Patxi Ruiz‑i eskainia1
Una de las grandes incoherencias de la izquierda mecanicista y sobre todo del reformismo es subvalorar o despreciar los nudos irracionales que atan al pueblo trabajador a la burguesía, nudos que, en contra de toda evidencia, refuerzan su dependencia política. El proletariado es encadenado mentalmente a la burguesía con el fetichismo de la mercancía, que se presenta de muchas formas para aumentar su efectividad sobre todo en la ensoñación reformista, en la fantasía parlamentarista y el posibilismo electoral, expresiones todas ellas del fetiche de la democracia burguesa.
Por esto, en la medida en que el virus del reformismo va pudriendo internamente un movimiento revolucionario, en esa medida se descompone, su ratio se transubstancia en irratio, en creencia irracional en milagros y fantasías imposibles dentro de la dictadura del capital. ¿Cómo revertir en la medida de lo posible esta involución? Proponemos a debate esta veintena de puntos.
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La primera cuestión a resolver es la del método de estudio de las contradicciones: materialista o idealista, dialéctico o metafísico. No es una «paja intelectual» sino una exigencia ineludible de la praxis. El materialismo sostiene que los procesos, también los espirituales, nacen, existen y mueren por causas inmanentes, internas a la concatenación universal que las enlaza como totalidad. El Covid-19 y el capital, con sus diferencias, surgen sin embargo de las contradicciones internas socionaturales, no son creadas por dioses malvados y vengativos, que trascienden a la humanidad. La inmanencia de la materia explica por qué esta es objetiva, cognoscible y transformable solo desde su interior, nunca desde espíritus. La dialéctica sostiene que todo cambia, nada permanece, todo está interrelacionado, la lucha de contrarios es la vida y la muerte de los procesos, y la desencadenante de la aparición de lo nuevo. Pero la dialéctica no es un manual con fórmulas, sino que solo se descubre en la inmanencia de los procesos. Materialismo y dialéctica tienen una unidad interna que explica que todo lo que existe debe perecer. El reformismo es por ello mismo incompatible con esta unidad dialéctico-materialista.
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La crisis de «capivirus» de inicios de 2020 ha integrado en sus formas y en su novedad histórico-genética los fundamentos de la crisis del capital en su identidad de contrarios genético-estructural. Recordemos que, según la dialéctica, lo causal es menos importante que lo fundamental. Pero lo causal, por serlo y por responder a lo posible, también expresa el antagonismo interno a lo fundamental. El Covid-19 es la causa de la crisis del «capivirus», pero podían haber sido otros virus, o un avatar inesperado como una cadena de erupciones volcánicas o el choque devastador de un asteroide o… Pero era más posible que fuera el Covid-19 o alguna otra epidemia grave porque los fundamentos del capitalismo habían creado las condiciones objetivas para que se materializara la posibilidad del Covid-19, posibilidad que, en silencio, se transformó en probabilidad, como se venía advirtiendo desde colectivos que aplicaban la razón a la dialéctica de la naturaleza.
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Es así que, en el tránsito de lo posible a lo real, pasando por lo probable, tenemos la actual crisis. Así comprendemos mejor la concatenación de contradicciones del sistema socionatural bajo la presión del capitalismo senil, del coronavirus y de la incapacidad de la burguesía occidental: acumulación cuantitativa de procesos diferentes, opuestos y contrarios que, de repente, estalla en la aparición de algo nuevo: «capivirus». Todas las crisis sistémicas del capital son idénticas en su universalidad, diferentes en sus particularidades y únicas en sus singularidades. Pero de la misma forma en que la crisis de 1873 creó las condiciones para la lucha a muerte entre el imperialismo y el antiimperialismo; la de 1929 creó la de la lucha a muerte entre el fascismo y el socialismo; la de finales de 2019, espoleada por las de 1968 – 1973 y la de 2007, ha confirmado el antagonismo entre el capital y la vida, elevándolo a un nivel más destructivo porque la «venganza de la naturaleza» es ya incuestionable. La pandemia político-económica del capital desde el siglo XVII, como Moloch irracional, con su tenaz lucha de clases interna, ha llegado en el presente a este nivel histórico-genético.
