Hemos visto en la sexta entrega que ya para 1918 empezaron a surgir diferencias dentro del diverso bloque revolucionario que había roto definitivamente desde 1914 con la II Internacional, con su reformismo y con su apoyo reaccionario a la burguesía desde otoño de 1918 cuando la oleada revolucionaria crecía por Europa, sobre todo en Alemania. Entre los bolcheviques una de las discusiones más tensas fue la de si ceder o no amplios territorios a Alemania en marzo de 1918 para obtener la paz y asegurar la victoria revolucionaria. No debe extrañarnos la permanencia del debate teórico en la mitad de las tremendas luchas sociales de la época: esa es una de las características del marxismo.
En medio de aquellas discusiones estalló en septiembre de 1920 la huelga metalúrgica italiana por citar un solo ejemplo del contexto occidental, pero también estalló la gran huelga en la Patagonia argentina de 1920 para colectivizar la tierra y el trabajo. Citamos aquella impresionante rebelión tan lejana de Europa para mostrar que la lucha de clases era mundial, este sería uno de los puntos de choque entre práctica internacional de la URSS y la IV Internacional desde 1938.
Pero vayamos paso a paso. En el invierno de 1921 las terribles condiciones de vida causadas por la Primera Guerra Mundial y después por la invasión de doce ejércitos imperialistas en apoyo a la contrarrevolución, originaron revueltas campesinas y la sublevación de Kronstadt en la URSS, que abrió un duro y polifacético debate que adquirió diversos contenidos posteriores al calor de las discusiones sobre la Nueva Política Económica (NEP). Se tensionaron los debates al conocerse los últimos textos de Lenin contra la burocracia y la corrupción, que coincidía en parte con las denuncias de otras corrientes del partido que habían denunciado lo mismo desde comienzos de 1919, como la Oposición Obrera.
La situación se agravó desde el invierno de 1922 – 1923 al conocerse los últimos documentos de Lenin –«Testamento» – , en los que además de otras críticas y propuestas para cambiar en profundidad al partido y la política del gobierno, también pedía la retirada de Stalin de su cargo de secretario general. Es en este contexto en el que Lenin propone a Trotsky combatir juntos la burocratización. En octubre de 1923 casi medio centenar de viejos bolcheviques históricos firmaron un manifiesto contra la burocratización, que sería la base de la llamada Oposición de Izquierda. En enero de 1924 murió Lenin: no podemos extendernos ahora sobre por qué se decidió ocultar el «Testamento» a los pueblos de la URSS, ocultación que traería nefastas consecuencias al facilitar el avance burocrático.
En 1924 el pensamiento crítico iba siendo silenciado en su totalidad: Rosa Luxemburg, asesinada por proto-nazis y socialdemócratas, desaparece de la vida intelectual, por citar un solo caso. En 1925 Trotsky fue desplazado del comisariado de Guerra, así como Zinóviev y Kámenev, entre otros miembros de la llamada Nueva Oposición. Mientras tanto, la NEP fue mejorando las condiciones de vida, lo que aumentó el apoyo popular a las corrientes oficiales del partido, debilitando a las críticas; con esto a su favor, la dirección del partido en 1926 – 1927 fue barriendo a la Oposición Unificada, a los firmantes de la Carta de los Ochenta y Cuatro, etc., depurando del Politburó y del Comité Central a sus representantes, Trotsky fue expulsado del partido en diciembre de ese año, y de la URSS en enero de 1929.
Además de mejorar las condiciones sociales, la NEP hizo resurgir la pequeña burguesía industrial y comercial, los campesinos ricos que apoyaban las tesis de Bujarin resumida en su consigna de «¡Enriqueceos!», favoreciendo el crecimiento de una casta burocrática poco concienciada y bastante obediente al partido. La Huelga General británica de 1926, las insurrecciones chinas de 1927 y otras luchas internacionales propiciaron fuertes debates porque la izquierda denunciaba que la política oficial soviética beneficiaba a las burguesías británica y china. Su denuncia, empero, apenas era escuchada fuera de círculos militantes porque la recuperación económica legitimaba a la dirección del partido, pero sí era estudiada por comunistas internacionales que se organizaron en un grupo crítico en el VI Congreso de la Internacional Comunista de 1928.
La Internacional Comunista se estaba convirtiendo en una oficina internacional de Moscú, cuando lo que hacía falta era precisamente establecer una interacción ágil entre las luchas mundiales, por ejemplo, con la lucha de clases en el Caribe y el asesinato de Mella en México de 1928 cuando dirigía la lucha revolucionaria en Cuba, su patria, con los esfuerzos del sector de Mariátegui en Perú, con la Rebelión Roja en El Salvador de 1932, etc.
