Resumen Latinoamericano me ha hecho cuatro preguntas sobre la situación vasca; sobre el significado de la alta abstención en las recientes elecciones al Parlamento vascongado del pasado día 12 de julio; sobre las perspectivas de la lucha de liberación y sobre los resultados electorales en Galiza en las mismas elecciones para el Parlamento galego. Las respuestas son un resumen adelantado de un texto más extenso de pronta aparición sobre el Covid-19, el sentido común y la política, en el que al final se ofrece una valoración de las elecciones de 12 de julio para el Parlamento vascongado.
1.
Aunque no puedo extenderme, pienso que hay que plantear primero la cuestión central: los cambios estructurales habidos en el capitalismo especialmente desde 2007 con el agravamiento del Covid-19 acrecientan la irracionalidad del sistema y, ahora en concreto, fuerzan profundas tensiones en lo que se llama «sentido común» que sin mayores precisiones podemos definir como la forma de ver el mundo desde y para todos los fetiches inherentes a la dominación del capital: fetiches de la mercancía, de la democracia y del parlamento, del eurocentrismo, del patriarcado, de dios… El «sentido común» se caracteriza por negar el contenido y aceptar solo la forma, rechazar el movimiento y aceptar solo la quietud, huir de la contradicción y adorar la no-contradicción, odiar la teoría y fascinarse por el pragmatismo, el populismo, el posibilismo…
Pues bien, entre otras cosas, ese impresionante 49,22% de abstención en las elecciones del 12 de julio, según la última estimación, no es sino uno de los muchos ejemplos de que el «sentido común», tan alabado por el poder, está profundamente cuarteado, como sucede en todas las crisis estructurales, largas y profundas del sistema. Sin embargo, desde fuera y a la izquierda del «sentido común», todo indicaba que algo así podría ocurrir: léase Cuarenta años de estatuto… ¿Y ahora qué? del 31 de octubre de 2019 a libre disposición en la red. Entonces… ¿Cómo se ha llegado a esto?
Siempre que hay una recuperación de la lucha de clases, el «sentido común» se resiente. Desde hacía un tiempo, ese reinicio era claro y en ascenso en Euskal Herria y se daba además mediante una rica policromía de movimientos que reflejan la complejidad siempre creciente de las formas de explotación capitalista. Hay que tener en cuenta que el endurecimiento represivo, con la masificación de multas y juicios contra cualquier movilización pacífica, actúa como un martillo pilón que extiende el miedo en una sociedad cada vez más empobrecida.
A pesar de esto, las reivindicaciones en las calles, empresas y talleres, universidades, hospitales, centros de ayuda social, redes de autogestión popular, redes de cultura crítica, etc., aumentaban o en el peor de los casos se sostenían en medio de esa represión y del plomizo muro de silencio y tergiversación de la prensa. Pero las contradicciones se agudizaban tanto que a finales de enero de 2020 se realizó una huelga general que, con sus limitaciones, expresaba la fuerza al alza del malestar obrero y popular.
Al poco de esta huelga tan esperanzadora, comenzaron a llegar las primeras noticias del Covid-19 que se sumaban a los datos sobre el agravamiento de la crisis del capital y a la certidumbre de que la burguesía no iba a ceder en su prepotencia ni incluso bajo la gran presión de la huelga y de las movilizaciones populares. Poco antes del estado de alarma, la izquierda revolucionaria ya estaba analizando muy críticamente lo que sucedía, las iniciales respuestas obreras al uso burgués de la pandemia, la pasividad del reformismo ante lo que se avecinaba, etc. La declaración del estado de alarma, aparte de sorprender también a la izquierda, demostró que la pomposa autonomía regional vasca solo tenía dos virtudes: enriquecer a la burguesía y reforzar en silencio al Estado español, de modo que cuando este decidió paralizar la autonomía centralizando el poder en el Estado, quedó al descubierto la trampa mantenida durante cuarenta años.
2.
