En este año 2025, elegido por la Unión Africana para llevar en alto la antorcha de la justicia a través del tema: «Justicia para los africanos y los afrodescendientes mediante reparaciones», África se prepara para dar un paso decisivo en su búsqueda de reconocimiento, dignidad y soberanía. Esta lucha por las reparaciones va más allá de simplemente reparar un pasado doloroso; se ha convertido en una cuestión de futuro y en un símbolo del renacimiento de un continente marginado durante mucho tiempo.
Más allá de las fronteras del continente africano, esta batalla forma parte de una dinámica global de rechazo a la opresión neocolonial. Se están forjando vínculos claros con los movimientos de resistencia en Asia Occidental, que también se enfrentan a la hegemonía de potencias externas para defender su soberanía y dignidad. Es el mismo aliento de resistencia contra el orden mundial imperialista que hoy anima a los pueblos de África y de Asia Occidental.
¿Por qué son esenciales las reparaciones para África?
La colonización no fue un simple episodio histórico: fue un sistema estructurado de despojo, humillación, deshumanización y explotación sistemática de los pueblos africanos. La esclavitud, la trata transatlántica de esclavos, la explotación colonial de los recursos naturales, el trabajo forzado, el despojo cultural, la manipulación de las fronteras y las identidades étnicas: todos estos crímenes han dejado profundas cicatrices en las sociedades africanas.
Las reparaciones son pues, ante todo, una exigencia moral. Reconocer los errores cometidos es honrar la memoria de los millones de víctimas y hacer justicia a las naciones que siguen sufriendo las consecuencias directas e indirectas de la dominación colonial.
Una dimensión económica y estratégica
La cuestión de las reparaciones no puede limitarse a un gesto simbólico o a simples disculpas diplomáticas. Tiene una enorme importancia económica y estratégica para África, ya que llega al corazón mismo de los mecanismos que han mantenido al continente en una posición de dependencia sistémica durante siglos.
Desde la trata de esclavos hasta la colonización, pasando por el neocolonialismo actual, África ha visto sus recursos saqueados metódicamente. Millones de africanos deportados, territorios transformados en puestos de extracción para enriquecer a las potencias coloniales, desde el caucho en el Congo hasta el oro en Ghana, desde el fosfato en Togo hasta el uranio en Níger.
Abdoulaye Mbow lo explicó bien: sin reparaciones, el sistema depredador permanece intacto, porque nunca fue realmente desmantelado. El valor de esta riqueza extraída excede con creces las cantidades de la actual «ayuda al desarrollo». Peor aún, la ayuda internacional es a menudo un reciclaje de las ganancias generadas por la explotación colonial.
Hoy en día, exigir reparaciones significa exigir la reintegración legítima de la riqueza africana a la economía del continente. Esto no solo repararía las pérdidas sufridas, sino que también sentaría las bases para un despegue económico genuino y egocéntrico.
El caso del franco CFA es emblemático. Legado directo del colonialismo francés, esta moneda aún vincula a 14 países africanos con el Banco de Francia, que controla las reservas de divisas y la política monetaria de sus antiguas colonias.
Como insistió Abdourahamane Oumarou: «El franco CFA es una cadena, un instrumento de presión y saqueo que obstaculiza nuestro crecimiento».
La abolición del franco CFA sería un paso decisivo hacia la soberanía económica, permitiendo a los Estados africanos recuperar el control de sus políticas monetarias, estimular la inversión local y reducir la vulnerabilidad a las fluctuaciones impuestas por los centros financieros globales.
Las reparaciones deberían incluir la cancelación de los mecanismos de deuda ilegítima, heredados en gran medida de la era colonial, y el fin de las políticas de dominación económica impuestas por las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial), donde África sigue estando subrepresentada.
Las reparaciones también deben considerarse desde una perspectiva estratégica de autosuficiencia. África, el continente más rico en recursos naturales, depende paradójicamente de las importaciones para su consumo de energía y alimentos.