Para 1927 habían surgido los primeros síntomas de agotamiento de la NEP que llegaría a su fin en 1929 con una crisis muy seria, agravada por el cerco imperialista. Se rompió el bloque Stalin-Bujarin con el comienzo del poder definitivo del primero que inició una desesperada industrialización y un feroz ataque a los campesinos ricos para obligarles a colectivizar las tierras. Las consecuencias fueron tremendas: sabotajes de campesinos ricos y hambrunas devastadoras. Para recuperar el orden y superar la crisis, el partido atacó a la izquierda crítica, a los obreros que protestaban y a los nuevos ricos, en un contexto europeo marcado por el ascenso del nazifascismo sobre todo desde finales de la década de 1920.
Aún la izquierda no se había planteado organizarse fuera de la Internacional Comunista porque creía que podía reorientarla desde dentro, pero dos hechos acaecidos en 1933 le hicieron desistir: uno, el inicio de expulsiones y encarcelamientos en las organizaciones del PCUS de decenas de miles de miembros; y, dos, la línea oficial contra el nazismo originó una severa crítica y sobre todo una estrategia muy diferente a la de la Internacional Comunista. Estos dos procesos fueron la gota de la paciencia y los grupos críticos comprendieron que necesitaban de una organización propia para superar las crecientes barreras impuestas por la Internacional Comunista y por la burguesía: así en verano de 1933 se creó la Liga Comunista Internacional. Pensaron que la Internacional Comunista estaba llevando al desastre la lucha revolucionaria y que era necesario avanzar en la confluencia de sectores desde los problemas diversos en sus formas pero iguales en el fondo de cada país. No se pretendía crear una organización vertical, desde arriba, sino desde el acercamiento sustentado en las luchas concretas.
Estas intenciones chocaban, como hemos dicho, con las crecientes represiones en la URSS y el obstruccionismo de la Internacional Comunista, además de la vigilancia burguesa, de modo que el desarrollo organizativo fue lento y entrecortado, pero a pesar de ello entre 1933 y 1936 se fueron tejiendo lazos entre diversos grupos marxistas internacionales de manera que en verano de ese 1936 tuvo lugar en Ginebra la primera reunión de la IV Internacional con poca asistencia, mal organizada y con un texto oficial a debate que Trotsky redactó a vuela pluma por los escasos recursos de que disponía en su exilio en Noruega.
Por el contrario, las organizaciones y partidos integradas en la Internacional Comunista crecían atraídas por el prestigio de la URSS, que aparecía como la única fuerza que podía parar el avance nazifascista y detener una guerra que se veía cada vez más cercana. Entre 1936 1938, fecha oficial de la creación de la IV Internacional, gran parte del esfuerzo de los grupos que ya asumían su trotskismo tuvo que dedicarse a resistir los golpes mortales asestados por el PCUS dentro y fuera de la URSS. Un caso especialmente grave por sus repercusiones fue el del exterminio de la llamada «vieja guardia bolchevique» en las purgas de Moscú y los sucesivos asesinatos de familiares de Trotsky y de personas muy allegadas a él. Otro caso fue el del secuestro y desaparición del catalán Andreu Nin en 1937 a manos de la GPU en la mitad de la guerra contra el nazifranquismo, así como la persecución del POUM, de colectivos anarquistas y comunistas críticos, del Consejo de Aragón a manos de tropas del Partido Comunista Español, etc.
Pese a estas persecuciones, los últimos textos de Trotsky muestran un optimismo sobre el futuro de la IV y de la revolución mundial entonces comprensible pero que no aguantaría el desarrollo de las contradicciones generadas por la Segunda Guerra Mundial. El ascenso nazi indicaba el miedo creciente del bloque burgués a la fuerza obrera. Los informes que llegaban de la URSS indicaban que la crisis de la NEP debilitaba el apoyo obrero al PCUS, la extrema gravedad de la crisis de 1929, agudizada desde 1933, disminuía la capacidad burguesa para conceder reformas, la lucha de clases en el Estado francés, la guerra en el Estado español, la proximidad de una nueva guerra mundial…
Teniendo esto en cuenta, Trotsky creyó que la burocracia rusa no sobreviviría a la guerra con Alemania, que ya veía como inevitable en 1935, porque esa desafección se reforzaría con la guerra dando paso a una «revolución política» que derribaría a la burocracia. La oleada de luchas clasistas y de golpes fascistas demostraría que, pese a derrotas como la de la «Viena la Roja» en 1934 o la del Frente Popular francés en 1938, pensaba que el capitalismo había entrado en una inevitable fase de decadencia de la que no podría recuperarse. Por el contrario, un sector del trotskismo o corrientes muy cercanas pensaba que era prematuro organizar la IV porque no existían las condiciones para ello.
