En marzo de 1792, Pauline Léon reclamó el derecho a armarse para «defender la patria» contra las tropas austro-prusianas: «Legisladores, las mujeres patriotas se presentan ante ustedes para defender el derecho que tienen todos los individuos, no pueden negárnoslo. ¿Acaso se pretende que la declaración de derechos no se aplique a las mujeres? ¿Y que deben dejarse degollar como corderos sin tener derecho a defenderse?». Estas palabras resuenan como uno de los alegatos «feministas» más vibrantes de la época. Aún desconocidas para el gran público, Pauline Léon, sus compañeras de lucha y las masas femeninas de la Revolución han sido puestas en primer plano por el documental Aux armes citoyennes, codirigido por Émilie Valentin y Mathieu Schwartz para la cadena Arte. Esta rica retrospectiva de la ambivalente relación de la Revolución Francesa con la emancipación femenina enriquece un panteón que durante mucho tiempo se limitó únicamente a Olympe de Gouges.
«Hoy en día es muy difícil dar una idea de la urbanidad, de los modales amables que hace cuarenta años constituían el encanto de la sociedad parisina. Las mujeres reinaban entonces, pero la Revolución las destronó
1». Así expresaba la artista Élisabeth Vigée Le Brun, retratista de María Antonieta, su amargo pesar por la monarquía absoluta. Este pasaje, extraído de sus Memorias publicadas en 1837, introduce un discurso contrarrevolucionario que sigue vigente hasta nuestros días. Esta interpretación selecciona las trayectorias de algunas mujeres, procedentes de la aristocracia o de la alta burguesía, que entonces gozaban de una relativa influencia en la vida intelectual de finales del siglo XVIII.
Este enfoque en trayectorias verdaderamente excepcionales no nos dice nada sobre las condiciones de la inmensa mayoría de las mujeres de la época y oculta la naturaleza de una sociedad de órdenes, basada en los privilegios vinculados al nacimiento. Bajo el reinado de los Borbones, una mujer estaba subordinada a su marido como un siervo a su señor. En estas condiciones, no es de extrañar que muchas mujeres estuvieran al frente de las jornadas revolucionarias contra el Antiguo Régimen, cuya trayectoria se recorre en el documental.
De las revueltas por el pan a la vida pública
La acción del documental comienza los días 5 y 6 de octubre de 1789, los únicos en los que la memoria colectiva reconoce un papel activo de las mujeres. Se trata de una revuelta por el precio del pan, liderada por las comerciantes parisinas, las «damas de la Halle», que marcharon sobre Versalles. Allí, forzaron las puertas de los aposentos reales, hicieron firmar al rey la Declaración de los Derechos del Hombre y obtuvieron su promesa de facilitar el abastecimiento de la capital. Para garantizar que se cumpliera, fueron las amotinadas las que llevaron a la familia real de vuelta a París. Al relatar estos acontecimientos, la película presenta dos figuras de ese momento decisivo.
En primer lugar, la frutera Louise-Renée Leduc, conocida como «Reine Audu», abanderada de las «damas de la Halle» y líder del movimiento. En segundo lugar, una cantante originaria de Lieja: Anne Théroigne de Méricourt, recién llegada a París. Con una espada en el cinturón, pronto se ganó el apodo de «Amazona de la Revolución». Ambas, junto con las miles de mujeres que las acompañaban, lograron la segunda gran victoria revolucionaria tras la toma de la Bastilla. Lo pagaron muy caro: Reine Audu fue encarcelada y Théroigne se vio obligada a exiliarse en su región de Lieja.
La película muestra que desde la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 hasta los últimos disturbios de pradial del año III (abril-mayo de 1795), pasando por el asalto al palacio real de las Tullerías el 10 de agosto de 1792, el movimiento popular también fue femenino. El papel de las mujeres en las revueltas sociales no es exclusivo de la Revolución: bajo el Antiguo Régimen, las mujeres ya solían ser las iniciadoras de las revueltas por el pan. La novedad de este periodo reside más bien en la unión entre estas luchas sociales y las reivindicaciones políticas contra los privilegios y el despotismo de la sociedad del Antiguo Régimen. La Revolución Francesa se caracteriza por estas convergencias, posibilitadas por un proceso de politización general de una magnitud sin precedentes en el que las mujeres participaron activamente.
