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En este «escenario de pesadilla» se celebró el Congreso de Sortu con estos resultados:
Censo de participantes 7.936
Votantes 4.164 → 52,5%
Abstención 3.772 → 47,5%
Votos a favor de la ponencia oficial 2.948 → 71% de los votantes
Votos a favor de la ponencia alternativa 919 → 22% de los votantes
Votos blancos 297 → 7% de los votantes -
La dirección del reformismo soberanista comprendió al instante que debía dar una interpretación positiva de los resultados tan negativos, obtenidos tras una intensa campaña a favor de la ponencia oficial en la que todo sirvió para desacreditar a la ponencia crítica así como para combatir la alta abstención previsible. Naiz-Gara, en gran medida responsable del deterioro político y teórico, hizo malabarismos a modo de «ingeniería contable» para suavizar los resultados abstrayéndolos del contexto actual que apenas tiene nada que ver con el de otros debates.
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A diferencia de los debates anteriores, el actual se produce en un contexto sociopolítico interno al soberanismo cualitativamente diferente al de los anteriores: la «nueva estrategia» es «nueva» porque ha roto del todo con la mantenida desde la creación de la izquierda abertzale. La insistencia machacona de la dirección reformista en romper los lazos con la anterior desde hace incluso más de una década así lo confirma, y la sucesión de cesiones y aceptaciones de las exigencias del capital español también lo confirma, siendo la aceptación de las leyes represivas una muestra inapelable sobre todo las carcelarias.
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Hay que partir de aquí y no de las manipulaciones de la dirección para poder valorar en su grave alcance la impresionante abstención habida en el congreso de Sortu: por un lado, se han abstenido abiertamente 3.772 personas censadas, el 47,5% del total; y por otro lado, ha habido 297 votos en blanco, el 3,7% del censo. Sumando ambas tenemos una mayoría del 51,2% del censo, es decir 4.089 personas apuntadas al Congreso que no han dado su opinión bien de forma directa y explícita, bien de forma educada e indirecta del voto en blanco, que también es abstenerse. Quiere esto decir que la mayoría del censo se ha abstenido y solo ha votado la minoría, el 48,7%.
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En este «escenario de pesadilla», los 297 votos blancos, el 7% de los votos emitidos y el 3,74% del censo, demuestran la misma indiferencia política que los abstencionistas explícitos porque también aceptan pasivamente que venza un sector u otro. En realidad no se diferencian en nada práctico de los 4.772 militantes que se abstenido de votar. El voto en blanco también es abstencionismo político práctico, porque, en la pesadilla actual, no defender lo que se piensa sobre la estrategia del propio colectivo es colaborar con la postura vencedora, la más reformista.
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Desde siempre se ha debatido y se debatirá el sentido y el significado de la abstención, que debe ser analizada dentro de la coyuntura y contexto de cada votación, nunca en la manipuladora abstracción de la ingeniería electoralista de cada opción política. En este caso y como estamos viendo, el «escenario de pesadilla» mundial y vasco, unido a la diferencia cualitativa en los hechos y en los dichos de la «nueva estrategia», más las presiones de la dirección para incentivar el voto, todo esto debiera haber sido suficiente para una alta defensa explícita, optando por una u otra ponencia, de las personas censadas.
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Se supone que una persona con la suficiente conciencia política como para ser miembro de Sortu o para participar cumplimentando la documentación necesaria para recibir las ponencias, debatirlas y votar, esta persona tiene un nivel medio de conciencia política superior al de quien no participa. Por tanto su abstención tiene un significado político negativo o crítico mucho más fuerte que el de cualquier otra persona en elecciones «normales», no «de partido» y menos aún «de izquierda». La ponencia oficial reniega del concepto comunista de militancia y retrocede al menchevique, pero el problema no desaparece del todo porque aun con este retroceso se mantiene una exigencia política mínima para participar.
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Precisamente porque ahora el contexto es cualitativamente más grave que los de las elecciones anteriores, era de esperar que la militancia de Sortu se volcase masivamente en defender su opinión sobre la «nueva estrategia» tras una década de desmovilización y fracasos teniendo en cuenta lo que se había prometido hace diez o doce años. Recordemos que incluso se hizo correr la esperanza de que en «pocos años» habría un lehendakari abertzale porque, al «dejar la violencia y venir la paz», mucho abstencionismo progre, desencantados de EA, sectores del sindicalismo y algunas bases del PNV votarían a EH Bildu llevándole a Ajuria Enea.
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Además, el arraigo creciente de organizaciones revolucionarias abertzales a la izquierda de Sortu debiera provocar un debate más crítico en el Congreso siquiera para mantener el orgullito, pero no ha sido así. Comparado este clima de apatía con la efervescencia militante en el MLNV cuando la escisión de EIA-Euskadiko Eskerra, se constata un indiferencia desesperanzada por buscar la discusión teórica rigurosa con las nuevas izquierdas independentistas, exceptuando el desprecio engreído, a la vez que una imparable aceptación del orden del capital.
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Y este es el problema: ¿Por qué el 51,2%, la mayoría, ha permanecido muda con la que está cayendo? La explicación fundamental es que, tras una década de retrocesos y aún más de abandono de la formación teórica marxista, la membrecía ha debilitado su conciencia hasta caer en una indiferencia apática por el debate, por el estudio de la teoría imprescindible para todo buen debate, más en las condiciones en las que malvivimos. Los y las censadas han asumido una a una las cesiones del soberanismo reformista, incluida la ponencia a la totalidad que sigue –hasta la firma de este texto– dentro de Sortu. La militancia que no aguantaba la deriva a la nada, lo fue dejando y mucha de ella creando organizaciones revolucionarias. Dependencias y ataduras afectivas, simbólicas, emocionales reforzadas por el debilitamiento teórico, han facilitado tanto la pasiva abstención de la mayoría como la victoria de la minoría oficial y el reducido apoyo a la ponencia alternativa.
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La militancia actual de Sortu y EH Bildu –en otro texto hablaremos de la de LAB y Ernai– no tiene nada que ver con la del MLNV de hace dos décadas. Hemos visto la dialéctica entre pobreza absoluta y relativa inserta a su vez en la dialéctica superior de la lucha de clases, pues bien, existe otra dialéctica entre retroceso militante absoluto y relativo. Se ha sufrido un retroceso absoluto en la capacidad militante porque, de un lado, se han agudizado y complejizado las contradicciones capitalistas, pero de otro lado, la militancia ha debilitado mucho su formación, con lo que aumenta absolutamente la distancia entre la necesidad teórica al alza y la capacidad crítica en abierto retroceso como se ha vuelto a demostrar en el congreso de Sortu.
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Es imposible recuperar la capacidad militante manteniendo el sistema organizativo y la dirección política que la han devaluado hasta el nivel visto. Existe una irrompible dependencia mutua entre bases acríticas, dirección reformista y sistema organizativo socialdemócrata o menchevique que no vamos a detallar aquí porque es obvia: parafraseando al Che, no se puede construir la independencia socialista con las armas melladas del capitalismo.
Un comentario
Sin claridad ni orden en la ideología, decía alguien, no puede haber ni claridad ni orden en la organización, el reformismo es confusión.