El 49,22% de abstención ha sido precisamente en esas elecciones al Parlamento en el Estatuto de Autonomía que ha enriquecido a la minoría, empobrecido a la mayoría y reforzado al capitalismo. Sin retroceder mucho, en 2001 la abstención fue del 21,52%, pero en cuatro años hasta las siguientes elecciones en 2005, se disparó al 32,12%. ¿Por qué? La respuesta es vital para entender todo lo que sigue: en esos años, una parte de la mediana burguesía autonomista y la mayoría del Parlamento vascongado pidió que el Estado español ampliara mucho los poderes del Estatuto, muy recortado desde 1981 y cada vez más superado por la evolución capitalista. El 1 de febrero de 2005 el Parlamento español rechazó la petición. La total pasividad de la mediana burguesía y la alegría mal disimulada de su partido, el PNV y del resto de fuerzas que no querían ningún problema con España, excepto la izquierda abertzale de aquel momento, causó bochorno, cansancio y rabia en sectores del pueblo.
Solo setenta y cinco días más tarde, el 17 de abril se celebraron las elecciones vascas con ese impresionante ascenso de 10,06 puntos de la abstención hasta llegar a ese 32,12%: una masiva respuesta silenciosa que ha ido aumentando elección tras elección. Pocos años después, en Catalunya sucedió lo mismo pero con la diferencia de que allí, tras la negativa chulesca española, una parte de la dirección de la mediana y pequeña burguesía siguió reivindicando los derechos de su pueblo, como sabemos para escarnio del autonomismo vasco. Como hemos dicho, la abstención vasca siempre ha crecido con un promedio de entre el 2 y 3% cada cuatro años, llegando a otro salto igual de fuerte entre 2016 con el 39,98% y el 2020 con el 49,22%, o sea otro salto de 10,04 puntos, casi idéntico al del período 2001 – 2005. ¿Qué ha sucedido entonces teniendo en cuenta el impacto de la crisis de 2007 y del Covid-19?
Viendo esta secuencia histórica desde 2001, con los dos saltos de 2005 y 2020, está claro que la amenaza de Covid-19 no lo explica todo, ni mucho menos, en especial constatando la inconsciente alegría de mucha juventud que ha ido despreocupada a todas las fiestas masivas posteriores: ¿miedo a contagiarse en las muy organizadas filas de votos? Apenas, desde luego. ¿Miedo de las personas de edad? Puede ser, pero la burguesía siempre ha cuidado con lógico egoísmo de clase asegurarse su voto muy manipulado y esta vez mucho más. Sin negar alguna influencia al Covid-19, por tanto, tenemos que escarbar un poco más en las raíces: de forma similar a la de 2005, esta abstención también surge del rechazo a un sistema que no resuelve nada, lo emborrona todo y además beneficia a la burguesía que, a su amparo, recorta servicios públicos, monopoliza EITB, se desentiende del retroceso del euskara, endurece la represión, tolera la corrupción y se arrodilla ante el imperialismo.
En 2005, fase en la que el capitalismo mantenía la ficción de crecimiento, la demanda de más Estatuto y por tanto del papel del Parlamento, se centraba en que con su concurso podrían mejorarse muchos las condiciones sociales porque «había dinero» por la bonanza económica, además la existencia de ETA suponía un cierto freno para los sectores más imperialistas españoles que querían recortar más el Estatuto. Cuando el gobiernillo vascongado acepto sumiso y aliviado el golpe español, el rechazo crítico abstencionista pegó ese salto. Pero en 2020 la crisis es galopante y va a empeorar; la juventud sabe que no tiene futuro digno si no se lo pelea; el Estado endurece su centralismo; la patronal vasca exige duras medidas sociolaborales; ETA no existe. La incapacidad de las instituciones y del reformismo confirmada desde el 15 de marzo con el estado de alarma; la llamativa capacidad del independentismo socialista para aparecer en la calle en defensa de las y los prisioneros y en denuncia del colaboracionismo del PNV, PSOE y Podemos; los contundentes rechazos populares al fascismo en plena campaña electoral sufriendo la represión de la policía; la reaparición de protestas obreras contra la impiedad egoísta de la burguesía…
De 2005 a 2020 la abstención ha subido 17,10 puntos. Obviando el impacto del Covid-19, etc., ha aumentado la frustración de crecientes franjas del pueblo trabajador, en especial el decisivo proletariado, el más explotado en las conurbaciones empobrecidas. Estas eran las condiciones objetivas y subjetivas para que en 2020 el abstencionismo diera otro salto como en 2005, pero ahora ¿hacia dónde?
