Unas aporías tan importantes debilitan considerablemente la eficacia de la ideología dominante, que ya está muy debilitada por el movimiento de los Chalecos Amarillos y el movimiento contra la reforma de las pensiones. Al menos momentáneamente, ya no es posible mantener un discurso liberal sobre la sanidad, despreciar los servicios públicos y alabar lo privado, ni siquiera simplemente criminalizar la intervención del Estado. Con todo, el Elíseo ya está preparando el día después de la pandemia. Sin ser exhaustivo, ya se pueden identificar algunos de los componentes de esta preparación. El primero es la puesta en escena de una supuesta «irresponsabilidad» de una parte de la ciudadanía. Las imágenes machaconamente difundidas de personas que no respetan el confinamiento, el lugar que ocupa esta «irresponsabilidad» en la comunicación del gobierno, el recordatorio por parte de los medios de comunicación de la cantidad de amonestaciones, etc., son elementos que ponen de relieve un estrategia destinada a presentar la previsible magnitud de las consecuencias de la pandemia como resultado de la indisciplina irresponsable y no como resultado de causas políticas y económicas. El objetivo es también instrumentalizar el miedo legítimo a la pandemia para difundir la imagen de un gobierno responsable que, a pesar de la indisciplina, hace frente a la «guerra», por retomar la expresión de Macron.
El segundo componente de la preparación se sitúa en la vertiente económica. En este caso se trata de preparar a la opinión pública para un nuevo ciclo de austeridad para el «día después». Aunque la pandemia demuestra el coste humano de las políticas de recortes de los presupuestos sociales, el objetivo es aquí instrumentalizarlo para volver a legitimar la idea de la necesidad de recortes del presupuesto justificados por los «daños de guerra» y el imperativo de la «reconstrucción». El vocabulario de la guerra y de la unidad nacional va en esa dirección. Estamos ante un ejemplo de lo que la periodista Naomi Klein denomina «la estrategia del shock». En su libro publicado en 2007 demuestra la utilización de shocks psicológicos suscitados por desastres para imponer un ultraliberalismo aún mayor. Este proceso (el «capitalismo del desastre», como ella lo denomina) «recurre intencionadamente a crisis y catástrofes para sustituir los valores democráticos a los que aspiran las sociedades por la ley del mercado y la barbarie de la especulación»1, explica Naomi Klein.
El tercer componente es jurídico y adopta la forma de una ley «de emergencia para hacer frente a la epidemia del Covid-19» que cuestiona varios derechos de las personas trabajadoras. Esta ley permite al gobierno adoptar disposiciones «provisionales» en materia de derecho laboral. Autoriza a los empleadores de los «sectores particularmente necesarios para la seguridad de la nación o para la continuidad de la vida económica y social», los cuales se definirán por decreto, «a derogar […] las estipulaciones convencionales relativas a la duración de la jornada laboral, al descanso semanal y al descanso dominical» (art. 17). Reduce el plazo de aviso de las vacaciones pagadas de cuatro semanas a seis días.Por último, autoriza al gobierno a modificar «las modalidades de información y consulta de las instancias representativas del personal y, sobre todo, del comité económico y social». Mientras que al gobierno no le parece urgente proporcionar mascarillas a las personas que ejercen profesiones de contacto, considera urgente cuestionar los derechos de las personas empleadas.
Si la pandemia es un analizador de la globalización capitalista y de su política económica ultraliberal, no es, sin embargo, su derrota. El día después será el de la factura y de señalar quién la va a pagar. A pesar de nuestra atomización debida al confinamiento, es imperativo prepararlo desde hoy como lo preparan ya las clases dominantes. También es imperativo exigir desde ahora una ayuda importante y sin condiciones para que los países de África puedan hacer frente a la pandemia, países que los gobiernos occidentales han hecho a sabiendas extremadamente vulnerables en materia de salud. Las personas dominadas de todo el planeta tiene más interés que nunca en centrar sus luchas en las causas de la situación y no sólo en sus consecuencias. El coronavirus demuestra indiscutiblemente que estas causas se sitúan en la globalización capitalista. Contra esta globalización es contra lo que que debemos luchar. Si otro mundo es posible, también es necesario y urgente.
Saïd Bouamama
1 de abril de 2020
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.