«Cuando todo se privatice, estaremos privados de todo». Este eslogan de las pancartas de nuestras manifestaciones resume perfectamente la racionalidad de las clases dominantes en la actual secuencia histórica mundial ultraliberal. Contrariamente a una crítica demasiado rápida y demasiado frecuente, las clases dominantes no son idiotas ni irracionales, sino que simplemente tienen la racionalidad de sus intereses. Por supuesto, esta racionalidad dominante es antagonista de otra racionalidad: la que no se basa en maximizar el beneficio. Así, la lucha de clases es una lucha de racionalidad. Es lo que ilustran las muchas aporías que muestran las estrategias de lucha contra la pandemia en Francia. Una aporía es una contradicción irresoluble. Veamos dos ejemplos no exhaustivos que revelan la prueba de verdad que constituye la pandemia.
El primer ejemplo significativo es el de la política penitenciaria desde hace varias décadas. El hacinamiento en las cárceles es una realidad abrumadora muy documentada. La tasa de ocupación de los establecimientos penitenciarios «es hoy en día del 116% con 70.651 personas presas para 61.080 plazas (a fecha del 1 de enero de 2020). El hacinamiento se concentra en los centros de detención preventiva, que acogen a las personas en espera de juicio y a las condenadas a penas breves de prisión. En estos establecimientos, que albergan a más de dos tercios de la población carcelaria, la tasa de ocupación media es del 138%, que obliga a dos o tres personas (a veces más) a compartir la misma celda y a más de 1.600 personas a dormir cada noche en colchones en el suelo»1, resume el Observatorio Nacional de Prisiones. Esta situación se contradice con una lucha eficaz contra la pandemia al tiempo que supone un sacrificio selectivo de parte de la población. Existen situaciones similares con la política migratoria y el hacinamiento en lugares como Calais, en centros de detención superpoblados o en viviendas insalubres que también están superpobladas; con la política destinada a las personas sin hogar; con la de vivienda que produce una fuerte sobreocupación para las clases populares o, por último, con la ausencia de una verdadera política de lucha por la igualdad entre los sexos. De estas aporías se desprenden directamente la magnitud del precio humano que pagaremos durante esta pandemia y su distribución por clase social, sexo y origen. La morbilidad vinculada a la pandemia tendrá indudablemente una dimensión de clase y también estará unida inevitablemente al género y al color.
El segundo ejemplo igual de significativo es el de las personas refugiadas que se amontonan en los puntos conflictivos de Italia y Grecia debido a la política de la Europa Fortaleza. Aunque la apertura de las fronteras turcas y la reacción brutal y represiva del Estado griego han reforzado aún más las escandalosas condiciones de existencia de estas personas refugiadas, los medios de comunicación dominantes organizan el silencio y la invisibilidad. Antes de que se produjeran ambas la jurista Claire Rodier hacía el siguiente balance de los puntos conflictivos griegos: «problemas de promiscuidad, de cohabitación de menores no acompañados con adultos, de alimentación insuficiente, de malas condiciones higiénicas debido a la saturación de las instalaciones sanitarias, etc. […] En enero de 2017 Amnistía Internacional revelaba una tasa de ocupación del 148% en Lesbos, del 215% en Samos y del 163% en Kos. Debido a ello, durante el invierno de 2016 – 2017, que fue particularmente duro en la región, algunos de ellos se vieron obligados a dormir a la intemperie, envueltos en simples mantas que cubría la nieve por la noche»2. Basándose en los informes de la misión de Amnistía Internacional3, Claire Rodier añade que el balance en las zonas conflictivas italianas es el mismo. La ONG Médecins Sans Frontière [Médicos sin Fronteras] utiliza acertadamente la expresión «bomba sanitaria» para caracterizar la situación: «En algunas zonas del campamento de Moria solo hay un punto de agua para 1.300 personas y no hay jabón. Familias de cinco o seis personas tienen que dormir en espacios que no superan los tres metros cuadrados, lo que significa que las medidas recomendadas, como el lavado frecuente de manos y el distanciamiento social para evitar la propagación del virus, son simplemente imposibles»4. También en este caso el resultado es similar: por un aparte, debilitamiento de la capacidad para hacer frente eficazmente a la pandemia y, por otra, sacrificio de las personas refugiadas.
- Section française de l’Observatoire National des Prisons: Surpopulation carcérale (https://oip.org/decrypter/thematiques/surpopulation-carcerale/).
- Claire Rodier: Le faux semblant des hotspots, La revue des droits de l’homme, n° 13, 2018, p. 5.
- Ibid., pp. 8 – 9.
- Comunicado de MSF del 13 de marzo de 2020: Coronavirus: plus que jamais, l’urgence de l’évacuation des camps grecs (https://www.msf.fr/actualites/coronavirus-plus-que-jamais-l-urgence-de-l-evacuation-des-camps-grecs).