Sin embargo, un programa de reparaciones negociado inteligentemente podría financiar la transición energética del continente (hidroelectricidad, solar, eólica), asegurar sus sectores agroalimentarios locales y crear cadenas de valor regionales. Esto liberaría a África del chantaje energético y alimentario al que se ve sometida periódicamente por los mercados mundiales.
La compensación económica también podría ayudar a financiar infraestructura panafricana estratégica (carreteras, ferrocarriles, redes eléctricas transnacionales) que promovería la integración del mercado africano, como se prevé en la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA).
Hoy en día, estas infraestructuras suelen estar financiadas por socios externos que imponen sus condiciones. Con los fondos de las reparaciones, África podría financiar sus propios proyectos estructurales, con criterios decididos por los africanos, para los africanos.
Por último, en el escenario internacional, la dinámica de las reparaciones reposicionaría a África ya no como un continente que solicita ayuda, sino como un actor estratégico y soberano, que exige respeto a sus derechos históricos.
Este reequilibrio de las relaciones Norte-Sur es crucial en un contexto de cuestionamiento de las instituciones de Bretton Woods y de relaciones comerciales injustas. Las reparaciones señalarían que las reglas del juego económico global ya no pueden ser establecidas unilateralmente por las antiguas potencias coloniales.
Una palanca para el renacimiento africano
La lucha por las reparaciones no debe verse simplemente como un regreso al pasado, sino como un catalizador para una nueva era de renacimiento africano. Esta es una oportunidad para que el continente reconstruya sus bases sobre la base de la dignidad, la soberanía real y una visión colectiva compartida.
La dominación colonial y la trata de esclavos dejaron profundas heridas psicológicas. Durante siglos, la narrativa dominante ha retratado a África como un continente «atrasado», «subdesarrollado», incapaz de gobernarse a sí mismo.
Las reparaciones, a través del reconocimiento oficial de los crímenes sufridos, contribuyen a sanar estas heridas históricas.
Devuelven a los pueblos africanos el orgullo por su historia y la confianza en su capacidad para forjar su propio destino. Como bien lo expresó Abdoulaye Mbow: «Este será un paso hacia la libertad de pensamiento y la conciencia colectiva».
Esta reapropiación de la dignidad es el primer paso para movilizar las energías creativas y liberadoras del continente.
La batalla por las reparaciones requiere que los Estados africanos dialoguen entre sí, superen las divisiones heredadas de la colonización y formulen objetivos comunes. Pretende fortalecer la dinámica de la integración continental.
El trabajo en curso de la Unión Africana sobre la agenda 2025 es esencial: al crear un comité de expertos africanos sobre reparaciones, definir una posición común e incluir a la diáspora en las discusiones, África se está dotando de una hoja de ruta colectiva para afirmar su unidad política.
Esta lucha se convierte así en un vector de la unidad africana, un poco como la lucha contra el apartheid, donde todo el continente formó un frente unido. Esta unidad estratégica es la base necesaria para cualquier renacimiento.
El renacimiento africano implica también una reconquista cultural. Las reparaciones deben incluir la restitución del patrimonio africano robado: esculturas, manuscritos, objetos de arte sacro, memorias orales y escritas dispersas en museos europeos y colecciones privadas.
Pero no se trata solo de repatriar objetos: se trata de restaurar el alma del continente, revalorizar sus lenguas, sus historias, su sabiduría ancestral, para que vuelvan a convertirse en pilares de la sociedad contemporánea.
Es a través de esta reapropiación cultural que África podrá redefinir su modelo de desarrollo, liberándose de los estándares impuestos por Occidente.
Los jóvenes africanos de hoy se enfrentan a una paradoja trágica: vivir en un continente rico, pero estar condenados al exilio para buscar oportunidades en otros lugares. Las reparaciones, al permitir la rehabilitación económica del continente, abrirían perspectivas concretas para los jóvenes: educación de calidad, empleos decentes y ecosistemas locales de innovación.
En lugar de alimentar las economías europeas a través de la emigración forzada, los jóvenes africanos pueden estar en el centro del desarrollo de sus propios territorios.
Este sería un cambio profundo: convertirnos en constructores del futuro, no en exiliados de la desesperación.