Al sacudir las instituciones escleróticas de la monarquía, la Revolución creó múltiples espacios de debate y politización en los que pudieron intervenir numerosas mujeres. El documental repasa los más importantes: los clubs políticos, espacios en los que los socios se informaban de los acontecimientos, debatían los cambios que debían llevarse a cabo y las estrategias para conseguirlos. Las mujeres solían estar presentes en los clubs, aunque a menudo se veían reducidas al papel de espectadoras. Los primeros clubs verdaderamente mixtos aparecieron en 1790, encabezados por la Société fraternelle des patriotes des deux sexes (Sociedad Fraternal de Patriotas de Ambos Sexos).
Fue precisamente a través de este club, cercano a los jacobinos, que las mujeres pudieron presentar peticiones a la Asamblea Nacional. También hay que mencionar la creación del primer club exclusivamente femenino, la Société patriotique des Amies de la Vérité (Sociedad Patriótica de las Amigas de la Verdad), fundada en marzo de 1791 por Etta Palm d’Aelders. Fuera de los clubs, la politización de las mujeres también se produjo a través de su presencia en las asambleas y de sus debates en los cafés, como recuerda la historiadora Dominique Godineau
2.
Reconocimiento jurídico, relegación política
Relegadas a un estatus inferior, las mujeres de la Revolución centraron inicialmente sus esfuerzos en obtener el reconocimiento civil. En la sociedad del Antiguo Régimen, sometidas a la tutela de los hombres, solo podían adquirir una relativa autonomía al enviudar. El matrimonio, sistemáticamente religioso, era indisoluble. A este respecto, el documental recuerda el compromiso de Olympe de Gouges con el derecho al divorcio, que defendía a través de obras de teatro. Esta reivindicación central se encuentra entre las listas de quejas de las corporaciones femeninas, junto con las de «la educación de las niñas, el fin del poder exclusivo del hombre sobre el cuerpo y los bienes de la mujer [y] el derecho a participar en un jurado de acusación y absolución
3».
En el periodo 1789 – 1791, la ley revolucionaria consagra la autonomía jurídica parcial de las mujeres. En este sentido, el documental repasa la instauración de la igualdad sucesoria, así como el derecho reconocido a las mujeres a firmar documentos y casarse sin el consentimiento paterno. Estos importantes avances fueron posibles gracias al movimiento de igualación de las condiciones jurídicas que caracterizó ese periodo. Este impulso conllevaba una restricción importante: la del acceso a la ciudadanía. La Constitución monárquica de 1791 reservaba los derechos políticos a los ciudadanos activos, es decir, a una pequeña minoría de hombres lo suficientemente ricos como para pagar el censo. Todas las mujeres, los negros y la gran mayoría de los hombres quedaban excluidos. La cuestión de los derechos políticos ocupó entonces un lugar central en el debate revolucionario. También se planteó la cuestión específica de los derechos políticos de las mujeres, pero pasó prácticamente desapercibida.
Las reivindicaciones de inclusión de las mujeres en la vida pública existían desde el comienzo de la Revolución, pero solo eran defendidas por un pequeño número de intelectuales. La hoy muy famosa Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en la que Olympe de Gouges proclama el derecho de las mujeres a «subir a la tribuna», no tuvo prácticamente ningún eco cuando se publicó en septiembre de 1791. La igualdad política entre los sexos era entonces rechazada por la inmensa mayoría de los hombres, independientemente de su tendencia política, así como por muchas mujeres, incluso revolucionarias.
El documental vuelve así sobre el ejemplo de Louise de Keralio, fundadora del Journal d’État et du Citoyen. Ardiente republicana, Keralio no fue menos que una decidida adversaria de la participación de las mujeres en las asambleas. En el documental, la historiadora Margaux Prunier explica a este respecto que Keralio «no cuestionaba la división sexual de la sociedad», que confinaba el lugar de las mujeres «al ámbito doméstico». Por otra parte, la politóloga Anne Verjus añade que las mujeres de la época compartían menos una conciencia femenina que una conciencia familiar, suponiendo que ya estaban representadas políticamente por sus maridos
4.
