Esta particular represión se beneficia de su carácter aparentemente humanitario, ya que el Estado chino puede movilizar un mayor número de personas para ayudar en lo que es, esencialmente, la noble causa de frenar la propagación del virus. Pero, como cabe esperar, estas medidas restrictivas siempre resultan contraproducentes. La contrainsurgencia es, después de todo, una especie de guerra desesperada que solo se lleva a cabo cuando resultan imposibles formas más sólidas de conquista, apaciguamiento e integración económica. Es una acción costosa, ineficiente y de retaguardia, que revela la incapacidad más profunda de cualquier poder encargado de desplegarla, ya sean los intereses coloniales franceses, el menguante imperio estadounidense u otros. El resultado de la represión es casi siempre una segunda revuelta, ensangrentada por el aplastamiento de la primera y aún más desesperada. Aquí, la cuarentena difícilmente reflejará la realidad de la guerra civil y la contrainsurgencia. Pero incluso en este caso, la represión ha fracasado a su manera. Con tanto esfuerzo del Estado enfocado al control de la información y la constante propaganda desplegada a través de todos los aparatos mediáticos posibles, el malestar se ha expresado en gran medida dentro de las mismas plataformas.
La muerte del Dr. Li Wenliang, uno de los primeros denunciantes de los peligros del virus, el 7 de febrero, sacudió a los ciudadanos encerrados en sus casas en todo el país. Li fue uno de los ocho médicos detenidos por la policía por difundir información falsa a principios de enero, antes de contraer el virus él mismo. Su muerte provocó la ira de los ciudadanos y una declaración de arrepentimiento del gobierno municipal de Wuhan. La gente está empezando a ver que el Estado está formado por funcionarios y burócratas torpes que no tienen ni idea de qué hacer, pero que simulan ser fuertes1. Este hecho quedó claro sobre todo cuando el alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, se vio obligado a admitir en la televisión estatal que su gobierno había retrasado la publicación de información crítica sobre el virus después de que se produjera un brote. La propia tensión causada por el brote, combinada con la que indujo la movilización total del Estado, ha empezado a revelar a la población en general las profundas fisuras que se esconden tras el retrato tan fino como el papel que el gobierno pinta de sí mismo. En otras palabras, situaciones como estas han expuesto las incapacidades fundamentales del Estado chino a un número cada vez mayor de personas que anteriormente habrían tomado la propaganda del gobierno al pie de la letra.
Si se pudiera encontrar un solo símbolo para expresar el carácter básico de la respuesta del Estado, sería algo como el vídeo de arriba, grabado por un vecino de Wuhan y compartido en internet occidental a través de twitter en Hong Kong2. Muestra a un número de personas que parecen ser médicos o socorristas provistos de un equipo de protección completo tomándose una foto con la bandera china. La persona que filma el vídeo explica que están fuera de ese edificio todos los días para varias sesiones fotográficas. El vídeo sigue a los hombres mientras se quitan el equipo de protección y se quedan parados platicando y fumando, incluso usando uno de los trajes para limpiar su automóvil. Antes de irse, uno de los hombres arroja sin más el traje protector en un contenedor de basura cercano, sin molestarse en tirarlo al fondo donde no se vea. Vídeos como este se han difundido rápidamente antes de ser censurados: pequeñas rasgaduras en el fino velo del espectáculo autorizado por el Estado.
En un nivel más fundamental, la cuarentena también ha comenzado a ver la primera ola de reverberaciones económicas en la vida personal de las personas. Se ha informado ampliamente sobre el aspecto macroeconómico de esta situación, ya que una reducción masiva del crecimiento chino podría provocar una nueva recesión mundial, especialmente si se combina con la continuación del estancamiento en Europa y un reciente bajón de uno de los principales índices de salud económica de Estados Unidos, que muestra una repentina disminución de la actividad comercial. En todo el mundo, las empresas chinas y las que dependen fundamentalmente de las redes de producción chinas están estudiando ahora sus cláusulas de fuerza mayor, que permiten los retrasos o la cancelación de las responsabilidades que contraen ambas partes en un contrato comercial cuando ese contrato se vuelve imposible de cumplir. Aunque de momento es poco probable, la mera perspectiva ha hecho que se restablezca una cascada de demandas de producción en todo el país. La actividad económica, sin embargo, solo se ha reactivado en parte: todo funciona ya sin problemas en algunas áreas mientras que en otras todavía impera una pausa indefinida. De momento, el 1 de marzo se ha declarado la fecha provisional en la que las autoridades centrales han pedido que todas las zonas fuera del epicentro del brote vuelvan a trabajar.
Pero otros efectos han sido menos visibles, aunque posiblemente sean mucho más importantes. Muchos trabajadores migrantes, incluidos los que se habían quedado en las ciudades en que trabajan de cara al Festival de Primavera o que pudieron regresar antes de que se practicaran varios cierres, están ahora atrapados en un peligroso limbo. En Shenzhen, donde la gran mayoría de la población es migrante, los lugareños informan de que el número de personas sin hogar ha empezado a aumentar. Pero las nuevas personas que deambulan por las calles no son personas sin hogar habituales, sino que al parecer han sido literalmente abandonadas allí sin ningún otro lugar adonde ir, todavía con ropa relativamente limpia, sin saber dónde es mejor dormir a la intemperie o dónde obtener comida. Varios edificios de la ciudad han experimentado un aumento de los pequeños robos, sobre todo de comida depositada a la puerta de los residentes que se quedan en casa para la cuarentena. En general, los trabajadores están dejando de cobrar sus salarios a medida que la producción se paraliza. En el mejor de los casos, las paradas de la producción dan lugar a cuarentenas en los dormitorios de empresa, como la impuesta en la planta de Foxconn en Shenzhen, donde los trabajadores que acaban de retornar han de permanecer en sus habitaciones durante una o dos semanas, se les paga alrededor de un tercio de sus salarios normales y luego se les permite regresar a la línea de producción. Las empresas más pobres no tienen esta opción, y el intento del gobierno de ofrecer nuevas líneas de crédito barato a las empresas más pequeñas probablemente no sirva de mucho a largo plazo. En algunos casos, parece que el virus simplemente acelerará las tendencias preexistentes de reubicación de fábricas, ya que empresas como Foxconn amplían la producción en Vietnam, India y México para compensar la desaceleración.
- En una entrevista en podcast, Au Loong Yu, citando a amigos en el continente, dice que el gobierno municipal de Wuhan está efectivamente paralizado por la epidemia. Au sugiere que la crisis no solo está desgarrando el tejido social, sino también la maquinaria burocrática del PCC, que intensificará a medida que el virus se extienda y se convierta en una crisis cada vez más intensa para otros gobiernos locales en todo el país. La entrevista la realizó Daniel Denvir, de The Dig, y se publicó el 7 de febrero (https://www.thedigradio.com/podcast/hong-kong-with-au-loong-yu/).
- El vídeo es auténtico, pero cabe señalar que Hong Kong ha sido un semillero de actitudes racistas y teorías de la conspiración contra los habitantes del continente y el PCC, por lo que gran parte de lo que se comparte en los medios sociales por los hongkoneses sobre el virus debe comprobarse cuidadosamente. [El vídeo se puede ver en la publicación original: http://chuangcn.org/2020/02/social-contagion/.]