Cono­cien­do al Marx des­co­no­ci­do. Sobre la impor­tan­cia de Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capital

La bur­gue­sía tie­ne sin duda razón cuan­do con­ci­be en gene­ral sus intere­ses como intere­ses idén­ti­cos, de la mis­ma mane­ra que el lobo, en tan­to que lobo, tie­ne los mis­mos intere­ses que cual­quie­ra de sus cama­ra­das lobos, sin embar­go, cada lobo indi­vi­dual tie­ne inte­rés en ser el pri­me­ro en aba­lan­zar­se sobre la pre­sa, antes que nin­gún otro. […] Sin embar­go, por mucho que el bur­gués indi­vi­dual pelee en con­tra de otros bur­gue­ses; en tan­to que cla­se, los bur­gue­ses tie­nen intere­ses en común, y esta comu­ni­dad de intere­ses, que se diri­ge en con­tra del pro­le­ta­ria­do al inte­rior de su país, se diri­ge en con­tra de los bur­gue­ses de otras nacio­nes, fue­ra de su país. A esto se refie­re el bur­gués cuan­do habla de su nacio­na­li­dad1.

Estas pala­bras fue­ron escri­tas por el lla­ma­do «Marx des­co­no­ci­do» en 1844 – 1845, cuan­do él y Engels aún no habían desa­rro­lla­do algu­nos con­cep­tos deci­si­vos para revo­lu­cio­nar la his­to­ria. Sin embar­go, son de una pas­mo­sa actua­li­dad, al igual que los otros dos tex­tos reco­gi­dos en el libro publi­ca­do por Bella­te­rra con ano­ta­cio­nes pre­li­mi­na­res y pre­sen­ta­cio­nes de Nés­tor Kohan, Farit L. Rojas Tude­la, Álva­ro Gar­cía Line­ra y Enri­que Dus­sel. ¿Qué impor­tan­cia tie­nen aho­ra estos borra­do­res iné­di­tos? ¿Es cier­to que son secun­da­rios por­que no fue­ron redac­ta­dos para su publi­ca­ción? No pien­san así, des­de lue­go, ni la pres­ti­gio­sa casa edi­to­rial ni los cua­tro pre­sen­ta­do­res cita­dos, ni tam­po­co noso­tros que inten­ta­re­mos expo­ner su valía con­for­me los vaya­mos ana­li­zan­do has­ta con­cluir en la pro­vo­ca­do­ra apor­ta­ción polí­ti­ca que lle­van en su inte­rior. Vea­mos tres ejem­plos de su actualidad:

Uno, la crí­ti­ca a List apor­ta ideas muy nece­sa­rias en estos momen­tos en los que se libra un cho­que fron­tal entre el pro­tec­cio­nis­mo impe­ria­lis­ta que quie­re man­te­ner las paten­tes de las vacu­nas anti-Covid-19 y la nece­si­dad vital huma­na de hacer­las paten­tes abiertas.

Dos, los apun­tes de 1861 – 1863 refuer­zan ele­men­tos bási­cos del mar­xis­mo —dia­léc­ti­ca del capi­tal, sub­sun­ción, feti­chis­mo, etc.— aho­ra que con­fir­ma otra vez ser la úni­ca matriz teó­ri­co-polí­ti­ca que expli­ca por qué has­ta la más peque­ña y en apa­rien­cia insig­ni­fi­can­te rei­vin­di­ca­ción, la que fue­re, siem­pre ter­mi­na mos­tran­do su cone­xión inter­na con la lucha entre el capi­tal y el tra­ba­jo; no exis­te otra con ese poder heurístico.