El derecho a portar armas
Otro tema candente relacionado con la ciudadanía es el derecho de las mujeres a portar armas. En la época de Théroigne de Méricourt, al igual que en la de Juana de Arco, el porte de armas seguía siendo prerrogativa de los hombres. El discurso pronunciado por la revolucionaria en marzo de 1792 revela la importancia de la cuestión del armamento de las mujeres. El documental señala que se trata de un punto de inflexión, ya que Théroigne se dirige directamente a las mujeres para animarlas a conquistar este derecho, y no a los hombres para pedirles que lo concedan: «Armémonos; tenemos derecho a ello por naturaleza, e incluso por ley; demostremos a los hombres que no somos inferiores a ellos ni en virtudes ni en valor […] es hora de que las mujeres salgan de su vergonzosa nulidad, en la que la ignorancia, el orgullo y la injusticia de los hombres las mantienen esclavizadas desde hace mucho tiempo».
Para las mujeres revolucionarias, la cuestión del compromiso militar con la Revolución se hizo cada vez más acuciante a medida que la guerra, deseada por los diputados girondinos, se convertía en una catástrofe. Pasando de la teoría a la práctica, decenas, sin duda más de un centenar de mujeres se alistaron en el ejército y se disfrazaron para eludir la prohibición. La película vuelve sobre el ejemplo de Catherine Pochetat, que participó en la toma de la Bastilla antes de alistarse en el ejército republicano haciéndose pasar por un hombre. A continuación, se distinguió en los combates hasta el punto de convertirse en oficial. Aunque generalmente eran reconocidas una vez llegaban al frente, las mujeres no eran expulsadas inmediatamente, sino que se beneficiaban de una tolerancia que solo terminó tras la victoria francesa en Jemmappes… a la que contribuyó Catherine Pochetat. La presencia de mujeres entre los combatientes fue finalmente prohibida a finales de 1793.
A las mujeres no solo se les impidió combatir en el frente exterior. A veces también se les impidió participar en las insurrecciones populares en el interior del país. Así, los sans-culottes masculinos bloquearon el paso a Pauline Léon cuando esta quiso participar en el asalto a las Tullerías. Una vez más, cuando una de sus partidarias defendió el armamento de las mujeres para proteger el interior del país, recibió una acogida tan hostil que tuvo que concluir: «Queremos que, a partir de ahora, el único gorro de las mujeres sea el de la libertad. Salvaremos la patria, ciudadanos, no creáis que nos desanimamos».
El documental insiste en este aspecto central de la lucha de las mujeres revolucionarias. Estas tuvieron que luchar en varios frentes: en primer lugar, contra la violencia de los partidarios del Antiguo Régimen –la película muestra en varias ocasiones una propaganda monárquica particularmente virulenta y vulgar contra las mujeres – ; en segundo lugar, contra los intentos de relegación e invisibilización por parte de los revolucionarios masculinos.
Feminismo elitista, feminismo popular
A partir del verano de 1792, la Revolución se radicaliza. Los clubs más intransigentes, como los jacobinos o los cordeliers, buscan derrocar la monarquía. Frente a ellos, la mayoría realista de los diputados busca proteger al rey y frenar el curso de los acontecimientos. Entre ambos, los girondinos titubeaban. Los movimientos feministas se involucraron plenamente en este enfrentamiento.
Ante la traición del rey, una parte del movimiento feminista se situó a la vanguardia de la lucha antimonárquica. Pauline Léon firma la petición de los Cordeliers del 17 de julio de 1791 que reclama la destitución del rey tras su huida de Varennes. Después del 10 de agosto, reincide al reclamar su condena a muerte. La mayoría de los diputados comparten su opinión sobre este punto… pero sin ceder en la cuestión de la emancipación de las mujeres.