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Desproporción creciente entre las fuerzas productivas y la reducida capacidad del consumo. Incapacidad del capital para iniciar una larga y significativa fase tendencial de aumento de la tasa media de ganancia, a pesar de toda la propaganda sobre la actual «revolución industrial» que, según auguran, se introducirá para superar la catástrofe del coronavirus, como teletrabajo, inteligencia artificial, nano y biotecnología, robótica, etc., aplicados a todas las ramas económicas. Lo que agudizará la contradicción entre superproducción y subconsumo en un mundo más empobrecido cada día. Además, se incrementan los sobrecostos causados por los desastres socioecológicos, el calentamiento climático, el agotamiento de los recursos, el despilfarro irracional, y la ruptura del metabolismo social, la brecha metabólica que facilita el incremento de enfermedades, epidemias, pandemias…
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Por un lado, concentración y centralización de la propiedad del capital en una parte ínfima de la población; por el otro lado, proletarización generalizada. Reducción de la fuerza de trabajo cualificada frente al incremento incontenible de la precarizada, descualificada, autoexplotada, analfabeta funcional. Feminización de la fuerza de trabajo, esclavismo contemporáneo, subempleo, pluriempleo intermitente, desempleo estructural, depauperación relativa y absoluta, deterioro psicosomático por la sobreexplotación y tendencia fuerte al alza de reacciones irracionales.
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Sobreabundancia de capital que no se invierte tanto en la producción de bienes de producción, como sí lo hace sobre todo en servicios, mercados financiero-especulativos y de alto riesgo, producción de bienes de destrucción, consumo suntuario, economía sumergida e ilegal… Imparable aumento estratosférico de la deuda global mundial y del capital ficticio sin soporte de valor material. Empleo de la deuda como medio de encadenamiento, explotación y opresión.
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Militarización y politización de la tecnociencia como parte del capital constante fijo; mercantilización de la Universidad convertida en industria subsidiaria de la tecnociencia, de las grandes corporaciones y de los Estados que la controlan férreamente por medio de subvenciones, convenios y contratos públicos o secretos cuando están relacionados con la industria militar y represiva. Tendencia al alza de la conversión de las universidades en empresas imperialistas que penetran en países empobrecidos, compran tierras e intensifican la colonización y guerra culturales. Incremento del fraude, copia y robo científico debido a las exigencias de la competitividad mercantil en la tecnociencia; exclusión de la ciencia-crítica porque no es rentable, explotación de las y los trabajadores en la tecnociencia.
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Ataque a los derechos y libertades concretas de la humanidad explotada, militarización intensiva con el apoyo de ejércitos terroristas privados con sus propias cárceles y leyes fácticas, reforzamiento de las burocracias invisibles –«Estado profundo», «poder en la sombra», «cloacas»– inaccesibles al cada vez más débil y corrupto control parlamentario y pudrimiento de este por las redes lobistas y las puertas giratorias. Mejora de la centralización estatal del terror duro y del buen terror, del neofascismo y de los irracionalismos que se diversificarán para intentar controlarlo todo.
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Amplia impunidad de las grandes corporaciones y conglomerados para imponer sus planes a los Estados débiles y para burlar los acuerdos, convenios e instituciones internacionales en su carrera hacia la total mercantilización de la vida, apoyados por sus Estados-cuna, con el objeto de adecuar la lex mercatoria al capitalismo. Incumplimiento descarado y cínico de acuerdos internacionales firmados por el imperialismo, para hacer frente al ascenso de subimperialismos y de potencias regionales, y sobre todo para derrotar la tendencia al alza de la lucha de clases en los antagonismos que enfrentan al capital y a la naturaleza, a la reproducción de la vida.
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Agravamiento de la contradicción expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de capital que, en las condiciones actuales, se plasma en la tendencia a reforzar el proteccionismo de los Estados para navegar en el maremoto del «copivirus», defendiéndose de la competencia desatada, de la ley de la perecuación a escala mundial, de la mundialización de las cadenas de valor, etc. En este contexto, la definición simple de capital explica las alianzas regionales entre burguesías fuertes y débiles para crear Estados más amplios que les protejan frente a otras alianzas regionales más poderosas. El proteccionismo al alza integra así los intereses de la potencia dominante en primer lugar, en segundo lugar los de las burguesías estatales más débiles y en tercer lugar los de las burguesías que han renunciado a su Estado independiente aliándose con el Estado que oprime a su pueblo, reprimiendo su derecho a la independencia.
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Negativa feroz del imperialismo a las propuestas de reformar los organismos internacionales que plantean otros Estados y pueblos, y que afectan al FMI, BM, OMC, ONU, etc.; intentos de control absoluto de la OPEP; presiones de toda índole para controlar o hundir la OMS, la Oficina de Derechos Humanos, UNICEF, FAO, UNESCO y todas aquellas instituciones u organismos que puedan obstaculizar de algún modo los objetivos y la estrategia imperialista, pretendiendo extender a todo el mundo la especial crueldad yanqui contra Nuestramérica para aplastar el proyecto de la Patria Grande, su vertebración endógena y de hermandad internacional. En este punto debemos incluir el éxito del imperialismo en derrotar los llamados «procesos de negoción» entre los movimientos revolucionarios y los Estados opresores.
