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El pue­blo con­go­le­ño lucha por su pro­pia riqueza

Este dos­sier fue ela­bo­ra­do en cola­bo­ra­ción con el Cen­tre Cul­tu­rel Andrée Blouin [Cen­tro Cul­tu­ral Andrée Blouin], el Cen­tre for Research on the Con­go-Kinsha­sa [Cen­tro de Inves­ti­ga­ción sobre el Con­go-Kinsha­sa] (CERECK), Likam­bo Ya Mabe­le (Movi­mien­to por la Sobe­ra­nía de la Tie­rra) y el Ins­ti­tu­to Tri­con­ti­nen­tal de Inves­ti­ga­ción Social.

Agra­de­ce­mos pro­fun­da­men­te al Dr. Eyam­ba Bokam­ba, Dr. Geor­ges Nzon­go­la-Nta­la­ja, a Marie Clai­re Faray, Mua­di Muken­ge, Patri­cia Lok­wa Ser­vant, Luban­gi Munia­nia, Kam­ba­le Musa­vu­li y al pro­fe­sor John Hig­gin­son, entre otros, por sus indis­pen­sa­bles contribuciones.

Este dos­sier está dedi­ca­do a los millo­nes de con­go­le­ñas y con­go­le­ños que han per­di­do la vida a lo lar­go de los años por satis­fa­cer las deman­das del mer­ca­do; a las y los lucha­do­res por la liber­tad de los levan­ta­mien­tos de Tele­ma, cuya per­se­ve­ran­cia influ­yó en las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les de 2018; y a Cédrick Nian­za, Armand Tun­gu­lu, Flo­ri­bert Che­be­ya, Thé­rè­se Décha­de Kapan­ga­la Mwan­za, Rossy Tshi­man­ga y Luc Nku­lu­la, quie­nes sacri­fi­ca­ron sus vidas por la visión de un Con­go renovado.

Cobal­to, litio y col­tán: son los mine­ra­les nece­sa­rios para impul­sar la Cuar­ta Revo­lu­ción Indus­trial. La Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go (RDC) con­cen­tra alre­de­dor del 71% de la pro­duc­ción mun­dial de cobal­to y el 35% de la de col­tán (Bokam­ba y Bokam­ba, 2024). Mien­tras exis­tan estos mine­ra­les en el Con­go, habrá fuer­zas que tra­ta­rán de des­es­ta­bi­li­zar el país. Pero los mine­ra­les no son el ori­gen del pro­ble­ma: es el capi­ta­lis­mo. ¿Cuál es la dife­ren­cia entre Norue­ga, por ejem­plo, un país rico en recur­sos con lucra­ti­vas reser­vas de petró­leo, y la RDC? La RDC ha que­da­do reza­ga­da en la cade­na de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. Sus recur­sos se explo­tan mien­tras se per­mi­te que la vio­len­cia con­ti­núe sin restricciones.

Si bien, la RDC es uno de los paí­ses más ricos del mun­do por sus recur­sos, tie­ne una de las pobla­cio­nes más pobres. El Pro­gra­ma de las Nacio­nes Uni­das para el Medio Ambien­te (PNUMA) cal­cu­la que la RDC tie­ne reser­vas mine­ra­les sin explo­tar valo­ra­das en 24 billo­nes de dóla­res, y cuen­ta con mitad de los recur­sos hídri­cos de Áfri­ca, la mitad de la cubier­ta fores­tal afri­ca­na y 80 millo­nes de hec­tá­reas de tie­rra cul­ti­va­ble con capa­ci­dad para ali­men­tar a todo el con­ti­nen­te (2011: 22). En 2022, se expor­ta­ron dos meta­les —cobre y cobal­to— por un total com­bi­na­do de 25.000 millo­nes de dóla­res, lo que equi­va­le a más de un ter­cio del PIB del Con­go de ese año (OEC, 2022). A pesar de la enor­me rique­za en recur­sos natu­ra­les, la pobla­ción de la RDC lucha por sobre­vi­vir. Ese mis­mo año, el Ban­co Mun­dial deve­ló que alre­de­dor del 74,6% de la pobla­ción de la RDC vive con menos de 2,15 dóla­res al día, y apro­xi­ma­da­men­te uno de cada seis con­go­le­ños vive en la extre­ma pobre­za (2024). La bre­cha entre la rique­za nacio­nal del país y la extre­ma pobre­za que sufre la mayo­ría es abrumadora.

La RDC ocu­pa el pues­to 180 de 193 paí­ses en el Índi­ce de Desa­rro­llo Humano de 2022 (PNUD). Esto sig­ni­fi­ca que la pobla­ción del Con­go tam­bién pade­ce ham­bre y tie­ne un acce­so inade­cua­do a infra­es­truc­tu­ra bási­ca decen­te, con­di­cio­nes que están vin­cu­la­das a una lar­ga his­to­ria de explo­ta­ción y ausen­cia de una gober­nan­za efi­caz. Las muje­res con­go­le­ñas, en par­ti­cu­lar, se enfren­tan a más adver­si­da­des debi­do al machis­mo ram­pan­te, el uso de la vio­len­cia de géne­ro en los con­flic­tos arma­dos y los defi­cien­tes ser­vi­cios socia­les. Por ejem­plo, pre­sen­tan una ele­va­da tasa de mor­ta­li­dad mater­na, casi tres veces supe­rior a la media mun­dial (OMS, 2023). Aun­que las muje­res par­ti­ci­pa­ban ple­na­men­te en la vida públi­ca en la épo­ca pre­co­lo­nial, han que­da­do total­men­te exclui­das y opri­mi­das en el perio­do poscolonial.

Esta situa­ción no pue­de atri­buir­se úni­ca­men­te a los con­flic­tos exis­ten­tes en el país, que son el ori­gen de la muer­te de más de seis millo­nes de per­so­nas des­de 1996 (Nacio­nes Uni­das, 2024). Estos, en los que inter­vie­nen diver­sos acto­res, son con­se­cuen­cia de la sus­tan­ti­va des­igual­dad en la rique­za. Pero bajo la vio­len­cia y el des­gas­te ins­ti­tu­cio­nal del apa­ra­to esta­tal se escon­de una fuer­za aún más malig­na, acti­va en la región des­de hace casi dos siglos, y que des­cri­bi­re­mos en este dos­sier. Esta fuer­za ha lle­va­do al saqueo de la tie­rra y sus recur­sos para obte­ner bene­fi­cios a cual­quier cos­to. La actual Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go sigue afli­gi­da por el comer­cio trans­atlán­ti­co de seres huma­nos (del siglo XV al XIX) y por la colo­ni­za­ción del rey Leo­pol­do II (1884−1908) con­ti­nua­da por el Esta­do bel­ga (1908−1960). La per­si­gue el sabo­ta­je a su sobe­ra­nía, median­te el ase­si­na­to de su pri­mer diri­gen­te ele­gi­do demo­crá­ti­ca­men­te, Patri­ce Lumum­ba (1925−1961), y la subor­di­na­ción de sus éli­tes a las agen­das de las gran­des mul­ti­na­cio­na­les mine­ras. La des­igual­dad de rique­za, en otras pala­bras, es fácil de expli­car, pero igual­men­te sim­ple de ente­rrar en el maras­mo de siglos de pro­pa­gan­da racis­ta y déca­das de mala ges­tión de los recursos.

Este dos­sier sos­tie­ne que el pue­blo con­go­le­ño lle­va luchan­do con­tra el robo de sus rique­zas no sólo des­de la for­ma­ción en 1958 del Mou­ve­ment Natio­nal Con­go­lais (Movi­mien­to Nacio­nal Con­go­le­ño o MNC) – que bus­ca­ba libe­rar­se de Bél­gi­ca y con­tro­lar los exten­sos recur­sos natu­ra­les del Con­go –, sino inclu­so antes, a tra­vés de la resis­ten­cia de la cla­se tra­ba­ja­do­ra entre los años 30 y 50. Esa lucha no ha sido fácil, ni ha teni­do éxi­to. La RDC con­ti­núa domi­na­da por la explo­ta­ción y la opre­sión en manos de una pode­ro­sa oli­gar­quía con­go­le­ña y de empre­sas mul­ti­na­cio­na­les que ope­ran con el per­mi­so de la pri­me­ra. Ade­más, el país sufre, por un lado, las gue­rras de agre­sión de sus veci­nos Ruan­da y Ugan­da, apo­ya­dos por gru­pos mili­cia­nos inter­pues­tos, y, por otro, las ins­ti­tu­cio­nes mul­ti­la­te­ra­les como el Ban­co Mun­dial y el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI) que impo­nen polí­ti­cas neo­li­be­ra­les como requi­si­to para reci­bir prés­ta­mos (Tri­con­ti­nen­tal, 2023).

Varios de los com­po­nen­tes más impor­tan­tes de la infra­es­truc­tu­ra mun­dial moder­na depen­den de mine­ra­les y meta­les extraí­dos en la RDC (col­tán, cobal­to, cobre, dia­man­tes, oro, tungs­teno y ura­nio). Por ejem­plo, los com­po­nen­tes bási­cos de la eco­no­mía glo­bal digi­ta­li­za­da se extraen de luga­res como la RDC a muy bajo cos­to. Los gru­pos de mili­cia­nos ase­gu­ran la mano de obra median­te la fuer­za, lo que se tra­du­ce en sala­rios nulos o bajos para las per­so­nas que tra­ba­jan en la mine­ría y en las zonas mine­ras indus­tria­les. Debi­do a estas con­di­cio­nes labo­ra­les, la tasa de explo­ta­ción de quie­nes pro­du­cen el iPho­ne —sím­bo­lo omni­pre­sen­te del pro­duc­to final de los mine­ra­les— es 25 veces supe­rior a la tasa de explo­ta­ción de lxs tra­ba­ja­dorxs tex­ti­les en la Ingla­te­rra del siglo XIX (Tri­con­ti­nen­tal, 2019; Savram y Tonak, 2024).

