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La liber­tad es atea

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Pone­mos a dis­po­si­ción públi­ca el libro de recien­te publi­ca­ción en Boltxe Libu­ruak «La liber­tad es atea». Tam­bién está dis­po­ni­ble en nues­tra tien­da la ver­sión en papel y dos ver­sio­nes elec­tró­ni­cas, una con una peque­ña apor­ta­ción a Boltxe Libu­ruak para que poda­mos con­ti­nuar con nues­tra labor edi­to­rial y otra total­men­te gra­tui­ta.

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Mien­tras estas y otras cul­tu­ras tran­si­ta­ban del paleo­lí­ti­co al neo­lí­ti­co for­za­das por los brus­cos cam­bios cli­má­ti­cos, en lo que sería la actual Tur­quía apa­re­cían los pri­me­ros cen­tros urba­nos rodea­dos por gran­des exten­sio­nes en las que aún vivían comu­ni­da­des de pas­to­reo y agri­cul­tu­ra iti­ne­ran­tes, a la vez que caza­do­res-reco­lec­to­res. Es por esto que las creen­cias pre y pro­to reli­gio­sas se mez­cla­ron más rápi­da­men­te que en el lar­go paleolítico.

Estu­dios de la ciu­dad de Çatalhö­yük en la actual Tur­quía, de hace 9.100 años de anti­güe­dad, demues­tran has­ta dón­de se des­plo­ma­ron las con­di­cio­nes de vida de una pobla­ción de alre­de­dor de 8.000 per­so­nas haci­na­das, con una alta tasa de enfer­me­da­des, pro­ble­mas den­ta­les y des­nu­tri­ción, con­vi­vien­do en un con­tex­to de vio­len­cia: vein­ti­cin­co de los casi cien crá­neos ana­li­za­dos tie­nen gol­pes en la cabe­za cau­sa­dos por el impac­to de pie­dras, excep­to uno por un obje­to pun­zan­te. Ade­más, todo indi­ca que no eran gol­pes reci­bi­dos en una gue­rra por­que la mayo­ría cica­tri­za­ron al seguir vivien­do. Se supo­ne que tal vez se tra­ta­se de una for­ma de cas­ti­go seve­ro apli­ca­do en muchos casos por la espal­da, espe­cial­men­te a las muje­res. Uno de inves­ti­ga­do­res opi­na que «esto podría indi­car que no había inten­ción de matar, sino qui­zá más de cas­ti­gar o con­tro­lar deter­mi­na­das con­duc­tas. Lo vemos rela­cio­na­do con dispu­tas intra­co­mu­ni­ta­rias y, posi­ble­men­te, como una for­ma de con­trol social median­te la coer­ción físi­ca»1, lo que sugie­re que muy pro­ba­ble­men­te exis­tie­ra algo pare­ci­do a un sis­te­ma de con­trol social, con sus nor­ma­ti­vas de valo­ra­ción y de cas­ti­go, así como, posi­ble­men­te, un gru­po de per­so­nas espe­cia­li­za­das de algún modo en su aplicación.

Con muchas pre­cau­cio­nes meto­do­ló­gi­cas, podría­mos recu­rrir por un momen­to a la hipó­te­sis del «ojo vigi­lan­te de dios»2 para ayu­dar en par­te a com­pren­der las con­tra­dic­cio­nes socia­les sub­ya­cen­tes al méto­do de lapi­da­ción «sua­ve», apli­ca­do sobre poco más del 25% de la pobla­ción de la ciu­dad. Esta hipó­te­sis sos­tie­ne que las socie­da­des «com­ple­jas» –eufe­mis­mo que sir­ve para elu­dir el empleo de con­cep­tos heu­rís­ti­ca­men­te mucho más efec­ti­vos como «exce­den­te social», «explo­ta­ción», «cas­ta o cla­se pro­pie­ta­ria», «opre­sión patriar­cal», «poder domi­nan­te», etcé­te­ra – , refor­za­ron y exten­die­ron el «ins­tin­to moral» que se supo­ne es inhe­ren­te a la espe­cie huma­na, con el obje­to de domi­nar el «egoís­mo» indi­vi­dual que podría des­truir la socie­dad al exten­der­se los des­ór­de­nes en un entorno social muy duro y pro­ble­má­ti­co, como el de Çatalhö­yük. La hipó­te­sis del «ojo vigi­lan­te de dios» no es sino una ade­cua­ción al siglo XXI de la hipó­te­sis bur­gue­sa auto­ri­ta­ria del Levia­tán de Hob­bes de mitad del siglo XVII, que hun­de sus raí­ces en el irra­cio­na­lis­mo de la «mal­dad con­gé­ni­ta» y del «peca­do original».

Ha sido nece­sa­rio acer­car­nos solo unos bre­ves nue­ve mile­nios en la lar­ga antro­po­ge­nia, des­de Çatalhö­yük entre el mile­nio ‑VIII y ‑5950, año apro­xi­ma­do de su aban­dono tal vez por un súbi­to enfria­mien­to y por el ago­ta­mien­to de las tie­rras cer­ca­nas, has­ta el siglo I, para cali­brar mejor las rápi­das trans­for­ma­cio­nes acae­ci­das en las creen­cias y reli­gio­nes y, como vere­mos, en la for­ma exter­na de los sacri­fi­cios huma­nos y del cani­ba­lis­mo ritual prac­ti­ca­das por las reli­gio­nes mono­teís­tas. Ten­ga­mos en cuen­ta que fue duran­te esta épo­ca cuan­do se ini­cia el mer­ca­do de com­pra-ven­ta de pro­duc­tos, de mer­can­cías, pero den­tro de un inmen­so uni­ver­so eco­no­mía de true­que, aun­que Çatalhö­yük ya dis­fru­ta­ba de una divi­sión del tra­ba­jo con­si­de­ra­ble impor­tan­do la obsi­dia­na para sus ins­tru­men­tos de tra­ba­jo de unos sedi­men­tos vol­cá­ni­cos situa­dos a más de seten­ta millas de dis­tan­cia, 113 kiló­me­tros3.

