Cono­cien­do al Marx des­co­no­ci­do. Sobre la impor­tan­cia de Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capital

En 1844 – 1845 Marx tenía bas­tan­tes cosas cla­ras, pero no todas. Entre 1848 y 1852 con­cre­ta­ría con mayor pre­ci­sión las dife­ren­cias cua­li­ta­ti­vas entre la nación tra­ba­ja­do­ra y la nación bur­gue­sa, y des­tri­pa­ría con finu­ra qui­rúr­gi­ca las «vir­tu­des» capi­ta­lis­tas en su crí­ti­ca de Napo­león III. Movién­do­nos aho­ra en los tex­tos iné­di­tos publi­ca­dos por Bella­te­rra, vemos que tam­bién avan­za­rá y mucho a par­tir de lo alcan­za­do en el «Manus­cri­tos eco­nó­mi­co de 1861−1863». Sobre este manus­cri­to, E. Dus­sel dice: «Marx no era como Nietz­sche, que escri­bía afo­ris­mos al correr de la ins­pi­ra­ción y la plu­ma. Muy por el con­tra­rio, Marx nece­si­ta­ba rumiar los “pla­nes” de su futu­ra obra que con­mo­ve­ría los cimien­tos mis­mos de la his­to­ria uni­ver­sal del siglo XX. Al menos exis­ten unos die­ci­nue­ve pla­nes has­ta el 30 de abril de 1868 […] Eran nece­sa­rias nue­vas cate­go­rías y un nue­vo sis­te­ma como con­di­ción de posi­bi­li­dad de un nue­vo orden del con­cep­to (que se mani­fies­ta en los pla­nes)»1.

Tan­to N. Kohan como A. Gar­cía Line­ra expo­nen la mis­ma idea sobre el sal­to cua­li­ta­ti­vo que supu­so Marx —y Engels— en el cono­ci­mien­to, y este libro mues­tra tres momen­tos de ese pro­ce­so. En el caso de los manus­cri­tos, N. Kohan expli­ca que en ellos se apre­cia la evo­lu­ción que le lle­va­rá a su autor a una mati­za­ción cru­cial en 1873 que pasa muy des­aper­ci­bi­da pese a su impor­tan­cia: la sutil dife­ren­cia entre la esen­cia cua­li­ta­ti­va y la for­ma cuan­ti­ta­ti­va del valor, avan­ce que nos «remi­te al tra­ba­jo abs­trac­to y al pro­ce­so de cosi­fi­ca­ción y feti­chis­mo»2. F.L. Rojas Tude­la opi­na que: «El lec­tor podrá asis­tir a un reite­ra­ti­vo aná­li­sis de la trans­for­ma­ción del dine­ro en mer­can­cía bajo la fór­mu­la de la cir­cu­la­ción D‑M-D. A esta medi­ta­ción, Marx aña­de el pro­ce­so de tra­ba­jo del cual deri­van sus refle­xio­nes sobre la plus­va­lía y la trans­for­ma­ción del dine­ro en capi­tal. Entre las muchas intui­cio­nes que encon­tra­mos en estos manus­cri­tos, cabe des­ta­car el esbo­zo muy bien logra­do del con­cep­to de “sub­sun­ción” que pos­te­rior­men­te Marx uti­li­za en el capí­tu­lo XIV del libro I de El Capi­tal»3.

Como se apre­cia, estos manus­cri­tos son un pun­to de lle­ga­da y de par­ti­da. Por ejem­plo, la lec­tu­ra de Sis­mon­di per­mi­te a Marx afir­mar que:

El capi­tal es un valor que se pre­ser­va a sí mis­mo […] El dine­ro es en sí mis­mo la for­ma de exis­ten­cia del valor de cam­bio que se ha hecho inde­pen­dien­te, pero la mer­can­cía apa­re­ce tam­bién sola­men­te como el repo­si­to­rio de la encar­na­ción mate­rial del valor de cam­bio […] El pun­to de par­ti­da de la cir­cu­la­ción es el dine­ro, el valor de cam­bio que se ha hecho inde­pen­dien­te4.