El pre­cio de las mate­rias pri­mas digi­ta­les se ve aún más aba­ra­ta­do debi­do a los esca­sos ingre­sos obte­ni­dos por el Esta­do con­go­le­ño. Toman­do el ejem­plo de una mul­ti­na­cio­nal cla­ve en la extrac­ción de recur­sos de la RDC, Glen­co­re anun­ció ganan­cias ajus­ta­das al mer­ca­do de 3.500 millo­nes de dóla­res esta­dou­ni­den­ses para 2023 (antes de intere­ses e impuestos)(Goriainoff y Laur­sen, 2024). Es el «sub­si­dio» de los sala­rios redu­ci­dos (faci­li­ta­dos en par­te por el tra­ba­jo coac­cio­na­do y for­za­do) y la dis­mi­nu­ción de los ingre­sos del Esta­do lo que pro­por­cio­na a esta empre­sa ingre­sos tan altos. Sin la san­gre, el sudor y la mise­ria de los «mil millo­nes de aba­jo» de la pobla­ción con­go­le­ña y las mate­rias pri­mas que pro­du­cen, las empre­sas del Nor­te Glo­bal no podrían obte­ner ganan­cias tan elevadas.

Las mise­rias del pre­sen­te tie­nen su ori­gen en el colonialismo

En sep­tiem­bre de 1876, el rey Leo­pol­do II de Bél­gi­ca cele­bró la Con­fe­ren­cia Geo­grá­fi­ca de Bru­se­las, apa­ren­te­men­te para deba­tir sobre el des­pre­cia­ble comer­cio trans­atlán­ti­co de seres huma­nos pro­ce­den­tes del con­ti­nen­te afri­cano. Sin embar­go, el ver­da­de­ro moti­vo de la con­fe­ren­cia era tra­zar el plan para lo que se con­ver­ti­ría en el sin­di­ca­to finan­cie­ro Comi­té d’études du Haut-Con­go [Comi­té de Estu­dios del Alto Con­go] en 1878 y lue­go en la Asso­cia­tion inter­na­tio­na­le du Con­go [Aso­cia­ción Inter­na­cio­nal del Con­go – AIC] en 1879. La AIC con­tra­tó al perio­dis­ta esta­dou­ni­den­se Henry Mor­ton Stan­ley para ir al Con­go y con­se­guir «una por­ción de este mag­ní­fi­co pas­tel afri­cano« para Leo­pol­do II, como dijo el rey (Nzon­go­la-Nta­la­ja, 2007: 15 – 16). Pos­te­rior­men­te, en la Con­fe­ren­cia de Ber­lín para repar­tir Áfri­ca entre las poten­cias colo­nia­les (1884−1885), Leo­pol­do II esta­ble­ció el État indé­pen­dant du Con­go (Esta­do Libre del Con­go – ELC). Siglos de la pre­his­to­ria del Con­go des­apa­re­cie­ron cuan­do el ELC trans­for­mó la vas­ta tie­rra cul­ti­va­ble, 80 veces el tama­ño de la Bél­gi­ca de Leo­pol­do, en terra nullius (terri­to­rio sin due­ño) y desa­rro­lló una des­car­na­da eco­no­mía de plantación.

Bajo el ata­que a su ante­rior modo de vida, millo­nes de habi­tan­tes del Con­go de un amplio espec­tro de gru­pos étni­cos sopor­ta­ron un esta­do de vio­len­cia sos­te­ni­do pro­vo­ca­do por las deman­das del ELC de cau­cho y otras mate­rias pri­mas nece­sa­rias para ali­men­tar la Revo­lu­ción Indus­trial. A muchxs les cor­ta­ron las manos y los pies (en un solo día le entre­ga­ron al comi­sa­rio colo­nial 1.308 manos cor­ta­das). Fue­ron ase­si­nadxs con arma­men­to más avan­za­do (como la pis­to­la Maxim) y sufrie­ron incur­sio­nes sis­te­má­ti­cas y la que­ma de aldeas (Hochs­child, 1998). Bajo el rei­na­do de Leo­pol­do, de 1865 a 1909, la For­ce Publi­que [Fuer­za Públi­ca] mer­ce­na­ria del rey creó un tor­be­llino de dine­ro, ase­si­na­tos y caos que se des­pla­zó des­de la región del Gran Bakon­go o Boko, en el oes­te, has­ta Katan­ga, en el sur­es­te. Las cua­tro prin­ci­pa­les comu­ni­da­des a su paso fue­ron las de los pue­blos cam­pe­si­nos kon­go y kuba del Bajo Con­go y las de los pue­blos pas­to­res y cam­pe­si­nos de sub­sis­ten­cia luba y lun­da del este del Con­go (Van­si­na, 1966 y 2010). De 1876 a 1889, los bel­gas inten­ta­ron crear una colo­nia en el Bajo Con­go basa­da en la extrac­ción de maní y acei­te de pal­ma. De 1891 a 1895, el mar­fil y el cau­cho com­pi­tie­ron por el pri­mer pues­to. De 1896 a 1908, la extrac­ción de cau­cho con­vir­tió al Bajo Con­go y par­tes de la colo­nia al nor­te y al este de Stan­ley Pool (actual Male­bo Pool) en un osa­rio (Nzon­go­la-Nta­la­ja, 2007: 26 – 41). De 1906 a la déca­da de 1930, se impu­so una colo­nia mine­ra en las regio­nes de Kasai, Katan­ga e Itu­ri. En octu­bre de 1903, en el apo­geo del vio­len­to gobierno de Leo­pol­do, Bellamy Sto­rer (emba­ja­dor esta­dou­ni­den­se en el Impe­rio Aus­tro­hún­ga­ro y admi­ra­dor del rey bel­ga) pre­gun­tó al pre­si­den­te de Esta­dos Uni­dos Theo­do­re Roo­se­velt: ¿Cuán­do ha «difun­di­do la huma­ni­dad el influ­jo civi­li­za­dor de una raza supe­rior» sin cruel­dad? (Sterns­tein, 1969: 191).

Aun­que el pue­blo con­go­le­ño fue final­men­te aplas­ta­do, enfren­tó las incur­sio­nes colo­nia­les con una resis­ten­cia colec­ti­va gene­ra­li­za­da. De 1900 a 1905, gru­pos loca­les ata­ca­ron esta­cio­nes y plan­ta­cio­nes colo­nia­les y recu­pe­ra­ron Lue­bo, la capi­tal de la región de Kasai, rica en cau­cho (Kolar, 2015: 15 – 19). En 1915, un movi­mien­to espi­ri­tual de masas diri­gi­do por Maria N’koi com­bi­nó la medi­ci­na tra­di­cio­nal y la insu­rrec­ción arma­da para opo­ner­se a los impues­tos colo­nia­les y recha­zar el tra­ba­jo for­za­do en el sur del Con­go (Lau­ro, 2020). Las auto­ri­da­des bel­gas cap­tu­ra­ron y exi­lia­ron a N’koi por su rebe­lión. Los afri­ca­nos del este del Con­go se vie­ron obli­ga­dos a refu­giar­se en las mon­ta­ñas y en la den­sa sel­va, o a cru­zar los lagos Alber­to y Eduar­do (hoy cono­ci­dos local­men­te como Mwi­tan­zi­ge y Rutan­zi­ge) hacia Ugan­da y Ruan­da (Mar­tin de Ryck; Ngb­wapk­wa, 1993: 291 – 306).

El enor­me esfuer­zo por crear empre­sas mine­ras y obli­gar a lxs tra­ba­ja­dorxs afri­canxs a extraer codi­cia­dos recur­sos sub­te­rrá­neos como car­bón, cobal­to, dia­man­tes, oro, hie­rro, ópa­los, man­ga­ne­so, pla­tino, esta­ño y ura­nio se con­vir­tió en el eje cen­tral de la explo­ta­ción en el Con­go. De tales esfuer­zos, los de la Union Miniè­re du Haut-Katan­ga (Unión Mine­ra del Alto Katan­ga, cono­ci­da hoy como Umi­co­re) fue­ron los mayo­res y más lucra­ti­vos (Hig­gin­son, 1989; Nzon­go­la-Nta­la­ja, 1983: 57 – 94). La empre­sa mine­ra for­ma­ba su mano de obra a par­tir de una gran reser­va de poten­cia­les reclu­tas afri­ca­nos, pero temía enor­me­men­te a la posi­bi­li­dad que estos reclu­tas se con­vir­tie­ran en una cla­se tra­ba­ja­do­ra con exi­gen­cias de sala­rios decen­tes y poder de deci­sión en el lugar de tra­ba­jo. A pesar de este temor y del uso de nive­les de vio­len­cia casi geno­ci­das para evi­tar que los reclu­tas se con­vir­tie­ran en una fuer­za polí­ti­ca, la empre­sa no con­si­guió fre­nar el cre­ci­mien­to de una cla­se tra­ba­ja­do­ra afri­ca­na (Pavla­kis, 2023: 585 – 608).

La vio­len­cia tam­bién fue emplea­da por dife­ren­tes bra­zos del Esta­do —como la agen­cia de con­tra­ta­ción para­es­ta­tal Bour­se du Tra­vail du Katan­ga [Bol­sa de Tra­ba­jo de Katan­ga o BTK] y el ejér­ci­to colo­nial For­ce Publi­que— así como por agen­cias de con­tra­ta­ción pri­va­das. Estas ins­ti­tu­cio­nes colo­nia­les cola­bo­ra­ban con los jefes loca­les para ejer­cer su poder, y si estos se resis­tían, eran des­ti­tui­dos, aun­que no siem­pre era tarea fácil (Hig­gin­son, 1989: 8 – 10, 20 – 24). Esta maqui­na­ria coer­ci­ti­va se vio refor­za­da por una ideo­lo­gía de supe­rio­ri­dad racial, que los bel­gas uti­li­za­ron para jus­ti­fi­car el uso de la fuer­za e impe­dir que lxs afri­canxs acce­die­ran a las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les o al poder real del Esta­do. Al prin­ci­pio de la domi­na­ción bel­ga, casi todos lxs euro­pexs creían real­men­te en el mito del sal­va­jis­mo afri­cano e impu­sie­ron sin pie­dad su ver­sión del orden polí­ti­co a la pobla­ción indí­ge­na. El racis­mo colo­nial fue la géne­sis de una ilu­sión que, sin embar­go, influ­yó pode­ro­sa­men­te en el rit­mo de la ocu­pa­ción colonial.