Y tres, la crí­ti­ca del «Cua­derno Kova­levsky» al dog­ma meca­ni­cis­ta y lineal de la his­to­ria nos lle­va al deba­te sobre los nacio­na­lis­mos espa­ñol y fran­cés en su ver­sión de «izquier­da». Se tra­ta de ver cómo se han for­ma­do estos nacio­na­lis­mos bur­gue­ses des­tro­zan­do rela­cio­nes socio­eco­nó­mi­cas y cul­tu­ra­les que, de algún modo, man­te­nían viven­cias de for­mas nor­te­afri­ca­nas, de la Arge­lia, en el caso de la bri­llan­te civi­li­za­ción anda­lu­sí, o de la comu­na cas­te­lla­na que nos remi­te al modo de pro­duc­ción ger­má­ni­co, o de los pue­blos del lar­go corre­dor astur-cata­lán ver­te­bra­do por el «dere­cho pire­nai­co» al que vol­ve­re­mos y sobre el que Marx no habló, sin olvi­dar­nos del feu­da­lis­mo nacio­nal-cató­li­co que es el cemen­to ideo­ló­gi­co del fana­tis­mo espa­ño­lis­ta. El nacio­na­lis­mo fran­cés no tuvo que exter­mi­nar la civi­li­za­ción anda­lu­sí, sino solo ate­rro­ri­zar el nor­te de Áfri­ca y el Sáha­ra, por lo que sus dos com­po­nen­tes, el fran­co-ger­mano y el latino-cel­ta solo tie­nen que aplas­tar el «dere­cho pire­nai­co» des­de Ipa­rral­de has­ta Per­pin­yà, y opri­mir a occi­ta­nos, cor­sos, bretones…

Se dirá que esto es antro­po­lo­gía y de la mala, pero es con­ve­nien­te leer a A. Palerm y su dia­léc­ti­ca entre modo de pro­duc­ción como con­cep­to abs­trac­to y for­ma­cio­nes socia­les con­cre­tas: «El aná­li­sis del modo de pro­duc­ción como fun­da­men­to y deter­mi­nan­te pri­ma­rio de la for­ma­ción social es lo que per­mi­te pasar del plano de la gene­ra­li­za­ción teó­ri­ca más abs­trac­ta (fuer­zas pro­duc­ti­vas-rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción) al plano más con­cre­to (modo de pro­duc­ción espe­cí­fi­co-socie­dad par­ti­cu­lar)»2. Tal avan­ce de lo más abs­trac­to a lo más con­cre­to no pue­de ser un sal­to en el vacío por­que nos estre­lla­ría­mos con­tra el dog­ma­tis­mo y el idea­lis­mo. En el «Cua­derno Kova­levsky» se apre­cia cómo Marx desa­rro­lla esa dia­léc­ti­ca deci­si­va. La enten­de­mos más fácil­men­te si acep­ta­mos la ayu­da de R. Gallis­sot cuan­do dice que tene­mos que cap­tar la inter­ac­ción entre: 1) la «for­ma­ción eco­nó­mi­ca», que pro­por­cio­na la com­po­si­ción social de base; 2) la «for­ma­ción socio-eco­nó­mi­ca», que pro­por­cio­na la evo­lu­ción his­tó­ri­ca de la base eco­nó­mi­ca; 3) la «for­ma­ción social», que intro­du­ce lo comu­ni­ta­rio y lo nacio­nal en lo socio­eco­nó­mi­co, y 4) la «for­ma­ción socio-polí­ti­ca», que intro­du­ce las fuer­zas polí­ti­cas y socia­les en lucha en el ente­ro pano­ra­ma des­cri­to siem­pre móvil3.

Cada una de estas «for­ma­cio­nes» tie­ne su pro­pio «tiem­po». La for­ma­ción social, en la que Galli­sot inclu­ye lo nacio­nal y comu­ni­ta­rio y que conec­ta con la socio-eco­nó­mi­ca, está tam­bién rela­cio­na­da con la for­ma­ción socio-polí­ti­ca por razo­nes obvias. Los tiem­pos de ambas for­ma­cio­nes depen­den de muchos fac­to­res, pero tam­bién pue­den ser muy pro­lon­ga­dos en la his­to­ria, sobre todo si tene­mos en cuen­ta la impor­tan­cia del com­ple­jo lin­güís­ti­co-cul­tu­ral en la lar­ga per­vi­ven­cia de los sen­ti­mien­tos colectivos.