El nuevo régimen republicano, instaurado el 21 de septiembre de 1792, extiende el sufragio a todos los hombres, pero solo a los hombres. Esta relegación de las mujeres decepciona al movimiento popular femenino, que endurece sus posiciones. Se organiza a través de la Sociedad de Ciudadanas Republicanas Revolucionarias, fundada en particular por Pauline Léon y Claire Lacombe en mayo de 1793. Esta sociedad marca una ruptura en la historia del movimiento protofeminista. Alejándose de los salones literarios y los clubs políticos de la burguesía, abre sus puertas a mujeres de clases sociales intermedias y populares
5.
Por el contrario, Olympe de Gouges y Théroigne de Méricourt rechazan la radicalización democrática y social de la Revolución. Aux armes citoyennes recuerda el monarquismo de Olympe de Gouges, que dedica su Declaración de los Derechos de la Mujer a María Antonieta antes de ofrecerse como abogada de Luis XVI en su juicio. Contrariamente a una idea muy extendida, fue su monarquismo y no su «feminismo» lo que la llevó al cadalso el 3 de noviembre de 1793
6. Este compromiso conservador de Olympe de Gouges resulta paradójico si lo comparamos con el vanguardismo de sus luchas por la emancipación de las mujeres, pero también de los negros.
Sin embargo, varios estudios recuerdan que Olympe de Gouges buscaba conservar el orden social establecido, con la condición de que las mujeres pudieran ocupar su lugar en él. A pesar de sus principios progresistas, la autora de Zamore y Mirza condena así la revolución de los esclavos de Santo Domingo y, en general, cualquier forma de insurrección popular7. En este sentido, se inscribe en un «feminismo» elitista, en la línea de los salones literarios y los círculos filosóficos de finales del siglo XVIII
8. Fue su visceral apego a la moderación lo que hizo inevitable su enfrentamiento con los montagnards (montañeses). Por su parte, aunque Théroigne de Méricourt participó en la jornada del 10 de agosto, posteriormente se acercó a los girondinos. Esta postura le valió ser víctima de una violenta agresión por parte de las partidarias de Pauline Léon el 15 de mayo de 1793, lo que la apartó definitivamente de la vida pública.
El enfrentamiento entre los movimientos feministas fue especialmente intenso en el ámbito social. Cercanas a los sans-culottes más radicales, las «republicanas revolucionarias» desempeñaron un papel central en el derrocamiento de los girondinos, así como en la implantación del «máximo» (es decir, el bloqueo de los precios de los productos básicos). Pauline Léon, Claire Lacombe y sus partidarias controlaban su aplicación, vigilando a los comerciantes y castigando a los especuladores. Este activismo les valió el odio de los comerciantes, en particular de las «damas de la Halle», que las agredieron en el recinto de su lugar de reunión, la iglesia de Sainte-Eustache en París. El documental repasa la importancia de este acontecimiento, pretexto para prohibir las sociedades femeninas.
Las ambigüedades de la Convención
¿Cómo explicar la actitud de los diputados ante las reivindicaciones femeninas? Numerosos historiadores, como Olivier Blanc, especialista en Olympe de Gouges, dividen la Revolución en dos. A su fase «moderada» y girondina (1789−1791), abierta a las reivindicaciones de las mujeres, le habría sucedido un endurecimiento masculino tras la hegemonía montañesa, en mayo de 1793. Por el contrario, Aux armes citoyennes muestra un panorama masculino relativamente unánime en su rechazo a los derechos políticos de las mujeres. Dominique Godineau recuerda que la cuestión de la emancipación de las mujeres era tratada con desprecio por la gran mayoría de los revolucionarios masculinos, más allá de las divisiones políticas
9.
Existen excepciones, tanto entre los «radicales» como entre los «moderados». En los escaños de la Montaña se sentaban André Amar, impulsor de la prohibición de los clubs femeninos, pero también Gilbert Romme y Joseph Lequinio, dos de los muy pocos convencionales que defendieron la ampliación de los derechos políticos a las mujeres. En el seno de los sans-culottes, si bien su representante parisino Pierre Chaumette llamaba al orden a las «mujeres impúdicas que querían convertirse en hombres», el publicista Jean-Paul Marat o el líder Jacques Roux defendían posiciones favorables a la emancipación femenina.