Çatalhö­yük tenía bellos gra­ba­dos en las pare­des de sus casas en los que se hace refe­ren­cia a cul­tos a la dio­sa madre y al toro4. Es decir, tenía un cul­to agra­rio asen­ta­do duran­te varios miles de años, lo que exi­gía un cono­ci­mien­to siquie­ra empí­ri­co de las leyes bási­cas de la natu­ra­le­za, empi­ria cada vez más com­ple­ja que exi­gía una dedi­ca­ción de tiem­po cre­cien­te con lo que se refor­za­ba la ten­den­cia a la for­ma­ción de una cas­ta espe­cia­li­za­da pro­gre­si­va­men­te sepa­ra­da del res­to de la comu­ni­dad. Como vere­mos, este pro­ce­so fue uni­do al incre­men­to de la explo­ta­ción de la mujer5 y su con­ver­sión en pri­me­ra for­ma de pro­pie­dad pri­va­da obte­ni­da en muchos casos median­te la vio­len­cia y el rap­to6, a la for­ma­ción de cas­tas y cla­ses socia­les, al desa­rro­llo de buro­cra­cias esta­ta­les y político-religiosas.

Por esa mis­ma épo­ca, unos ‑6000, Jeri­có esta­ba pro­te­gi­da por una enor­me mura­lla lo que demues­tra la exis­ten­cia de una cier­ta eco­no­mía de mer­ca­do capaz de pro­du­cir un exce­den­te social que debe ser pro­te­gi­do de ata­ques exter­nos, lo que a su vez exi­ge un apa­ra­to de Esta­do que orga­ni­ce todo ello: «duran­te el VI mile­nio a.C. se afian­za­ron dos meca­nis­mos de regu­la­ción social tan dife­ren­tes como depen­dien­tes uno del otro: la pro­pie­dad pri­va­da y la gue­rra con fina­li­dad expo­lia­do­ra […] es muy pro­ba­ble que se ini­cia­se tam­bién la regu­la­ción del acce­so a la pro­pie­dad de las tie­rras de cul­ti­vo (que en su inmen­sa mayo­ría aca­ba­rían pasan­do a manos del cle­ro y de las pri­me­ras cla­ses altas)»7.

Antes de seguir debe­mos ima­gi­nar el gra­do de auto­ri­dad y orga­ni­za­ción cen­tra­li­za­da nece­sa­ria para acu­mu­lar los recur­sos que sos­ten­gan los ingen­tes gas­tos mili­ta­res defen­si­vos des­ti­na­dos a la cons­truc­ción de las mura­llas de Uruk con 9,5 km de lar­go, con más de 900 torres semi­cir­cu­la­res, etc., para defen­der una super­fi­cie de 5 km2, tarea her­cú­lea atri­bui­da a Gil­ga­mesh8. Se cal­cu­la que Uruk fue cons­trui­da alre­de­dor de ‑7000 años. La expan­sión de la agri­cul­tu­ra hacia Occi­den­te hace que apro­xi­ma­da­men­te en el ‑5500 sur­jan en lo que aho­ra es Ingla­te­rra las pri­me­ras pobla­cio­nes for­ti­fi­ca­das como la de Wind­mill Hill, en Wil­tshi­re, dota­da de tres ani­llos de mura­llas para defen­der una exten­sión de 10 hec­tá­reas9.

Mien­tras tan­to, a par­tir del ‑5000 en toda esta área se mul­ti­pli­ca el cul­to a los muer­tos, con muchos ente­rra­mien­tos miran­do al Oes­te. La des­com­po­si­ción del cuer­po se ace­le­ra­ba por el calor, tal vez esa fue­ra la razón por la que en Egip­to se avan­za­se mucho en el embal­sa­ma­mien­to: «pro­ba­ble­men­te en la dinas­tía I (c. 3200 a.C.) se rea­li­za­ron los pri­me­ros inten­tos de embal­sa­mar al muer­to con una sal, el natrón, y resi­nas varias, a fin de impe­dir arti­fi­cial­men­te la des­com­po­si­ción […] Lo cos­to­so de este com­pli­ca­do sis­te­ma de alcan­zar la inmor­ta­li­dad a tra­vés de toda una serie de ope­ra­cio­nes mecá­ni­cas y mági­cas hizo que que­da­ra reser­va­do a las cla­ses domi­nan­tes. El pue­blo, en efec­to, no pare­ce haber teni­do mucha rela­ción con este aspec­to del cul­to a los muer­tos»10.

Sin más datos dis­po­ni­bles por lo recien­te de las inves­ti­ga­cio­nes, en una necró­po­lis de Cádiz, que data de hace 6.200 años, o en el ‑4200, se han encon­tra­do cin­cuen­ta y nue­ve tum­bas, entre las que des­ta­ca una con dos hom­bre ase­si­na­dos con sen­dos gol­pes en la cabe­za, pero ente­rra­dos en dife­ren­tes momen­tos, tum­ba que con­tie­ne más rique­zas que el res­to: «allí ya esta­ban pre­sen­tes los pila­res de las socie­da­des actua­les: cla­ses socia­les, des­igual­dad, creen­cias reli­gio­sas, amor, vio­len­cia. La mayo­ría eran sepul­tu­ras indi­vi­dua­les, sin lujos, los nichos de la épo­ca. Unas pocas eran de mayor tama­ño y con­te­nían ricos ajua­res fune­ra­rios»11. ¿Ase­si­na­tos entre las cas­tas ricas? ¿Sacri­fi­cios para agra­dar a los dio­ses y diosas?

Mien­tras tan­to, en la más avan­za­da Sumer se inven­ta­ba la rue­da en ‑3500 y la escri­tu­ra con fines fun­da­men­tal­men­te de admi­nis­tra­ción eco­nó­mi­ca en ‑3300, aun­que pron­to se usó tam­bién para anun­ciar recom­pen­sas por la cap­tu­ra de escla­vos hui­dos. Se ace­le­ró así una espi­ral de cam­bios glo­ba­les en la que hay que intro­du­cir la evo­lu­ción reli­gio­sa con auto­no­mía rela­ti­va, aun­que como par­te supe­di­ta­da a esa tota­li­dad rota ya por con­tra­dic­cio­nes socia­les irresolubles:

Pare­ce que, antes de la apa­ri­ción de las pri­me­ras gran­des civi­li­za­cio­nes urba­nas, la estruc­tu­ra social de las aldeas agrí­co­las del neo­lí­ti­co era rela­ti­va­men­te sim­ple y uni­for­me. La cos­tum­bre y la tra­di­ción, inter­pre­ta­das por un con­se­jo de ancia­nos, gober­na­ban las rela­cio­nes entre los miem­bros de la comu­ni­dad. A lo más, ten­drían un vago con­cep­to de pro­pie­dad. Sin duda se reco­no­cía la pro­pie­dad pri­va­da de uten­si­lios, armas y ador­nos, pero pro­ba­ble­men­te la pro­pie­dad de tie­rras y gana­do era colec­ti­va. (Según la ter­mi­no­lo­gía eco­nó­mi­ca, la tie­rra, al no ser un bien esca­so, no repor­ta­ría retri­bu­ción o ren­ta.) Aun­que en cada aldea algún indi­vi­duo o indi­vi­duos goza­sen de una situa­ción espe­cial por su sabi­du­ría, fuer­za, valor u otras cua­li­da­des de lide­raz­go reco­no­ci­das por todos, no pare­ce que hubie­ra cla­ses pri­vi­le­gia­das u ocio­sas, la obli­ga­ción uni­ver­sal de tra­ba­jar la dic­ta­ban tan­to la tec­no­lo­gía como los recursos.