3.
Todas las fuerzas han perdido electorado, excepto el «ligero aumento» de EH Bildu que se ha tragado 24.000 votos de Podemos, en un traspase de un sector a otro en el interior del «sentido común». La podemización soberanista de parte del mensaje de EH Bildu funciona como un polo atractor de estos sectores, al igual que su «mensaje social» abstracto pretende atraer más adelante a algunos votos de las bases del sindicalismo reformista español y para eso sus reuniones con esas burocracias sindicales, piezas de la estructura del Estado. Otro tanto sucede con la gran cantidad de actos y fotos en los que se ve el deseo de «normalización» con la burguesía y sus partidos, también en las fiestas del solsticio de invierno brindando por un «buen año». Pero el giro al centro pragmático no busca únicamente votos, es una opción estratégica.
Esta política centrada en la imagen de normalidad y de búsqueda del acuerdo, siempre ha chocado con el límite insalvable de la propiedad privada, una de cuyas expresiones más feroces es la del pago de la deuda que la burguesía –no el pueblo– ha contraído para su beneficio. El Estado español ha multiplicado a la desesperada su deuda con el capital financiero transnacional y con los Estados fuertes de la Unión Europea buscando tapar sus vergüenzas históricas, pero ahora lo peor es que la Unión Europea ha impuesto un control muy severo que va a aplastar las ya débiles economías obreras sacrificando al pueblo para pagar la deuda burguesa. El Parlamento vascongado es por ley española el encargado de legitimar los nuevos ataques antisociales y antidemocráticos, de lo contrario los impondrá el Estado, reduciendo así los beneficios de la burguesía vasca.
En este contexto definitivo, la dirección hacia la que no tiene más remedio que dirigirse la parte radical del abstencionismo no es otra que seguir avanzando en la creación de un contrapoder popular y obrero que luche abiertamente para que la deuda y los desastres de la crisis los pague el capital. Este sector abstencionista tiene que establecer lazos con las bases que cada vez muestran más dudas y desapego hacia el parlamentarismo pero que padecen aún el influjo del fetichismo de la democracia burguesa, que es la forma externa de la dictadura del capital. Todo ello obliga a las fuerzas revolucionarias a una profunda, sistemática y pedagógica praxis concienciadora mediante la auto-organización, nunca fuera de ella. Según sea el devenir de esta praxis, tal vez llegue el momento en el que debatan si es conveniente abrir o no abrir el frente de lucha revolucionaria dentro del Parlamento, frente secundario supeditado a todas las múltiples formas de la lucha de clases en la calle; pero antes deberán haber vencido en su interior los restos del «sentido común», tal como lo hemos definido al comienzo. Si no se liberan de esa cadena inconsciente, serán absorbidas por el agujero negro de la «normalidad».
4.
En cuanto a la pregunta sobre los resultados en Galiza, pienso que lo más correcto es dejar que la respondan los y las militantes independentistas de esa nación, por varias razones de las que citamos: una, porque los internacionalistas debemos respetar la opinión de los pueblos oprimidos sobre todo en lo que atañe a sus decisiones políticas y formas de lucha. Dos, por la diferencia histórica, social, económica, etc., de su proceso de emancipación comparado con el nuestro: por ejemplo, al margen de posicionamientos institucionales, existen diferencias entre BNG y EH Bildu, por citar un caso, que debieran explicarse antes de cualquier otro análisis. Tres, porque la complejidad sociopolítica de la izquierda nacionalista e independentista galega es enorme, como se aprecia viendo la composición del entramado que dio forma a En Marea, comparada con Elkarrekin-Podemos.
Por estas razones, ponemos a disposición de los y las lectoras dos documentos de libre acceso en la red, a nuestro entender suficientes para un primer conocimiento de esta admirable nación. El primero pertenece al colectivo Causa Galiza: https://galiza.lahaine.org/valorizacom-de-urgencia-dos-resultados
El segundo pertenece al Bloque Nacionalista Galego: https://www.bng.gal/articulo/novas/ana-ponton-12-xullo-consolida-ao-bng-como-alternativa-ao-goberno-do-partido-popular/20200713153146027826.html
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 26 de julio de 2020