Hace unos días se publicó en diferentes medios de comunicación de Euskal Herria un artículo de Joxe Iriarte Bikila, titulado Kanpismoa eta antiinperialismoa (campismo y antiimperialismo). Mediante este artículo de opinión el representante de Alternativa usa el altavoz mediático para criticar y atacar, a través de estereotipos y generalizaciones, a los organizadores de la manifestación nacional del 11 de marzo No a la OTAN y la Unión Europea. Euskal Herria antiimperialista. Campistas, Putinistas, prorusos, maniqueos, nostálgicos… Iriarte se hace portavoz de todo estereotipo para atacar al (renaciente) movimiento antiimperialista de Euskal Herria. La acusación central del texto, alrededor de la que se desarrolla toda la crítica, es la de campismo. Es decir, estar atrapados en una visión geopolítica del mundo y de los conflictos internacionales. Y todo este despropósito de difamaciones se basan en una única crítica a la convocatoria, porque los organizadores, en el texto de presentación, no condenan «la invasión de Rusia». Y esto, deduce tramposamente Iriarte, quiere decir estar a favor de Rusia y de Putin. Es decir, es campismo.
Pero si leemos el manifiesto que convoca a la manifestación y el discurso de los organizadores, veremos la trampa conceptual de Iriarte. El autor acusa a los antiimperialistas de Euskal Herria de hacer reduccionismo geopolítico, cuando, en realidad, quien reduce todo a la geopolítica es el mismo Iriarte. Bikila plantea que un discurso antiimperialista tiene que romper con el campismo, hablar de que Putin también es malo y apelar a la paz y la desmilitarización y la desnuclearización del mundo. Iriarte quiere hacer antiimperialismo a partir del puro idealismo, pasándose por el forro toda teoría del imperialismo y lucha internacionalista de las últimas décadas. Este idealismo, fruto más de mala fé que de ingenuidad, conlleva no pocos problemas, a nivel analítico, pero, sobre todo, político.
- Hablar de imperialismo quiere decir, justamente, no reducir todo análisis a la geopolítica (ciencia burguesa), que es lo que hace Iriarte, a la vez que acusa, hipócritamente, de hacer lo mismo a los internacionalistas de Euskal Herria. Iriarte nos dice que hay que ir más allá de la geopolítica, pero reduce toda la cuestión de la guerra en Europa Oriental a la invasión de Putin o a la pugna OTAN-Rusia (y China). Por el contrario, los organizadores de la manifestación hacen justamente lo contrario, yendo más allá del conflicto concreto en Ucrania, y situando la actual fase imperialista en un contexto de ofensiva del capital más generalizada, vinculándola a la lucha de clases y a la restructuración capitalista a escala global.
Hablar del imperialismo, fase superior del capitalismo, quiere decir, como hace la convocatoria de la manifestación, y contrariamente a lo que hace Iriarte, analizar el capitalismo como totalidad, no separando las relaciones internacionales de las relaciones de producción, del modo de producción capitalista, sus formaciones socio-económicas y sus crisis sistémicas.
Hablar de imperialismo es situar la fase imperialista actual dentro del contexto de crisis capitalista (como respuesta a la crisis sistémica y a la caída de la tasa de ganancia); es entender la OTAN no solo como aparato militar y complejo industrial-militar, sino como brazo armado de la burguesía y la hegemonía global yankee en un plano político-económico-militar.
Por lo tanto, luchar contra la OTAN, como apunta la convocatoria de la manifestación, es luchar contra la precarización de la clase trabajadora, la sobreexplotación de las periferias, la opresión de género y racial, los derechos laborales, la crisis ecológica… Que no son sino manifestaciones de la crisis capitalista y de su fase imperialista. - Otra trampa del idealismo de Iriarte ‑y de su no comprensión y mistificación del imperialismo- políticamente más grave y peligrosa, es la postura política del autor. La postura verdaderamente «antiimperialista» que habría que adoptar, para no ser campista, Putinista, nostálgico etc., sería luchar en favor de «la paz, la desmilitarización y la desnuclearización», resumida en el «ni OTAN, ni Putin».
Pero Iriarte ignora, a sabiendas, que (hasta asumiendo que esta fuera una guerra interimperialista) la postura antiimperialista en un conflicto interburgués NUNCA ha sido la neutralidad (postura pequeñoburguesa) sino el «derrotismo revolucionario».
Los antiimperialistas tenemos claro que Putin es el representante de una burguesía nacionalista y chovinista y, por ende, es nuestro enemigo. Igual que tenemos claro que el mundo mutipolar no es el paraíso del socialismo, sino el presupuesto a –y el resultado de- una pugna interburguesa. Pero esto no cambia nuestra perspectiva sobre el derrotismo revolucionario, sino que la refuerza.
¿Qué entendía Lenin por derrotismo revolucionario?