Todo parecía indicarle a Trotsky que era urgente crear la IV porque se estaba entrando en una fase prerrevolucionaria. Pensó que la revolución internacional se acercaba a gran velocidad convencido de que ni el nazifascismo, ni las fuerzas de alienación y represión de la burguesía «democrática» podrían contener ese avance. Su concepción mundial de la lucha de clases le permitía comprender la importancia del campesinado, pero las luchas de liberación nacional antiimperialista generalizadas a raíz de la Segunda Guerra Mundial desbordaron sus expectativas. Naturalmente, es imposible saber en qué y cómo hubiera variado sus ideas durante 1940 – 1945, o después si hubiera vivido.
No faltan personas que van desde la derecha hasta la izquierda, que sostienen que tal vez la razón principal de su asesinato fuera esta: impedir que siguiera pensando. Se ha definido a Lenin como «un cerebro en acción», y Trotsky era una de las personas comunistas de aquella época que no le andaba a la zaga. Una de sus mayores aportaciones fue la de actualizar a las condiciones de los años 30 en un esfuerzo sostenido desde 1905 la teoría de la revolución permanente inicialmente desarrollada por Marx y Engels en la mitad del siglo XIX y aceptada comúnmente hasta la mitad de la década de 1920 cuando se impuso la teoría del «socialismo en un solo país».
Trotsky no pudo acudir a la inauguración de la IV Internacional en París en diciembre de 1938 porque su vida estaba en peligro, otros delegados tampoco fueron al no poder superar los impedimentos de todo tipo, pero sobre todo, los estatutos que se debatieron estaban escritos en forma de borrador ya que la persona encargada de redactarlos, Rudolph Klement, había sido secuestrada pocos días antes por agentes de la URSS, y otros destacados dirigentes como Wolf, Reiss, el hijo de Trotsky Sedov, etc., habían sido asesinados, y por si fuera poco uno de los representantes del trotskismo en la URSS era agente del GPU: Zborowski.
En el documento inaugural El partido mundial de la revolución socialista, los cuatro puntos básicos del documento se sostienen sobre estas afirmaciones: 1) las fuerzas productivas capitalistas han dejado de crecer; 2) las condiciones objetivas para la revolución están dadas, pero no las condiciones subjetivas; 3) la burocracia se ha convertido en un freno para el desarrollo de la URSS; y 4) el movimiento obrero ha de asumir la defensa de la URSS ante el inminente ataque imperialista.
Ya en 1940 surgió la primera escisión seria en la IV Internacional cuando un sector denunció la invasión de Finlandia por la URSS en la llamada «guerra de invierno». La respuesta de Trotsky expuesta en su texto Balance de los acontecimientos en Finlandia de abril de 1940 fue fulminante: la URSS debe impedir que Finlandia y con ella el decisivo mar Báltico, caigan en poder de los nazis que quieren cercar a la URSS por el norte para ocupar Leningrado más fácilmente, por lo tanto y en vista a la guerra mundial que se avecina, los comunistas deben defender a la URSS y no apoyar al gobierno derechista de Finlandia que apoyará a los nazis para aplastar a la URSS.
Trotsky es asesinado poco después por un agente ruso en 1940 en medio de una persecución implacable contra su familia y allegados, como hemos dicho. La URSS entrega a la Gestapo listados con disidentes comunistas críticos antes de la invasión nazi y desde 1945 los persigue en Europa del Este. También son reprimidos en Japón, Alemania, Vietnam, China, Francia, Yugoslavia… En Gran Bretaña y Estados Unidos organizaciones y militantes son represaliados, encarcelados… La IV salió muy debilitada de la Segunda Guerra Mundial pero creía tener a su favor el hecho de que en 1943 y sin apenas consulta alguna, Moscú disolvió la Internacional Comunista dejando huérfano al proletariado mundial, vacío que no fue llenado por la creación en 1947 de la Kominform.