Las pri­me­ras ciu­da­des-tem­plo de Sumer, por el con­tra­rio, tenían una estruc­tu­ra social cla­ra­men­te jerár­qui­ca. Las masas de cam­pe­si­nos y tra­ba­ja­do­res sin cua­li­fi­car, que suma­ban pro­ba­ble­men­te el 90% de la pobla­ción, vivían como sier­vos, si no como escla­vos, care­cien­do de dere­cho alguno, ni siquie­ra el de pro­pie­dad. La tie­rra per­te­ne­cía al tem­plo (o a su dei­dad) y la admi­nis­tra­ban los repre­sen­tan­tes de esta, es decir, los sacer­do­tes. En una fecha algo pos­te­rior –pero no más tar­de del prin­ci­pio del ter­cer mile­nio– una cla­se gue­rre­ra cuyo man­do osten­ta­ban reyes o jefes impu­so su auto­ri­dad jun­to a la de los sacer­do­tes o por enci­ma de la de estos12.

La explo­ta­ción pene­tró en todos los ámbi­tos de la vida, empeo­rán­do­la drás­ti­ca­men­te com­pa­ra­da con las regu­la­cio­nes comu­na­les y colec­ti­vas de la vida nóma­da de los gru­pos caza­do­res-reco­lec­to­res y gana­de­ros y agri­cul­to­res iti­ne­ran­tes, que hemos expues­to sucin­ta­men­te en pági­nas ante­rio­res. El tér­mino «tra­ba­jo» en len­gua sume­ria, aca­dia, hebrea… se refie­re a las órde­nes que trans­mi­te el men­sa­je­ro del amo: «El men­sa­je­ro trans­mi­te la orden. El tra­ba­ja­dor la eje­cu­ta. Pero se encuen­tra siem­pre sub­ya­cen­te la figu­ra del amo, que deten­ta el poder […] En todos estos pue­blos el tra­ba­jo es impues­to, impli­ca una depen­den­cia res­pec­to de alguien»13. El tra­ba­jo explo­ta­do, impues­to por el amo y legi­ti­ma­do por las y los dio­ses, es el eje sobre el que gira la pos­te­rior expan­sión reli­gio­sa por­que, a par­tir apro­xi­ma­da­men­te del ‑3500, las expan­si­vas rela­cio­nes comer­cia­les, mili­ta­res y cul­tu­ra­les que se rami­fi­ca­ban des­de Sume­ria influen­cia­ban pro­fun­da­men­te en los pue­blos cada vez más inte­gra­dos en esas redes, lo que expli­ca que «muchas dei­da­des arias, grie­gas, roma­nas, cél­ti­cas y ger­má­ni­cas de épo­cas pos­te­rio­res, mos­tra­ban ves­ti­gios del encuen­tro de sus ante­pa­sa­dos con los sie­te gran­des dio­ses de la reli­gión sume­ria»14.

La cri­sis de alre­de­dor del ‑3400 de Uruk Anti­guo, con el des­plo­me comer­cial y polí­ti­co de esta impor­tan­te zona, fue agu­di­za­da muy pro­ba­ble­men­te con la con­fluen­cia de varias sub-cri­sis, entre las que des­ta­ca­ban la difi­cul­tad de con­tro­lar la gran exten­sión de las redes comer­cia­les, así como el ««recha­zo» por par­te de las cul­tu­ras indí­ge­nas»15 al poder de Uruk. Des­co­no­ce­mos el gra­do de vio­len­cia de esos con­flic­tos, pero pudie­ron ser fuer­tes si con­si­de­ra­mos otros datos que apor­ta el autor sobre ciu­da­des des­trui­das poco des­pués en la mis­ma región16. Sin duda, estas embrio­na­rias luchas nacio­na­les y de cla­se mar­ca­ron la evo­lu­ción de las reli­gio­nes por­que las de los pue­blos ven­ci­dos eran des­trui­das o par­cial­men­te inte­gra­das en las de los pue­blos ven­ce­do­res. Dado que la reli­gión era fun­da­men­tal­men­te un medio de domi­na­ción, los Esta­dos ven­ce­do­res solían inte­gran a veces par­te de las creen­cias de los pue­blos aplas­ta­dos para con­tro­lar­los mejor.

Exis­te una lis­ta muy escla­re­ce­do­ra de dio­ses loca­les, regio­na­les, ele­va­dos al títu­lo de dio­ses esta­ta­les e impe­ria­les por la con­ve­nien­cia de las cla­ses dominantes:

  1. Mar­duk, el dios de Babi­lo­nia al que Ham­mu­ra­bi ele­vó, en el siglo XVIII a.e.V., al ran­go de divi­ni­dad pro­tec­to­ra de todo el reino.

  2. Atón, el dis­co solar que bajo Ake­na­tón reem­pla­zó, en el siglo XIV a.e.V., a todos los dio­ses de Egip­to en el pri­mer mono­teís­mo de la historia.

  3. Jah­vé, cuyo cul­to impu­so Moi­sés a los judíos en el siglo XIII a.e.V. y que aún hoy sigue sien­do el dios de Israel.

  4. Zarathus­tra, que se con­vir­tió en dios de Per­sia bajo Ciro el Gran­de en 558 a.e.V. y siguió como tal has­ta la con­quis­ta ára­be de 651 e.V.

  5. Buda, cuya reli­gión fue adop­ta­da por el empe­ra­dor Asho­ka en 250 a.e.V, domi­nó en la India duran­te más de un mile­nio y, en la actua­li­dad, sigue ins­pi­ran­do a algu­nos de los Esta­dos con­fe­sio­na­les de Indo­chi­na (Tai­lan­dia) y del Hima­la­ya (Bhu­tán y, has­ta 1959, Tibet).

  6. Con­fu­cio, cuyas ense­ñan­zas cons­ti­tu­ye­ron la orto­do­xia ofi­cial de Chi­na des­de el rei­na­do del empe­ra­dor Wu de los Han en el año 136 a.e.V. has­ta la revo­lu­ción de 1911.

