Al margen de la industria ideológica –brazo «cultural» del capital– el marxismo y el pensamiento de Marx aun es objeto de numerosas publicaciones al año. Algunos se cuelan en el aparato y transitan por sus circuitos, logrando mayores alcances, otros van de mano en mano entre grupos militantes, casi de manera clandestina. No es difícil entender a qué están subordinados los primeros, la aprobación y promoción que reciben, y la razón por la que los otros apenas logran que algunas editoriales independientes se permitan algún tiraje. La información también es un campo de batalla tensionado por la lucha de clases. Esta obra de Iñaki Gil de San Vicente pertenece al segundo ámbito, es el resultado de una vida atravesada por la disposición militante y el internacionalismo. Esta es la razón tras una de las particularidades felices de estos apuntes; la visión periférica comprometida de Iñaki le permite un lugar de enunciación que no se cierra a una sola tradición del marxismo, sino que teje sentidos entre varias de ellas, permitiendo la presencia de importantes marxistas del sur global.
Dos registros atraviesan las páginas que se presentan a continuación: en el primero, el autor reconstruye los acontecimientos fundamentales en la lucha de clases desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la actualidad, prestando especial atención al itinerario militante de Karl Marx y Friedrich Engels; en el segundo, desarrolla algunos puntos neurálgicos de las discusiones y el enfrentamiento con las posiciones reformistas, a la vez que traza algunos elementos fundamentales de su análisis sobre el marxismo. La relación entre ambos registros pone en evidencia su propia visión respecto al marxismo, en tanto que su creación constante está relacionada de manera determinante con las circunstancias de la lucha de clases y las transformaciones derivadas de ella. La comprensión de las contradicciones expresadas en momentos históricos específicos permite advertir el desarrollo del capitalismo. Así, de entrada, el marxismo es producto de la lucha de clases y no el resultado de disquisiciones teóricas de individuo alguno. Ir al encuentro con sus nudos problemáticos supone reconstruir, paso por paso, esa historia de lucha, para ver en ella las lecciones para el presente.
Una idea recorre estos doce apuntes. Si la burguesía no es espantada, volverá con fuerza para retomar aquello que amenazaron quitarle, resurgirá para llevar a cabo una cruenta venganza para que nunca más se ponga en peligro su poder. Este planteamiento recuerda el título de la obra anterior del autor «El Capital», un libro que asusta al capital… y al reformismo, porque a la burguesía no solo hay que asustarla defendiéndose con sus mismas armas, sino también con el músculo de un método que deje al descubierto las entrañas de la explotación. La cuestión de una «ética de la violencia revolucionaria» ha quedado completamente excluida del debate marxista contemporáneo, en la misma medida en que buena parte de él intenta ser funcional a los espacios legitimados, como universidades y medios de comunicación, dejando por fuera temas «sensibles», aglutinados en el primer grupo que caracterizamos inicialmente. De ahí el valor de la apuesta que hace Iñaki Gil de San Vicente en este libro, porque se permite plantear esta cuestión dentro del horizonte histórico de la lucha de clases, incluso en tiempos donde el retroceso de algunas experiencias «progresistas» latinoamericanas, o su derrota, no han traído como consecuencia que vuelvan a plantearse «la interacción de los métodos de lucha». En el marxismo teoricista, académico, no hay cabida para una reflexión sobre la violencia y la lucha de clases hoy en día; apenas se atreven a mirar esta cuestión desde una perspectiva lejana, como un asunto del pasado, que solo ha de ser estudiado de manera pretérita. Sin embargo, la dialéctica de la historia, el avance y los retrocesos, obligan a que, fuera de los claustros, las organizaciones militantes sí asuman con seriedad una revisión histórica de esta cuestión a fin de comprender la vigencia o no de ella en los tiempos que vivimos. La violencia del capital no se detiene, aunque hayan creado un discurso sobre el «terrorismo» que ha terminado por espantar a la izquierda más timorata, convertida en un cuerpo que cuida permanentemente aquello que dice.
