Las ideologías que acompañan a la globalización capitalista se han elaborado a partir de dos postulados complementarios que desde ha décadas se repiten incesantemente en los discursos políticos y mediáticos dominantes. El primero es la primacía del individuo sobre las estructuras en la explicación de los problemas sociales a escala de cada nación. Este postulado permite eliminar la noción de clase social y de desigualdad social a beneficio de una supuesta responsabilidad individual que frecuentemente se traduce en el discurso de la asunción individual del riesgo. La diferencia de vulnerabilidad ante la salud y las enfermedades ya no se refiere a las desigualdades sociales sino a las características individuales por una parte y a los comportamientos individuales por otra. El discurso de la responsabilidad individual sirve aquí para ocultar la responsabilidad del sistema social, es decir, de las clases dominantes que deciden sus reglas de funcionamiento. «Todavía se sigue considerando en gran medida la vulnerabilidad social de las poblaciones desde el punto de vista del individuo y su lugar en el grupo. Aunque son los individuos quienes soportan bien las pruebas de vulnerabilidad, es a nivel de las estructuras sociales donde se manifiestan las condiciones que hacen esas pruebas más o menos soportables. En otras palabras, entre el individuo y el avatar también hay estructuras sociales»1, resumen los geógrafos sanitarios Marion Borderon y Sébastien Oliveau. Aunque es evidente que la pandemia actual afectará al conjunto de las clases sociales debido a su magnitud, también es indiscutible que la morbilidad afectará en primer lugar a la clases populares y dentro de ellas a los sectores más precarios.
El segundo postulado es la primacía de cada nación sobre las estructuras que rigen las relaciones internacionales. Este postulado permite ocultar las relaciones de dominación entre los países del centro dominante y los de la periferia dominados. Las desiguales vulnerabilidades nacionales ante la salud y la enfermedad ya no se refieren en absoluto a las desigualdades sociales mundiales sino a las características específicas de cada nación (clima y catástrofes naturales, cultura, demografía, etc.) por una parte y a las opciones políticas nacionales por otra. El discurso de la responsabilidad nacional sirve aquí para ocultar la existencia del neocolonialismo y del imperialismo. Sin embargo, bastaría con observar la geografía de las desigualdades de salud en el mundo para darse cuenta de que coincide perfectamente con la división binaria centro-periferia, a excepción de algunos países significativos como Cuba, por ejemplo. Así, las estadísticas de la OMS en 2015 sobre la cantidad de médicos por país precisan que en Austria se cuenta con 52 médicos por 10.000 habitantes, 39 en Italia y España, 32 en Francia, etc., y en el otro extremo, un solo médico en Ruanda y Uganda, 9 en Sri Lanka o 10 en Pakistán. Todos los demás indicadores (cantidad de personal de enfermería, porcentaje destinado a sanidad en el presupuesto nacional, disponibilidad de medicamentos, etc.) presentan cifras similares2.
Con todo, esta mirada fotográfica no basta para calibrar totalmente el significado que tiene la globalización capitalista para la salud humana. Conviene completarla teniendo en cuenta el deterioro del acceso a la atención médica tanto en el centro como en la periferia. Aquí se debe completar la lectura sincrónica con un enfoque diacrónico. En efecto, la globalización capitalista no es solo el capitalismo, también es el capitalismo de una secuencia histórica precisa marcada por la dominación del ultraliberalismo en materia de política económica. La desinversión del Estado, el debilitamiento y/o la privatización de los servicios públicos, las políticas de austeridad, etc., han provocado en todo el planeta un aumento de la vulnerabilidad, que es lo que se revela en toda su magnitud con la crisis del coronavirus.