  7. Alá, cuya fe difun­dió Maho­ma en el mun­do ára­be a par­tir del 622, y que aún hoy domi­na muchos Esta­dos secu­la­res y algu­nos inte­gris­tas, des­de el nor­te de Áfri­ca (Arge­lia y Libia) has­ta Asia (Irán y Pakis­tán)17.

El que la lis­ta comien­ce con Mar­duk, al que vol­ve­re­mos en su momen­to, no hace sino refor­zar la teo­ría que demues­tra que la for­ma­ción de las lla­ma­das «reli­gio­nes nacio­na­les»18 o esta­ta­les se for­ma­ron sobre todo gra­cias a la espa­da diri­gi­da por el Esta­do más pode­ro­so. En el siglo ‑XVIII Ham­mu­ra­bi cohe­sio­nó su impe­rio impo­nien­do un dios domi­nan­te, Mar­duk; un Códi­go que regu­la­ba la vida social en todos los sen­ti­dos, pero sobre todo el eco­nó­mi­co-patriar­cal; y un ejér­ci­to cen­tra­li­za­do. Estos tres pila­res se sos­te­nían sobre la pro­pie­dad pri­va­da y la refor­za­ban median­te lo que aho­ra lla­ma­mos «ideo­lo­gía domi­nan­te» en la que el feti­chis­mo en cual­quie­ra de sus for­mas es cen­tral, era, ade­más de la vio­len­cia repre­si­va, una de las razo­nes que expli­ca­ban por qué «las gen­tes sen­ci­llas se con­si­de­ra­ban ante los dio­ses y las dio­sas omni­po­ten­tes como escla­vos, que tenían la obli­ga­ción de ali­men­tar con sus sacri­fi­cios a los dio­ses»19, a tan­tí­si­mos. La sumi­sión se mal­vi­vía en este contexto:

Cuan­do los seres huma­nos, hom­bres y muje­res, comen­za­ron a ser sepul­ta­dos vivos o sacri­fi­ca­dos sobre las tum­bas de sus amos (o de sus mari­dos, como es el caso de las viu­das; es intere­san­te obser­var que en el perío­do del «matriar­ca­do» no se cono­cen ejem­plos de mari­dos sacri­fi­ca­dos sobre las tum­bas de sus muje­res, ya que enton­ces toda­vía no exis­tía la pro­pie­dad pri­va­da con­yu­gal) ya había comen­za­do a dis­gre­gar­se la comu­ni­dad pri­mi­ti­va y empe­za­ban a for­mar­se las cla­se socia­les con la sepa­ra­ción de los hom­bres en posee­do­res y escla­vi­za­dos20.

El autor sigue argu­men­tan­do que los sacri­fi­cios huma­nos apa­re­cen en la his­to­ria duran­te el pro­ce­so de for­ma­ción de las cla­ses explo­ta­do­ras con el ini­cio de la pro­pie­dad pri­va­da y la derro­ta de la pro­pie­dad colec­ti­va. Es enton­ces cuan­do empie­za a sur­gir el dios-amo:

La mayor par­te de los nom­bres de divi­ni­da­des de ori­gen sume­rio están com­pues­tos con la pala­bra En o sea «amo», o con Nin, «ama», cuan­do se tra­ta de figu­ras feme­ni­nas. Entre los pue­blos de len­guas semí­ti­cas las lla­ma­das divi­ni­da­des sue­len lle­var el nom­bre de Bel (o Baal) que expre­sa el mis­mo con­cep­to de subor­di­na­ción entre amo y escla­vo. Una de las más anti­guas divi­ni­da­des de sume­rios, Tamuz, per­so­ni­fi­ca­ción de las fuer­zas vita­les de la vege­ta­ción, de los flu­jos de agua, y del sub­sue­lo, ha reci­bi­do tam­bién en Pales­ti­na el epí­te­to gené­ri­co de Adon, «el amo o señor», el mis­mo que en la Biblia sir­ve para desig­nar la divi­ni­dad y como tal ha lle­ga­do has­ta noso­tros a tra­vés del mun­do grie­go. El cul­to de la pare­ja divi­na Tamuz-Istar (Adon-Astar­té, dio­ses de los mis­te­rios), se difun­dió duran­te la épo­ca hele­nís­ti­ca y roma­na en toda la cuen­ca del Medi­te­rrá­neo, trans­for­mán­do­se en una de las reli­gio­nes de «sal­va­ción» que tan­ta influen­cia ejer­cie­ron sobre las masas más humil­des de los escla­vos, de los arte­sa­nos, de los mari­ne­ros, de los des­te­rra­dos y de los des­po­seí­dos, en com­pe­ten­cia con el cris­tia­nis­mo21.

La lec­ción que se extrae de este párra­fo es la siguien­te: «Del mis­mo modo que el sier­vo pre­su­po­ne el amo, así tam­bién el con­cep­to de alma pre­su­po­ne la opre­sión de cla­se»22. ¿Qué rela­ción exis­tía, enton­ces, entre las reli­gio­nes en for­ma­ción y sus ritos sacri­fi­cia­les con las pri­me­ras prác­ti­cas de lucha de cla­ses en el asen­ta­mien­to del correc­ta­men­te deno­mi­na­do modo de pro­duc­ción tri­bu­ta­rio? La res­pues­ta es impor­tan­te por­que para el ‑III mile­nio ya se asien­ta irre­me­dia­ble­men­te las tres gran­des for­mas par­ti­cu­la­res pero fun­da­men­ta­les de la lucha de cla­ses como motor de la his­to­ria y por tan­to de las creen­cias. Una es el avan­ce irre­ver­si­ble de la opre­sión de la mujer por el hom­bre que tie­ne su expre­sión en el Poe­ma de Gil­ga­mesh de apro­xi­ma­da­men­te ‑2650, que, entre otras cosas, es la pri­me­ra refe­ren­cia escri­ta al naci­mien­to de un dios median­te una madre vir­gen, que no pier­de el himen al que­dar pre­ña­da por un «rayo de sol»23. Recor­de­mos que el Poe­ma de Gil­ga­mesh narra, entre otras cosas, las pro­tes­tas socia­les por la vio­la­ción sis­te­má­ti­ca de muje­res por par­te de la cas­ta domi­nan­te. Des­de enton­ces son muchos los dio­ses pari­dos por madres vír­ge­nes, un tal Jesús es uno de ellos.

