Nota: primera entrega del texto escrito para la revista Hablemos claro.
«Si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea también móvil y que sea el pensamiento de ese movimiento. Si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea pensamiento consciente de la contradicción.»1
Cadenas mentales
En un interesante artículo sobre las «perplejidades» que desconciertan a las izquierdas varias en Nuestramérica, sobre el que no vamos a extendernos aquí, Bruno Lima Rocha Beaklini empieza afirmando que: «Estamos en un momento de perplejidad, donde el hecho no es el hecho y la versión se permite el lujo de intentar subvertir el hecho. Choque de narrativas, pensamiento “esencialista”, desinformación masiva y un conjunto de fuerzas en todos los países occidentalizados jugando muy duro para dejar a otros incapaces de cualquier reacción»2.
Pensamos nosotros que por «jugar duro» también hay que entender las amenazas múltiples, los recortes de derechos y libertades, los atentados a personas progresistas y a partidos revolucionarios, las muchas formas de golpes de Estado que la extrema derecha y el fascismo han perfeccionado y perpetran. Por ejemplo, la reciente advertencia del presidente de Colombia, Gustavo Petro, sobre un posible golpe de Estado; o el golpe real y salvaje con decenas de asesinados contra la democracia en Perú para entregarle el país atado de pies y manos a Estados Unidos; o las permanentes agresiones militares británicas invadiendo diecinueve países en solo una década3; o la permanente legitimación u ocultación que muchos jueces hacen de las brutalidades policiales: «En España se tortura»4.
Las perplejidades se entrelazan con las confusiones e incertidumbres también en muchas izquierdas de otras partes del globo. Son varias las razones que pueden explicar que sea en momentos de crisis sistémicas cuando más sectores de izquierdas caen en el desconcierto previo al giro suicida al reformismo o se desintegren, mientras que, en líneas generales, la derecha sabe bien lo que debe hacer, aun con diferencias en su seno. Una de esas razones muy importantes, la decisiva de hecho vista a medio plazo, es la del nulo o muy débil y superficial conocimiento de la teoría marxista de la crisis, o si se quiere de la esencia del materialismo histórico. Alguien escribió esto:
Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando estos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal5.
«Crear algo nunca visto»: este y no otro es el secreto encerrado bajo siete llaves que, al no ser conscientes de su cuasi infinito poder liberador, nos impide superar el desconcierto y avanzar radicalmente construyendo la historia. Entonces, lógicamente y como reacción atemorizada «la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos»; y aunque parezca increíble, las exizquierdas se refugian en las tradiciones reformistas siempre derrotadas, lo que no hace sino normalizar las pesadillas.
La teoría marxista de la crisis, que es el núcleo del materialismo histórico dialéctico, es al antídoto de las pesadillas que nos encadenan al pasado y a sus errores insuperables porque nos ayuda a volver consciente y por tanto superables mediante la praxis revolucionaria la pesadilla que sufrimos inconscientemente. Hemos topado así con unos de los abismos insondables que enfrentan al marxismo con la ideología burguesa en cualquiera de sus muchas variantes, la inmanencia de la unidad y luchas de contrarios como motor de la realidad.
Crisis de supervivencia
La vida en la Tierra y la antropogenia se mantienen, en síntesis, gracias a las sucesivas recuperaciones de la naturaleza y de nuestra especie tras devastadoras crisis de extinción o de recuperación. Pura dialéctica de la complejidad. En el caso humano, las crisis de supervivencia surgen cuando el desarrollo de las fuerzas productivas reales y potenciales colisionan frontalmente con las relaciones sociales de propiedad vigentes, relaciones que siempre benefician a la clase explotadora, opresora y dominante de ese momento. No hay que confundir las crisis de supervivencia con las simples crisis socioeconómicas y políticas, por muy graves que sean y por muchas guerras y violencias múltiples que provoquen. Creer que las feroces crisis socioeconómicas son equiparables a los períodos extremos de crisis de supervivencia como el actual, en los que se decide la continuidad de la especie o su retroceso brusco y atroz en la evolución cualitativa de la vida, es un craso error.
Las crisis de supervivencia son las que ponen en riesgo la vida en su totalidad, como en las cinco extinciones habidas hasta ahora en la Tierra por impactos de meteoritos, volcanes, cambios climáticos u otras causas, o la ponen en riesgo en amplias regiones del planeta por causas ceñidas a esos límites en los que, precisamente, se desarrollaba la antropogenia de modo que podrían destruir esa parte de la evolución de la vida. El desarrollo de las fuerzas productivas siempre impacta sobre la naturaleza, alterándola o desertizándola, como ha quedado demostrado en tantos casos.
Pero es con el capitalismo que ese golpe destructor se va acelerando sinérgicamente hasta hoy, cuando por primera vez en la historia natural eso que llaman «hombre», «civilización» o «antropoceno», es decir, la irracionalidad burguesa, pone a la vida en el borde de su sexta extinción, tal vez definitiva. Las fuerzas destructivas creadas por la burguesía son tan letales y mortíferas, que, tras un holocausto total, aterradoramente cercano, retrocederíamos a una situación peor que la hecatombe que acabó con los dinosaurios hace alrededor de sesenta millones de años: ahora solo sobrevivirían algunos insectos y cucarachas, y posiblemente ningún mamífero.