La lucha del pue­blo con­go­le­ño por la sobe­ra­nía y la dignidad

La ocu­pa­ción ale­ma­na de Bél­gi­ca (1940−1945) echó por tie­rra la idea de que el Esta­do colo­nial bel­ga (cono­ci­do popu­lar­men­te como Bula Mata­di, o «Rom­pe­pie­dras») era inven­ci­ble. En 1941, los tra­ba­ja­do­res afri­ca­nos de las minas de esta­ño de Kiko­le (pro­vin­cia de Kan­tan­ga) se decla­ra­ron en huel­ga y plan­tea­ron requi­sar jeeps y unir­se a afri­ca­nos de otras par­tes del con­ti­nen­te en su lucha. «Los blan­cos han sido derro­ta­dos en Euro­pa por negros de Kenia y Amé­ri­ca. ¿Por qué no pode­mos derro­tar­los aquí tam­bién?», dijo un líder de la huel­ga. «Tene­mos dere­cho a comer hue­vos y a adqui­rir auto­mó­vi­les como los blan­cos. Tome­mos la tien­da y repar­ta­mos las mer­can­cías. Nos per­te­ne­ce de todos modos, la Union Miniè­re ha com­pra­do estos pro­duc­tos con nues­tro tra­ba­jo» (Hig­gin­son, 1989: 175 – 176). Gra­cias al pleno apo­yo de las fami­lias cam­pe­si­nas y la pro­xi­mi­dad de los tra­ba­ja­do­res, la huel­ga se exten­dió por toda Katan­ga (hoy Haut-Katan­ga), don­de la mine­ría esta­ba más con­cen­tra­da. Esta olea­da huel­guís­ti­ca alcan­zó a los sol­da­dos, quie­nes se suble­va­ron con­tra la For­ce Publi­que en 1944, ins­pi­ra­dos por sus raí­ces de lucha obre­ra y cam­pe­si­na en las fábri­cas de Eli­sa­beth­vi­lle y Jadot­vi­lle (hoy Lubum­bashi y Lika­si), en el sur, y en las minas de esta­ño en el nor­te (Hig­gin­son, 1988a: 199 – 223; 1988b: 97 – 118; 1989).

El gobierno colo­nial inten­si­fi­có esta olea­da de resis­ten­cia al impo­ner al cam­pe­si­na­do obje­ti­vos de mayor pro­duc­ti­vi­dad para satis­fa­cer las deman­das de tiem­pos de gue­rra, obje­ti­vos que resul­ta­ban sen­ci­lla­men­te inal­can­za­bles dadas las cir­cuns­tan­cias. Los infor­mes guber­na­men­ta­les men­cio­na­ban bro­tes de arroz pudrién­do­se en tie­rras inun­da­das y cam­pos aban­do­na­dos, con la tie­rra ya pre­pa­ra­da para la siembra[nota] Robert Pou­part abor­da este pro­ble­ma en seis pági­nas magis­tra­les, bajo el títu­lo «L’impulsion Brous­se-Ville» [El impul­so Brous­se-Ville], en Fac­teurs de pro­duc­ti­vi­té de la main‑d’oeuvre auto­cho­ne à Eli­sa­beth­vi­lle [Fac­to­res de pro­duc­ti­vi­dad de la mano de obra abo­ri­gen en Eli­za­beth­vi­lle] ( 1961 17 – 23); véa­se tam­bién Hig­gin­son, (1988: 103) y Jew­sie­wic­ki (1976: 47 – 70).[/nota] Las caren­cias en la pro­duc­ción de cul­ti­vos comer­cia­les se agra­va­ron aún más debi­do a la reduc­ción de al menos un 20% de la mano de obra en las zonas rura­les, ya que la gene­ra­ción de los años 30 y 40 emi­gra­ba en bus­ca de tra­ba­jo, impul­sa­da más por la nece­si­dad eco­nó­mi­ca y la pura super­vi­ven­cia que por el deseo de con­ver­tir­se en agri­cul­torxs auto­su­fi­cien­tes (Hig­gin­son, 1988b; Dupriez, 1973). Todo ello puso fin a la agri­cul­tu­ra cam­pe­si­na inde­pen­dien­te, cuya des­apa­ri­ción fue cele­bra­da por las gran­des empre­sas indus­tria­les que con­fia­ban en poder asu­mir por fin el cos­to de la repro­duc­ción de la mano de obra industrial.. 

Con la des­truc­ción de las comu­ni­da­des cam­pe­si­nas luba, lun­da y chok­we, miles de per­so­nas se vie­ron obli­ga­das a aban­do­nar sus terri­to­rios y diri­gir­se hacia las explo­ta­cio­nes mine­ras del oes­te. Aris­tó­cra­tas codi­cio­sos lun­da y cam­pe­si­nos aco­mo­da­dos luba y chok­we, a quie­nes el gobierno había con­fe­ri­do títu­los de jefes, se apro­pia­ron de las tie­rras aban­do­na­das ale­gan­do víncu­los con los lun­da­ne­ses, cho­ku­ne­ses u otras etnias de lxs jor­na­lerxs que tra­ba­ja­ban para ellos (Bus­tin, 1975: 134; Vellut, 1977: 306 – 309). Los futu­ros polí­ti­cos con­go­le­ños que cola­bo­ra­ron con los impe­ria­lis­tas, como Moï­se Tshom­be (líder del sece­sio­nis­ta Esta­do de Katan­ga) y Gode­froid Munon­go (quien par­ti­ci­pó en el com­plot para ase­si­nar y suplan­tar a Lumum­ba), eran des­cen­dien­tes de aque­llos que empu­ja­ron al cam­pe­si­na­do a cul­ti­var cose­chas comer­cia­les, como el algo­dón y el sésa­mo, con­vir­tién­do­se en el pre­sa­gio de la des­po­se­sión y el hambre.

Inclu­so enfren­ta­dos a esta cru­da reali­dad, el pro­le­ta­ria­do agrí­co­la e indus­trial no se dejó ame­dren­tar por la repre­sión a la olea­da huel­guís­ti­ca y al levan­ta­mien­to. Por el con­tra­rio, la frus­tra­ción por sus rei­vin­di­ca­cio­nes incum­pli­das ali­men­tó una corrien­te de des­con­ten­to que se exten­dió por toda la pobla­ción con­go­le­ña duran­te los últi­mos años de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Para 1957, el Esta­do colo­nial bel­ga había per­di­do el con­trol del cam­po, y las revuel­tas urba­nas del 4 de enero de 1959 pusie­ron de mani­fies­to la pér­di­da de poder de Bél­gi­ca sobre la cla­se tra­ba­ja­do­ra urba­na (Sohier, 1973: 485 – 486; Husai­ni, 2020).

En diciem­bre de 1958, el Pri­mer Minis­tro de Gha­na, Kwa­me Nkru­mah, orga­ni­zó en Acra la Pri­me­ra Con­fe­ren­cia Pan­afri­ca­na de los Pue­blos, que reu­nió a líde­res y acti­vis­tas cla­ve de los movi­mien­tos nacio­na­lis­tas anti­co­lo­nia­les de todo el con­ti­nen­te con el obje­ti­vo de deba­tir estra­te­gias para expul­sar a las poten­cias colo­nia­les y uni­fi­car Áfri­ca. Entre ellos, se encon­tra­ban Amíl­car Cabral, Frantz Fanon, Gamal Nas­ser, Sékou Tou­ré y, en repre­sen­ta­ción del Con­go, Gas­ton Dio­mi, Patri­ce Lumum­ba y Joseph Nga­lu­la. Los repre­sen­tan­tes con­go­le­ños eran diri­gen­tes del Movi­mien­to Nacio­nal Con­go­le­ño (MNC), fun­da­do ese mis­mo año para luchar por la inde­pen­den­cia del domi­nio bel­ga y por un sis­te­ma de desa­rro­llo eco­nó­mi­co diri­gi­do por el Esta­do y basa­do en el com­pro­mi­so con todos los pue­blos del Con­go (no con un solo gru­po étni­co). Para el Con­go, esta con­fe­ren­cia mar­có el ini­cio de la inter­na­cio­na­li­za­ción de la lucha que se venía desa­rro­llan­do en aldeas, fábri­cas y ciu­da­des mine­ras. Como dijo Lumum­ba en la asam­blea de la Conferencia:

El obje­ti­vo fun­da­men­tal de nues­tro movi­mien­to es libe­rar al pue­blo con­go­le­ño del régi­men colo­nia­lis­ta y con­quis­tar su inde­pen­den­cia. […] tene­mos la mis­ma con­cien­cia, la mis­ma alma inva­di­da día y noche por la angus­tia, los mis­mos deseos de con­ver­tir a este con­ti­nen­te afri­cano en un con­ti­nen­te libre, feliz, libe­ra­do de la inquie­tud, del temor y de cual­quier domi­na­ción colo­nia­lis­ta (cita­do en Lumum­ba y Chinh, 2017).

