Cuando decidí dar por concluida la Huelga de Hambre (y sed en su comienzo), informé de dicha decisión a mi familia y le pedí que ésta se hiciera pública, añadiendo que en breve daría a conocer las razones que motivaron el cese de tan dura protesta.
Conocéis cuales fueron los acontecimientos sucedidos en esta prisión que, a su vez, generaron su respuesta represiva y, asimismo, motivaron la decisión de iniciar esta lucha, ya concluida.
Ahora soy yo el que, poco a poco, ha podido ir haciéndose una idea del impacto que ha tenido en Euskal Herria la lucha iniciada aquí en prisión, y debo admitir que me encuentro sorprendido y, en cierto grado, hasta abrumado.
Lo que sucedió en el interior de esta prisión, los pasados 9 y 10 de Mayo, lo recuerdo con total claridad, de la misma manera que recuerdo las decisiones que como militante político tomé ( tuve que tomar!) .
Incluso puedo daros a conocer la valoración que sobre dichos acontecimientos y toma de decisiones realizo a los pocos días de haberla dado por concluida.
Emprender dicha lucha, por encima de perderla o ganarla, era NECESARIO… El grito que se escuchó desde el interior de esta prisión era vital, pues con él se trataba de expresar la denuncia de las condiciones de vida en las que nos encontramos toda la población reclusa, más aún con la llegada del COVID-19, y con la incidencia añadida en el caso de presas y presos polític@s que venimos padeciendo una auténtica política de excepción y de exterminio.
Fue un grito que resulto aun más doloroso, si cabe, debido al maltrato y amenazas de muerte que durante todo un día, y hasta en varias ocasiones, tuve que soportar por parte de los ejecutores de este sistema carcelario punitivo.
En mi opinión, y desde mi conciencia política, algo importante de lo que ha sucedido aquí dentro en prisión ha sido el hecho que ha podido pasar más desapercibido: Que un grupo de personas decidiera concentrarse diariamente por las vulneraciones de derechos políticos y sociales derivados de la gestión represiva ante la llegada del COVID-19 y, precisamente, que esas concentraciones se realizaran ¡desde dentro de una prisión!, y no desde la calle donde resultaría más lógico; aunque soy consciente de que la inesperada llegada del COVID-19 en la calle también resultaría sorpresiva, empezando a padecer un confinamiento impuesto muy duro de llevar.
Todo lo ocurrido a partir de ése momento, tanto desde aquí adentro como desde ahí afuera, ha sido lo que ha conseguido hacerme sentir que la elección de desarrollar esta protesta extrema ha merecido la pena, y tengo que valorar positivamente el cambio habido, que ha posibilitado poder sentir que mi vida ya no corre el mismo peligro que antes. Todo ello, repito, gracias a la lucha llevada a cabo a ambos lados del muro.
No cabe duda de que llegará el día en que me lo hagan pagar, pues en esta ocasión la lección la hemos dado nosotr@s y vosotr@s. Pero es cierto que, en esta otra nueva situación generada por la protesta y movilización, les será más difícil llevar a cabo sus cobardes amenazas de muerte, por lo menos a corto plazo.
Tenía la firme convicción de continuar la lucha el tiempo necesario, pues como ya expliqué en mi anterior comunicación pública, donde más garantías de sobrevivir veo es en una situación como la que reivindicaba: por medio de la repatriación del conjunto de presas y presos políticos. Además, era necesario responder ante la prisión por la actuación represiva que tuvo hacia los presos con motivo de las concentraciones que veníamos realizando una mayoría significativa de ellos en esta prisión.
Mi día a día durante la lucha, en lo personal, me ha hecho sentir y pensar sobre el pulso mantenido con la prisión, no como un ente separado del resto, sino como una pelea contra todo ese entramado de injusticia y represión con que actúa, y en el que se basa el sistema carcelario.
Cierto es que casi a diario he mantenido contacto telefónico tanto con abogados, como familia y círculo cercano de amig@s. La sensación era la de que yo me encontraba centrado en la lucha que mantenía ante este sistema carcelario punitivo, y es cierto que al principio no era del todo consciente del impacto que estaba empezando a tener ahí fuera.
“Vaya falta de previsión por mi parte”, pensé tras aquellos momentos en los que reflexionaba sobre si iniciar esa dura protesta, sobre todo por las consecuencias que en lo personal acarrearía, tanto a nivel de salud como por parte de nuestros enemigos de clase.
Sufrir, lo hacemos todas y todos los que nos encontramos presos, pero incluso entre nosotr@s padecemos esta situación de forma diferente, pues ni un día olvido que son decenas de compañer@s los que cuentan con peores condiciones de vida que con las que pueda contar yo mismo.