No es catastrofismo de ciencia ficción barata, tampoco es colapsismo, pues esta corriente apenas tiene en cuenta el grado extremo de antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad, o mejor dicho, la ferocidad fanática e irracional del imperialismo para ampliar la explotación humana. No es posible refutar los estudios científicos que desde la década de 1980 avisan de la sinergia exterminadora formada por la guerra nuclear, bioquímica, electrónica y ciber-espacial, y sus efectos a muy largo plazo, así como de la destrucción de la naturaleza con sus efectos contra la salud humana definida en su sentido integral. Aunque luego deberemos hablar del «brujo» burgués, aquí sí tenemos que citar esa muy reciente advertencia realizada por un prestigioso colectivo de 350 científicos sobre el espeluznante potencial destructor de la llamada Inteligencia Artificial porque aumenta el «riesgo de extinción»6.
Las confusiones, perplejidades e incertidumbres que desorientan y hunden a sectores de las izquierdas surgen en buena medida por desconocer tanto la lógica interna de las crisis de supervivencia como, y por ello mismo, las formas de superarlas evitando así el desastre de la victoria capitalista. Y es que, a diferencia de las crisis socioeconómicas por duras que sean, las de supervivencia, que integran y subsumen a las socioeconómicas, como veremos, generan reacciones específicas, más complejas y contradictorias.
Fuerzas destructivas
El marxismo, que ya estaba formado en una de sus bases esenciales en La ideología alemana de 1845 y en otros textos, afirmaba en el texto citado que llega un momento en el que las fuerzas productivas devienen fuerzas destructivas, dando así un golpe mortal al optimismo desarrollista del positivismo burgués: «Estas fuerzas productivas, bajo el régimen de la propiedad privada, solo experimentan un desarrollo unilateral, se convierten para la mayoría en fuerzas destructivas y gran cantidad de ellas ni siquiera pueden llegar a aplicarse, con la propiedad privada»7. Por desarrollo unilateral se debe entender el orientado hacia el aumento de la ganancia burguesa y la disciplinarización del proletariado: se ha confirmado que el capital destruye las fuerzas productivas que reducen la explotación, liberan a los trabajadores, no dañan la naturaleza, y bajo la dirección socialista aceleran el desarrollo armonioso del comunismo.
Estas advertencias que a la vez se integran en los primeros pasos de lo que será luego una brillante teoría crítica del potencial liberador de las fuerzas productivas multilaterales bajo la dirección consciente y libre de la humanidad, evitando así el «exterminio» al que luego nos referiremos, fue concretándose de diversas formas en textos posteriores hasta que en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 se plasmó en esa impactante tesis de que la burguesía se asemeja al brujo que no puede controlar las fuerzas infernales que ha desatado con sus conjuros, lo que hace que sea una lucha «que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes»8. Como única alternativa de salida viable para el proletariado, el Manifiesto propone una serie de medidas sociopolíticas radicales que aceleren el avance al socialismo, medidas que deben ser aplicadas «despóticamente».
Esta lógica recorre el posterior desarrollo marxista hasta que en 1859, en el «Prólogo» a la Contribución a la Crítica de la Economía Política se lee: «Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social»9.
Ya antes de 1859, en el marxismo de aquellos años, la cuestión de la época de revolución social se debatía acremente porque era y es siempre la cuestión decisiva: ¿existen o no existen condiciones objetivas para la revolución socialista? Si sí existen, entonces ¿por qué y cómo van tan retrasadas las condiciones subjetivas? ¿Por qué y cómo el capital impide que la conciencia en sí, reformista a lo sumo, o cuando no es reformista si es conformista, indiferente y hasta reaccionaria, salte a conciencia para sí, revolucionaria y autoorganizada que sabe de la necesidad de destruir el poder del capital y construir el poder obrero?
Estas preguntas vitales y permanentes eran respondidas en la práctica de la lucha de clases y sintetizadas en los textos sobre sindicalismo, colonialismo e internacionalismo, feminismo obrero, guerra, política, cultura, historia, filosofía y ciencia, etcétera, de aquellos años, praxis de masas con sus derrotas y victorias sin la que no se entiende absolutamente nada de la génesis y estructura de la crítica marxista de la economía política burguesa.
Desde esta perspectiva, la majestuosa dialéctica de El Capital, que desborda los tres volúmenes para abarcar la vida entera de Marx y Engels, es la quintaesencia de la contradicción mortal entre el desarrollo potencial liberador de las fuerzas productivas y las restricciones crecientes impuestas por la propiedad capitalista, es decir, la razón objetiva de que, al margen de la conciencia social, ha empezado una época en la que la revolución social aparece como una necesidad imperiosa para evitar el «exterminio» de la humanidad que se plasma de muchas formas, sobre todo en las dos áreas decisivas: la fuerza humana de trabajo y la naturaleza, según se sostiene en El Capital.
