Bolivia tiene enormes reservas de materias primas vitales para las nuevas tecnologías empezadas a desarrollar a finales del siglo XX. No es casualidad que en 2008 sufriera un golpe de Estado fallido: en 2007, había estallado la tercera Gran Depresión y sus reservas pasaron a tener un valor incalculable, aún mayor que antes de la crisis cuando entre 1997 y 2005 el pueblo del Congo fue sometido a una atroz guerra del coltán en la que ejércitos privados y oficiales de seis potencias se enfrentaron por la posesión de esa materia prima causando más de seis millones de muertes. Desde 2007-2008 el imperialismo es consciente de que esta Depresión es más grave y profunda que las dos anteriores por lo que debe atar en corto a los pueblos; así en 2009 le toca a Honduras sufrir un golpe de Estado, en 2010 falla otro en Ecuador. Mientras tanto, las cosas no marchan bien para el imperialismo dirigido por B. Obama. En 2011 Libia y Siria son atacadas porque pretenden romper con el dólar, acercarse a China y no obedecer al poder de las petroleras. Aprovechando las tensiones sociales internas por la carestía de la vida, el imperialismo los invade con sus ejércitos privados y oficiales.
Al poco tiempo, empieza a conocerse el gigantesco proyecto chino de la Ruta de la Seda, del Banco Asiático y del Banco de Reconstrucción, que son verdaderos torpedos debajo de la línea de flotación occidental. Probablemente sea por la necesidad de Obama de justificar el injustificable premio Nobel de la Paz, por lo que no es sorprendente que los dos siguientes golpes no fueran realizados directamente por el Estado, sino por mediación de jueces y parlamentos: en 2012 en Paraguay y en 2016 en Brasil: había que mantener las apariencias, aunque ambos abren las puertas a gobiernos tiránicos.
Ahora bien, fue Obama el que endureció los ataques a Venezuela en 2013 y 2014, declarándola nada menos que un peligro para la seguridad yanqui en 2015. ¿Tendrá algo que ver este fulminante cerco de asfixia a Venezuela con la decadencia ya apreciable de la sociedad yanqui, con el avance de China, con la decisión estratégica de Rusia de parar los pies al imperialismo en 2013 y de apoyar a Siria en 2015? Sin duda. En 2014 Estados Unidos endurecieó la tasa de interés de los préstamos, presionaron para bajar el precio de las materias primas, facilitó la fuga de capitales de Nuestramérica a Estados Unidos empobreciendo a sus pueblos y atando a sus burguesías al imperialismo del norte; todo esto facilita la devaluación de las monedas del sur en beneficio del dólar y se disparan la deuda y el empobrecimiento. En previsión de protestas sociales, muchas burguesías y el Pentágono estrecharon lazos, e Israel comenzó a ofertar excelentes medios represivos relativamente baratos.
A la vez, en ese 2014 se supo que si en 2011 solo 900 instituciones financieras operaban con el yuan chino en todo el mundo, en 2014 esa cantidad subió a 10.000. También había que frenar el peligroso avance chino en Nuestramérica porque todo indicaba que, a su lado, avanzarían empresas rusas, iraníes…, lo que enojaría a Israel, pieza clave en el proyecto del Gran Israel que Estados Unidos intentaba imponer en Oriente Medio. Y aunque Washington no tiene amigos ni aliados, sino siervos y peones de usar y tirar, Israel es importante para el Pentágono y Walt Street.
Por esto la necesidad de volver a controlar la extensa Amazonía y el no menos importante acuífero guaraní llevando más tropas yanquis a la zona, ahora a Paraguay, un país empobrecido, pero con recursos importantes aún por explotar, con una historia de resistencia y con el inicio de una guerrilla que podría llegar a ser peligrosa y que había que liquidar. Brasil era una potencia regional con un ejército fiel que asume la supremacía yanqui, pero con un movimiento de masas en ascenso que había que encadenar. En ambos casos el golpe parlamentario mantenía la ficción democrática que ocultaría un endurecimiento casi inmediato de la represión. Al igual que en el siglo XIX se frenó la penetración británica, ahora había que frenar la china, y para eso los golpes blandos, parlamentarios apoyados por jueces felones, eran mejor que soltar a los gorilones militares.
Pero Venezuela, como Cuba con matices menores, es cualitativamente diferente por cinco razones: primero, tiene un pueblo decidido a defender su independencia y proceso bolivariano; voluntad expresada, segundo, en las permanentes victorias políticas mediante un sistema electoral de los más fiables del mundo; además, tercero, esa decisión se sustenta en la posesión de un poderoso ejército y milicias populares antiimperialistas, que, cuarto, son conscientes de los recursos cuasi infinitos de su país y de la envidia ciega que eso crea en el imperialismo cada vez más desesperado; y, quinto, desarrolla una política internacional solidaria y antagónica con la imperialista.
Contra Venezuela no vale la trampa democrática que ha vuelto a fallar con Guaidó, sino el terror de los mercenarios del hampa, del narcoparamilitarismo, de los malandros y sicarios que queman personas vivas en las calles diciendo que defienden la libertad… de Estados Unidos. Además de esto, durante varios años Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina y otros países de Nuestramérica han representado, pese a sus diferencias y ritmos distintos, una cierta política de desarrollo de otra vía diferente, opuesta y hasta contraria a la imperialista. En temas centrales, eran Venezuela y Cuba sobre todo las que orientaban y hacían concordar en la medida de lo posible un proyecto endógeno y democrático de Nuestramérica, proyecto cada vez más boicoteado desde el Norte y que, salvando las distancias, recordaba al proyecto de Bolívar de 1826.
Para 2016, la situación norteamericana ha empeorado en todos los sentidos: la producción industrial desciende de 106,5 puntos en noviembre de 2014 a 103,5 en junio de 2016, las infraestructuras están obsoletas o amenazan ruina, las deudas empresariales aumentan, igual que la pobreza y se expande una epidemia de opiáceos y otras drogas contra la que la muy débil sanidad pública no puede hacer nada, ya que el país consume la mitad de la droga mundial. Es posible que un D. Trump victorioso a finales de 2016 supiera de la «crisis de productividad» cada vez más grave desde la década de los años 70 y que por eso jurase revertir el desplome imponiendo recortes sociales muy severos y otras medidas en favor de la burguesía y de la casta militar, pero en junio de 2017 el jefe del Pentágono reconoce que está en estado de shock al descubrir la baja preparación técnica y física del ejército yanqui; pocos días después un estudioso de Estados Unidos lo define como «país paria»; y en julio de ese año una verificación de sus declaraciones diarias descubre que el presidente de Estados Unidos dice 4,6 mentiras al día… Para finales de 2017 los grupos fascistas, racistas y fundamentalistas cristianos habrán crecido espectacularmente.