Sobre esta últi­ma cues­tión P. Vilar ha des­ta­ca­do las inter­ac­cio­nes de prác­ti­cas socia­les como «los modos del amor» y la gas­tro­no­mía de los pue­blos, pero insis­tien­do en la len­gua, ya que esta, «apar­te de su valor carac­te­ri­za­dor, pue­de apor­tar, al menos, tres nive­les de con­ti­nui­dad: el tem­po­ral his­tó­ri­co, gene­ral­men­te plu­ri­se­cu­lar; el espa­cial, que tras­cien­de a veces com­par­ti­men­ta­cio­nes geo­grá­fi­cas o polí­ti­cas, y el social, por el que el cur­so social pue­de gozar de una cohe­sión etno-cul­tu­ral por enci­ma de las cla­ses y fren­te a otras comu­ni­da­des etno-lin­güís­ti­cas»4. Fijé­mo­nos que dice que «al menos», o sea, que pue­de haber más de tres nive­les de con­ti­nui­dad apor­ta­dos por la len­gua. Exis­te en la his­to­ria, por tan­to, una «lar­ga dura­ción» que len­ta­men­te reco­rre los sub­te­rrá­neos de los pue­blos y nacio­nes, en la que el com­ple­jo lin­güís­ti­co-cul­tu­ral tie­ne un peso muy impor­tan­te. Vere­mos en su momen­to cómo defi­ne Marx el lenguaje.

En otro tex­to, P. Vilar habla de las «reali­da­des huma­nas de lar­ga dura­ción», que dis­po­nen de una:

Estruc­tu­ra espa­cial de los gru­pos carac­te­ri­za­dos por soli­da­ri­da­des muy anti­guas de tipo etno­grá­fi­co, lin­güís­ti­co, tri­bal, etc. La estruc­tu­ra de dis­tri­bu­ción de los gru­pos étni­cos es un tipo de reali­dad de lar­ga dura­ción […] Obser­va­mos que la per­ma­nen­cia de una len­gua, de un fol­clo­re, de «prác­ti­cas» de diver­sos tipos, que desem­pe­ñan un papel tan impor­tan­te en las «etnias», for­man par­te de las estruc­tu­ras men­ta­les de lar­ga dura­ción […] El pro­ble­ma con­sis­te en saber si, en las «des­es­truc­tu­ra­cio­nes» y en las «rees­truc­tu­ra­cio­nes» de otro géne­ro, de un modo de pro­duc­ción a otro, tal o cual tipo de «estruc­tu­ra men­tal» refuer­za o debi­li­ta la anti­gua estruc­tu­ra glo­bal, ace­le­ra o retra­sa el paso a la nue­va5.

J. Ches­neaux tam­bién defien­de la exis­ten­cia de una «inte­rio­ri­dad nacio­nal en la his­to­ria» que se plas­ma en la «con­ti­nui­dad nacio­nal» de «pue­blos que en el trans­cur­so de los siglos han per­te­ne­ci­do a con­jun­tos polí­ti­co-his­tó­ri­cos más amplios, que se hacían y se des­ha­cían al azar de las con­quis­tas mili­ta­res y de las muta­cio­nes dinás­ti­cas»6, y pone como ejem­plo per­ti­nen­te el de la con­ti­nui­dad de Egip­to a lo lar­go de muchos siglos. Por no exten­der­nos, son cono­ci­das las tesis de L. Mus­set sobre «resur­gi­mien­tos indí­ge­nas» tras el hun­di­mien­to de los impe­rios, y entre ellos la del pue­blo vas­co tras la caí­da de Roma, las tesis de R. Fédou cuan­do habla del «des­per­tar de las nacio­na­li­da­des» alre­de­dor del año 1000 en res­pues­ta a las opre­sio­nes prac­ti­ca­das por el impe­ria­lis­mo carolingio.

La extra­or­di­na­ria com­ple­ji­dad aquí escue­ta­men­te esbo­za­da fue sim­pli­fi­ca­da al extre­mo duran­te déca­das al impo­ner­se la visión lineal y mecá­ni­ca de la his­to­ria, dog­ma­ti­za­da en el deba­te de Lenin­gra­do7 en 1931 que tuvo una de sus razo­nes de ser en el desas­tre de la revo­lu­ción chi­na de 1927 en la que se impu­so la estra­te­gia de supe­di­ta­ción abso­lu­ta del pro­le­ta­ria­do a la «bur­gue­sía demo­crá­ti­ca»8. El deba­te de Lenin­gra­do ter­mi­nó por san­cio­nar ofi­cial­men­te una con­cep­ción euro­cén­tri­ca, mecá­ni­ca y auto­ri­ta­ria del trán­si­to al socia­lis­mo, en la que des­apa­re­cía el papel vital de los refe­ren­tes comu­na­les y de la liber­tad del fac­tor sub­je­ti­vo para avan­zar al socia­lis­mo par­tien­do de las con­di­cio­nes de cada pue­blo, sobre todo de los que vivían aún en socie­da­des en las que el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta era cues­tio­na­do y recha­za­do muy seria­men­te por­que su pene­tra­ción des­tro­za­ba, entre otras cosas, las bases comu­na­les de exis­ten­cia, con todas sus con­tra­dic­cio­nes, limi­ta­cio­nes e incohe­ren­cias. Como dice B.S. Turner:

Estos deba­tes sobre la socie­dad asiá­ti­ca gira­ban sobre la con­tro­ver­sia entre una visión deter­mi­nis­ta y mono­li­neal de la his­to­ria y las pers­pec­ti­vas mul­ti­li­nea­les. La vali­dez del MPA resul­ta­ba cru­cial para los enfo­ques mul­ti­li­nea­les por­que impli­ca­ba que el mar­xis­mo no esta­ba com­pro­me­ti­do con un esque­ma evo­lu­ti­vo meca­ni­cis­ta en el que las fases his­tó­ri­cas se suce­den de acuer­do con leyes nece­sa­rias. El esque­ma uni­li­neal —comu­nis­mo pri­mi­ti­vo, escla­vo, feu­dal, capi­ta­lis­ta y socia­lis­ta— vino a pre­va­le­cer des­pués que de la con­fe­ren­cia de Lenin­gra­do de 1931 recha­za­ra la rele­van­cia del MPA para el aná­li­sis de las socie­da­des asiá­ti­cas. La deci­sión fue con­fir­ma­da por la adhe­sión de Sta­lin a una pers­pec­ti­va meca­nis­ti­ca­men­te mono­li­neal; el recha­zo del MPA sig­ni­fi­có que las socie­da­des asiá­ti­cas fue­ran a con­ti­nua­ción inclui­das en las cate­go­rías de escla­vi­tud o feu­da­lis­mo9.

Has­ta 1931, comu­nis­tas asiá­ti­cos lucha­ban sabe­do­res de la com­ple­ji­dad de sus socie­da­des, adap­tán­do­se a ellas crea­ti­va­men­te. La inde­pen­den­cia estra­té­gi­ca de las izquier­das, las alian­zas entre la redu­ci­da cla­se obre­ra y la enor­me cla­se cam­pe­si­na, la natu­ra­le­za del arte­sa­na­do y de la peque­ña bur­gue­sía, la fun­ción de las cul­tu­ras y len­guas, exi­gían cono­cer a fon­do el modo de pro­duc­ción domi­nan­te y los gol­pes que reci­bía del colo­nia­lis­mo e impe­ria­lis­mo capi­ta­lis­ta, y, por tan­to, saber qué hacía la cla­se bur­gue­sa. Al impo­ner­se una visión exter­na y mecá­ni­ca, se deser­ti­zó la rique­za teó­ri­ca y polí­ti­ca de las izquierdas.

El deba­te de Lenin­gra­do pre­pa­ró las con­di­cio­nes para que más ade­lan­te, en el VIII Con­gre­so de la Inter­na­cio­nal Comu­nis­ta de 1935 se impu­sie­ra la estra­te­gia de la alian­za inter­cla­sis­ta con la «bur­gue­sía nacio­nal y demo­crá­ti­ca» bajo la con­sig­na del Fren­te Popu­lar, aho­ra más des­vir­tua­da aún con la des­apa­ri­ción de lo popu­lar al ser redu­ci­da a Fren­te Amplio, es decir, más abier­to a las «razo­nes» bur­gue­sas. Esta estra­te­gia fue y es desas­tro­sa para la lucha de cla­ses y de libe­ra­ción nacio­nal anti­im­pe­ria­lis­ta, tam­bién en los Esta­dos espa­ñol y fran­cés. Se impu­so así una dog­má­ti­ca esta­ta­lis­ta que redu­cía las opre­sio­nes nacio­na­les a epi­fe­nó­me­nos tran­si­to­rios, secun­da­rios, con esca­sa influen­cia eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca. Tal cegue­ra no ha hecho sino aumen­tar has­ta aho­ra, en bene­fi­cio del capital.