Finalmente, la dinámica de las reparaciones ayuda a reposicionar a África en el nuevo tablero de ajedrez internacional. Frente al declive del modelo occidental y el ascenso de las potencias del Sur global, África puede convertirse en un centro de gravedad geopolítico, un continente soberano que dialoga en igualdad de condiciones con sus socios.
Esta lucha por las reparaciones va entonces más allá de la simple lógica de la reparación para convertirse en una palanca de afirmación estratégica en la escena internacional.
Una demanda hecha por las naciones africanas desde la independencia
Desde la década de 1960, muchos países africanos han alzado su voz para exigir reparaciones. Es esencial recordar que esta lucha no es nueva.
Ghana: Ghana, el primer país independiente del África subsahariana, fue pionero en exigir reparaciones en las primeras conferencias panafricanas posteriores a la independencia.
Nigeria: En la Conferencia Mundial contra el Racismo celebrada en Durban en 2001, Nigeria apoyó firmemente el reconocimiento de la esclavitud como un crimen contra la humanidad y la necesidad de reparaciones.
Sudáfrica: Tras el apartheid, el país abogó por reparaciones relacionadas con la segregación racial y las desigualdades estructurales heredadas del colonialismo.
Kenia: Kenia ha exigido reparaciones por las atrocidades cometidas por el Imperio Británico durante la Rebelión Mau Mau.
Argelia: El Estado argelino ha exigido constantemente el reconocimiento y la reparación de los crímenes de la colonización francesa, en particular las masacres de Sétif y Guelma en 1945.
Libia: Muammar Gaddafi hizo de las reparaciones un tema central, exigiendo que Italia emitiera una disculpa oficial y pagara una compensación (lo que se logró parcialmente en 2008).
República Democrática del Congo: La RDC sigue denunciando los saqueos orquestados durante la colonización belga, con millones de muertos bajo el reinado de Leopoldo II.
Zimbabwe: Zimbabwe ha destacado la necesidad de reparaciones por la confiscación de tierras por parte de los colonos británicos.
Etiopía: Aunque no fue colonizada, Etiopía exigió la restitución de su patrimonio cultural saqueado durante la invasión italiana.
Haití: (un añadido estratégico, aunque no africano, sino un país de ascendencia africana) — Haití sigue exigiendo a Francia el pago de la «deuda de independencia», extorsionada bajo amenaza militar.
Esta larga lista demuestra que la cuestión de las reparaciones trasciende las fronteras nacionales y encarna una verdadera agenda continental.
Para las antiguas potencias coloniales: una cita con la historia
Para las potencias coloniales europeas, reconocer los errores del pasado e iniciar un proceso de reparación genuina también es una oportunidad. Se trata de cerrar las heridas del pasado y entrar en una nueva era de relaciones equilibradas y respetuosas.
Negarse a abrir este debate es perpetuar la humillación y mantener la lógica de la dominación. Aceptar el diálogo significa poner fin al desprecio histórico y construir una asociación adulta con África, basada en el respeto mutuo.
Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Italia, Portugal y Alemania tienen la responsabilidad moral e histórica de iniciar este proceso. De no hacerlo, quedan atrapados en una postura defensiva y arcaica, mientras el mundo avanza hacia una mayor justicia.
El Eje de la Resistencia: África y Asia Occidental, una sola lucha contra el imperialismo
La lucha por las reparaciones coloniales y neocoloniales en África no se libra en el vacío. Es parte de un movimiento más amplio, un levantamiento global de pueblos que, desde el Sahel hasta las orillas del Tigris y el Éufrates, ahora se niegan a doblegarse bajo el yugo de las potencias imperialistas.
En Asia Occidental, esta dinámica se conoce como el Eje de la Resistencia y reúne a países y movimientos que se enfrentan directamente a la lógica de la dominación occidental: desde la República Islámica de Irán, Siria, Hezbollah en el Líbano, la Palestina resistente y, en cierta medida, redes de solidaridad con Yemen y otros pueblos oprimidos.
África, a través de su actual despertar soberanista, se suma plenamente a este eje histórico de resistencia.