Estas redes pan­afri­ca­nas se con­vir­tie­ron en una fuen­te cru­cial de soli­da­ri­dad y cola­bo­ra­ción. Por ejem­plo, fue gra­cias a estas cone­xio­nes que, en 1960, Antoi­ne Gizen­ga, líder del Par­ti­do de Soli­da­ri­dad Afri­ca­na (PSA) y pri­mer vice­pri­mer minis­tro de Lumum­ba, tuvo un encuen­tro casual con Andrée Blouin. Naci­da en la Repú­bli­ca Cen­troa­fri­ca­na, Blouin era una des­ta­ca­da líder pan­afri­ca­na que, jun­to con Sékou Tou­ré, tra­ba­ja­ba con el Par­ti­do Demo­crá­ti­co de Gui­nea y jugó un papel cla­ve en la orga­ni­za­ción de las muje­res en Gui­nea. Gizen­ga y Lumum­ba envia­ron a Blouin a movi­li­zar a las muje­res, y en un mes, había ins­cri­to a 45.000 adhe­ren­tes en el Movi­mien­to Feme­nino de Soli­da­ri­dad Afri­ca­na en las regio­nes occi­den­tal y cen­tral del Con­go. Gra­cias a estos esfuer­zos, las muje­res con­go­le­ñas, que ya habían comen­za­do a auto­or­ga­ni­zar­se en aso­cia­cio­nes socia­les y eco­nó­mi­cas urba­nas duran­te la déca­da de 1930, asu­mie­ron un papel aún más des­ta­ca­do en el movi­mien­to de des­co­lo­ni­za­ción de la región y en el MNC (Bou­wer, 2010: 91).

Lumum­ba y el MNC arti­cu­la­ban las aspi­ra­cio­nes del cam­pe­si­na­do de Pen­de, que se rebe­la­ron en 1931, de los mine­ros de Katan­ga y de los esti­ba­do­res, que se decla­ra­ron en huel­ga en 1941 y en 1945, res­pec­ti­va­men­te, así como la frus­tra­ción de la peque­ña bur­gue­sía fren­te al Esta­do colo­nial. La direc­ción évo­lué [avan­za­da] del MNC radi­ca­li­zó su pro­pia polí­ti­ca al hablar de éman­ci­pa­tion [liber­tad] e inde­pen­dan­ce inmé­dia­te [inde­pen­den­cia inme­dia­ta], refle­jan­do así otros movi­mien­tos de des­co­lo­ni­za­ción en Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca Latina.

La recon­quis­ta del Congo

El 30 de junio de 1960, el gobierno bel­ga se vio obli­ga­do a con­ce­der la inde­pen­den­cia al Con­go. La pro­vin­cia de Katan­ga, rica en mine­ra­les, fue la excep­ción a la regla, ya que el poder bel­ga se mani­fes­tó a tra­vés del sece­sio­nis­ta Moï­se Tshom­be y su sinies­tro minis­tro del Inte­rior, Gode­froid Munon­go. En Katan­ga, el ver­da­de­ro poder eco­nó­mi­co y civil seguía en manos de la Union Miniè­re y sus fuer­zas de segu­ri­dad, que actua­ban como el cuer­po de ofi­cia­les de las fuer­zas mili­ta­res del Esta­do inde­pen­dien­te de Katan­ga (Tshom­be, 1967; O’Brien, 1967).

Lumum­ba inten­tó poner fin a esta far­sa duran­te su pri­mer dis­cur­so como pri­mer minis­tro, en el que enume­ró los 80 años de abu­sos que el pue­blo con­go­le­ño había sopor­ta­do bajo el domi­nio colo­nial bel­ga. La par­te final del dis­cur­so de Lumum­ba, pro­nun­cia­do en pre­sen­cia del rey bel­ga Bal­duino I, pro­vo­có esca­lo­fríos entre la mul­ti­tud y entre los muchos con­go­le­ños que lo escu­cha­ban por radio. «Hemos vis­to cómo se apo­de­ra­ban de nues­tras tie­rras en nom­bre de leyes apa­ren­te­men­te jus­tas, que solo reco­no­cían el dere­cho de la fuer­za… Jun­tos, noso­tros [el pue­blo con­go­le­ño] esta­ble­ce­re­mos la jus­ti­cia social y garan­ti­za­re­mos a cada hom­bre una remu­ne­ra­ción jus­ta por su tra­ba­jo», decla­ró Lumum­ba. «Ya no somos sus monos» (1961: 45 – 46; Bueno, 2007: 122; Mere­dith, 2021: 102).

Los gobier­nos de Gas­ton Eys­kens (Bél­gi­ca) y Dwight D. Eisenho­wer (Esta­dos Uni­dos) se unie­ron en su deter­mi­na­ción de eli­mi­nar a Lumum­ba antes de que pudie­ra con­so­li­dar un pro­ce­so via­ble en pos de la dig­ni­dad y la sobe­ra­nía del Con­go (Kin­zer, 2013: 247 – 283). Ambos paí­ses depen­dían de las mate­rias pri­mas del Con­go, como el ura­nio de las minas con­go­le­ñas de Shin­ko­lob­we, que Esta­dos Uni­dos uti­li­zó en las bom­bas ató­mi­cas lan­za­das sobre Hiroshi­ma y Naga­sa­ki en 1945 y con­si­de­ra­ba un acti­vo estra­té­gi­co (Pad­mo­re, 1945: 5; Williams, 2021: 375).

El 17 de enero de 1961, menos de seis meses des­pués de con­ver­tir­se en pri­mer minis­tro de la RDC, Lumum­ba fue ase­si­na­do en Katan­ga, y el pro­ce­so polí­ti­co que él lide­ra­ba se des­mo­vi­li­zó. Las poten­cias occi­den­ta­les, espe­cial­men­te Esta­dos Uni­dos, con­si­de­ra­ron que los cer­ca de 100.000 con­go­le­ños muer­tos en los con­flic­tos que siguie­ron de 1961 a 1967 y la san­grien­ta dic­ta­du­ra del gobierno títe­re de Mobu­tu Sese Seko de 1965 a 1997, eran un peque­ño pre­cio a pagar en la Gue­rra Fría, en la que las mate­rias pri­mas estra­té­gi­cas del Con­go daban a las poten­cias de la OTAN una ven­ta­ja deci­si­va sobre la Unión Sovié­ti­ca (New York Times, 1964, 1977).

Sin embar­go, el pue­blo con­go­le­ño, que paga­ba este «pre­cio», opu­so una resis­ten­cia gene­ra­li­za­da, a la cual las auto­ri­da­des res­pon­die­ron con más derra­ma­mien­to de san­gre. Por ejem­plo, duran­te los levan­ta­mien­tos con­tra la dic­ta­du­ra de Mobu­tu en la déca­da de 1960, lide­ra­dos por Pie­rre Mule­le, los rebel­des toma­ron ciu­da­des indus­tria­les como Kol­we­zi e invi­ta­ron a lxs tra­ba­ja­dorxs a for­mar tri­bu­na­les y a iden­ti­fi­car a los geren­tes y capa­ta­ces que les habían mal­tra­ta­do. En oca­sio­nes, los jui­cios eran segui­dos de eje­cu­cio­nes suma­rias (Verhae­gen, 1966: 104 – 116, 415 – 481). Cuan­do las fuer­zas de Mobu­tu reto­ma­ron las ciu­da­des indus­tria­les, a menu­do con la ayu­da de mer­ce­na­rios blan­cos de Euro­pa y Esta­dos Uni­dos, la pobla­ción local y lxs tra­ba­ja­dorxs indus­tria­les que se habían alia­do con los rebel­des fue­ron masa­cra­dos en masa, jun­to con sus fami­lias (New York Times, 1977; Verhae­gen, 1971: 499 – 589). Solo aque­llos que huye­ron antes de la lle­ga­da de las tro­pas de Mobu­tu esca­pa­ron de la carnicería.

Duran­te la últi­ma déca­da del rei­na­do de Mobu­tu, un perio­do en el que la cla­se tra­ba­ja­do­ra indus­trial mun­dial iba en aumen­to, la inter­ven­ción mili­tar y la expan­sión polí­ti­ca de los veci­nos Ruan­da y Ugan­da sumie­ron a la región de los Gran­des Lagos en la gue­rra. Este cli­ma incre­men­tó el saqueo de los recur­sos por par­te de las empre­sas trans­na­cio­na­les, agra­va­do aún más por la deca­den­cia del Esta­do bajo Mobu­tu y la migra­ción pro­vo­ca­da por el geno­ci­dio ruan­dés de 1994 y, a su vez, el saqueo desen­fre­na­do de las rique­zas del Con­go ali­men­tó los con­flic­tos vio­len­tos (Nzon­go­la-Nta­la­ja, 2007; French, 1997; van Rey­brouck, 2015: 426 – 462).

El inten­to de las y los con­go­le­ños de esta­ble­cer la sobe­ra­nía de su nue­vo Esta­do y luchar por su dig­ni­dad trans­for­man­do la socie­dad colo­nial que mol­dea­ba sus vidas, fue frus­tra­do por la recon­quis­ta de Occi­den­te. Esta estruc­tu­ra neo­co­lo­nial se man­tu­vo duran­te la dic­ta­du­ra de Mobu­tu Sese Seko (1965−1997) y lue­go con los gobier­nos pos­dic­ta­du­ra —a pesar de sus dife­ren­tes orien­ta­cio­nes polí­ti­cas— de Lau­rent-Dési­ré Kabi­la (1997−2001), Joseph Kabi­la (2001−2019) y Félix Tshi­se­ke­di (2018- al pre­sen­te). A pesar de los nom­bres de los par­ti­dos polí­ti­cos de los tres últi­mos pre­si­den­tes con­go­le­ños – Alian­za de Fuer­zas Demo­crá­ti­cas para la Libe­ra­ción del Congo/​Zaire, Par­ti­do Popu­lar para la Recons­truc­ción y la Demo­cra­cia, y Unión para la Demo­cra­cia y el Pro­gre­so Social – la RDC ha vis­to poca demo­cra­cia, recons­truc­ción o pro­gre­so social genuino.