En efec­to, el Poe­ma de Gil­ga­mesh de −2500÷−2000, que narra la lucha entre un pue­blo explo­ta­do y los explo­ta­do­res que deci­den cas­ti­gar­los con el dilu­vio24 y crear una nue­va raza huma­na que tra­ba­je de sol a sol, se deje explo­tar y no se suble­ve nun­ca más. Tam­bién pal­pi­tan en lo que se inter­pre­ta como «dis­tur­bios socia­les»25 en la ciu­dad de Kish de alre­de­dor de ‑2900 y ‑2700, y des­de lue­go en ‑2352 cuan­do se dio en Lagash uno de los pri­me­ros gol­pes de Esta­do de orien­ta­ción revo­lu­cio­na­ria o cuan­do menos pro­gre­sis­ta. Urui­nim­gi­na impu­so «refor­mas socia­les» como la supre­sión de impues­tos, el per­dón de las deu­das, la prohi­bi­ción de extor­sio­nes, la expul­sión de usu­re­ros, ladro­nes y cri­mi­na­les, la defen­sa de viu­das y huér­fa­nos, entre otras más26.

Urui­nim­gi­na era otra for­ma de lla­mar al rey Uru­ka­gi­na del cual lee­mos que abo­lió pri­vi­le­gios y abu­sos fla­gran­tes por­que «sacer­do­tes e ins­pec­to­res apro­ve­cha­ban sus situa­cio­nes para expo­liar al pue­blo bajo y que se efec­tua­ban con­tro­les ver­gon­zo­sos sobre los bate­le­ros, los pes­ca­do­res, los cam­pe­si­nos y los pes­ca­do­res, obli­ga­dos a pagar sus impues­tos en dine­ro. A menu­do, los sacer­do­tes se apro­pia­ban de sus cose­chas y de sus bie­nes y per­ci­bían dere­chos exor­bi­tan­tes con oca­sión de los entie­rros y los divor­cios; se obser­va­ba cier­ta par­cia­li­dad acer­ca de los con­tra­tos leo­ni­nos impues­tos por los ricos y sobre las repre­sa­lias que estos lle­va­ban a cabo en caso de nega­ti­va. Si con­si­de­ra­mos que el rey refor­ma­dor no subió al trono has­ta alre­de­dor de ‑2400, cabe supo­ner que la suer­te de las cla­ses pobres tuvo que ser duran­te mucho tiem­po poco envi­dia­ble»27.

Apro­xi­ma­da­men­te por esa mis­ma épo­ca, en el impe­rio de Ur tam­bién se habían asen­ta­do las con­di­cio­nes de for­ma­ción de las cas­tas, paso pre­vio a la for­ma­ción de las cla­ses socia­les, ya que se usa­ban muchas pala­bras igua­les que desig­na­ban tareas y fun­cio­nes de los admi­nis­tra­do­res, altos car­gos mili­ta­res y civi­les, etc., es decir de los esta­men­tos de poder como «poli­cía», «ins­pec­tor», «comi­sa­rio», «correo» y otras; ade­más, los «los car­gos debían de ser a veces muy lucra­ti­vos; por lo tan­to, a pesar de que era fac­ti­ble com­prar­los, com­pro­ba­mos que tenían ten­den­cia a per­pe­tuar­se en el seno de cier­tas fami­lias»28. Con el tiem­po, empe­zó a exten­der­se el uso del dine­ro, aun­que solo como medio de pago y patrón de valo­res, lo que fue sufi­cien­te para que los prés­ta­mos del Esta­do y de los tem­plos a esas fami­lias enri­que­ci­das faci­li­ta­ran la apa­ri­ción de una «cla­se media que debía iden­ti­fi­car más tar­de sus intere­ses pro­pios a los del Esta­do»29.

Ade­más, las con­di­cio­nes de explo­ta­ción social tam­bién debían de ser muy duras ya que «en la indus­tria tex­til, los talle­res repar­ti­dos alre­de­dor de las ciu­da­des uti­li­za­ban prin­ci­pal­men­te la mano de obra ser­vil feme­ni­na. El núme­ro de teje­do­res era bas­tan­te con­si­de­ra­ble, pues había 6.400 en tres dis­tri­tos de los alre­de­do­res de Lagash. Los tra­ba­ja­do­res esta­ban some­ti­dos a la auto­ri­dad de jefes de equi­po res­pon­sa­bles ante unos inten­den­tes y la vigi­lan­cia era ejer­ci­da por poli­cías. Los demás arte­sa­nos, car­pin­te­ros, cur­ti­do­res, orfe­bres, fun­di­do­res, gra­ba­do­res y ces­te­ros, per­te­ne­cían a la cla­se de los eren, cuya liber­tad era muy limi­ta­da, a pesar de que no fue­ran todos ellos escla­vos»30.

Los eren «eran obje­to de una estre­cha vigi­lan­cia y, entre otras cosas, care­cían de la facul­tad de des­pla­zar­se a volun­tad». Entre ellos exis­tían tra­ba­ja­do­res libres y escla­vos que, según las cir­cuns­tan­cias, podían mejo­rar su situa­ción. Exis­tían dos escla­vis­mos: uno, era el autóc­tono en el que se caía por deu­das, con­de­nas, o por­que las fami­lias ven­dían a sus hijas e hijos para mejo­rar sus eco­no­mías, y era un escla­vis­mo que podía ate­nuar­se mucho e inclu­so libe­rar­se. La segun­da for­ma era la ver­da­de­ra escla­vi­tud, la que sufrían «los pri­sio­ne­ros de gue­rra, y las per­so­nas toma­das como botín duran­te las expe­di­cio­nes mili­ta­res, o sea los nam­ra, que care­cían de esta­tus jurí­di­co»31.

Fue des­de el ‑III mile­nio cuan­do en Sume­ria comen­za­ron las expe­di­cio­nes mili­ta­res a las zonas mon­ta­ño­sas para rap­tar muje­res y escla­vi­zar­las, mien­tras se exter­mi­na­ba a los hom­bres. En la Este­la de los Bui­tres de ‑2500 se deta­lla el exter­mi­nio de miles de pri­sio­ne­ros en la ciu­dad de Umma a manos del rey de Lagash «mien­tras que las muje­res jóve­nes eran redu­ci­das a la escla­vi­tud y sis­te­má­ti­ca­men­te vio­la­das (como acto de domi­nio por par­te del varón y nue­vo pro­pie­ta­rio) […] La escla­va, la con­cu­bi­na o la mujer casa­da, todas ellas pro­pie­dad de algún varón, valían lo que sus ser­vi­cios sexua­les, y podían ser cas­ti­ga­das o repu­dia­das si no los pres­ta­ban a satis­fac­ción a su amo»32.