Bucean­do has­ta la raíz del pro­ble­ma con los ins­tru­men­tos teó­ri­cos que enton­ces tenía, Marx des­tro­za los mitos de la liber­tad ideal capi­ta­lis­ta que en reali­dad ani­da en su bille­te­ra, núcleo de su conciencia:

Es el due­ño del dine­ro (o el due­ño de la mer­can­cía, pues el dine­ro no es, des­pués de todo, otra cosa que la for­ma trans­for­ma­da de la mer­can­cía) el que hace que su dine­ro, o el valor que posee en for­ma de dine­ro, atra­vie­se por el pro­ce­so D‑M-D. Este movi­mien­to es el con­te­ni­do de su acti­vi­dad y el due­ño apa­re­ce enton­ces sola­men­te como la per­so­ni­fi­ca­ción del capi­tal defi­ni­do de esta mane­ra, como el capi­ta­lis­ta. Su per­so­na (o más bien su bille­te­ra) es el pun­to de par­ti­da de M, y es el pun­to de retorno. Es el medio cons­cien­te de este pro­ce­so. Exac­ta­men­te como el resul­ta­do del pro­ce­so es la pre­ser­va­ción y el incre­men­to del valor, lo que for­ma el con­te­ni­do del movi­mien­to se le mani­fies­ta como un obje­ti­vo cons­cien­te. Incre­men­tar la can­ti­dad de valor que posee se le apa­re­ce enton­ces como úni­ca fina­li­dad5.

En una fase del cir­cui­to pro­duc­ti­vo el dine­ro se inde­pen­di­za en cuan­to valor de cam­bio y esa fuga­ci­dad refuer­za la apa­ren­te inde­pen­den­cia abso­lu­ta de la ideo­lo­gía y del idea­lis­mo con res­pec­to a la mate­ria­li­dad cai­ni­ta y explo­ta­do­ra del capi­ta­lis­mo. Es esa inde­pen­di­za­ción fic­ti­cia de la ideo­lo­gía la que deter­mi­na que la con­cien­cia bur­gue­sa no sea sino la auto­jus­ti­fi­ca­ción vir­tuo­sa de la fie­re­za de los lobos para devo­rar la car­ne pro­le­ta­ria de con­su­mo, pero tam­bién para pelear­se entre ellos a fin de que­dar­se con el mejor peda­zo debi­do a la ley com­pe­ten­cia. Este cai­nis­mo caní­bal tam­bién se expre­sa en la corrup­ción, en las esta­fas, tram­pas y frau­des que, en con­tra de la apa­rien­cia, no enri­que­ce «a la cla­se de los capi­ta­lis­tas con­si­de­ra­da como un todo, no pue­de enri­que­cer­se en tan­to que cla­se, no pue­de incre­men­tar su capi­tal total, o pro­du­cir plus­va­lía, pues lo que un capi­ta­lis­ta gana, otro lo pier­de»6 por­que el incre­men­to del valor solo se obtie­ne con la explo­ta­ción del tra­ba­jo vivo.

Por otra par­te, la inde­pen­den­cia for­mal del valor de cam­bio, del dine­ro, o dicho más direc­ta­men­te, el feti­chis­mo de la mer­can­cía en su for­ma de feti­chis­mo de la nación capi­ta­lis­ta, hace que el nacio­na­lis­mo de las bur­gue­sías les lle­ve a gue­rrear entre ellas por el bene­fi­cio y a la vez into­xi­ca más fácil­men­te la con­cien­cia obre­ra, anu­lán­do­la con la creen­cia de que el pro­le­ta­ria­do tam­bién for­ma par­te de la nación capi­ta­lis­ta con los mis­mos dere­chos que la bur­gue­sía, creen­cia que le ale­gra la vida cuan­do, como un reba­jo, es con­du­ci­do al mata­de­ro de la gue­rra para engran­de­cer la bille­te­ra de la bur­gue­sía que le explota.

Como el capi­tal se pre­ser­va, se pro­te­ge a sí mis­mo, los dere­chos «de ciu­da­da­nía» que supues­ta­men­te posee el pue­blo tra­ba­ja­dor son en reali­dad dere­chos que pre­ser­van de mane­ra imper­cep­ti­ble por lo gene­ral la dic­ta­du­ra del sala­rio. La reali­dad se va des­cu­brien­do con­for­me la lucha pro­le­ta­ria empie­za a des­mon­tar la tra­mo­ya de la «ciu­da­da­nía»; peor suer­te sufre la fuer­za de tra­ba­jo migran­te que ni siquie­ra es «ciu­da­da­nía de segun­da» y menos aún las nacio­nes y Esta­dos que resis­ten al impe­ria­lis­mo. El capi­tal debe pro­te­ger­se en todo momen­to, no pue­de fiar­se nun­ca de la cla­se obre­ra ni inclu­so cuan­do está amaes­tra­da por el refor­mis­mo y ate­rra­da por las vio­len­cias del Esta­do, por­que, en pala­bras de Marx:

El capi­ta­lis­ta, que repre­sen­ta el valor en tan­to que tra­ba­jo, es enfren­ta­do por el tra­ba­ja­dor, como capa­ci­dad de tra­ba­jo pura y sim­ple, como tra­ba­ja­dor en gene­ral, de tal modo que la antí­te­sis entre el valor que se auto-valo­ri­za, el tra­ba­jo obje­ti­va­do que se auto-valo­ri­za y la capa­ci­dad de tra­ba­jo viva crea­do­ra-de-valor for­ma el obje­to y el con­te­ni­do de esa rela­ción. Se enfren­tan uno a otro como capi­tal y tra­ba­jo, como capi­ta­lis­ta y tra­ba­ja­dor7.

Ade­más de esto, otra razón por la que el huma­nis­mo bur­gués, y su «vir­tud», nie­ga y repri­me cual­quier otro dere­cho de la fuer­za de tra­ba­jo, la encon­tra­mos en estas pala­bras de Marx:

El obje­ti­vo del capi­ta­lis­ta al trans­for­mar su dine­ro en mer­can­cía no se encuen­tra en el valor de uso de tales mer­can­cías, sino en el incre­men­to del dine­ro o del valor depo­si­ta­do en la mer­can­cía —la auto­va­lo­ra­ción del valor. No com­pra para su pro­pio con­su­mo sino con el fin de obte­ner en la cir­cu­la­ción un valor de cam­bio más ele­va­do del que ini­cial­men­te colo­có en ella […] Una plus­va­lía, es decir un valor que cons­ti­tu­ye un exce­den­te sobre los valo­res que ini­cial­men­te entra­ron en el pro­ce­so de tra­ba­jo […] toda plus­va­lía que sobre­pa­sa la can­ti­dad de tra­ba­jo incor­po­ra­da en su pro­pia capa­ci­dad de tra­ba­jo, for­ma­ría un valor exce­den­te, ya que sería tra­ba­jo exce­den­te8.

La cie­ga lógi­ca de la auto­va­lo­ra­ción del valor, de la máxi­ma plus­va­lía y del incre­men­to del dine­ro, en cur­si­vas por Marx, es la que exi­ge que el capi­tal se resis­ta por todos los medios a con­ce­der sin más ni más dere­chos a las cla­ses y nacio­nes explo­ta­das. La bur­gue­sía sabe que el dine­ro gas­ta­do en los ser­vi­cios públi­cos, socia­les, asis­ten­cia­les, etc., que for­man el esque­le­to de los «dere­chos ciu­da­da­nos» para las cla­ses explo­ta­das, apar­te de algu­nas par­cas «liber­ta­des demo­crá­ti­cas», es un dine­ro que no ace­le­ra el pro­ce­so com­ple­to de acu­mu­la­ción amplia­da del capi­tal, lo que siem­pre es nega­ti­vo. El secre­to de esa obs­ti­na­ción, sin la cual se jue­ga la vida como cla­ses social, no es otro que la plus­va­lía solo es obte­ni­da por la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo, o sea, que es men­ti­ra que el dine­ro cree dine­ro. Sin la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo viva, del pue­blo obre­ro, no hay pro­duc­ción de valor:

La plus­va­lía que esto pro­du­ce con­sis­te siem­pre en una can­ti­dad exce­den­te, de su pro­pio tra­ba­jo, duran­te el cual el tra­ba­ja­dor hila, mue­le cerea­les, ara los cam­pos, cons­tru­ye máqui­nas por un tiem­po mayor al que al que se nece­si­ta para pro­du­cir su pro­pio sala­rio. Por tan­to, con­sis­te siem­pre en una can­ti­dad exce­den­te de tra­ba­jo, de tiem­po de tra­ba­jo, que el capi­ta­lis­ta obtie­ne a cam­bio de nada, inde­pen­dien­te­men­te del carác­ter que pue­da tener el tra­ba­jo, ya sea sim­ple o poten­cia­do9.