Un ver­da­de­ro infierno

En 2018, la Repú­bli­ca Demo­crá­ti­ca del Con­go (RDC) fue res­pon­sa­ble del 71% de la pro­duc­ción mun­dial de cobal­to uti­li­za­do en telé­fo­nos celu­la­res, compu­tado­ras y vehícu­los eléc­tri­cos (Bokam­ba y Bokam­ba, 2022). Cada telé­fono celu­lar con­tie­ne apro­xi­ma­da­men­te 6,5 gra­mos de cobal­to, las compu­tado­ras tie­nen 3 libras y cada bate­ría de auto­mó­vil eléc­tri­co con­tie­ne 30 libras de este mine­ral. A medi­da que más dis­po­si­ti­vos mecá­ni­cos adop­tan bate­rías eléc­tri­cas, des­de bati­do­ras de coci­na has­ta sopla­do­res de nie­ve, la depen­den­cia mun­dial del cobal­to y la mano de obra con­go­le­ña aumen­ta. Dado que las bate­rías eléc­tri­cas que con­tie­nen más cobal­to que litio son menos pro­pen­sas a explo­tar o incen­diar­se, y dado que los vehícu­los eléc­tri­cos a bate­ría se comer­cia­li­zan como una alter­na­ti­va «ver­de», las mul­ti­na­cio­na­les del sec­tor se fijan cada vez más en el cobal­to como recur­so estra­té­gi­co para aumen­tar sus ganan­cias futuras.

Sin embar­go, este mine­ral —y la supues­ta alter­na­ti­va ver­de que repre­sen­ta— está man­cha­do con el sudor y la san­gre de casi medio millón de hom­bres, muje­res y niños con­go­le­ños que lo extraen. Ya sea como emplea­dos direc­tos de empre­sas o como mine­ros «arte­sa­na­les», tra­ba­jan en minas a cie­lo abier­to y en pozos peli­gro­sos de al menos 19,7 metros de pro­fun­di­dad, expues­tos a derrum­bes, des­li­za­mien­tos de tie­rra y la repen­ti­na pér­di­da de oxí­geno debi­do al fue­go uti­li­za­do para calen­tar el mine­ral. La mayo­ría de los emplea­dos direc­tos están equi­pa­dos con algún equi­po de segu­ri­dad y maqui­na­ria, aun­que insu­fi­cien­te, mien­tras que a la mayo­ría de los mine­ros arte­sa­na­les solo les que­da la fuer­za de sus manos para extraer este valio­so metal (San­der­son, 2019).

Aun­que el tra­ba­jo de las y los mine­ros arte­sa­na­les es cru­cial para la pro­duc­ción de las mul­ti­na­cio­na­les, estas empre­sas ape­nas com­pen­san a los mine­ros por su con­tri­bu­ción a sus ganan­cias. Por ejem­plo, duran­te la últi­ma déca­da, Glen­co­re los ha alen­ta­do a tra­ba­jar en sus con­ce­sio­nes arren­da­das para aumen­tar la pro­duc­ción de cobal­to. Sin embar­go, duran­te este perío­do, el pre­cio que les pagan se ha des­plo­ma­do de 40 dóla­res la libra a 13,50 dóla­res la libra1. El sala­rio real de todas las per­so­nas que tra­ba­jan como mine­ros de cobal­to, ya sea que tra­ba­jen de mane­ra inde­pen­dien­te o estén en la nómi­na de una empre­sa, ape­nas supera el sala­rio de los mil millo­nes de per­so­nas más pobres de 1 o 2 dóla­res al día.

Según esti­ma­cio­nes de UNICEF de 2014, 40.000 de estos mine­ros arte­sa­na­les son niñas y niños de ape­nas ocho años, aun­que las cifras del Gobierno con­go­le­ño y de las empre­sas mine­ras sugie­ren que esta can­ti­dad sub­es­ti­ma drás­ti­ca­men­te la ver­da­de­ra mag­ni­tud de la situa­ción (Amnis­tía Inter­na­cio­nal, 2016: 28; Reuters, 2015; Swee­ney, 2012; Doherty, 2017). Estos niños se ven obli­ga­dos a tra­ba­jar debi­do a que sus padres no tie­nen empleo for­mal y a menu­do no pue­den cos­tear ali­men­tos o gas­tos esco­la­res (Amnis­tía Inter­na­cio­nal, 2016). Jun­to con las muje­res mine­ras, cons­ti­tu­yen el seg­men­to más vul­ne­ra­ble de la fuer­za labo­ral y tie­nen más pro­ba­bi­li­da­des de sufrir muti­la­cio­nes o per­der la vida. Ade­más, muchos de los niños que labo­ran en las minas con­su­men alcohol y taba­co en exce­so y reci­ben como úni­ca remu­ne­ra­ción comi­da y un lugar para dor­mir. Como rela­ta Yanick Kalum­bu Tshi­wen­gu, quien comen­zó a tra­ba­jar en las minas a los once años: «Fue un ver­da­de­ro infierno. Pre­sen­cia­mos cosas que nin­gún niño debe­ría ver. Había una cul­tu­ra de vio­la­ción y vio­len­cia. Las niñas eran con fre­cuen­cia víc­ti­mas de abu­sos que, como niños, no podía­mos evi­tar. A veces, se per­dían vidas por unos pocos fran­cos» (Gor­don, 2019).

Una vez que los mine­ros arte­sa­na­les extraen el cobal­to a la super­fi­cie, el mine­ral debe ser lava­do, tri­tu­ra­do, cla­si­fi­ca­do y embol­sa­do en sacos de 25 o 50 kilos, en un pro­ce­so cono­ci­do como drou­ma­ge, el cual sue­le ser rea­li­za­do por muje­res, niñas y niños. En la mayo­ría de los casos, tra­ba­jan de pie en las aguas con­ta­mi­na­das del lago Malo, cer­ca de Kol­we­zi, que les lle­gan has­ta la cin­tu­ra. Las muje­res emba­ra­za­das que rea­li­zan drou­ma­ge sue­len absor­ber toxi­nas que pro­vo­can que sus hijxs naz­can con dis­ca­pa­ci­da­des o defor­mi­da­des (WILPF, 2016). Ade­más, la expo­si­ción pro­lon­ga­da al pol­vo de cobal­to pue­de oca­sio­nar enfer­me­da­des pul­mo­na­res por meta­les pesa­dos, poten­cial­men­te mor­ta­les, y la inha­la­ción de par­tí­cu­las de cobal­to duran­te varias horas al día pue­de cau­sar difi­cul­tad res­pi­ra­to­ria, dis­mi­nu­ción de la fun­ción pul­mo­nar, asma y der­ma­ti­tis crónica.

Entre el saqueo mul­ti­na­cio­nal y las inver­sio­nes chinas

Menos de una déca­da des­pués que el gobierno con­go­le­ño nacio­na­li­za­ra todos los dere­chos mine­ros y mine­ra­les (en 1966) y lue­go la Union Miniè­re (en 1967), los paí­ses del Sur Glo­bal se vie­ron pre­sio­na­dos por las ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras inter­na­cio­na­les a pri­va­ti­zar sus sec­to­res mine­ros nacio­na­li­za­dos a medi­da que el neo­li­be­ra­lis­mo se exten­día por todo el pla­ne­ta duran­te la déca­da de 1970. En la RDC, aun­que la pre­sión del FMI y el Ban­co Mun­dial con­du­jo a los ini­cios de la pri­va­ti­za­ción en la déca­da de 1980, no fue has­ta más tar­de, con el códi­go mine­ro de 2002, cuan­do esta ten­den­cia comen­zó a devas­tar la eco­no­mía, en gran par­te debi­do a la agi­ta­ción polí­ti­ca y el perio­do de gue­rra que defi­nie­ron el país de 1996 a 2003. La debi­li­dad del Esta­do debi­do a esta gue­rra, la insen­si­bi­li­dad de los nue­vos diri­gen­tes polí­ti­cos de Kinsha­sa y los con­se­jos del Ban­co Mun­dial empu­ja­ron a la RDC a ofre­cer acuer­dos ven­ta­jo­sos para las mul­ti­na­cio­na­les mine­ras a cos­ta de su población.

En 2002, el nue­vo códi­go mine­ro en la RDC pro­por­cio­nó a las empre­sas extran­je­ras —todas ellas esta­dou­ni­den­ses y euro­peas— un régi­men tri­bu­ta­rio favo­ra­ble, incen­ti­vos para la explo­ra­ción, una puer­ta abier­ta a los bene­fi­cios de los expa­tria­dos y el dere­cho a elu­dir la nor­ma­ti­va labo­ral y medioam­bien­tal. El códi­go prohi­bía las enmien­das duran­te diez años y con­te­nía una cláu­su­la según la cual cual­quier cam­bio en el régi­men tri­bu­ta­rio no podría entrar en vigor has­ta 2022. La Comi­sión Lutun­du­la de 2005 reve­ló pos­te­rior­men­te que el enton­ces pre­si­den­te Joseph Kabi­la y otros fun­cio­na­rios actua­ron en secre­to en con­ni­ven­cia con las empre­sas para reci­bir peque­ñas ganan­cias per­so­na­les, que pali­de­cían en com­pa­ra­ción con las enor­mes ven­ta­jas con­ce­di­das a las com­pa­ñías extran­je­ras2.

En una reu­nión del Ban­co Afri­cano de Desa­rro­llo cele­bra­da en diciem­bre de 2008, el enton­ces pre­si­den­te de Botsua­na Fes­tus Mogae afir­mó que las exen­cio­nes tri­bu­ta­rias y de cáno­nes con­ce­di­das a las mul­ti­na­cio­na­les mine­ras impe­dían a los Esta­dos afri­ca­nos rete­ner una par­te jus­ta de las ganan­cias deri­va­das de la extrac­ción de recur­sos, por lo que, con­ti­nuó, «es nece­sa­rio rene­go­ciar algu­nas de ellas» (2019). En 2011, la RDC inten­tó revi­sar el códi­go mine­ro, pero ese inten­to solo pro­por­cio­nó más bene­fi­cios a las empre­sas extranjeras.