A menudo descrito como el reinado del autoritarismo y el «Terror», el año 1793 fue ante todo un año de impulso democrático general, durante el cual las sociedades populares femeninas ejercieron una influencia política sin precedentes. En este sentido, la historiadora Christine Le Bozec recuerda la presión que el movimiento popular femenino ejerció sobre la Convención. En plena crisis de subsistencia, este desempeñó un papel crucial en la lucha contra los especuladores, al tiempo que seguía luchando por el derecho de las mujeres a armarse y su acceso a la ciudadanía.
El documental recuerda que el 21 de septiembre de 1793, la Convención celebró el aniversario de la República autorizando el uso de la escarapela, símbolo de la ciudadanía, para todas las mujeres. Sin embargo, en octubre de ese mismo año, la Asamblea decretó finalmente la prohibición de los clubs femeninos. Esta decisión obedece en parte a una lógica política: para los montañeses, se trata de frenar a los sans-culottes cada vez más radicales, a los que se había sumado en gran medida el movimiento popular femenino.
También se deriva de la voluntad de reprimir los movimientos feministas, entonces más activos que nunca. Para esta asamblea de hombres, lo urgente era poner fin a los disturbios políticos para instaurar un régimen republicano, en el que las mujeres no tenían vocación de ser ciudadanas
10. A pesar de todo, esta prohibición de los clubs femeninos no impidió que las mujeres siguieran siendo protagonistas de la Revolución, al menos hasta los disturbios de prarial11.
El fracaso del movimiento «feminista» durante la Revolución nunca se pone más de manifiesto que cuando se compara con otra gran lucha: la de los negros por la abolición de la esclavitud y la igualdad política
12. Esta se consiguió gracias a la presión ejercida por los esclavos insurgentes en Santo Domingo, a la convergencia de acciones entre los esclavos y los «libres de color» frente al colonialismo del Antiguo Régimen y, por último, a la recuperación (y, por tanto, la justificación) de la lucha de los esclavos por parte de los revolucionarios metropolitanos en nombre de los principios de igualdad.
El movimiento «feminista», por el contrario, adolecía de la escasez de militantes. Si bien el peso de las mujeres fue importante en las insurrecciones populares, solo una pequeña fracción reivindicaba derechos políticos. Además, se vio afectado por sus divisiones: en el momento en que los clubs femeninos se democratizaron al abrirse a las «masas populares femeninas», sus figuras moderadas, como Olympe de Gouges y Théroigne de Méricourt, se desvincularon de ellos.
«Conquistas» revolucionarias y primeras reacciones adversas
La negativa a integrar a las mujeres en la ciudadanía sigue siendo la principal limitación del movimiento revolucionario para la emancipación. Sin embargo, la Revolución no es en absoluto un simple statu quo. Al contrario: a escala del mundo occidental de finales del siglo XVIII, dio lugar a uno de los derechos familiares más progresistas, incluido el divorcio por mutuo acuerdo, que sigue vigente13. La importancia de estas primeras conquistas femeninas se hace aún más evidente cuando se comparan con los retrocesos que se produjeron tras la caída de los montañeses.
Desde el periodo del Directorio, las mujeres fueron víctimas de una represión política que redujo aún más su libertad de reunión. La reacción más importante se produjo durante el periodo napoleónico. En lo que respecta a la emancipación de las mujeres, al igual que en otros ámbitos, el bonapartismo inauguró el siglo XIX con una violenta reacción. El Código Civil relegó a las mujeres a una situación de minoría jurídica, mientras que el derecho al divorcio se restringió en gran medida.
En términos más generales, el documental muestra que la Revolución, al abolir una sociedad basada en la desigualdad de nacimiento, abrió una brecha en la que muchas mujeres pudieron entrar para reivindicar sus derechos, a menudo a pesar de los propios revolucionarios. Al plantear por primera vez la cuestión de los derechos políticos en general, la Revolución permitió que se planteara la cuestión de los derechos políticos de las mujeres en particular. Los opositores a la emancipación femenina apelaron entonces a la supuesta incapacidad de las mujeres para controlar sus emociones y actuar de forma racional, un temor al desencadenamiento de las pasiones que constituye un elemento central del discurso contrarrevolucionario. Este argumento se utilizó para desacreditar las «emociones populares», es decir, los disturbios y las insurrecciones.