Aun­que sea sal­tar­nos por un momen­to el orden expo­si­ti­vo de Marx, es tan fun­da­men­tal la cues­tión de la plus­va­lía que vamos a repro­du­cir una pos­te­rior cita que desa­rro­lla la anterior:

El resul­ta­do —de que el valor incor­po­ra­do, o la suma del dine­ro que el com­pra­dor pone en cir­cu­la­ción, no sola­men­te ha sido pro­du­ci­da sino que se ha valo­ri­za­do, ha cre­ci­do en una pro­por­ción deter­mi­na­da, de que una plus­va­lía ha sido aña­di­da al valor— se rea­li­za sola­men­te en el pro­ce­so de pro­duc­ción direc­to, por­que sola­men­te aquí la capa­ci­dad de tra­ba­jo se con­vier­te en tra­ba­jo real, sola­men­te aquí el tra­ba­jo se obje­ti­va en una mer­can­cía. El resul­ta­do es que el com­pra­dor reci­be de vuel­ta más tra­ba­jo obje­ti­va­do en for­ma de mer­can­cía que lo que ade­lan­tó en for­ma de dine­ro. Esta plus­va­lía —el exce­den­te de tiem­po de tra­ba­jo obje­ti­va­do— sur­gió pri­me­ro duran­te el pro­pio pro­ce­so de tra­ba­jo; más ade­lan­te, el com­pra­dor lo vuel­ve a intro­du­cir en la cir­cu­la­ción al ven­der la nue­va mer­can­cía»10.

La plus­va­lía, la san­gre que el mons­truo vam­pi­ri­za, con­lle­va la obje­ti­va­ción, la alie­na­ción de la cla­se tra­ba­ja­do­ra que es des­hu­ma­ni­za­da como mer­can­cía en for­ma de fuer­za de tra­ba­jo. La tota­li­dad del sis­te­ma socio­po­lí­ti­co del capi­tal está en fun­ción de la extrac­ción de la máxi­ma plus­va­lía posi­ble en cada con­tex­to y siem­pre tenien­do en cuen­ta la resis­ten­cia obre­ra laten­te o abier­ta. Marx está lle­gan­do con estos des­cu­bri­mien­tos al umbral de una de sus gran­des apor­ta­cio­nes a la liber­tad huma­na: la expli­ca­ción del trán­si­to de la sub­sun­ción for­mal a la sub­sun­ción real, la esen­cia de la pri­me­ra y de la segun­da, y el méto­do para des­truir y supe­rar his­tó­ri­ca­men­te este pro­ce­so que con­vier­te a nues­tra espe­cie en sim­ple apén­di­ce de la acu­mu­la­ción amplia­da de capital:

Esta sub­sun­ción for­mal del pro­ce­so de tra­ba­jo, el con­trol que el capi­tal ejer­ce e impo­ne sobre dicho pro­ce­so, con­sis­te en la suje­ción del tra­ba­ja­dor a la super­vi­sión y, por ende, el domi­nio del capi­tal o del capi­ta­lis­ta […] el pro­ce­so de tra­ba­jo, y por tan­to el tra­ba­jo y el pro­pio tra­ba­ja­dor, se some­te al con­trol del capi­tal, que­dan­do bajo su domi­nio. A esto le lla­mo sub­sun­ción for­mal del pro­ce­so de tra­ba­jo al capi­tal11.

Sal­tán­do­nos otra vez el orden cro­no­ló­gi­co, las siguien­tes pala­bras de Marx nos acla­ran cómo avan­za­ba hacia la teo­ría de la sub­sun­ción real:

A medi­da que la pro­duc­ción de la plus­va­lía se con­vier­te en el obje­ti­vo real de la pro­duc­ción, o a medi­da que la pro­duc­ción se con­vier­te en pro­duc­ción capi­ta­lis­ta, la sub­sun­ción del pro­ce­so de tra­ba­jo bajo el capi­tal, que al prin­ci­pio era sim­ple­men­te for­mal, del tra­ba­jo vivo bajo el obje­ti­va­do, del tra­ba­jo pre­sen­te bajo el tra­ba­jo pasa­do, modi­fi­ca con­si­de­ra­ble­men­te la mane­ra en la que el pro­pio pro­ce­so de tra­ba­jo se lle­va ade­lan­te: de ahí la rela­ción-de-capi­tal —de don­de emer­ge en una for­ma desa­rro­lla­da— impli­ca un modo par­ti­cu­lar de pro­duc­ción y de desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas12.