El mito del dilu­vio uni­ver­sal ya esta­ba rela­cio­na­do con los dis­tur­bios socia­les en la ciu­dad de Kish de comien­zos del ‑III mile­nio, rees­cri­to en el Poe­ma de Gil­ga­mesh varios siglos más tar­de: el rela­to míti­co sos­tie­ne que los dio­ses cas­ti­gan al pue­blo rebel­de, los «cabe­zas negras», con un dilu­vio que los exter­mi­na a todos excep­to a Ziu­su­dra, que se sal­va cons­tru­yen­do un arca. «El mito de la des­truc­ción de los habi­tan­tes de la tie­rra por obra de una divi­ni­dad enco­le­ri­za­da a cau­sa de la mal­dad de los hom­bres, refle­ja difu­sa­men­te la afir­ma­ción del poder des­pó­ti­co de los jefes y seño­res abso­lu­tos fren­te a la resis­ten­cia que esas nue­vas for­mas de auto­ri­dad sus­ci­ta­ban nece­sa­ria­men­te entre los hom­bres en el momen­to de pasa­je de una épo­ca a otra de la socie­dad»33.

El autor cita­do, A. Doni­ni, recu­rre a Gunther Roe­der para, basán­do­se en la soli­dez de su clá­si­co estu­dio sobre las ins­crip­cio­nes de las pirá­mi­des egip­cias, mos­trar que: «Los tex­tos lite­ra­rios de las pirá­mi­des refle­jan la con­cien­cia de la ino­cen­cia de los difun­tos y su pre­ten­sión de ser con­si­de­ra­dos jus­tos y seme­jan­tes a los dio­ses; solo entre los escri­tos defi­cien­tes de los humil­des, docu­men­tos de la gen­te pobre, encon­tra­mos un sen­ti­do de peca­do y de remor­di­mien­to, de la con­fe­sión y del per­dón, jun­to con la con­fian­za de que el gri­to de los opri­mi­dos será escu­cha­do por la divi­ni­dad»34. Las dife­ren­cias de cla­se que­dan paten­ti­za­das en estas inscripciones.

Fue pre­ci­sa­men­te en el prin­ci­pio del ‑III mile­nio cuan­do, según un colec­ti­vo de inves­ti­ga­do­res de la Uni­ver­si­dad de Oxford, sur­gió el pri­mer «dios moral»: «Las pri­me­ras ideas de un dios moral sur­gen en el anti­guo Egip­to, con la figu­ra de Maat, la hija del dios Ra. Eso fue en torno al 2800 antes de la era actual, pos­te­rior en varios siglos a que las pri­me­ras ciu­da­des del valle del Nilo se uni­fi­ca­ran. Le sigue en la lis­ta tem­po­ral, Sha­mash, el dios sol que todo lo ve, del impe­rio aca­dio, medio mile­nio pos­te­rior a que emer­gie­ran las civi­li­za­cio­nes meso­po­tá­mi­cas»35. Para nues­tro fin, por un lado, no tie­ne ape­nas impor­tan­cia que las reli­gio­nes maya, azte­ca e inca sean cali­fi­ca­das de for­ma dife­ren­te a las de Egip­to, Meso­po­ta­mia, Ana­to­lia y Chi­na, por­que noso­tros no nos limi­ta­mos a la des­crip­ción de las dife­ren­cias mora­les entre las reli­gio­nes con­cre­tas, o sea, a la super­fi­cie del pro­ble­ma, sino que pre­ten­de­mos escla­re­cer la raíz común de este opio que no es otra que la apa­ri­ción y evo­lu­ción his­tó­ri­ca del feti­chis­mo y de sus expre­sio­nes particulares.

Sin entrar en pre­ci­sio­nes sobre si real­men­te fue el «pri­mer dios moral», sí nos pare­ce mucho más impor­tan­te con­tex­tua­li­zar social­men­te la crea­ción. Hemos vis­to ante­rior­men­te que ya para fina­les del ‑IV mile­nio exis­tía una agu­da sepa­ra­ción entre la cla­se pro­pie­ta­ria y la cla­se tra­ba­ja­do­ra. En este mar­co, alre­de­dor del ‑3000 la capi­tal se tras­la­dó a Men­fis cuyo dios local, Ptah, fue con­ver­ti­do en dios esta­tal; otros cam­bios polí­ti­cos hicie­ron que alre­de­dor de ‑2700 Ra fue­ra decla­ra­do dios supre­mo36. Que Maat fue­ra, según la uni­ver­si­dad cali­for­nia­na, el pri­mer «dios moral» des­de ‑2800 solo indi­ca cómo los suce­si­vos pode­res ela­bo­ra­ron entre ‑3000 y ‑2700, una dei­dad «moral» ade­cua­da a sus intere­ses de cla­se en res­pues­ta a la impa­ra­ble acu­mu­la­ción de con­tra­dic­cio­nes múltiples.

En efec­to, la situa­ción se fue dete­rio­ran­do y para ‑2686 el poder egip­cio sufría una fuer­te cri­sis de legi­ti­mi­dad, lo que exi­gía al faraón que con­tro­la­se las situa­cio­nes de «ten­sión o cri­sis de leal­ta­des»37. Se sabe que en algún momen­to de las dinas­tías III-VI, c. ‑2664 a ‑2181 se pro­du­jo «qui­zá por pri­me­ra vez en la his­to­ria» algo pare­ci­do a una gue­rra civil entre fuer­zas reac­cio­na­rias y fuer­zas pro­gre­sis­tas: «se des­tru­ye­ron los archi­vos en una olea­da de sub­ver­sión social, que se mani­fies­ta en el asal­to de los de aba­jo a los pues­tos supe­rio­res»38, con­flic­ti­vi­dad social que está demos­tra­do que reapa­re­ció en las dinas­tías VII-VIII entre ‑2172 y ‑2160 con la abo­li­ción de la monar­quía, asal­tos y saqueos popu­la­res a las casas y pro­pie­da­des de los ricos, con eje­cu­cio­nes, etc.39

El «dios moral» crea­do sin­cré­ti­ca­men­te por la cla­se faraó­ni­ca duran­te un perío­do de al menos 400 años, de fina­les del IV mile­nio al ‑2800, y des­pués refor­za­do o cam­bia­do según las nece­si­da­des del poder, este «dios moral», nos per­mi­te pen­sar cómo podría ser el con­te­ni­do radi­cal de estas luchas, que rebro­ta­ban de una u otra for­ma en perío­dos de cri­sis; des­de lue­go se tra­ta­ba de la mora­li­dad divi­ni­za­da de la cla­se explo­ta­do­ra por­que la estruc­tu­ra mate­rial del poder faraó­ni­co depen­día en bue­na medi­da de la alie­na­ción reli­gio­sa del pue­blo tra­ba­ja­dor. Lea­mos esto:

En nin­gún otro aspec­to se mani­fes­tó con tan­ta cla­ri­dad el papel explo­ta­dor y de cla­se de la reli­gión egip­cia como en la divi­ni­za­ción del faraón, supre­mo repre­sen­tan­te del poder esta­tal. Ya des­de los tiem­pos de los monar­cas que uni­fi­ca­ron el país –que se lla­ma­ban a sí mis­mos vene­ra­do­res de Horus– los reyes se colo­ca­ban bajo la supues­ta pro­tec­ción de dicha divi­ni­dad, e inclu­si­ve toma­ban su nom­bre. […] Él era quien cum­plía per­so­nal­men­te los ritos de mayor sig­ni­fi­ca­ción: era el fun­da­dor de los tem­plos y el úni­co –por lo menos teó­ri­ca­men­te– auto­ri­za­do para pene­trar en el san­tua­rio de dios y ofre­cer­le sacri­fi­cios. […] en pre­sen­cia del faraón todos se arro­ja­ban a sus pies y besa­ban el sue­lo; esta­ba prohi­bi­do pro­nun­ciar su nom­bre; él era el úni­co que podía emplear los atri­bu­tos reli­gio­sos. Todo ello refle­jo de la creen­cia del ori­gen divino del poder real, era al mis­mo tiem­po un fac­tor que ser­vía para for­ta­le­cer y acen­tuar esa fe; en manos de las cla­ses domi­nan­tes fue un pode­ro­so ins­tru­men­to para sofo­car la pro­tes­ta de las masas popu­la­res sojuz­ga­das40.

Debió ser mucha la efi­ca­cia de ese pode­ro­so ins­tru­men­to de alie­na­ción reli­gio­sa, refor­za­do por el mono­po­lio de la cul­tu­ra y de la escri­tu­ra en manos de la cas­ta sacer­do­tal que era la que dic­ta­ba la his­to­ria: la inmen­sa mayo­ría de gra­ba­dos tenían como obje­ti­vo ensal­zar al faraón y a la cla­se domi­nan­te, y los papi­ros refle­ja­ban los intere­ses y preo­cu­pa­cio­nes del poder. Todo esto expli­ca­ría que, en gene­ral y tenien­do en cuen­ta los pocos datos sobre pro­tes­tas, resis­ten­cias y luchas cam­pe­si­nas en la pro­lon­ga­da his­to­ria del Egip­to faraó­ni­co, el fellah, el cam­pe­si­na­do, pare­cie­ra «dócil y aco­mo­da­ti­cio»41, lo que no impe­día que se que­ja­se fre­cuen­te­men­te a las auto­ri­da­des sobre los abu­sos que sufría a manos de capa­ta­ces, encar­ga­dos, jefes, etc., que­jas aten­di­das en bas­tan­tes casos.

Esto era debi­do a que tam­bién en Egip­to, como en el res­to de socie­da­des y Esta­dos tri­bu­ta­rios, una de las fun­cio­nes deci­si­vas del faraón ado­ra­do como un dios pro­tec­tor, era la de admi­nis­trar «el orden y la jus­ti­cia»42 divi­na den­tro de lo posi­ble en un sis­te­ma ines­ta­ble en el que, poco a poco, las cas­tas ten­dían a con­ver­tir­se en cla­ses socia­les anta­gó­ni­cas. Pero con el avan­ce de la pro­pie­dad pri­va­da y con ella de la esci­sión de cla­ses «los cam­pe­si­nos egip­cios de la épo­ca pto­lo­mei­ca nos han trans­mi­ti­do gran can­ti­dad de que­jas, pro­ce­den­tes de las capas socia­les más humil­des y diri­gi­das a los pode­ro­sos, ten­den­tes al logro de unas con­di­cio­nes de tra­ba­jo más sopor­ta­bles»43.

Pero cuan­do las pro­tes­tas se radi­ca­li­za­ban, apa­re­cían las vio­len­cias repre­si­vas. Las tor­tu­ras se endu­re­cían y se mul­ti­pli­ca­ban en sus con­te­ni­dos y for­mas según lo exi­gían las nece­si­da­des de las cla­ses explo­ta­do­ras. Una de las pri­me­ras prác­ti­cas sis­te­má­ti­cas en este sen­ti­do deci­si­vo es la del Anti­guo Egip­to. P. Reader nos expli­ca cin­co carac­te­rís­ti­cas de la tor­tu­ra apli­ca­da por el faraón Keops (-2589 a ‑2566): una, gene­rar mie­do en las y los escla­vos; dos, evi­tar que murie­ran en la tor­tu­ra; tres, tor­tu­rar­los para extraer cono­ci­mien­tos pro­to cien­tí­fi­cos; cua­tro, exten­der los cas­ti­gos a los demás escla­vos aun­que fue­ran ino­cen­tes para que se vigi­la­sen entre ellos; y cin­co, las tor­tu­ras dosi­fi­ca­das para man­te­ner vivos a los escla­vos se con­ver­tían en exter­mi­nio masi­vo cuan­do estos se suble­va­ban: enton­ces no había pie­dad ni per­dón. Tras aplas­tar una rebe­lión el gene­ral Mel-Ra tor­tu­ró has­ta la muer­te a diez de sus diri­gen­tes con una cruel­dad inhu­ma­na pero muy medi­ta­da por­que se obli­gó a otros escla­vos a par­ti­ci­par en los tor­men­tos has­ta que los diri­gen­tes morían. El más cono­ci­do, Zagah, duró vein­ti­dós días44.