Siento gran sensibilidad y empatía con aquell@s compañer@s que llevan años padeciendo enfermedades graves y/o incurables, sensibilidad y empatía hacia l@s compañer@s de edad avanzada con muchos años de prisión a sus espaldas, sensibilidad y empatía que nunca se agota hacia l@s compañer@s que llevan demasiados años sobreviviendo en galerías de aislamiento, sensibilidad y empatía hacia todos los familiares y el sufrimiento que acarrean, y que semana tras semana veo reflejada en el rostro de los míos.
Puedo decir que soy un privilegiado comparado con las situaciones y condiciones de vida de todas y todos l@s compañer@s que se encuentran como acabo de describir. Condiciones que, durante tantos y tanto años, vienen afrontando no solamente por una cuestión de venganza pura y dura, sino más bien debido a una estrategia política por parte de nuestros enemigos, que siempre han buscado la destrucción personal y militante como un objetivo que responde a sus intereses políticos en aras de mantener el actual sistema de opresión y dominación.
Llevando unos 20 días de lucha, es cuando empiezo a formarme una idea más clara sobre lo que está sucediendo en las calles de Euskal Herria. Más tarde me enteraría de la repercusión habida en otros pueblos. Primeramente, presto atención al nivel de movilización y activación militante que se estaba alcanzando en las calles ( y a otro nivel también en otras prisiones). Posteriormente me doy cuenta de las consecuencias que se empezaban a generar en la vida política de Euskal Herria.
Valoro todo ello, en parte, desde la perspectiva de la solidaridad y preocupación con la difícil situación que estaba atravesando tras el maltrato y amenazas de muerte recibidas, pero también con el gesto de rebeldía y lucha que estaba llevando a cabo.
Por otra parte, valoro muchísimo más lo ocurrido porque a la vez ha servido, desde el compromiso militante existente previamente, para que, de nuevo, el tema de la situación que sufrimos las y los presos políticos, a todos los niveles, haya vuelto a salir del cajón donde quedo encerrado y para volver a situarlo encima de la mesa, dándole de nuevo la visibilidad y la urgencia que merece.
Esto no puede haberlo generado solamente la lucha que yo llevaba a cabo, por mucho que haya personas y militantes que así lo piensen.
Sinceramente, opino que durante los últimos años se ha generado cierto “caldo de cultivo” entre todas nosotras y nosotros debido a la inoperancia, o falta de frutos, en la gestión realizada en esta materia por parte del sector oficialista, así como gracias al trabajo realizado por organizaciones que nunca dejaron de lado las reivindicaciones históricas en este tema. Organizaciones que vienen trabajando para poder recuperar el nivel de movilización y activación política con el que siempre se ha contado en las calles del pueblo que, generación tras generación, hemos conocido por su rebeldía. Y no solo me refiero al Movimiento Pro-Amnistía y contra la represión (AEM), sino también a esos grupos que de manera autónoma se organizan sin dejar de lado la reivindicación de la Amnistía, así como otros de carácter anti-represivo. Todo ello viene acentuado, como no, por la cerrazón a dar pasos en la resolución de esta materia por parte de los estados que durante decenios nos vienen oprimiendo.
Desde este descontento palpable, el antes citado “caldo de cultivo” ha ido madurando hasta llegar a empaparse de él cada vez más gente, pero diría con especial relevancia las nuevas generaciones que forman la juventud rebelde vasca.
El grito que se escuchó desde el interior de esta prisión pudo haber encendido la chispa que ha vuelto a iluminar las calles. Pero ese iluminar no hubiera sido posible sin el trabajo militante previo que desde hace años se viene realizando y, por supuesto, sin la firme participación de la juventud a la hora de salir a las calles y realizar ayunos para denunciar, no solo la situación de Patxi Ruiz, sino la del conjunto de todas y todos los represaliados políticos que conformamos pres@s, refugiad@s y deportad@s. Y todo ello se ha dado mientras desafiabais el estado de alarma con su confinamiento impuesto, otorgando un doble merito a vuestro esfuerzo y compromiso.
En cuanto a las razones que habéis tenido tod@s vosotr@s, jóvenes y no tan jóvenes, para salir a las calles de las diversas maneras en que lo habéis hecho, puedo imaginar que no todas irán al unísono.
Sean cual sean las razones, yo no puedo más que aplaudirlas. Las aplaudo sinceramente y al margen de mis propias convicciones en relación a esta cuestión, que ya conocéis por haberlas hecho públicas. Y lo hago porque doy, en el estado actual de las cosas, mayor importancia a salir a las calles de manera continuada como lo habéis hecho, que a hacerlo como una pequeña elite ha decidido: una vez al año por Enero, y con anuncios de campañas que casi nunca llegan a materializarse.