Marx lle­ga­rá a enten­der la sub­sun­ción del tra­ba­jo en el capi­tal como el pro­ce­so por el que la for­ma valor se impo­ne total­men­te en la socie­dad capi­ta­lis­ta: pri­me­ro, en la fase pre­in­dus­trial, median­te la dis­ci­pli­na nece­sa­ria para aumen­tar el tiem­po de tra­ba­jo, la plus­va­lía abso­lu­ta, aplas­tan­do cual­quier resis­ten­cia obre­ra; des­pués y defi­ni­ti­va­men­te con la masi­va indus­tria­li­za­ción, median­te la tec­no­lo­gi­za­ción que con­vier­te a la fuer­za de tra­ba­jo en par­te sub­su­mi­da en la máqui­na, en tuer­ca, en chip, en elec­trón. En la fase for­mal, el pro­le­ta­ria­do pue­de ser aún suje­to acti­vo; la fina­li­dad de la sub­sun­ción real es des­hu­ma­ni­zar­lo, redu­cir­lo a obje­to pasi­vo inte­gra­do en la auto­va­lo­ra­ción del valor. Pero en estos años Marx toda­vía no ha podi­do des­ce­rra­jar el secre­to de la sub­sun­ción real. Lo logra­rá en El Capi­tal y de mane­ra más con­cre­ta en el borra­dor cono­ci­do como Sex­to capí­tu­lo (iné­di­to). En su intro­duc­ción a esta obra, Igna­cio Rojas indi­ca que Marx des­pan­zu­rra las ilu­sio­nes refor­mis­tas que creen que las duras con­di­cio­nes de explo­ta­ción pue­den ser resuel­tas con con­ce­sio­nes labo­ra­les y socia­les bur­gue­sas, recha­zan­do siem­pre la nece­si­dad de la revo­lu­ción comu­nis­ta. I. Rojas sin­te­ti­za a Marx:

La ley del valor, que sub­ya­ce a la acu­mu­la­ción amplia­da del capi­tal, tien­de a impo­ner impla­ca­ble­men­te —de for­ma decla­ra­da, como nun­ca, en nues­tros días— no solo una dis­mi­nu­ción, sin solu­ción de con­ti­nui­dad, de la fuer­za de tra­ba­jo emplea­da, sino un aumen­to cua­li­ta­ti­vo, paso a paso, en la explo­ta­ción en la que es com­pra­da13.

Gar­cía Line­ra desa­rro­lló en otro tex­to el trán­si­to de la sub­sun­ción for­mal a la real den­tro de un estu­dio más amplio sobre las rela­cio­nes de la for­ma valor con la evo­lu­ción de las comu­ni­da­des, pue­blos y nacio­nes, insis­tien­do en los efec­tos de la maqui­ni­za­ción en la vida, en el tiem­po asa­la­ria­do y en el lla­ma­do «tiem­po libre», de modo que la reali­dad de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta se difu­mi­na has­ta des­apa­re­cer de la con­cien­cia. El autor ana­li­za el impac­to de la ley ten­den­cial de caí­da de la tasa media de ganan­cia y la mun­dia­li­za­ción del valor y del mer­ca­do14, de la com­pe­ten­cia, que limi­tan y anu­lan la liber­tad nacio­nal bur­gue­sa. Más ade­lan­te avan­za en los efec­tos de la sub­sun­ción real sobre la for­ma nación some­ti­da al dic­ta­do del valor, lo que hace que la uni­ver­sa­li­za­ción15 impues­ta por la ley del valor gene­re ten­den­cias regio­na­li­za­do­ras den­tro de la nación bur­gue­sa inhe­ren­te al capitalismo.

Obvia­men­te, Marx no podía lle­gar aún a ese nivel en el «Manus­cri­to eco­nó­mi­co de 1861−1863» por­que no había desa­rro­lla­do la teo­ría de la sub­sun­ción real, pero avan­za­ba en el deci­si­vo des­mon­ta­je de lo apa­ren­te, enri­que­cien­do la teo­ría de la alienación:

En la mis­ma medi­da en que el tra­ba­ja­dor está acti­vo en tan­to que tra­ba­ja­dor, es decir, en la medi­da en que exter­na­li­za su capa­ci­dad de tra­ba­jo, la alie­na, ya que ha sido ya alie­na­da median­te la ven­ta, en tan­to que capa­ci­dad que se exter­na­li­za así mis­ma, al due­ño del dine­ro antes de que comien­ce el pro­ce­so de tra­ba­jo. A medi­da que el tra­ba­jo se rea­li­za —por un lado en la for­ma de mate­ria pri­ma (como valor de uso y pro­duc­to) y, por otro lado, como valor de cam­bio como tra­ba­jo social obje­ti­va­do en gene­ral— se trans­for­ma en capi­tal16.