La entra­da del Esta­do chino y de empre­sas pri­va­das chi­nas en Áfri­ca duran­te las dos últi­mas déca­das ha supues­to una com­pe­ten­cia con­tra los paí­ses del Nor­te Glo­bal y sus empre­sas mine­ras. Esta fue la pri­me­ra vez que estas cor­po­ra­cio­nes mul­ti­na­cio­na­les se enfren­ta­ron a una com­pe­ten­cia direc­ta, un cam­bio que pro­por­cio­nó el espa­cio para que el gobierno con­go­le­ño modi­fi­ca­ra el códi­go mine­ro en 2018 en tér­mi­nos más bene­fi­cio­sos. Este nue­vo códi­go eli­mi­nó la «cláu­su­la de esta­bi­li­dad» que garan­ti­za­ba a las empre­sas mine­ras una pro­tec­ción de diez años, aumen­tó las tasas de rega­lías del Esta­do con­go­le­ño para los meta­les no ferro­sos y bási­cos (como el cobal­to y el cobre) del 2% al 3,5%, y per­mi­tió que las tasas de rega­lías se ele­va­ran al 10% para sus­tan­cias estra­té­gi­cas como el col­tán y el litio (2018; UNCTAD, 2018). Ade­más, el Esta­do chino entró en el mer­ca­do afri­cano con un pro­gra­ma de desa­rro­llo muy dife­ren­te de las cam­pa­ñas de pre­sión empren­di­das por los gobier­nos del Nor­te Glo­bal, como veremos.

Las empre­sas chi­nas, res­pal­da­das por líneas de cré­di­to de ban­cos chi­nos, comen­za­ron a adqui­rir impor­tan­tes yaci­mien­tos de cobal­to, lle­gan­do a con­tro­lar 15 de los 17 com­ple­jos mine­ros de la RDC. En el deba­te sobre el extrac­ti­vis­mo, el Nor­te Glo­bal, cen­tra­do en sus pro­pios intere­ses, ha diri­gi­do la aten­ción hacia el papel de Chi­na en la región, como el mayor con­su­mi­dor mun­dial de cobal­to, uti­li­zan­do casi el 80% de este recur­so en su indus­tria de bate­rías recar­ga­bles (Cheng, Zhang, Xu, 2020). Sin embar­go, lo que a menu­do se omi­te en esta dis­cu­sión es que, como prin­ci­pal país fabri­can­te del mun­do, Chi­na emplea mine­ra­les y meta­les con­go­le­ños para la pro­duc­ción de bie­nes que se con­su­men en todo el pla­ne­ta, inclui­da la RDC y el Nor­te Global.

Por lo tan­to, los intere­ses chi­nos radi­can en man­te­ner el pro­ce­sa­mien­to de mine­ra­les y meta­les den­tro de la RDC y en cons­truir una base indus­trial para el país. Esta polí­ti­ca difie­re de la agen­da pro­mo­vi­da por el FMI para la RDC. En res­pues­ta al for­ta­le­ci­mien­to de los lazos entre la RDC y Chi­na, el gobierno de Esta­dos Uni­dos uti­li­zó su influen­cia sobre el FMI para soca­var el inten­to de la RDC de rene­go­ciar un acuer­do con Sico­mi­nes. Ésta es una empre­sa con­jun­ta entre Chi­na Rail­way Group y Power Cons­truc­tion Cor­po­ra­tion of Chi­na, cono­ci­da como Power­Chi­na, sien­do sus prin­ci­pa­les accio­nis­tas, jun­to con Zhe­jiang Hua­you Cobalt, con una par­ti­ci­pa­ción del 1%, y la empre­sa mine­ra esta­tal de la RDC Géca­mi­nes, con una par­ti­ci­pa­ción del 32% (Kava­nagh, 2024).

Poco des­pués que el pre­si­den­te de la RDC, Félix Tshi­se­ke­di, asu­mie­ra el car­go en enero de 2019, plan­teó la nece­si­dad de rene­go­ciar un acuer­do entre la RDC y Chi­na en 2008 que desig­na­ba US$ 6 mil millo­nes de Sico­mi­nes para finan­ciar pro­yec­tos de infra­es­truc­tu­ra loca­les. ¿Por qué Tshi­se­ke­di inten­ta­ría poner en peli­gro US$ 6 mil millo­nes en finan­cia­mien­to para la infra­es­truc­tu­ra? Por­que los donan­tes occi­den­ta­les y el gobierno de EE. UU. lo esta­ban uti­li­zan­do como moti­vo para pro­fun­di­zar su sabo­ta­je de la eco­no­mía de la RDC, con el fin de cas­ti­gar al país por su cre­cien­te pro­xi­mi­dad a Chi­na. Jus­to des­pués de que se fir­ma­ra el acuer­do de 2008, los donan­tes occi­den­ta­les, que tenían la mayor par­te de la deu­da exter­na de la RDC, retu­vie­ron US$ 11 mil millo­nes en ali­vio de la deu­da para la RDC (Jop­son, 2009). El enton­ces emba­ja­dor chino en la RDC, Wu Zexian, cri­ti­có esta lla­ma­da a la rene­go­cia­ción como «chan­ta­je» (Jop­son, 2009). Cuan­do la RDC se negó a acep­tar la deman­da de los donan­tes, el FMI — res­pal­dan­do a los donan­tes— dijo que el acuer­do con Sico­mi­nes debía ser rene­go­cia­do antes de que pudie­ra haber una dis­cu­sión sobre un mayor ali­vio de la deu­da. La secre­ta­ria de Esta­do de EE. UU. en ese momen­to, Hillary Clin­ton, via­jó a Kinsha­sa para dis­cu­tir la situa­ción con el gobierno del pre­si­den­te Joseph Kabi­la, y poco des­pués, el acuer­do fue modi­fi­ca­do para acep­tar solo la mitad del finan­cia­mien­to de Sico­mi­nes (Voi­ce of Ame­ri­ca, 2009; Kat­wa­la, 2009). El Ban­co Exim de Chi­na, prin­ci­pal finan­cia­dor del acuer­do se reti­ró debi­do a des­acuer­dos con las con­di­cio­nes del FMI, lo que dejó a Sico­mi­nes sin un con­ve­nio de finan­cia­mien­to esta­ble en una eta­pa en la que no se habían ini­cia­do ope­ra­cio­nes mine­ras y, por lo tan­to, no se gene­ra­ban ingre­sos. Esto expli­ca en par­te por qué los pro­yec­tos se estan­ca­ron. Des­de la enmien­da, se ha des­em­bol­sa­do menos de un ter­cio de la asig­na­ción revi­sa­da de US$ 3 mil millo­nes para infra­es­truc­tu­ra, influen­cia­da por el acuer­do del FMI de 2009.

Cons­cien­te de que el acuer­do seguía sobre la mesa, el pre­si­den­te Tshi­se­ke­di reabrió las con­ver­sa­cio­nes con Chi­na en 2019. El 20 de enero de 2024, la RDC fina­li­zó la rene­go­cia­ción de su con­tra­to de mine­ra­les por infra­es­truc­tu­ra con Chi­na, que apor­ta­ba un finan­cia­mien­to de US$ 7 mil millo­nes. El acuer­do tie­ne su ori­gen en una empre­sa con­jun­ta para la extrac­ción de cobre y cobal­to entre Géca­mi­nes (la com­pa­ñía mine­ra esta­tal de la RDC) y Sico­mi­nes. Según Bloom­berg, como par­te del acuer­do, Géca­mi­nes reci­bi­rá rega­lías del 1,2% sobre los ingre­sos de Sico­mi­nes y el dere­cho a comer­cia­li­zar el 32% de su pro­duc­ción (Kava­nagh, 2024). Ade­más, el acuer­do rene­go­cia­do de 2024 actua­li­zó la finan­cia­ción para cen­trar­se en la cons­truc­ción de carre­te­ras nacio­na­les. Esto es cla­ve no solo para el fun­cio­na­mien­to del sec­tor mine­ro, sino tam­bién para el bien­es­tar de la pobla­ción con­go­le­ña, ya que la RDC tie­ne menos carre­te­ras asfal­ta­das para todo tipo de cli­ma que cual­quier otro país de su tama­ño en Áfri­ca (a modo de com­pa­ra­ción, Ara­bia Sau­dí, cuya super­fi­cie es apro­xi­ma­da­men­te igual, pero está habi­ta­da por menos de la mitad de la pobla­ción de la RDC, tie­ne 20 veces más carre­te­ras asfal­ta­das). El acuer­do tam­bién garan­ti­zó a la RDC una par­ti­ci­pa­ción del 40% en la cen­tral hidro­eléc­tri­ca de Busan­ga, un pro­yec­to con­jun­to de ambos paí­ses cons­trui­do por empre­sas chi­nas (Kava­nagh, 2024).

Ame­na­za­do por las rene­go­cia­cio­nes, el gobierno de los Esta­dos Uni­dos inter­vino para soca­var­las. Según Afri­ca Inte­lli­gen­ce, Esta­dos Uni­dos ini­ció un pro­gra­ma que supues­ta­men­te tenía como obje­ti­vo for­ta­le­cer los esfuer­zos anti­co­rrup­ción y refor­mar la legis­la­ción mine­ra en la RDC, des­ple­gan­do un equi­po de exper­tos en la ofi­ci­na del pre­si­den­te de la RDC y los minis­te­rios per­ti­nen­tes a prin­ci­pios de 2020 (Lif­fran, 2021).

Ade­más, como par­te de un esfuer­zo más amplio para garan­ti­zar el acce­so al ali­vio de la deu­da de los donan­tes occi­den­ta­les median­te la «mejo­ra» de la gober­nan­za, la admi­nis­tra­ción de Tshi­se­ke­di con­tra­tó al bufe­te de abo­ga­dos esta­dou­ni­den­se Baker McKen­zie a fines de 2019 y pla­neó con­tra­tar exper­tos lega­les esta­dou­ni­den­ses para lle­var a cabo audi­to­rías anti­co­rrup­ción, que serían res­pal­da­das finan­cie­ra­men­te por los depar­ta­men­tos de Esta­do y del Teso­ro de los Esta­dos Uni­dos (esto no se decla­ró de mane­ra trans­pa­ren­te, sien­do la úni­ca decla­ra­ción públi­ca que estas audi­to­rías serían finan­cia­das por «ter­ce­ros») (Lif­fran, 2021). Los con­sul­to­res se cen­tra­ron en Sico­mi­nes e igno­ra­ron los pro­ble­mas más gene­ra­les de la indus­tria minera.