Asia Occidental y África fueron repartidos por las mismas potencias coloniales, según la misma lógica de explotación y dominación.
El Acuerdo Sykes-Picot de 1916 en Asia Occidental dividió la región en beneficio de Francia y el Reino Unido, del mismo modo que la Conferencia de Berlín de 1884 – 85 había dividido África en zonas de influencia europeas.
Los recursos estratégicos de ambas regiones (petróleo en Asia Occidental, uranio, oro, tierras raras y minerales en África) fueron saqueados para impulsar la industria occidental.
El control de las rutas comerciales y de los puntos de paso estratégicos (Suez, Bab el-Mandeb, estrecho de Gibraltar) ha convertido a las dos regiones en zonas de dominación geoestratégica, a costa de la manipulación y de las divisiones étnicas y religiosas explotadas por los colonizadores.
Esta historia compartida ha tejido una comunidad de destino entre África y Asia Occidental, que ahora está despertando.
Lo que caracteriza al Eje de Resistencia es el deseo de rechazar el orden impuesto por Occidente, ya sea mediante sanciones, bloqueos, interferencia política o guerras por poderes.
La República Islámica de Irán, afectada durante décadas por los embargos occidentales, ha construido un modelo de autonomía estratégica, energética, científica y militar. Hoy en día, ofrece a África una fuente de inspiración en su búsqueda de la independencia total de los centros de poder occidentales.
Palestina, en el centro de la cuestión del despojo colonial, se ha convertido en un símbolo universal de resistencia. Muchos dirigentes africanos han establecido paralelismos entre la colonización de Palestina y la continua dominación neocolonial en África.
De este modo, África y Asia Occidental están uno al lado del otro, en un rechazo compartido a ser aplastados por la lógica de la dominación imperialista, ya sea económica, militar o cultural.
Este acercamiento estratégico no es sólo simbólico. Allana el camino para alianzas políticas, económicas y culturales concretas entre África y Asia Occidental:
- fortalecer la cooperación Sur-Sur, sin intermediarios occidentales;
- intercambio de tecnologías, conocimientos técnicos y experiencias de resiliencia frente a las sanciones económicas;
- apoyo diplomático mutuo en foros internacionales;
- y, sobre todo, una afirmación común de un mundo multipolar, donde las reglas del juego ya no las dictan unas pocas capitales occidentales.
En este nuevo equilibrio, África y Asia Occidental ya no son periferias sumisas, sino polos autónomos y dignos, constructores de su futuro.
Este frente común es también ideológico y moral. Se basa en una ética de solidaridad entre pueblos oprimidos, naciones que se niegan a ser consideradas eternamente «zonas de sacrificio» del sistema global.
Al exigir reparaciones, África no solo hace justicia a su propio pasado. Da fuerza a todos los pueblos colonizados y dominados del mundo.
Es un mensaje universal de esperanza: los imperios se derrumban y los pueblos se levantan de nuevo.
En esta lucha, la cuestión de las reparaciones coloniales se convierte en un componente esencial del frente global por la justicia y la emancipación de las naciones desposeídas.
Al acercarse a los pueblos hermanos de Asia Occidental, África está colocando su causa dentro de una dinámica global irresistible. Juntos, están construyendo las bases de un nuevo mundo, donde los pueblos soberanos escriben su propio futuro.
La lucha por las reparaciones es mucho más que cuestiones financieras o simbólicas. Es la palanca de un renacimiento africano, una base para restaurar la dignidad y la autonomía del continente y una contribución al surgimiento de un mundo multipolar, liberado de la lógica de la dominación occidental.
Esta lucha va más allá de África: es parte de una dinámica global donde los pueblos de África, Asia Occidental y otros lugares se niegan a ser víctimas silenciosas de la historia. Uniendo sus fuerzas, definiendo una posición común y alzando sus voces en la escena internacional, construyen juntos la esperanza de un futuro soberano y unido.
Ha llegado el momento de que África hable con una sola voz y de que el mundo escuche su llamamiento a la justicia.
Amir-Khosro Fathi es un analista político iraní radicado en Bruselas
9 de abril de 2025