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Conflictos estos en aumento que expresan parte de las crecientes tensiones en la compleja pugna por una nueva jerarquía mundial en medio de bloqueos y embargos económicos, injerencias múltiples, provocación de conflictos y guerras regionales por el imperialismo. Empleo creciente de la sed, hambre, enfermedad, incultura, miedo, racismo e irracionalismos como armas biológicas de exterminio de fuerza de trabajo explotable y «sobrante». Alarmante reducción del umbral temporal de prevención y solución de súbitas crisis prebélicas por accidentes azarosos, por espionaje, por colisión fortuita o provocada de intereses en zonas geoestratégicas y por el expansionismo militar dirigido por Trump que pueden acabar en hecatombe si no se desactivan rápidamente.
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El Covid-19 lo ha exacerbado todo, en especial el choque entre la razón y la sinrazón. Desde la agroindustria hasta la credibilidad de los Estados; desde las mafias sanitarias hasta la incompetencia burguesa; desde el recorte de libertades y la prepotencia represiva hasta el egoísmo de la burocracia cristiana; desde las triquiñuelas de grandes empresas y bancos enriqueciéndose acosta de las masas obreras en la cuarentena y de las inmensas ayudas estatales, hasta la fulgurante reorganización de narcos, proxenetas, ladrones, timadores; desde la masiva mentira planificada de la extrema derecha y el neofascismo, con miles de cuentas en la red para manipular, engañar y amedrentar, hasta el envalentonamiento de las zonas residenciales que se han lanzado a aplaudir en la calle a Franco y a Hitler; desde las voces a favor de la eugenesia hasta la quema de trigales en Siria por los yanquis para que el pueblo hambriento abandone sus tierras…
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El reforzamiento del imperialismo franco-español, que corresponde a la fase actual de la contradicción de la definición simple de capital antes vista, indica que no estamos ante una medida pasajera, coyuntural. Es una necesidad básica para recuperar el poder económico-político cara a la represión interna de las luchas que surgirán en protesta a las salvajes medidas de ajuste salarial directo, diferido en forma de jubilaciones y pensiones, e indirecto, el de los débiles servicios públicos, sociales y asistenciales. Sin ellas el capital francés, y el español sobre todo, no podrá pagar su deuda, apenas recibirá más préstamos, no podrá modernizar un poco la industria para aumentar la productividad del trabajo y con ella la competitividad, no tendrá apenas recursos para la intensa militarización que viene, no podrá apoyar masivamente a las grandes empresas del subimperialismo hispano, tal vez tenga muy ligeros problemillas con las burguesías vasca y catalana y en menos medida con las otras autonomías, etc. Es decir: es una necesidad imperiosa.
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La dominación franco-española va unida al rebrote de diversos irracionalismos. Citamos algunos: el fetichismo de la «gran nación» francesa o española en sectores de la población vasca del norte y del sur, con sus variantes políticas específicas que, en su unidad, reprime la mínima posibilidad de satisfacer las «necesidades radicales» tal cual se presentan en Euskal Herria; el fetichismo de la nación vasca abstracta e interclasista reducida mayoritariamente a «Euzkadi», en vez de la nación trabajadora concreta, nucleada por el proletariado que vertebra a toda Euskal Herria. El fetichismo de la cultura vasca mercantilizada y «neutral», masivamente en francés y español, con dependencia estructural de la industria cultural yanqui, que ha cooptado política, egoísta o asalariadamente a casi toda la casta académica y cultural. El fetichismo de la «paz», la «democracia» y la «normalidad social» en un orden mundial amansado por la «gobernanza» europea e internacional… Hay otras expresiones fetichistas más irracionales: el machismo, el racismo y fascismo, la religión y sobre todo el mito de la «mano invisible del mercado».
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Esta «reserva de irracionalidad» se moviliza respondiendo a dos impulsos: uno consciente, el de la burguesía y sus aparatos de alienación, el otro, la autonomía relativa del propio submundo irracional que opera por sí mismo bajo la presión de las condiciones subjetivas y objetivas. La burguesía sabe cómo azuzar y dirigir hacia objetivos concretos esa relativa autonomía de lo irracional, por ejemplo, la bazofia reaccionaria planificada desde los años 90 siguiendo el Plan ZEN de 1983, con programas televisivos, películas, «informativos», etc., más el papel de la Iglesia, la intervención de la «sociedad civil», de la «democracia sindical», del lazo azul, etc., todo ello bien reforzado por las represiones múltiples y por la desestructuración del proletariado a consecuencia del neoliberalismo. Ahora, aunque la pandemia baje en letalidad e incluso sea vencida, su impacto emocional profundo unido al empeoramiento de las condiciones sociopolíticas y democráticas, ofrece al capital nuevos espacios de manipulación, sobre todo los que se refieren al reforzamiento del centralismo estatal, al nacionalismo más fascista, al miedo a la libertad y a la necesidad del Amo protector, etc.