Al anun­ciar­se la fina­li­za­ción de la rene­go­cia­ción de la RDC en 2024, Esta­dos Uni­dos —des­con­ten­to con el resul­ta­do— ace­le­ró los deba­tes en torno al pro­yec­to Lobi­to Port, una ini­cia­ti­va de infra­es­truc­tu­ra impul­sa­da por Esta­dos Uni­dos y la Unión Euro­pea que abar­ca la RDC, Ango­la y Zam­bia. Se tra­ta de un corre­dor que pre­ten­de faci­li­tar el trans­por­te de mine­ra­les des­de la región has­ta los mer­ca­dos comer­cia­les mun­dia­les a tra­vés del puer­to ango­le­ño de Lobi­to (Livings­to­ne, 2024; Afri­ca Inte­lli­gen­ce, 2024). El pro­yec­to tam­po­co está dise­ña­do para bene­fi­ciar a la pobla­ción de la RDC, sino para con­tra­rres­tar el rol del capi­tal chino en la RDC y garan­ti­zar la lon­ge­vi­dad de las empre­sas del Nor­te Glo­bal en el sec­tor mine­ro del país. Nin­gu­na de las recien­tes «preo­cu­pa­cio­nes» del Nor­te Glo­bal por el bien­es­tar del pue­blo con­go­le­ño ha abor­da­do su pro­pio papel en el fomen­to de la vio­len­cia por los recur­sos en la región afri­ca­na de los Gran­des Lagos.

Como dijo Amos Hochs­tein, ase­sor prin­ci­pal de Biden en mate­ria de ener­gía e inver­sio­nes, «un vehícu­lo eléc­tri­co es esen­cial­men­te una bate­ría, y lo que hay en la bate­ría es Áfri­ca. No hay tiem­po que per­der», aña­dió Hochs­tein; «hemos esta­do ausen­tes de la esce­na duran­te dema­sia­do tiem­po» (Hill, 2024). En otras pala­bras, el corre­dor, jun­to con otros pro­yec­tos como la Aso­cia­ción para la Infra­es­truc­tu­ra e Inver­sión Glo­ba­les ini­cia­da por Esta­dos Uni­dos (un inten­to de desa­fiar a la Ini­cia­ti­va de la Fran­ja y la Ruta lide­ra­da por Chi­na), for­man par­te de la estra­te­gia geo­po­lí­ti­ca esta­dou­ni­den­se para con­tra­rres­tar a Chi­na. Con el aban­dono de los com­bus­ti­bles fósi­les en favor de la ener­gía eóli­ca, solar y eléc­tri­ca, el Con­go segui­rá estan­do en el cen­tro del debate.

Curio­sa­men­te, cuan­do las empre­sas chi­nas empe­za­ron a sus­ti­tuir a las empre­sas mine­ras del Nor­te Glo­bal y cuan­do las inver­sio­nes chi­nas comen­za­ron a cons­truir nue­vas infra­es­truc­tu­ras, sur­gió en el Nor­te Glo­bal una olea­da de inte­rés por la explo­ta­ción de lxs tra­ba­ja­dorxs de la RDC. Este inte­rés igno­ra las gra­ves vio­la­cio­nes come­ti­das por las empre­sas del Nor­te Glo­bal y fin­ge preo­cu­pa­ción por el bien­es­tar del pue­blo con­go­le­ño para favo­re­cer intere­ses geo­po­lí­ti­cos. Cuan­do la empre­sa pri­va­da chi­na CMOC (Chi­na Molyb­de­num Com­pany Limi­ted), que pro­du­ce mine­ra­les cla­ve para la tec­no­lo­gía ver­de, com­pró la mina Ten­ke Fun­gu­ru­me a la empre­sa mine­ra esta­dou­ni­den­se Free­port-McMo­Ran en 2016, aumen­tó el temor en el apa­ra­to esta­tal esta­dou­ni­den­se de que Chi­na con­tro­la­ra todos los ele­men­tos cla­ve de la «tec­no­lo­gía ver­de» (Gulley, McCu­llough y Shedd, 2019: 317 – 232).

Ante su impo­ten­cia para impug­nar la com­pra por par­te de Chi­na, EE.UU. se movió en dos direc­cio­nes: des­le­gi­ti­mar las inter­ven­cio­nes de Chi­na en Áfri­ca median­te que­jas sobre la explo­ta­ción chi­na del tra­ba­jo infan­til y pre­sio­nar polí­ti­ca­men­te a los gobier­nos afri­ca­nos para que rom­pie­ran víncu­los con Chi­na (2023). Esto demues­tra el inte­rés de Esta­dos Uni­dos y sus alia­dos por ase­gu­rar sus intere­ses eco­nó­mi­cos y geo­po­lí­ti­cos resu­ci­tan­do las tác­ti­cas de la Gue­rra Fría.

La inter­ven­ción de Esta­dos Uni­dos en el con­ti­nen­te afri­cano para impul­sar su pro­pio pro­yec­to y man­te­ner la hege­mo­nía que­da aún más ilus­tra­da por el tenor de la cum­bre de líde­res de Esta­dos Uni­dos y Áfri­ca de diciem­bre de 2022, en ella, los gobier­nos de la RDC y Zam­bia fir­ma­ron un acuer­do con Esta­dos Uni­dos para desa­rro­llar una cade­na de valor de vehícu­los eléc­tri­cos en sus paí­ses, des­de la mine­ría has­ta la cade­na de mon­ta­je (Depar­ta­men­to de Esta­do de EE. UU., 2023)3. Sin embar­go, cabe seña­lar que los dos paí­ses afri­ca­nos ya habían fir­ma­do un acuer­do entre sí en abril de 2022 para esta­ble­cer una cade­na de valor para fabri­car bate­rías eléc­tri­cas (Mulen­ga, 2022). El nue­vo acuer­do, anun­cia­do con bom­bos y pla­ti­llos, no tenía tan­to que ver con la coor­di­na­ción entre la RDC y Zam­bia o las nece­si­da­des del pue­blo afri­cano, sino con el inten­to de blo­quear a Chi­na en el con­ti­nen­te afri­cano y garan­ti­zar el flu­jo de recur­sos bajo el con­trol de las empre­sas del Nor­te Global.

El Con­go no está en venta

En junio de 2005, la Comi­sión Lutun­du­la, diri­gi­da por el par­la­men­ta­rio con­go­le­ño Chris­tophe Lutun­du­la, pre­sen­tó un infor­me sobre su inves­ti­ga­ción de los con­tra­tos mine­ros y empre­sa­ria­les fir­ma­dos en la RDC entre 1996 y 2003, un perio­do mar­ca­do por el inten­so con­flic­to deri­va­do de la Segun­da Gue­rra del Con­go (1998−2003) (Gobierno de la RDC, 2006). La comi­sión des­cu­brió que muchos con­tra­tos eran ile­ga­les o des­fa­vo­ra­bles para el desa­rro­llo del país e ins­tó a res­cin­dir o rene­go­ciar 16 con­tra­tos, ade­más de inves­ti­gar a 28 empre­sas y 17 par­ti­cu­la­res por infrac­cio­nes lega­les. En las con­clu­sio­nes se impli­ca­ba tan­to a altos car­gos polí­ti­cos como a eje­cu­ti­vos de empre­sas. Pese a que el infor­me pro­po­nía una mora­to­ria inme­dia­ta de los nue­vos con­tra­tos y pedía que se amplia­ran las facul­ta­des de inves­ti­ga­ción, el Esta­do fir­mó nue­vos acuer­dos mine­ros con una super­vi­sión mínima.

En 2017, la RDC creó la Auto­ri­dad Regu­la­do­ra de la Sub­con­tra­ta­ción en el Sec­tor Pri­va­do (ARSP) para cum­plir los tér­mi­nos del códi­go mine­ro de 2002. La crea­ción de la ARSP es una señal del inten­to de la RDC de hacer­se con el con­trol de los mine­ra­les y meta­les del país y poner fin al saqueo de sus rique­zas que se vie­ne pro­du­cien­do des­de hace tiem­po. En 2023, la ARSP —que aho­ra sigue el códi­go mine­ro de 2018— san­cio­nó a varias empre­sas, entre ellas Bollo­ré, Deloit­te, G4S, Havas y Hua­wei, y abrió inves­ti­ga­cio­nes a Eura­sian Resour­ces Group, Glen­co­re, Ivanhoe, Kiba­li (Barrick Gold) y Pri­me­ra por vio­lar las leyes de sub­con­tra­ta­ción (Tri­con­ti­nen­tal, 2019). El 22 de febre­ro de 2024, la ARSP citó a tres sub­con­tra­tis­tas chi­nos (CRSN, Synohy­dro y Bang­de Cons­truc­tion) por remi­tir pagos al extran­je­ro, lo que les inha­bi­li­ta para ope­rar en la RDC (aun­que segui­rán tra­ba­jan­do has­ta que empre­sas loca­les pue­dan hacer­se car­go de ellos) (Cop­per­belt Katan­ga Mining, 2024; Afri­ca Busi­ness Plus, 2023, 2024).