La cla­se obre­ra se alie­na en la pro­duc­ción capi­ta­lis­ta y, al obje­ti­var­se a sí mis­ma en la mer­can­cía que pro­du­ce, va gene­ran­do las con­di­cio­nes para que esa mer­can­cía, o sea ella mis­ma, ter­mi­ne sien­do capi­tal al final del cir­cui­to de acu­mu­la­ción amplia­da: empe­zó sien­do tra­ba­jo vivo, humano, y ter­mi­na sien­do tra­ba­jo muer­to, inhu­mano, en for­ma de capi­tal pro­pie­dad de la bur­gue­sía. La diná­mi­ca des­truc­ti­va que va de ser suje­to acti­vo en el pro­ce­so de tra­ba­jo a des­hu­ma­ni­zar­se como obje­to pasi­vo es una de las carac­te­rís­ti­cas del trán­si­to de la sub­sun­ción for­mal a la sub­sun­ción real: el valor de cam­bio ter­mi­na con­vir­tién­do­se fuer­za abs­trac­ta que se refuer­za con la ace­le­ra­ción del ciclo que va del dine­ro a la mer­can­cía y lue­go al capi­tal ampliado:

El dine­ro es la exis­ten­cia inde­pen­dien­te del valor de cam­bio. Con­si­de­ra­do des­de el pun­to de vis­ta de su cua­li­dad, es la repre­sen­ta­ción mate­rial de la fuer­za abs­trac­ta, la rique­za mate­rial de la fuer­za abs­trac­ta. […] El capi­tal es aquí dine­ro-en-pro­ce­so, por el cual sus for­mas de dine­ro y mer­can­cía son sim­ple­men­te for­mas que alter­nan entre sí […] Mien­tras más rápi­do sea este movi­mien­to cícli­co, es decir, mien­tras más rápi­da sea la cir­cu­la­ción o meta­mor­fo­sis del capi­tal, más rápi­da será la con­ver­sión del dine­ro, y como este movi­mien­to del capi­tal ocu­rre en múl­ti­ples nive­les, mien­tras más sir­ve el dine­ro como medio de pago, en mayor medi­da se equi­li­bran deu­das y acti­vos entre sí17.

Para mul­ti­pli­car la rique­za mate­rial de la fuer­za abs­trac­ta hay que vigi­lar y repri­mir las luchas socia­les que pue­den ralen­ti­zar la nece­sa­ria rapi­dez del ciclo de la ganan­cia: de aquí que la sub­sun­ción real sea uno de los más efec­ti­vos medios de anu­la­ción de las resis­ten­cias hacien­do que sec­to­res del pro­le­ta­ria­do se esfuer­cen ale­gre­men­te en girar la noria de la explo­ta­ción con cre­cien­te velo­ci­dad. Son escla­vos alie­na­dos, feli­ces e incons­cien­tes sub­su­mi­dos en la fuer­za abs­trac­ta del explo­ta­dor. Esta alie­na­ción exis­ten­cial les impo­ne la fe de car­bo­ne­ro en la eter­ni­dad está­ti­ca de su mise­ria vital, que la ocul­tan o jus­ti­fi­can como mal menor tran­si­to­rio o como feli­ci­dad depen­dien­te de un poder externo, incon­tro­la­ble, que algu­nos lla­man dios pero que en reali­dad es el capi­tal. La lobo­to­mía bur­gue­sa les impi­de ver que mal­vi­ven la explo­ta­ción como:

Con­di­cio­nes alie­na­das, como pode­res aje­nos, con­di­cio­nes bajo el domi­nio de una volun­tad aje­na, como pro­pie­dad aje­na. El tra­ba­jo obje­ti­va­do, el valor como tal, lo con­fron­ta como una enti­dad por dere­cho pro­pio, como capi­tal, cuyo vehícu­lo en cuan­to tal, lo con­fron­ta como una enti­dad por su pro­pio dere­cho, como capi­tal, con el capi­ta­lis­ta como medio —y por lo tan­to tam­bién lo con­fron­ta en tan­to que capi­ta­lis­ta18.