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La izquierda abertzale debe comenzar la lucha contra la sinrazón. Las lecciones acumuladas por la praxis revolucionaria desde, al menos, la mitad del siglo XIX en lo que concierne a la lucha contra el irracionalismo genérico capitalista, indican sobre todo cinco vías de una misma estrategia. Una, la verdad derrota a la sinrazón siempre que surja de y vuelva a la praxis, enriquecida por la lucha. Dos, la movilización de masas, la fuerza popular y obrera en la calle, es la única garantía además del requisito previo a cualquier presentación de una alternativa general: un avance práctico vale más que cien programas. Tres, el objetivo de Estado Socialista Vasco ha de vertebrar la muy enriquecedora diversidad de luchas contra todas las opresiones: nunca ha de intentar suplantarlas. Cuatro, la «revolución de la cotidianeidad» es parte sustantiva de la revolución en su conjunto, porque es en la subjetividad fetichizada y en la falsa «intimidad» de lo personal en donde la sinrazón tiene su más fuerte anclaje reproductor: es cierta la frase «lo personal es político» pero en un sentido y en su contrario. Cinco, la libertad/derecho proletario y la libertad/derecho burgués son inconciliables: el antagonismo entre razón y sinrazón debe sentirse, verse, olerse, palparse, debe llegar al fondo de la obediencia y del miedo para elevarse a la conciencia revolucionaria.
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Es necesaria una perspectiva histórica que oriente estos aspectos mucho más allá del objetivo del Estado Socialista, porque este es solo un paso para avanzar de forma segura a una sociedad humana, la comunista. La perspectiva histórica ha de estar presente siquiera en su ideario básico en todas las reivindicaciones, enseñando que ninguna de ellas está segura dentro del capitalismo. Por ejemplo, cualquier lucha por la mejora de la salud no ha plantearse solo desde y para la obtención de una salud pública, estatal, gratuita, objetivos que empiezan por la lucha por el control inmediato por consejos de trabajadores conectados con las necesidades sociales y la autoorganización obrera y popular, etc., todo esto es necesario. Pero también lo es plantear la estatalización de la farmaindustria para la soberanía sanitaria dentro un internacionalismo vital; sobre todo, popularizar otro concepto de salud humana no constreñida por las limitaciones capitalistas, no supeditada al valor de cambio, sino, además de desmercantilizada, sobre todo centrada en la concepción comunista de la especie humana, no aplastada por la ley del valor ni por el trabajo abstracto. Esta perspectiva ha cohesionar todas y cada una de las reivindicaciones porque es la única manera de vencer a la sinrazón en la vida diaria.
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A la vez, luchar por la recuperación bajo control obrero de la sanidad privada, o de todas las industrias decisivas y necesarias para el bienestar popular en la actual crisis capitalista salvaje, requiere de una creciente movilización de masas que temprano o tarde chocará con la burguesía por la simple razón de que busca expropiarla de su capital y su Estado, para destruirlos. Sin debatir abiertamente y mejorar esta necesidad con el pueblo trabajador, es imposible, primero, debilitar a la sinrazón y fortalecer la razón; segundo, mostrar a las múltiples reivindicaciones en luchas concretas que debajo de sus particularidades y singularidades hay una contradicción objetiva que lo determina todo: la plusvalía; tercero, integrar a sectores de la pequeña burguesía para que se sumen a la lucha popular e intimidar y asustar a sus sectores reaccionarios y a la burguesía en su conjunto, paralizándolos e impidiendo que contraataquen; cuarto, crear la fuerza popular que, si lo decide así, lleve al parlamento el creciente movimiento de masas en la calle, haciendo del parlamento un campo de batalla táctico supeditado a la guerra social que se libra sobre todo en el exterior; quinto, crear la red de organizaciones de vanguardia, de sindicatos sociopolíticos, de movimientos populares, de asociaciones y grupos sociopolíticos que luchen en todas las reivindicaciones, capaz de resistir sin graves daños en su capacidad la inevitable escala represiva que se producirá. Y sexto, avanzar en la coordinación del internacionalismo proletario.
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Son varías las tareas inmediatas que debiera realizar esta necesaria red de confluencia de los colectivos que forman la actual izquierda abertzale, siendo las más urgentes en esta fase: una, superar los sectarismos y personalismos confluyendo en las movilizaciones diarias; dos, estudiar crítica y constructivamente todas las propuestas, alternativas y reivindicaciones de los colectivos en lucha para elaborar un programa estratégico, otro de transición y otro táctico y, tres, divulgarlo masiva y pedagógicamente.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 25 de mayo de 2020
- Carlos Aznárez: S.O.S. por Patxi Ruíz, preso político vasco en lucha por sus derechos, 16 de mayo de 2020 (https://borrokagaraia.wordpress.com/2020/05/16/s‑o-s-por-patxi-ruiz-preso-politico-vasco-en-lucha-por-sus-derechos/).