Los y las vascas nos negamos a entrar en la OTAN pero el Estado español nos metió a patadas en esa organización terrorista y ahora el gobierno que dice ser el más «progresista» de la historia nos ha metido en la guerra que la OTAN ha iniciado en Ucrania con las repúblicas populares del Donbass, que también es contra la clase trabajadora ucraniana que rechaza el nazismo y el régimen corrupto impuesto por un golpe de Estado organizado por el imperialismo, y contra Rusia como primera frontera a destrozar para intentar llegar hasta China. Mientras tanto, al proletariado, al pueblo trabajador, se le impone el pacifismo absoluto como única forma lícita de responder a las injusticias que sufre cada vez más.
Recientemente, un editorial del diario El País se titulaba así: La legitimidad de las armas. No hace falta explicar aquí cómo retuerce la historia y qué «legitimidad» defiende: es «legítimo» armar a un régimen tirano impuesto por un golpe de Estado dirigido por la CIA para que consiga por fin y tras ocho años de ataques aplastar al pueblo del Donbass y hacer hincar la rodilla a Rusia para que, derrotada, no se resista al saqueo de sus recursos por el imperialismo. Este es uno de los cuatro frentes mundiales en los que el imperialismo está movilizando sus fuerzas, siendo los otros tres: Taiwan para provocar a China, Irán y Venezuela-Cuba, pero «la legitimidad de las armas» vale también para el resto de la casi inacabable lista de pueblos bajo presiones de Occidente.
Lo que ahora más nos interesa analizar es la belicosidad de la burguesía vasca y el pacifismo de algunas izquierdas a la luz de la experiencia histórica, del contexto y de la estrategia revolucionaria. La consiga abstracta «No a la guerra» favorece objetivamente a la OTAN porque oculta el hecho de que ya existía otra guerra anterior que continúa y continuará si no es parada por la intervención militar rusa y por la independencia del Donbass: las repúblicas populares del Donbass eran aterrorizadas con bombardeos indiscriminados durante ocho años, el pueblo ucraniano sometido a un régimen corrupto y de extrema derecha vendido a Estados Unidos y la OTAN, y Rusia y Bielorrusia cada vez más amenazadas económica y militarmente por el imperialismo otanista.
Que la burguesía vasca, integrada en la lógica imperialista franco-española, apoye el rearme masivo de los nazis ucranianos enseña qué modelo socio-económico y político quiere para Euskal Herria aunque no puede imponerlo del todo porque se lo impide el pueblo trabajador: la derechización y la violencia crecientes de sus fuerzas represivas en Vascongadas y Nafarroa, así como el peso de la derecha en Iparralde, lo confirma. El pacifismo de las fuerzas soberanistas y reformistas impide o retrasa la concienciación revolucionaria, facilita la pasividad ante la explotación y pulveriza la ética humana reduciéndola a una papilla insípida, inerme e inerte.
Nosotros ni estamos ni debemos estar contra «todas» las guerras: apoyamos las guerras defensivas de las clases y naciones explotadas, estamos a favor de las justas resistencias populares contra las opresiones e injusticias que sufren las clases trabajadoras, legitimamos el derecho y la necesidad de la resistencia, de la rebelión y de la revolución. Las repúblicas populares del Donbass tienen el derecho de defenderse, más aún, tienen la necesidad de defenderse con cualquier medio que estimen conveniente contra el terror ucraniano, contra su lengua y cultura, contra bombardeos indiscriminados, atentados selectivos, guerra económica permanente, mentira y manipulación sistemática… Esos y todos los pueblos agredidos tienen la necesidad y el derecho de recibir ayuda solidaria internacional, pero los nazis y contrarrevolucionarios no tienen en absoluto el derecho a asesinar y a recibir ayudas para que sigan asesinando.
Sin mayores precisiones ahora, asumimos el derecho de Rusia, Bielorrusia, Nicaragua, Siria, Venezuela, Argelia, Corea del Norte, México, Cuba, Palestina, Sáhara, Vietnam, Perú, China, Bolivia, Líbano, Kazajistán, Armenia, Irán, Honduras, Yemen, Irak, Mali…, todos ellos pueblos con Estado propio, para defenderse como crean necesario de ataques y amenazas exteriores y sus respectivas formas de agresión interna, de golpes militares, de provocaciones de toda índole, etc., organizadas por el imperialismo. Sobre todo asumimos la dialéctica entre derecho a la resistencia y necesidad de la resistencia para las naciones oprimidas a las que se les impide por la fuerza de las armas tener un Estado propio que garantice su independencia.