Enten­de­mos así por qué la nación bur­gue­sa es aje­na al pro­le­ta­ria­do cons­cien­te, pero es tam­bién uno de los pila­res del capi­tal una vez que ese nacio­na­lis­mo pudre y des­ha­ce tal con­cien­cia obre­ra bajo el peso asfi­xian­te de la his­to­ria nacio­nal bur­gue­sa. Marx lo dice con una radi­ca­li­dad demo­le­do­ra: «El tra­ba­jo obje­ti­va­do, pasa­do, se con­vier­te de este modo en el sobe­rano del tra­ba­jo pre­sen­te y vivo»19. Las mara­vi­llas de la civi­li­za­ción del capi­tal, las obras de arte y cul­tu­ra que apa­re­cen como logros de la «esen­cia nacio­nal» bur­gue­sa, son expre­sio­nes de la explo­ta­ción de la fuer­za de tra­ba­jo que se han per­pe­tua­do como tra­ba­jo pasa­do, obje­ti­va­do, muer­to, que tie­nen en su inte­rior la mar­ca san­grien­ta de la explo­ta­ción popu­lar y obre­ra, del saqueo y del comer­cio de car­ne huma­na, de la indus­tria de la matan­za de personas.

Los terri­bles efec­tos de la uni­dad y lucha de con­tra­rios entre la nación del capi­tal y la del pro­le­ta­ria­do no pue­den sub­sa­nar­se desa­rro­llan­do sus com­po­nen­tes «bue­nos» y redu­cien­do los «malos» has­ta aca­bar con ellos, pero man­te­nien­do el orden bur­gués «mejo­ra­do». Las con­se­cuen­cias nefas­tas solo se extin­gui­rán cuan­do se revo­lu­cio­ne la mis­ma uni­dad y lucha de con­tra­rios por­que, como demues­tra Marx: «El capi­tal y el tra­ba­jo asa­la­ria­do expre­san sim­ple­men­te dos fac­to­res de la mis­ma rela­ción»20; e igual­men­te: «La rela­ción entre capi­tal y el tra­ba­jo asa­la­ria­do se repro­du­ce enton­ces median­te este modo de pro­duc­ción, de la mis­ma mane­ra que se pro­du­cen las mer­can­cías y la plus­va­lía»21. Y «el tra­ba­jo asa­la­ria­do es por lo tan­to una con­di­ción nece­sa­ria para la for­ma­ción de capi­tal y per­ma­ne­ce como un pre­rre­qui­si­to cons­tan­te y nece­sa­rio para la pro­duc­ción capi­ta­lis­ta»22.

  1. Enri­que Dus­sel: «Intro­duc­ción», «Manus­cri­tos 1861−1863», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, op. cit., pp. 193 y 196.
  2. Nés­tor Kohan: «El taller de inves­ti­ga­ción de Karl Marx», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, op. cit., p. XXXVIIII.
  3. Farit L. Rojas Tude­la: «Pró­lo­go», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, op. cit., p. LXXXI.
  4. K. Marx: «Manus­cri­to eco­nó­mi­co de 1861−1863», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, op. cit., pp. 203, 204 y 206.
  5. Idem., pp. 210 – 211.
  6. Idem., p. 217.
  7. Idem., p. 236.
  8. Idem., pp. 283 – 284.
  9. Idem., p. 290.
  10. Idem., p. 313.
  11. Idem., pp. 292 – 293.
  12. Idem., p. 342.
  13. I. Rojas: «Intro­duc­ción», El Capi­tal, libro I, «Sex­to capí­tu­lo (iné­di­to)», Hilo Rojo, Bar­ce­lo­na 1997, p. XLVII.
  14. A. Gar­cía Line­ra: For­ma valor. For­ma comu­ni­dad, El bas­tión, La Paz 2009, pp. 185 – 201.
  15. A. Gar­cía Line­ra: Idem., pp. 203 – 229.
  16. K. Marx: «Manus­cri­to eco­nó­mi­co de 1861−1863», Comu­ni­dad, nacio­na­lis­mos y capi­tal, op. cit., pp. 294 – 295.
  17. Idem., pp. 300 – 304.
  18. Idem., p. 314.
  19. Idem., p. 315.
  20. Idem., p. 316.
  21. Idem., p. 318.
  22. Idem., p. 319.

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