Tomando como presupuesto que el proletariado no tiene bando en una guerra interimperialista, siendo esta fruto de las contradicciones interburguesa, el papel de los proletarios tiene que ser convertir la guerra imperialista en guerra civil.
Y, para conseguir este objetivo, el proletariado tiene que aprovechar las contradicciones que brinda una guerra interimperialista para debilitar y derrotar a la burguesía de su propio bando. Es decir, tiene que buscar la derrota del bando imperialista al que pertenece su burguesía nacional (o, en el caso de la OTAN, regional/global).
En definitiva, tanto si entendemos esta guerra como una respuesta de Rusia a un ataque de la OTAN (con el golpe del Maidán y la guerra contra el Donbass), como si la consideramos una guerra interimperialista, el papel revolucionario del proletariado europeo TIENE QUE SER luchar contra «nuestra» burguesía imperialista. Es decir, buscar la derrota y la disolución de la OTAN, principal instrumento político-económico-militar de la burguesía occidental y del imperialismo global.
«Ahora bien, cuando se habla de actos revolucionarios en tiempos de guerra contra el gobierno de su país, es indudable e indiscutible que se trata, no solo de desear la derrota de ese gobierno, sino de cooperar efectivamente para ello. […] La revolución en tiempos de guerra, es la guerra civil, ahora bien, la transformación de una guerra de gobierno en guerra civil está facilitada por los reveses militares, por las derrotas de los gobiernos; por otra parte, es imposible contribuir a esta transformación en guerra civil si no se empuja al gobierno, al mismo tiempo, a la derrota» .
Lenin, «Del derrotismo en la guerra imperialista»
A este análisis, más actual que nunca, hay que sumarle que en nuestro caso, desde Europa, no estamos hablando de intereses concretos de una burguesía local, sino de los intereses de la burguesía imperialista occidental, la que lleva décadas teniendo el monopolio del terrorismo militar global (mediante la OTAN), del imperialismo económico-financiero (mediante la dictadura de la deuda) y cultural (mediante el control de la industria académica, cinematográfica y de la producción de la cultura-mercancía global).
Tenemos que entender que atacar y oponerse a los movimientos contra la OTAN (aunque sea desde el «pacifismo» y la «neutralidad») quiere decir, en la coyuntura actual, defender todo esto, apoyar décadas de terrorismo global y ser un agente más en la lucha por el mantenimiento de la hegemonía imperialista occidental a escala global.
Para acabar, decir que el artículo de Iriarte no tiene nada de inocente. No es casual que, poco antes de una manifestación cuyo objetivo es ser el principio de un nuevo movimiento contra la OTAN, que reivindica a la vez una Euskal Herria antimperialista y socialista, salgan representantes de la socialdemocracia para hacer de apagafuegos. Iriarte tiene que hacer llamamiento a su militancia para que no acuda a una manifestación a la que cualquiera que se diga independentista y socialista (o, simplemente, «de izquierdas») debería mirar con interés, apoyar y participar.
¿No será que Iriarte tiene que justificar que su fuerza política, en lugar de oponerse frontalmente a la ofensiva imperialista global, se mantenga «neutral», a la vez que apoya los presupuestos más militaristas y terroristas de la historia del estado español?
Tenemos que luchar contra estos análisis falsamente neutrales como los de Iriarte, de la misma forma que contra el imperialismo. Porque estos discursos idealistas son, sencillamente, «imperialismo con rostro humano».
Los revolucionarios tenemos el deber de volver a estudiar la teoría del imperialismo para detectar las características de la actual ofensiva imperialista global (un escenario que marcará las siguientes décadas de la lucha de clases y de liberación nacional de los pueblos): por un lado, vinculando la ofensiva de la OTAN en Europa Oriental a los demás frentes imperialistas actualmente abiertos (China, Africa del Norte, Abya Yala, Oriente Medio); Por otro, enmarcando esta ofensiva imperialista al más amplio proceso de restructuración capitalista (relacionando la guerra imperialista a los ciclos de acumulación y a la reproducción ampliada del capital).
Y, finalmente, llevando este análisis a la práctica, hacia la construcción de un nuevo movimiento internacionalista y antimperialista, que sepa ir de lo abstracto a lo concreto, anclando luchas y reivindicaciones universales (internacionalismo, no al imperialismo, a la OTAN y a la UE) a las determinaciones concretas y a las luchas de los pueblos trabajadores (en nuestro caso, Euskal Herria independiente, socialista y antimperialista).
Por todo ello, no seáis como Iriarte. El 11 de marzo bajad a la calle para lucha por una Euskal Herria antimperialista. Para reivindicar la independencia socialista, el internacionalismo y la necesidad, frente a la ofensiva del capital imperialista, de reactivar la lucha de los pueblos trabajadores y la lucha de clases a escala global.
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