Durante la elaboración de la obra, Marx pidió muy frecuentemente ayuda a Engels, siendo una de ellas el origen y desarrollo de las fuerzas destructivas, de la guerra y de la violencia, usando estas palabras: «industria de la matanza de hombres»10. Así las fuerzas destructivas aparecen también como industria de la matanza de seres humanos que produce ganancias apreciables a muy corto plazo, pero siendo luego un despilfarro irracional que lastra la economía como un ancla de plomo. La muerte industrializada masivamente como parte de las fuerzas productivas unilaterales, burguesas, según la terminología de 1845 pero con el mayor rigor teórico alcanzado en 1866. Si la producción multilateral proletaria fabrica medicinas, mantequilla, libros, bienes de uso limpios y no mercancías sucias, la producción unilateral, la capitalista, produce bombas atómicas.
Este antagonismo entre las fuerzas productivas potenciales, multilaterales, liberadoras que en todo momento aparecen como brotes de vida en el desarrollo de la producción entran en flagrante contradicción los intereses de clase de la burguesía, que los arrasa. La época de revolución social va intensificándose en la medida en que la lucha obrera amenaza la reproducción ampliada del capital, que incrementa contra ella represiones y violencias posibles. De este modo, y en respuesta, el proletariado se defiende menos o más violentamente según las circunstancias, pasando a la ofensiva revolucionaria para «tomar el cielo por asalto».
Así, la contradicción entre las fuerzas productivas y la propiedad burguesa avanza a ser contradicción entre la violencia revolucionaria y justa, y la violencia injusta, reaccionaria. La primera es la partera de la nueva sociedad; la segunda, el terror imperialista, es la defensora de la barbarie. Marx lo dice explícitamente y Engels lo reproduce con estas palabras: «Mas la violencia juega también otro papel en la historia, tiene un papel revolucionario: es según la frase de Marx, la partera de toda vieja sociedad preñada de otra nueva sociedad, es el instrumento con ayuda del cual el movimiento social se abre paso y rompe formas políticas muertas»11.
Una podrida sociedad burguesa preñada de otra nueva socialista, puede ser forzada por el nazismo a abortar esa libertad y obligándole a parir un engendro contrarrevolucionario, ferozmente racista, salvando así la propiedad del capital. Para que no sucediera esta derrota aplastante, en 1881 Marx recomendaba que si un gobierno socialista llegaba al poder, tenía que «
Mientras tanto, Engels, luego Kautsky y otros revolucionarios y por fin Rosa Luxemburg en 1915, teorizaron el tan conocido dilema de Socialismo o Barbarie, es decir, la forma programática de la contradicción mortal que solo puede ser superada con el socialismo o, en caso de derrota, precipitarse en la barbarie. Solo cuatro años después, en 1919, el partido bolchevique dio otro paso importante al hablar de que el dilema ya es el de Comunismo o Caos, es decir, la barbarie se descompondría y pudriría en sí misma bajo el irracionalismo burgués hasta hundirse en el caos. La Primera y Segunda Guerra Mundial daban fe de ello, y el terror nuclear y de guerra bioquímica, así como la oleada de estudios realizados desde la década de 1970 sobre la crisis socionatural previsible, lo avalaban al igual que lo hacen los crímenes de un imperialismo desatado. Es por esto, que en esa época se sostuvo que la fase imperialista había dejado paso a la «fase exterminista». Ahora ya son comunes expresiones como «capitalismo de la catástrofe», «capitalismo implosivo» y otras.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 31 de mayo de 2023
- Henri Lefebvre: Lógica formal. Lógica dialéctica, Siglo XXI, Madrid 1972, p. 200.
- Bruno Lima Rocha Beaklini: Algunas perplejidades latinoamericanas en el siglo XXI, 27 de mayo de 2023 (https://kaosenlared.net/algunas-perplejidades-latinoamericanas-en-el-siglo-xxi/).
- MPR21: Las tropas británicas han invadido 19 países en diez años, 29 de mayo de 2023 (https://mpr21.info/las-tropas-britanicas-han-invadido-19-paises-en-diez-anos/).
- Joaquín Urías: En España se tortura, 28 de mayo de 2023 (https://blogs.publico.es/dominiopublico/52880/en-espana-se-tortura/).
- K. Marx: El dieciocho brumario de Luís Bonaparte, 1852 (https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1850s/brumaire/brum1.htm).
- RTV.es: La IA supone un «riesgo de extinción» similar a las pandemias y la guerra nuclear, según sus creadores, 30 de mayo de 2023 (https://www.rtve.es/noticias/20230530/inteligencia-artificial-riesgo-extincion-pandemias-nuclear/2448000.shtml).
- K. Marx y F. Engels: La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona 1972, p. 69.
- K. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista, 1848 (https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1840s/48-manif.htm).
- K. Marx: Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1859 (https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1850s/criteconpol.htm).
- K. Marx: «Carta a Engels, 7 de julio de 1866», Cartas sobre El Capital, Ediciones Bolsillo, Barcelona 1974, p. 119.
- F. Engels citado por Gaspar Jorge García Gallo: Filosofía y economía política en el Anti-Dühring, Ciencias Sociales, La Habana 1982, p. 161.
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