La IV creía tener un buen futuro interpretado desde el pasado cuando precisamente empezaban a surgir los profundos cambios socioeconómicos y geopolíticos creados por la guerra. Es esa debilidad la que hace que el primer encuentro de 1946 solo sea para preparar el definitivo de 1948 que constata que todavía no existía ninguna organización de masas con militantes experimentados integrada en la IV, lo que limita mucho su incidencia en la oleada de luchas sociales y antiimperialistas que recorre el planeta.
Pero los cambios socioeconómicos y sociopolíticos desbordaban ya la dirección de la IV que seguía pensando según el optimismo de Trotsky de finales de los años 30. La burocracia no se había hundido y el capitalismo empezaba una fase expansiva. Pese a la recuperación de la lucha de clases, el proletariado occidental seguía mirando a la URSS que no quería azuzar las tensiones en Occidente y chocaba con Yugoslavia, además empezaba a ser dopado por la recuperación económica y las primeras reformas del «Estado del bienestar» (¿?). El antiimperialismo crecía más allá de lo analizado muy rigurosamente por Trotsky en 1938, aumentando la desorientación de la IV.
La crisis de dirección estalló en 1953 cuando el grueso del Secretariado afirmó que la guerra fría y la inminencia de la Tercera Guerra Mundial provocaría la «revolución política» en la URSS, lo que haría que los partidos y sindicatos estalinistas se sumasen a la lucha revolucionaria: era, por tanto, necesario integrarse en ellos, hacer entrismo. Muchas organizaciones trotskistas se negaron porque sostenían que esos partidos y sindicatos ya habían perdido su identidad marxista y no la recuperarían nunca. La IV se rompe al surgir diversas alianzas entre las que destacan, por un lado, el Comité Internacional que mantiene las tesis originarias, y por el contrario el Secretariado Internacional partidario del entrismo, y entre ambas, una amplia gama.
Sin embargo, una vez más, la realidad supera a las dos grandes corrientes: la muerte de Stalin en 1953, las revueltas en el Este de Europa, la revolución china, la guerra de Corea, las luchas y represiones en muchos países, el reformismo socialdemócrata y el keynesianismo, la guerra cultural contra el socialismo, el Informe Jrushchov, etc., someten a las dos grandes corrientes de la IV a una tensión creciente porque deben responder a situaciones difíciles. Por ejemplo, en 1961, Pablo, una de las figuras más destacadas del Secretariado Internacional es detenido en el Estado francés cuando llevaba armas al FLN argelino en su guerra de liberación nacional contra la ocupación francesa.
La nueva crisis estalla en 1963 con la chispa de la Revolución Cubana y ambas fracciones se unen en el nuevo Secretario Unificado porque entienden que Cuba ha abierto una fase revolucionaria en América. Gran parte de la nueva dirección pensaba que esas luchas antiimperialistas que incluso recurrían a la lucha armada representaban a las nuevas fuerzas emancipadoras fundamentales del proletariado mundial, y siguiendo el ejemplo del camarada Pablo detenido en 1961, por participar en la lucha armada argelina, se sumaron a esta forma de acción o a otras similares. En 1979 el Secretariado Unificado reconoce a la Nicaragua sandinista lo que incrementa las distancias que le van separando de otros sectores que le acusan de abandonar el legado trotskista.
Desde 1980 surge un intento de reconstrucción de la IV Internacional en respuesta a lo que llaman línea claudicante del Secretario Unificado, pero se empantana como lo harán otros intentos posteriores, con fracasos más o menos estruendosos: en 1993 se creó la Corriente Comunista Internacional; entre1997-2004 termina de formarse la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional (CRCI); también tenemos a la FT-CI, a la Tendencia Marxista Internacional y otros grupos que aun estando oficialmente fuera de cualquiera de las corrientes de la IV, sí reivindican en mayor o menor grado el legado de León Trotsky y más en general de toda esa generación de comunistas.
Todavía en octubre de 2019 trotskistas norteamericanos del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) explicaban a su militancia la compleja historia de la versión del trotskismo que tiene la CICI en sus disputas con otras fracciones. No hace mucho, en verano de 2020, un conocido trotskista catalán, respondiendo a uno de tanto debates en esa corriente, ponía el ejemplo de la pasmosa facilidad con la que se define a quienes son o han dejado de ser los «verdaderos marxistas». Citaba una investigación según la cual en Argentina había nada menos que treinta y cinco grupos autocalificados como los «verdaderos marxistas», pero advirtiendo que no sabía cuántos eran en ese 2020.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 11 de febrero de 2022