El Direc­tor Gene­ral de la ARSP, Miguel Kashal Katemb, un expe­ri­men­ta­do hom­bre de nego­cios con tra­yec­to­ria en varios paí­ses afri­ca­nos, argu­men­tó que las empre­sas san­cio­na­das no cum­plían los cri­te­rios de ele­gi­bi­li­dad y no con­tri­buían ade­cua­da­men­te a los ingre­sos fis­ca­les del país (s.f.). Según Katemb, estas empre­sas debe­rían ser reem­pla­za­das por otras de pro­pie­dad con­go­le­ña, que reten­drían las ganan­cias local­men­te, crea­rían nue­vas opor­tu­ni­da­des de empleo e inclu­so podrían ini­ciar un pro­ce­so de esta­ble­ci­mien­to de la sobe­ra­nía nacio­nal sobre los recur­sos. Aun­que estas polí­ti­cas repre­sen­ta­rían un avan­ce, las éli­tes de la RDC serían las mayo­res bene­fi­cia­rias dadas las jerar­quías socia­les del país (Cop­per­belt Katan­ga Mining, 2023).

Este tipo de polí­ti­ca de cla­ses, en la que cier­tas accio­nes pare­cen bene­fi­cio­sas para el país, pero enri­que­cen prin­ci­pal­men­te a una sofis­ti­ca­da red de parien­tes y ami­gos del pre­si­den­te, está muy exten­di­da en la RDC. Por ejem­plo, aun­que el país fir­mó en 2022 un acuer­do con el mul­ti­mi­llo­na­rio israe­lí y anti­guo mag­na­te mine­ro san­cio­na­do, Dan Gertler para recu­pe­rar acti­vos mine­ros y petro­lí­fe­ros con­go­le­ños por valor de más de 2.000 millo­nes de dóla­res que eran pro­pie­dad de su empre­sa Ven­tu­ra Group, la fal­ta de trans­pa­ren­cia sobre los deta­lles del acuer­do sus­ci­tó preo­cu­pa­ción por un posi­ble nue­vo ciclo de corrup­ción (Fabri­cius, 2022; CNPAV). Las redes fami­lia­res de la éli­te polí­ti­ca de la RDC siguen actuan­do como com­pra­do­res de las empre­sas mul­ti­na­cio­na­les, lle­van­do a cabo acti­vi­da­des tran­sac­cio­na­les que las favo­re­cen en lugar de mejo­rar las capa­ci­da­des pro­duc­ti­vas del país para su moder­ni­za­ción (Lif­fran, 2024). Un ejem­plo nota­ble de esta diná­mi­ca se da en Sico­mi­nes, don­de el hijo del pre­si­den­te, Anthony Tshi­se­ke­di, fue nom­bra­do miem­bro del con­se­jo de admi­nis­tra­ción de la empre­sa, a pesar de care­cer de expe­rien­cia mine­ra (Lif­fran, 2024).

Lo que quie­re el pue­blo congoleño

En la actua­li­dad, la lucha del pue­blo con­go­le­ño se ha cen­tra­do en esta­ble­cer la sobe­ra­nía sobre su terri­to­rio y garan­ti­zar la dig­ni­dad huma­na. Esta lucha por la libe­ra­ción no pue­de librar­se úni­ca­men­te a esca­la nacio­nal, dado que las fuer­zas que man­tie­nen a lxs con­go­le­ñxs en la escla­vi­tud ope­ran a esca­la mun­dial. En una épo­ca de pan­afri­ca­nis­mo reno­va­do que está trans­for­man­do Áfri­ca Occi­den­tal, resue­na pro­fun­da­men­te el recor­da­to­rio de Frantz Fanon en Hacia una revo­lu­ción afri­ca­na de que «el des­tino de todos noso­tros está en jue­go en el Con­go» (Fanon, 1964: 197). Nues­tro dos­sier se cie­rra con las pro­pues­tas de jóve­nes acti­vis­tas con­go­le­ños que han iden­ti­fi­ca­do ocho cate­go­rías cla­ve para cons­truir su camino hacia la libertad.

La tie­rra: La tie­rra con­go­le­ña debe pro­te­ger­se y uti­li­zar­se tenien­do en cuen­ta los intere­ses del pue­blo con­go­le­ño. Garan­ti­zar el sus­ten­to de su pobla­ción, la sobe­ra­nía ali­men­ta­ria y la segu­ri­dad huma­na debe ser una prio­ri­dad mayor que el extrac­ti­vis­mo. La des­mi­li­ta­ri­za­ción de la tie­rra es cla­ve para aca­bar tan­to con la vio­len­cia gene­ra­li­za­da como con los des­pla­za­mien­tos huma­nos. Para ello, pri­me­ro hay que decons­truir la visión capi­ta­lis­ta de la tie­rra como mer­can­cía en ven­ta y sus­ti­tuir­la por un énfa­sis en el valor ances­tral de la tie­rra cen­tra­do en el bien­es­tar de todos sus habitantes.

Desa­rro­llar la auto­no­mía eco­nó­mi­ca: Los recur­sos con­go­le­ños deben ser con­tro­la­dos por el pue­blo con­go­le­ño con el obje­ti­vo de for­ta­le­cer la socie­dad y resis­tir la pre­sión de las ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras inter­na­cio­na­les. Los bene­fi­cios de las rique­zas natu­ra­les del país deben rein­ver­tir­se para desa­rro­llar las indus­trias manu­fac­tu­re­ras loca­les y fomen­tar la auto­no­mía nacio­nal y la auto­su­fi­cien­cia en ámbi­tos como la agro­in­dus­tria y la tec­no­lo­gía. Debe­mos pla­ni­fi­car con auda­cia pro­yec­tos eco­nó­mi­cos a más lar­go pla­zo y de mayor enver­ga­du­ra que pue­dan impul­sar una trans­for­ma­ción a gran esca­la en bene­fi­cio del país.

Socie­dad: Empe­ce­mos a rein­ven­tar las rela­cio­nes socia­les pro­po­nien­do solu­cio­nes para recons­truir el con­tra­to social que nos une. Debe­mos rein­tro­du­cir una cul­tu­ra de res­pe­to de los dere­chos huma­nos defen­dien­do los prin­ci­pios tra­di­cio­na­les de igual­dad, cono­ci­dos como ubun­tu.

Jus­ti­cia esta­tal: Hay que pro­mo­ver una gober­nan­za jus­ta en las ins­ti­tu­cio­nes nacio­na­les, como la pre­si­den­cia, la asam­blea nacio­nal y los tri­bu­na­les. Lxs diri­gen­tes deben apli­car la ley con impar­cia­li­dad, de acuer­do con la Cons­ti­tu­ción y las expec­ta­ti­vas legí­ti­mas del pueblo.

Dig­ni­dad: Debe­mos recla­mar y sanar nues­tros cora­zo­nes y men­tes, orga­ni­zar­nos de for­ma res­pon­sa­ble y abra­zar el auto­sa­cri­fi­cio para pro­mo­ver los obje­ti­vos de la comu­ni­dad. Nues­tro movi­mien­to debe aumen­tar la con­fian­za en nues­tra capa­ci­dad, como pue­blo con­go­le­ño —en par­ti­cu­lar la juven­tud con­go­le­ña— para cam­biar y mejo­rar la RDC.

Pen­sa­mien­to crí­ti­co: Es impor­tan­te desa­rro­llar nues­tra inte­li­gen­cia colec­ti­va para res­pon­der a los retos que se nos plan­tean con ideas cla­ras. Nues­tro sis­te­ma edu­ca­ti­vo debe ense­ñar sis­te­mas de cono­ci­mien­to inte­gra­les basa­dos en el pen­sa­mien­to cien­tí­fi­co que inclu­yan apor­tes valio­sos de las socie­da­des afri­ca­nas, pasa­das y presentes.

La pro­duc­ción y difu­sión de la cul­tu­ra patrió­ti­ca con­go­le­ña: Debe­mos ilus­trar la visión del Con­go y del mun­do en el que que­re­mos vivir a tra­vés de las artes, la cul­tu­ra, los depor­tes y todas las acti­vi­da­des en las que par­ti­ci­pa­mos, las que deben estar dis­po­ni­bles en nues­tras len­guas loca­les. A tra­vés del lide­raz­go colec­ti­vo, debe­mos desa­rro­llar valo­res comu­nes basa­dos en la toma de deci­sio­nes inclu­si­va para refor­mar nues­tra cultura.

Orga­ni­zar colec­ti­vos ciu­da­da­nos: El códi­go de con­duc­ta que cree­mos debe apli­car­se en el Con­go y en las comu­ni­da­des de la diás­po­ra a tra­vés de colec­ti­vos ciu­da­da­nos. Don­de­quie­ra que este­mos, debe­mos crear luga­res para reu­nir­nos, deba­tir y colaborar.

25 de junio de 2024

Fuen­te: https://​the​tri​con​ti​nen​tal​.org/​e​s​/​d​o​s​s​i​e​r​-​7​7​-​e​l​-​p​u​e​b​l​o​-​c​o​n​g​o​l​e​n​o​-​l​u​c​h​a​-​p​o​r​-​s​u​-​r​i​q​u​e​za/

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  1. Ver Moshinsky, 2015; Katz-Lavig­ne, 2024; San­der­son, 2019; Pantland, 2018. Con sus 80.000 tra­ba­ja­do­res ofi­cia­les y más de 60.000 «con­tra­tis­tas», algu­nos de los cua­les son mine­ros de cobal­to con­go­le­ños inde­pen­dien­tes, Glen­co­re es un ejem­plo clá­si­co de lo que Bas­tian Ober­me­yer y Fre­de­rik Ober­maier deno­mi­nan la «máqui­na de saqueo» (2016: 193 – 208).
  2. Assem­blee Natio­na­le Com­mis­sion Spe­cia­le Char­gee de L’Examen de la Vali­di­te Des Con­ven­tions A Carac­te­re Eco­no­mi­que Et Finan­cier [Comi­sión Espe­cial de la Asam­blea Nacio­nal encar­ga­da de exa­mi­nar la vali­dez de los con­ve­nios eco­nó­mi­cos y finan­cie­ros] (Kinsha­sa: Gobierno de la RDC, 2006).
  3. Para más infor­ma­ción sobre la cum­bre ver Tri­con­ti­nen­tal, 29 de diciem­bre de 2022.

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