La calle siempre ha sido lugar de encuentro, ha sido otra herramienta política para la denuncia y para la consecución de objetivos políticos y sociales, y en la calle ha sido donde se han conseguido los derechos que l@s de mi generación “hemos disfrutado”, gracias al sudor y la sangre derramada por nuestros padres y abuel@s…Derechos sobre los cuales poco o nada saben las nuevas generaciones, ya que nos han ido siendo arrebatados por las continuas arremetidas de quien nos oprime en nombre del capitalismo.
Es una obligación volver a salir a las calles, volver a encontrarnos y reencontrarnos. Esto ya no lo digo tan sólo para buscar entre todas una salida para aquell@s de nosotr@s que formamos parte de una de las consecuencias del conflicto político que durante las últimas décadas se vive en tierras vasca, sino para entre tod@s poder diseñar el movimiento político que ayude y sirva para quitarnos de encima el yugo que nos oprime y que un día puede hasta hacer desaparecer esta tierra milenaria, hasta convertirnos a tod@s en verdader@s esclav@s de los intereses intrínsecos al capitalismo, pues seguimos padeciendo la ocupación y la opresión que padecieron nuestros antepasados, que sufrimos nosotr@s y que lo vuelven a padecer de manera más acuciada, si cabe, las nuevas generaciones.
Dicen quienes escriben en nombre del EPPK que yo he sido otra víctima más de la política de excepción que es aplicada al conjunto de presas y presos políticos, agravada aun mas por la llegada del COVID-19. Dado que he sido citado, me veo en la obligación de realizar la siguiente puntualización: víctima no, señores y señoras. Yo soy, como muchas otras y otros militantes políticos presos, RESPUESTA a esa misma política de excepción.
Por otra parte, sería injusto no expresar mi agradecimiento a los compañeros que se encuentran en esta prisión, por el respeto y buen trato que me han ofrecido durante este tiempo que he permanecido en lucha. Quiero aclarar que fui yo mismo quien les pedí poder desarrollar esta lucha en solitario. Me consta su preocupación con la situación que estaba atravesando.
Sería injusto no valorar como merece la actuación que frente a esta terrible situación ha mantenido conmigo el Movimiento Pro-Amnistía (AEM), así como aquellos otros grupos antes citados, y asociaciones que luchan por los derechos de l@s pres@s tales como Salhaketa, Pronoia y otros en esta región de Murcia que tanta solidaridad y apoyo me han hecho llegar.
Mención especial para el inconmensurable trabajo jurídico realizado por los abogados que me han asistido. También a mi familia y círculo cercano de amig@s por la ingente labor (muy dura por los estrechos vínculos emocionales que nos unen) realizada por su parte.
Quiero agradecer también la solidaridad y movilizaciones llegadas desde tierras galegas y catalanas, así como de otros pueblos lejanos geográficamente pero unidos por una misma lucha; la solidaridad llegada a título personal, que he recibido con la misma ternura con la que ha sido enviada, que ha sido enviada a este pueblo vasco que sigue luchando por su libertad.
Para terminar con este relato, procederé a explicar las razones que hicieron que tomara la decisión de abandonar la Huelga de Hambre:
Habiendo entendido, más tarde que pronto, todo lo que sucedía ahí fuera, comprendí que, de seguir en la lucha, un agravamiento o fatal desenlace en lo relativo a mi estado de salud podría generar una situación que nunca pretendí ni deseé. Con sabor amargo por no haber conseguido los objetivos marcados en la anterior comunicación, y aunque a día de hoy aún no sepa si ha sido la decisión más acertada, ahora mismo doy un mayor valor a volver a reencontrarnos en la calle, organizados, que a las consecuencias ante un fatal desenlace. Creo que es el momento de que el movimiento surgido crezca, no que implosione.
Me habéis hecho pensar, y creer, que ahora sois vosotr@s quienes recogéis con vuestro compromiso individual y militante, el testigo de la lucha emprendida semanas atrás. Que seguiréis saliendo a la calle hasta conseguir la liberación del conjunto de pres@s politic@s, sin distinción en cuanto a nuestros diferentes modelos de militancia política. No es aceptable la paz de los cementerios, ni la pax-romana que opresores ofrecen y reformistas aceptan.
Para la consecución de dichos objetivos, organización y lucha!
LA LUCHA ES EL UNICO CAMINO
-Patxi Ruiz, militante político preso-
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