La burguesía borra la historia, tergiversa, falsea y descontextualiza las agresiones permanentes contra el Donbass y la multiplicación de sus amenazas contra Rusia y antes contra la URSS. No puede permitir que se conozca que la razón de sus crímenes no es otra que aumentar su capital a costa de estos pueblos. Además, les responsabiliza de los efectos terribles que esa prolongada estrategia está provocando en el agravamiento de la crisis mundial: la carestía, la inflación, el desabastecimiento creciente, el desempleo… no son debidos a una crisis que se arrastra desde 2007 provocada por la codicia del capital, sino a la resistencia del Donbass y ejercicio de Rusia del derecho de ayudarle y de defenderse a sí misma. Por lo tanto, dice la burguesía, hay que suprimir esos derechos, hay que seguir oprimiendo al Donbass y hay que obligar a rendirse a Rusia. Así están anunciando lo que nos espera si incrementamos nuestras movilizaciones y luchas para reconquistar los derechos que nos están arrebatando desde hace años.
El reformismo, el soberanismo «transformador», cierra ojos y oídos e intenta convencernos de que la diplomacia, la paz y los acuerdos en base a la legislación vigente es la única alternativa en este y en todos los demás «problemas», como si la opresión de los derechos fuera un mero «problema», y ocultando sobre todo que esa ley es la impuesta por el opresor para servirle a él. De esta forma, el reformismo se posiciona objetivamente en la defensa del capital, del imperialismo, de la OTAN. Independientemente de sus ilusiones y fantasías subjetivas, es un pilar del sistema como se aprecia en su apoyo al gobierno belicista español, que ha implementado el mayor gasto militar desde la llamada transición, que es el gobierno de la Unión Europea que más gasta en fuerzas represivas, que recorta derechos elementales, que es una pieza clave de la OTAN… Defensa de este gobierno y por tanto defensa del Estado español tanto más dañina para el pueblo cuanto que, además, este debe renunciar al derecho sacrosanto e inalienable a la rebelión contra la injusticia.
Nuestro SÍ contundente a la justa guerra defensiva de los pueblos va más allá que la simplona consigna de «OTAN no. Bases fuera» porque no va a la raíz del problema: las bases de la OTAN no pueden irse a ningún lado porque el Estado español es en sí mismo una base de la OTAN y porque el gobierno del Estado español es solo el despachito dentro de la base otánica para comunicar a los súbditos de su Majestad las órdenes provenientes del Pentágono o de cualquier cabo del ejército yanqui. «OTAN no. Bases fuera» solo tiene sentido si se transforma en «España no. España fuera».
Nos enfrentamos, por tanto, a una tarea dura, prolongada, peligrosa pero necesaria en su sentido pleno, es decir, de necesidad de practicar el derecho elemental a la libertad y a la vida. Mientras exista la OTAN y unida a ella la monarquía militar inherente al Estado español, no seremos libres y estará en peligro nuestra vida. Ahora bien, superar esta necesidad vital, que por ello es más que un simple derecho abstracto, nos exige una praxis comunista e independentista que, por un lado, se base en las más recientes expresiones de la lucha de clases y, por otra parte, integre las lecciones positivas y las victorias obtenidas durante la larga lucha nacional de clase de nuestro pueblo y especial en los últimos setenta años. Uno sin otro no se sostiene la praxis comunista.
Por ejemplo, de cara a la intensificación de la lucha de clases en respuesta al endurecimiento de la explotación, es necesario conocer mediante la práctica sostenida en el tiempo la complejidad de las fracciones del proletariado vasco, de sus niveles y ramificaciones que dan forma al pueblo trabajador en su conjunto, y a la vez conocer las formas que adquiere el movimiento popular en el capitalismo actual bajo la actual opresión nacional franco-española bajo la dominación imperialista. Cualquier confusión o dogmatismo en estas y otras cuestiones, resulta mortal.
De entre los muchos problemas que se han agudizado recientemente y sobre todo desde la intervención preventiva de Rusia en defensa del Donbass, adquieren más relevancia aún los de la solidaridad internacionalista, los de defensa del derecho a la rebelión y la denuncia teórica y ética del pacifismo y en especial de la mitología de la «mujer pacífica», los del papel de la cultura y la prensa en la guerra psicopolítica, los de la lucha contra el empobrecimiento y la represión, los de prefigurar prácticas proto-socialistas de emancipación que demuestren que el comunismo es una necesidad imperiosa y también un deseo factible, etc. Es urgente avanzar en estas reflexiones y en estas prácticas. Avancemos.
Petri Rekabarren
Euskal Herria, 6 de marzo de 2022