  1. Miguel Ángel Cria­do: La vida en las pri­me­ras ciu­da­des: vio­len­cia, enfer­me­da­des y des­nu­tri­ción, 18 de junio de 2019 (https://​elpais​.com/​e​l​p​a​i​s​/​2​0​1​9​/​0​6​/​1​7​/​c​i​e​n​c​i​a​/​1​5​6​0​7​6​0​4​5​9​_​8​7​2​3​7​3​.​h​tml).
  2. Daniel Media­vi­lla: El «ojo vigi­lan­te» de dios faci­li­tó la apa­ri­ción se socie­da­des com­ple­jas, 18 de febre­ro de 2016 (https://​elpais​.com/​e​l​p​a​i​s​/​2​0​1​6​/​0​2​/​1​0​/​c​i​e​n​c​i​a​/​1​4​5​5​1​0​9​4​4​2​_​0​2​1​3​4​8​.​h​tml).
  3. Ron­do Came­ron: His­to­ria eco­nó­mi­ca mun­dial, Alian­za Uni­ver­sal, Madrid 1995, p. 50.
  4. AA.VV.: His­to­ria Uni­ver­sal, Sal­vat-El País, Madrid 2004, p. 276.
  5. SINC: ¿En qué momen­to se ini­ció el domi­nio mas­cu­lino sobre la mujer?, 19 de junio de 2019 (https://​www​.publi​co​.es/​s​o​c​i​e​d​a​d​/​m​o​m​e​n​t​o​-​i​n​i​c​i​o​-​d​o​m​i​n​i​o​-​m​a​s​c​u​l​i​n​o​-​m​u​j​e​r​.​h​tml).
  6. Jac­ques Atta­li: His­to­ria de la pro­pie­dad, Pla­ne­ta, Bar­ce­lo­na 1989, p. 46.
  7. Pepe Rodrí­guez: Dios nació mujer, op. cit., pp. 293 – 294.
  8. Paul Gare­lli: El Pró­xi­mo Orien­te asiá­ti­co, Nue­va Clío, Bar­ce­lo­na 1982, p. 31.
  9. Neil Faulk­ner: De los nean­der­ta­les a los neo­li­be­ra­les, Pasado&Presente, Bar­ce­lo­na 2014, p. 29.
  10. E. O. James: His­to­ria de las reli­gio­nes, Alta­ya, Bar­ce­lo­na 1997, p. 42.
  11. Nuño Domín­guez: «Ase­si­na­to pre­his­tó­rio­co bajo el cam­po de hoc­key», 30 de sep­tiem­bre de 2019 (https://​elpais​.com/​e​l​p​a​i​s​/​2​0​1​9​/​0​9​/​2​7​/​c​i​e​n​c​i​a​/​1​5​6​9​6​0​7​1​5​4​_​8​2​8​9​4​4​.​h​tml).
  12. Ron­do Came­ron: His­to­ria eco­nó­mi­ca mun­dial, op. cit., pp. 53 – 54.
  13. P. Gare­lli, S. Sau­ne­ron: El tra­ba­jo bajo los pri­me­ros Esta­dos, Gri­jal­bo, Bar­ce­lo­na 1974. p. 12.
  14. J. R. McNeill y William H. McNeill: Las redes huma­nas, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2004, p. 52.
  15. Mario Live­ra­ni: El Anti­guo Orien­te, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1995, p. 135.
  16. Mario Live­ra­ni: Idem., p. 179.
  17. Pier­gior­gio Odi­fred­di: Por qué no pode­mos ser cris­tia­nos y menos aún cató­li­cos, RBA, Bar­ce­lo­na 2008, p. 188.
  18. AA.VV.: El ateís­mo cien­tí­fi­co, Júcar, Madrid 1983, pp. 52 y ss.
  19. V. Cher­ti­jin: Las fuen­tes de la reli­gión des­de una crí­ti­ca mar­xis­ta, op. cit., p. 75.
  20. Ambro­gio Doni­ni: His­to­ria de las reli­gio­nes, op. cit., pp. 31 – 32.
  21. Ambro­gio Doni­ni: Idem., pp. 115 – 116.
  22. Ambro­gio Doni­ni: Idem., p. 67.
  23. Pepe Rodrí­guez: Men­ti­ras fun­da­men­ta­les de la Igle­sia cató­li­ca, Edi­cio­nes B, Bar­ce­lo­na 1997, pp. 120 – 121.
  24. Abel Rebo­llo: «Una his­to­ria de rebe­lión y dilu­vio», Días rebel­des, Octae­dro, Bar­ce­lo­na 2009, pp. 10 – 12.
  25. Fede­ri­co Lara Pei­na­do: La Civi­li­za­ción Sume­ria, His­to­ria 16, Madrid 1999, pp. 40 – 41.
  26. Fede­ri­co Lara Pei­na­do: Idem., pp. 51 – 52.
  27. Paul Gare­lli: El Pró­xi­mo Orien­te asiá­ti­co, Nue­va Clío, Bar­ce­lo­na 1982, p. 37. 
  28. Paul Gare­lli: Idem., pp. 63 – 64.
  29. Paul Gare­lli: Idem., p. 66. 
  30. Paul Gare­lli: Idem., p. 65.
  31. Paul Gare­lli: Idem., p. 67.
  32. Pepe Rodrí­guez: Dios nació mujer, op. cit., p. 327.
  33. Ambro­gio Doni­ni: His­to­ria de las reli­gio­nes, op. cit., p. 91.
  34. Ambro­gio Doni­ni: His­to­ria de las reli­gio­nes, op. cit., p. 92.
  35. Miguel Ángel Cria­do: Cómo los hom­bres lle­ga­ron a dios, 20 de mar­zo de 2019 (https://​elpais​.com/​e​l​p​a​i​s​/​2​0​1​9​/​0​3​/​2​0​/​c​i​e​n​c​i​a​/​1​5​5​3​0​7​2​4​1​1​_​3​3​3​5​6​0​.​h​tml).
  36. S. A. Toka­rev: His­to­ria de las reli­gio­nes, op. cit., p. 285.
  37. Barry J, Kemp: «El Anti­guo, el Impe­rio Medio y el Segun­do Perío­do Inter­me­dio (c. 2686 – 1552 a.C.)», His­to­ria del Egip­to Anti­guo, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1997, p. 113.
  38. F. J. Pre­se­do: «El impe­rio anti­guo», Gran His­to­ria Uni­ver­sal, Madrid 1986, tomo 3, pp. 166 – 168.
  39. B. G. Trig­ger: «Los comien­zos de la civi­li­za­ción egip­cia», His­to­ria del Egip­to Anti­guo, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1997, pp. 170 – 172.
  40. S. A. Toka­rev: His­to­ria de las reli­gio­nes, op. cit., pp. 288 – 289.
  41. A. Aymard y J. Aubo­yer: «Orien­te y Gre­cia Anti­gua», HGC, Des­ti­no­li­bro, Bar­ce­lo­na 1981, nº 59, tomo I, pp. 123 – 126.
  42. A. Aymard y J. Aubo­yer: Idem., pp. 89 – 92.
  43. Pie­rre Vidal Naquet: «¿Cons­ti­tuían los escla­vos grie­gos una cla­se social?», en AA.VV.: Cla­ses y lucha de cla­ses en la Gre­cia Anti­gua, Akal, Madrid 1979, p. 25.
  44. Paul Reader: Cár­ce­les, ver­du­gos, tor­tu­ras, Seu­ba Edi­cio­nes, Bar­ce­lo­na 1997, pp. 22 – 26.
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