué tan­tas epi­de­mias pare­cen sur­gir en Chi­na no son cul­tu­ra­les: se tra­ta de una cues­tión de geo­gra­fía eco­nó­mi­ca. Esto que­da muy cla­ro si com­pa­ra­mos Chi­na con Esta­dos Uni­dos o Euro­pa, cuan­do estos últi­mos eran cen­tros de pro­duc­ción mun­dial y de empleo indus­trial masi­vo1. Y el resul­ta­do es esen­cial­men­te idén­ti­co, con las mis­mas carac­te­rís­ti­cas. La muer­te del gana­do en el cam­po se com­bi­nó en la ciu­dad con malas prác­ti­cas sani­ta­rias y una con­ta­mi­na­ción gene­ra­li­za­da. Esto cen­tró los pri­me­ros esfuer­zos de refor­ma libe­ral-pro­gre­sis­ta en los barrios de cla­se tra­ba­ja­do­ra, refle­ja­dos en la recep­ción de la nove­la de Upton Sin­clair La jun­gla, escri­ta ori­gi­nal­men­te para docu­men­tar el sufri­mien­to de los tra­ba­ja­do­res inmi­gran­tes en la indus­tria cár­ni­ca, pero que fue reto­ma­da por los libe­ra­les ricos, preo­cu­pa­dos por los que­bran­tos de salud y en gene­ral las con­di­cio­nes insa­lu­bres en que se pre­pa­ra­ban sus pro­pios alimentos.

Esta indig­na­ción libe­ral ante la inmun­di­cia, con todo su racis­mo implí­ci­to, toda­vía defi­ne lo que podría­mos con­ce­bir como ideo­lo­gía auto­má­ti­ca de la mayo­ría de las per­so­nas cuan­do se enfren­tan a las dimen­sio­nes polí­ti­cas de algo así como las epi­de­mias de coro­na­vi­rus o SARS. Pero los tra­ba­ja­do­res ape­nas pue­den con­tro­lar las con­di­cio­nes en las que tra­ba­jan. Sobre todo, mien­tras que las con­di­cio­nes insa­lu­bres se fil­tran fue­ra de la fábri­ca a tra­vés de la con­ta­mi­na­ción de los sumi­nis­tros de ali­men­tos, esta con­ta­mi­na­ción es real­men­te solo la pun­ta del ice­berg. Tales con­di­cio­nes son la nor­ma ambien­tal para aque­llos que tra­ba­jan en ellas o viven en asen­ta­mien­tos pro­le­ta­rios cer­ca­nos, y estas con­di­cio­nes indu­cen mer­mas del nivel de salud de la pobla­ción que faci­li­tan la pro­pa­ga­ción del vas­to con­jun­to de pla­gas del capi­ta­lis­mo. Tome­mos, por ejem­plo, el caso de la gri­pe espa­ño­la, una de las epi­de­mias más mor­tí­fe­ras de la his­to­ria. Fue uno de los pri­me­ros bro­tes de H1N1 (rela­cio­na­da con bro­tes más recien­tes de gri­pe por­ci­na y aviar) y duran­te mucho tiem­po se supu­so que de algu­na mane­ra era cua­li­ta­ti­va­men­te dife­ren­te de otras varian­tes de la gri­pe, dado su ele­va­do núme­ro de víc­ti­mas mor­ta­les. Si bien esto pare­ce ser en par­te cier­to (debi­do a la capa­ci­dad de la gri­pe de indu­cir una reac­ción exce­si­va del sis­te­ma inmu­no­ló­gi­co), en exá­me­nes pos­te­rio­res de la biblio­gra­fía y en inves­ti­ga­cio­nes epi­de­mio­ló­gi­cas his­tó­ri­cas se com­pro­bó que tal vez no fue­ra mucho más viru­len­ta que otras cepas. En cam­bio, su ele­va­da tasa de mor­ta­li­dad pro­ba­ble­men­te se debió sobre todo a la malnu­tri­ción gene­ra­li­za­da, al haci­na­mien­to urbano y a las con­di­cio­nes de vida gene­ral­men­te insa­lu­bres en las zonas afec­ta­das, lo que fomen­tó no solo la pro­pa­ga­ción de la pro­pia gri­pe, sino tam­bién el cul­ti­vo de super­in­fec­cio­nes bac­te­ria­nas sobre la infec­ción víri­ca sub­ya­cen­te2.