El marxismo tiene algo que decirnos si impulsa el análisis desde la tensión entre pasado y presente. De ahí que este no sea un libro más de introducción, sino una interpretación histórica para la acción presente. Tras veinte años de gobiernos de izquierda en América Latina, en aquello que fue denominado como la «ola progresista», el marxismo aporta al balance crítico si abre la discusión más allá de los egos, en el seno de las organizaciones que protagonizaron esos procesos o tuvieron una relación de pugna creativa con ellos desde una perspectiva de clase. No asustar suficientemente a la burguesía fue el caldo de cultivo de la derrota, estimular la convivencia pacífica, la tranquilidad y el consenso con el capital, ser blandos y no ejecutar una práctica radical que permitiera la transformación sin retorno de las condiciones existentes cuando los movimientos o partidos de izquierda llegaron a los palacios de gobiernos. Espantar a la burguesía implica mantenerla lejos para impedir que su semilla crezca dentro de las direcciones políticas conciliadoras y pacatas. Si algo asusta a la burguesía es la democracia –una de verdad y no el cascarón vacío existente como la dimensión formal del sistema– la constitución de espacios orgánicos donde se exprese el poder de la clase trabajadora, del pueblo, de todas las víctimas. El pudor frente al poder de la burguesía se expresa en la reserva frente a la creación heroica de una democracia profunda, donde el destino de las instituciones, incluidas las que corresponden al ejercicio legítimo de la violencia, queden en manos de las mayorías. Control democrático de la propiedad de los medios de producción social. La respuesta ante la violencia que desata el capital contra las revoluciones es más y no menos democracia.
Uno de los asuntos neurálgicos para las izquierdas mundiales es cómo aglutinar las distintas luchas que se llevan a cabo en el mundo desde una perspectiva de clase. Esta cuestión es abordada por Iñaki a lo largo del libro, planteando que la cualidad del marxismo, donde reside su potencia y actualidad, tiene que ver precisamente con el hecho de que permite relacionar cualquier explotación e injusticia con la propiedad privada capitalista, ya que, a fin de cuentas, cada una de esas luchas se enfrenta a distintas formas de propiedad privada. La exclusión supone la apropiación en pocas manos de aquello que ha de pertenecer a todos y todas; la cultura, el lenguaje, la sexualidad, etc. El marxismo, es una «matriz teórica insustituible y necesaria» en una época donde uno de los mayores retos de los movimientos contrahegemónicos consiste en establecer las cadenas equivalenciales necesarias entre todas las luchas que se despliegan la vez. Un marxismo abierto no se impone sino que demuestra su validez desde una práctica caracterizada por la empatía, llamando al encuentro y el despliegue de acciones comunes contra la exclusión de la vida, la expropiación de los medios para desarrollarla. Si algo entusiasma a la burguesía es la fragmentación y el aislamiento, por eso hay que espantarla tendiendo puentes entre los grupos que combaten en los mismos sentidos, incluso cuando no lo saben.
Estos apuntes arrancan con una cita de Ludovico Silva. Luis José Silva Michelena fue un filósofo marxista venezolano, creador de una obra dedicada al análisis profundo del pensamiento de Marx, entrando a profundidad en el estudio de la alienación y la ideología. Es, si se quiere, una de las cabezas fundamentales de un marxismo heterodoxo poco conocido, renegado en muchos casos y hoy reivindicado a través de la reedición de buena parte de su obra. Es significativo que Iñaki cite a Ludovico en este texto, no solo porque refiere directamente a su relación con Venezuela, sino que, como hemos dicho, sugiere de inmediato un lugar de enunciación no eurocéntrico en su comprensión del marxismo, pero sobre todo de su compromiso internacionalista. No es frecuente que un marxista europeo conozca a fondo las tradiciones latinoamericanas, sus nudos problemáticos y sume esos aportes a la red de su análisis, logrando un mayor alcance para captar la realidad global. En ese mismo sentido, el autor también se refiere a Mariátegui, menciona el Congreso de Bakú e incorpora las distintas luchas latinoamericanas de las últimas décadas, dándole un papel determinante en la creación constante del marxismo. Una perspectiva no eurocéntrica del marxismo supone desuniversalizar algunas tradiciones, colocándolas en relación con las luchas del Sur global, destacando los aportes teóricos y militantes que casi desde tiempos de Marx y Engels se han venido dando a la lucha anticapitalista. La reivindicación de los estudios que hiciera Marx sobre la cuestión de la comuna rural rusa establece puntos de conexión entre esta obra y una larga tradición en el marxismo latinoamericano, que se ha concentrado en el análisis de esos textos a la luz de la necesidad de una revolución en este hemisferio con una perspectiva que busque superar al capital.
Hacia el final de este libro, el despliegue del marxismo para la comprensión del momento actual, del tiempo pandémico y la cuarentena global, demuestra el cable a tierra en el análisis que hace su autor, desplegando una serie de puntos fundamentales para explicar la relación existente entre el capital y el aumento en la frecuencia de los virus que azotan al planeta. La venganza de la naturaleza no es una sorpresa, tampoco un pronóstico fantástico, es el resultado de la lógica del capital y podía advertirse a través de un acercamiento metódico a este. Es hora de demostrar que el marxismo puede seguir siendo una «matriz troncal» para todas las resistencias. Eso solo es posible en el campo de la acción, allí nos seguiremos encontrando.
Manuel Azuaje Reverón
Caracas, 27 de junio de 2020
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