Tan­to el «Cua­derno Kova­levsky» como muchas par­tes de la obra de Marx y Engels, empe­zan­do des­de 1842 – 1843 y ter­mi­nan­do en verano de 1882 con las car­tas de Marx sobre Arge­lia, y, sin exten­der­nos, en 1884 con el Ori­gen de la fami­lia, la pro­pie­dad pri­va­da y el Esta­do de Engels, for­man la matriz teó­ri­co-polí­ti­ca que sus­ten­ta la recu­pe­ra­ción de la dia­léc­ti­ca del mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co tal cual se fue desa­rro­llan­do con sus enor­mes pro­ble­mas has­ta media­dos de la déca­da de 1920. La radi­ca­li­dad de esta dia­léc­ti­ca recu­pe­ra­da inquie­ta al dog­má­ti­co meca­ni­cis­ta del nacio­na­lis­mo fran­co-espa­ñol de «izquier­da» por­que actua­li­za en la cri­sis actual del capi­ta­lis­mo algo que Lenin ya intu­yó des­de 1914 pero que no pudo desa­rro­llar: la lla­ma­da «cues­tión nacio­nal» — opre­sión, explo­ta­ción y domi­na­ción de nacio­nes por Esta­dos— no se redu­ce solo a un «pro­ble­ma demo­crá­ti­co» reso­lu­ble con un refe­rén­dum sino que, según los casos, lle­va al extre­mo las con­tra­dic­cio­nes inso­lu­bles de la for­ma­cio­nes socio-eco­nó­mi­cas, de los Esta­dos crea­dos gra­cias a inva­sio­nes de otros pue­blos, ade­más de la explo­ta­ción de sus cla­ses trabajadoras.

Los nacio­na­lis­tas de «izquier­da» fran­co-espa­ño­les no quie­ren enfren­tar­se a esta reali­dad por­que ade­más de su pro­pia alie­na­ción ideo­ló­gi­ca, algu­nos sos­pe­chan y temen que enfren­tar­se a esa pro­ble­má­ti­ca les lle­va­ría a des­cu­brir que sus Esta­dos no son sino los mar­cos geo­po­lí­ti­cos que sus bur­gue­sías han ido cons­tru­yen­do para ase­gu­rar y ace­le­rar la acu­mu­la­ción amplia­da de capital.

Por lo dicho has­ta aquí, la edi­to­rial Bella­te­rra nos ofre­ce tex­tos iné­di­tos que refle­jan la lar­ga pra­xis teó­ri­ca de Marx y de Engels. Deci­mos «pra­xis teó­ri­ca» para remar­car su inse­pa­ra­ble cone­xión con la prác­ti­ca, aun­que, en una pri­me­ra lec­tu­ra, parez­ca que son meros borra­do­res para uso per­so­nal o en todo caso para uso res­trin­gi­do a pocas per­so­nas. Marx y Engels son muy des­co­no­ci­dos por varias razo­nes fun­da­men­ta­les: la pri­me­ra y deci­si­va es la efec­ti­vi­dad de la cua­si infi­ni­ta pano­plia de repre­sio­nes físi­cas y psí­qui­cas, mie­dos e impe­di­men­tos múl­ti­ples que acom­pa­ñan y refuer­zan la dic­ta­du­ra del sala­rio, de la sub­sun­ción real del tra­ba­jo en el capi­tal, y del dopa­je que a dia­rio rea­li­za el feti­chis­mo de la mer­can­cía. De este modo, se invier­te la reali­dad has­ta con­ver­tir sus cau­sas en efec­tos y vice­ver­sa, o es difu­mi­na­da, embo­rro­nán­do­la o invi­si­bi­li­zán­do­la has­ta hacer­la des­apa­re­cer como obje­ti­vi­dad, impi­dien­do el cono­ci­mien­to racio­nal, crí­ti­co, de la tota­li­dad movi­da por sus con­tra­dic­cio­nes internas.

Para negar la exis­ten­cia de esta diná­mi­ca mul­ti­di­men­sio­nal de alie­na­ción, se echa la cul­pa al mar­xis­mo acu­sán­do­le de ser de muy difí­cil com­pren­sión, de que es teó­ri­ca­men­te áspe­ro, con­fu­so e iló­gi­co, etc., redu­cien­do la obra ente­ra a un solo tex­to, El Capi­tal, y sobre todo a sus cua­tro capí­tu­los ini­cia­les. Se igno­ra u ocul­ta que Marx y Engels comen­ta­ron cómo hacer­lo más peda­gó­gi­co, pro­po­nien­do su deba­te colec­ti­vo por capí­tu­los, méto­do muy efi­caz en gru­pos mili­tan­tes. Este mis­mo méto­do fue mejo­ra­do en 1880 para la famo­sa Encues­ta obre­ra. Tam­bién se dice que Hegel es ile­gi­ble, que igual­men­te lo son los Cua­der­nos filo­só­fi­cos de Lenin, y un lar­go etcé­te­ra. De este modo se refuer­za el recha­zo al impres­cin­di­ble esfuer­zo inte­lec­tual que sus­ten­ta cual­quier avan­ce cien­tí­fi­co, teó­ri­co, filo­só­fi­co y esté­ti­co, o sea el avan­ce hacia cotas mayo­res de liber­tad. Se recha­za la muy efec­ti­va peda­go­gía libe­ra­do­ra cen­tra­da en la pra­xis colec­ti­va que demues­tra que el ejem­plo es la mejor for­ma de ense­ñar y apren­der. Con ello se refuer­za la igno­ran­cia obe­dien­te y su irracionalismo.