En otras pala­bras, el núme­ro de muer­tes cau­sa­das por la gri­pe espa­ño­la, aun­que se acha­có a una abe­rra­ción impre­de­ci­ble del carác­ter del virus, se debió en la mis­ma medi­da a las con­di­cio­nes socia­les impe­ran­tes. Al mis­mo tiem­po, la rápi­da pro­pa­ga­ción de la gri­pe fue posi­ble gra­cias al comer­cio glo­bal y la gue­rra mun­dial, que en ese momen­to se cen­tra­ban en los impe­ria­lis­mos rápi­da­men­te cam­bian­tes que sobre­vi­vie­ron a la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial. Y vol­ve­mos a encon­trar una his­to­ria ya cono­ci­da de cómo se pro­du­jo una cepa tan mor­tal de gri­pe: aun­que el ori­gen exac­to sigue sien­do algo tur­bio, se supo­ne aho­ra que se ori­gi­nó en cer­dos o aves de corral, pro­ba­ble­men­te en Kan­sas. El momen­to y el lugar son sin­to­má­ti­cos, ya que los años de pos­gue­rra fue­ron una espe­cie de pun­to de infle­xión para la agri­cul­tu­ra esta­dou­ni­den­se, que expe­ri­men­tó la apli­ca­ción gene­ra­li­za­da de méto­dos de pro­duc­ción cada vez más meca­ni­za­dos y de tipo indus­trial. Estas ten­den­cias se inten­si­fi­ca­ron a lo lar­go de la déca­da de 1920, y la apli­ca­ción masi­va de tec­no­lo­gías como la cose­cha­do­ra indu­jo tan­to una mono­po­li­za­ción gra­dual como un desas­tre eco­ló­gi­co, cuya com­bi­na­ción dio lugar a la cri­sis del Dust Bowl y a la sub­si­guien­te migra­ción masi­va. La con­cen­tra­ción inten­si­va de gana­do que carac­te­ri­za­ría más tar­de las explo­ta­cio­nes indus­tria­les no había sur­gi­do toda­vía, pero las for­mas más bási­cas de con­cen­tra­ción y ren­di­mien­to inten­si­vo que ya habían cau­sa­do epi­de­mias de gana­do en toda Euro­pa eran aho­ra la nor­ma. Si las epi­de­mias de gana­do ingle­sas del siglo XVIII fue­ron el pri­mer caso de una pla­ga de gana­do cla­ra­men­te capi­ta­lis­ta y el bro­te de pes­te bovi­na de la déca­da de 1890 en Áfri­ca el mayor de los holo­caus­tos epi­de­mio­ló­gi­cos del impe­ria­lis­mo, la gri­pe espa­ño­la pue­de enten­der­se enton­ces como la pri­me­ra de las pla­gas del capi­ta­lis­mo en el seno del proletariado.

  1. Esto no sig­ni­fi­ca que las com­pa­ra­cio­nes de Esta­dos Uni­dos con Chi­na hoy en día no sean tam­bién infor­ma­ti­vas. Como Esta­dos Uni­dos tie­ne su pro­pio sec­tor agro­in­dus­trial masi­vo, con­tri­bu­ye enor­me­men­te a la pro­duc­ción de nue­vos virus peli­gro­sos, por no men­cio­nar las infec­cio­nes bac­te­ria­nas resis­ten­tes a los antibióticos.
  2. J. F. Brun­da­ge y G. D. Shanks: «What really hap­pe­ned during the 1918 influen­za pan­de­mic? The impor­tan­ce of bac­te­rial secon­dary infec­tions», en The Jour­nal of Infec­tious Disea­ses, vol. 196, nº 11, diciem­bre de 2007, pp. 1.717−1.718, res­pues­ta del autor 1.718−1.719; D. M. Morens y A. S. Fau­ci: «The 1918 influen­za pan­de­mic: Insights for the 21st cen­tury», en The Jour­nal of Infec­tious Disea­ses, vol. 195, n.º 7, abril de 2007, pp. 1.018−1.028.
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