La propaganda de sus oponentes describía a las militantes revolucionarias como mujeres ruidosas, obscenas y vociferantes. Este retrato se corresponde en todos los aspectos con el que la propaganda realista hacía de los sans-culottes. Así, los revolucionarios radicales solo pudieron oponerse a la intromisión de las mujeres en la vida pública en nombre de una retórica que no se ajustaba al lenguaje igualitario de la Revolución. Abandonadas finalmente por una República a la que reclamaban pertenecer, las mujeres encendieron la chispa de una exigencia sin precedentes: la de constituir, ellas también, el pueblo ahora soberano.
Simon Férelloc
21 de octubre de 2025
- Citado por Jean Lebrun: «Révolution: les femmes citoyennes… sans citoyenneté» (Revolución: las mujeres ciudadanas… sin ciudadanía), serie «Vivre durant la Révolution française» (Vivir durante la Revolución Francesa), 2⁄5, La marche de l’histoire, France Inter, emitido el 20 de octubre de 2015 (

https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/avoir-raison-avec/les-contradictions-d-une-monarchiste-revolutionnaire-1002320).
- Véase Dominique Godineau: Citoyennes tricoteuses. Les femmes du peuple à Paris pendant la Révolution française, París, Perrin, 2014 [reedición], 416 páginas.
- Christine Le Bozec: Les femmes et la Révolution. 1770 – 1830, París, Passés Composés, 2019, p. 32.
- «Les contradictions d’une monarchiste révolutionnaire», Avoir raison avec Olympe de Gouges, 2⁄5, France Culture, programa emitido el 24 de agosto de 2021, consultado el 2 de septiembre de 2025 (

https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/avoir-raison-avec/les-contradictions-d-une-monarchiste-revolutionnaire-1002320).
- Este fenómeno se inscribe en un movimiento general de democratización de las sociedades populares durante el año II. Véase Côme Simine y Guillaume Roubaud-Quashie: Haro sur les jacobins: essai sur un mythe politique français (XVIIIe-XXIe siècles), París, Presses Universitaires de France, coll. «Questions républicaines», 2025, 352 páginas.
- Olympe de Gouges fue detenida tras la publicación de su panfleto Les trois urnes, que fue percibido como un cuestionamiento del régimen republicano por parte de una monárquica.
- Esta postura antiesclavista por principio, pero hostil a la insurrección de los negros, era también la de los círculos girondinos y los Amigos de los Negros, a los que Olympe de Gouges estaba muy vinculada.
- Véase Christine Le Bozec: Les femmes et la Révolution. 1770 – 1830, op. cit.
- «Olympe de Gouges», 3⁄4, La fabrique de l’histoire, France Culture, programa emitido el 18 de septiembre de 2013.
- Interrogada sobre este tema en Aux armes citoyennes, la historiadora Solenn Mabo explica la visión que se tenía de las mujeres en la sociedad del siglo XVIII, en la que estas acababan de salir de la condición jurídica de menores: «[en aquella época] no se planteaba la cuestión del voto de las mujeres de la misma manera que hoy, ni tampoco la del voto de los niños».
- Se trata de la última gran insurrección revolucionaria que exigía medidas sociales para el abastecimiento de París en víveres y el retorno a la Constitución de 1793.
- Este paralelismo no es solo una idea abstracta, ya que algunos contemporáneos de la Revolución lo hicieron, como recuerdan los historiadores Frédéric Régent y Marcel Dorigny. Véase «Olympe de Gouges», 4/4, La fabrique de l’histoire, France Culture, programa emitido el 19 de septiembre de 2013 (

https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/la-fabrique-de-l-histoire/olympe-de-gouges‑4 – 4‑3890674).
- Dominique Godineau citada en el documental.