En un país como Francia el capitalismo globalizado y su política económica ultraliberal han aumentado considerablemente la vulnerabilidad desde hace cuatro décadas. En el vocabulario liberal de sanidad esto se denomina «racionalización de la oferta asistencial», que en concreto significa la supresión de un 13% de las camas de hospital a tiempo completo (es decir, que acogen a un paciente más de 24 horas) solo entre los años 2003 y 2016 (69.000 camas), según las propias cifras del Ministerio de Sanidad3. El balance es similar aunque se tomen como indicadores los presupuestos de los hospitales, los efectivos del personal sanitario o la cantidad de establecimientos públicos: el «desmantelamiento del siglo», en palabras de los sociólogos Pierre-André Juven, Frédéric Pierru y Fanny Vincent4. Esta vulnerabilidad cada vez mayor es lo que se revela hoy con la prueba de la pandemia tanto en la falta de camas de reanimación y de pruebas de detección como en el macabro culebrón de la escasez de mascarillas. La escasez de pruebas y de mascarillas no es en absoluto el resultado de un error sino uno de los axiomas fundamentales de la lógica ultraliberal, esto es, la producción «en flujo tenso», que consiste en reducir al mínimo los productos almacenados para reducir los costes. Lo que se ha instalado a lo largo de las cuatro últimas décadas no es sino una «privatización insidiosa» de los hospitales públicos, resume el sindicato CGT Sanidad: «La privatización de los hospitales se ha hecho por partes, poco a poco, al hilo de las sucesivas reformas. Ha habido al menos dos etapas fundamentales para comprender la transformación de los hospitales públicos: la gerencialización (la modificación de la organización de los hospitales según las modalidades de lo privado) y la mercantilización (introducción de una lógica de rentabilidad comercial en la atención sanitaria). Estos dos puntos constituyen lo que se podría denominar la «privatización insidiosa» de los hospitales. Aunque desde el punto de vista jurídico los hospitales no se vuelven privados, lo son en la práctica ya que reproducen exactamente los métodos, los modelos de organización y los objetivos de lo privado»5.
La misma lógica pero con una violencia aún más destructiva se ha desplegado en los países de la periferia dominada. Los Planes de Ajuste Estructural (PAE) impuestos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es decir, por las potencias imperialistas, desmantelaron los sistemas nacionales de salud. Entre las condiciones impuestas por estos PAE para obtener un préstamo figura sistemáticamente la disminución de los presupuestos públicos y la privatización de los servicios públicos. Prácticamente en todas partes la sanidad y la educación serán los sectores más afectados por la imposición de estos recortes de presupuesto. Uno de los efectos que provocan estos PAE es la «fuga de cerebros» y en particular de los médicos y otros profesionales sanitarios que trabajaban sobre todo en estos servicios públicos sacrificados. Tal como atestigua un estudio de 2013 sobre la «huida de médicos africanos» a Estados Unidos, las cifras son elocuentes: «La huida de médicos del África subsahariana a Estados Unidos empezó con fuerza a mediados de la década de 1980 y se aceleró en la de 1990 durante los años en los que se aplicaron los programas de ajuste estructural impuestos por […] el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial»6.Los médicos norteafricanos o de Oriente Próximo que trabajan en los hospitales franceses son testimonio del mismo proceso en Europa. Los daños que se prevé puede provocar la pandemia en África, por ejemplo, si no se detiene antes serán de una magnitud sin parangón con la que conocemos en Europa. La mirada eurocéntrica dominante en los medios de comunicación invisibiliza esta potencial hecatombe de masas.
- Marion Borderon et Sébastien Oliveau: Vulnérabilités sociales et changement d’échelle, Espaces, populations et sociétés, n° 2016⁄3, p. 1.
- Base de datos de la OMS, sección «Health systems»: http://apps.who.int/gho/data/node.main.475?lang=en.
- Bénédicte Boisguérin (coord.): Les établissements de santé, Ministère de la santé et des solidarités, Direction de la recherche, des études, de l’évaluation et des statistiques, Edición 2019, p. 8.
- Pierre-André Juven, Frédéric Pierru, Fanny Vincent: La Casse du siècle: à propos des réformes de l’hôpital public, Raison d’Agir, París 2019.
- Anne Braun, Alya Lécrivain, Diane Beaudenon, Victorien Pâté y Mathieu Cocq: L’Hôpital public: vers une privatisation contrainte?, 2019, pp. 3 – 4.
- Akhenaten Benjamin, Caglar Ozden, y Sten Vermund: Physician Emigration from Sub-Saharan Africa to the United States, PLOS Medicine, volumen 10, n° 12, 2013, p. 16.