Esta es la razón bási­ca que hace que ten­ga­mos que hablar del «Marx des­co­no­ci­do». Si la ana­li­za­mos con más deta­lle vemos que cuan­do, gra­cias a sus luchas, el pro­le­ta­ria­do logra man­te­ner abier­to por un tiem­po algún peque­ño res­qui­cio de demo­cra­cia y liber­tad bur­gue­sa, enton­ces se encuen­tra con obs­tácu­los con­cre­tos inser­tos en esa razón fun­da­men­tal que fre­nan sobre­ma­ne­ra el cono­ci­mien­to crea­ti­vo y prác­ti­co del mar­xis­mo. Por ejem­plo, el efec­to per­ver­so del refor­mis­mo; la indus­tria cul­tu­ral y polí­ti­co-mediá­ti­ca; las abs­tru­sas diva­ga­cio­nes de la cas­ta inte­lec­tual y aca­dé­mi­ca que se ate­rran fren­te a la dia­léc­ti­ca y la revo­lu­ción; el temor de las buro­cra­cias del Este al pen­sa­mien­to crí­ti­co de la mili­tan­cia de base, que les lle­vó a una cen­su­ra enor­me des­de la mitad de la déca­da de 1920 y a una ter­gi­ver­sa­ción meca­ni­cis­ta que aún per­vi­ve en sec­to­res; la sub­va­lo­ra­ción de la teo­ría en la izquier­da euro­cén­tri­ca y su fas­ci­na­ción hacia las modas ideo­ló­gi­cas de usar y tirar que la pro­gre­sía inte­lec­tual lan­za per­ma­nen­te­men­te al mer­ca­do de las ideo­lo­gías… Así com­pren­de­mos mejor las múl­ti­ples razo­nes por las que tex­tos de Marx han tar­da­do tan­to tiem­po en salir a la luz, sien­do aún des­co­no­ci­dos bas­tan­tes borradores.

  1. K. Marx: «Crí­ti­ca de List o borra­dor de un artícu­lo sobre el libro de Frie­drich List Natio­na­le Sys­tem Der Poli­tis­chen Oeko­no­mie», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, Bella­te­rra, Bar­ce­lo­na 2021, pp. 153 y 173.
  2. Ángel Palerm: Antro­po­lo­gía y mar­xis­mo, Nue­va Ima­gen, Méxi­co 1980, p. 52.
  3. René Gallis­sot: «Con­tra el feti­chism, El con­cep­to de for­ma­ción eco­nó­mi­co-social, PyP, nº 39, Méxi­co 1976, p. 177.
  4. Pie­rre Vilar: His­to­ria, nación y nacio­na­lis­mo, HIRU, Hon­da­rri­bia 1998, pp. 49 – 50.
  5. Pie­rre Vilar: Ini­cia­ción al voca­bu­la­rio del aná­li­sis his­tó­ri­co, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 1980, pp. 71 – 72.
  6. Jean Ches­neaux: ¿Hace­mos tabla rasa del pasa­do?, Siglo XXI, Madrid 1984, p. 130.
  7. Ernest Man­del: La for­ma­ción del pen­sa­mien­to eco­nó­mi­co de Marx, Siglo XXI, 1972, p. 132.
  8. Pie­rre Broué: El par­ti­do bol­che­vi­que, Ayu­so, Madrid 1974, p. 338.
  9. B.S. Tur­ner: «Socie­dad asiá­ti­ca», Dic­cio­na­rio de pen­sa­mien­to mar­xis­ta, Tec­nos, Madrid 1984, p. 703.

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