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Las cuatro elecciones habidas en Hego Euskal Herria, el 28 de abril y el 26 de mayo, confirman antes que nada el triunfo de la estrategia de «normalización social» proyectada por un sector de la izquierda abertzale en un mitin de Anoeta de 2006, cuando se dijo aquello de «sacar el conflicto de las calles para llevarlo a la mesa de negociación». Ahora bien, quien ha salido ganando no es el pueblo trabajador sino el Estado español y la burguesía que se ampara bajo sus instrumentos de violencia.
De entre las cuatro elecciones celebradas –generales, forales, municipales y europeas– solo vamos a analizar las municipales porque la intervención municipal es la que ha dado siempre a la izquierda abertzale los mejores resultados y porque con la «nueva estrategia» el municipalismo tiene una función clave en el avance a la «soberanía».
En 2006, la cúpula de la izquierda abertzale creía que existían las condiciones objetivas y subjetivas para una negociación con el Estado que fuera mutuamente beneficiosa. Como a la totalidad de la casta política, la crisis de 2007 cogió por sorpresa a la dirección abertzale que siguió ignorando los cambios profundos que se había gestado en las dos últimas décadas y que, con el estallido de 2007, aparecían de sopetón.
Los resultados de las recientes elecciones certifican la victoria política casi total del Estado en las crisis que le minaban desde 2007 y, en especial, desde 2010 cuando vendió su soberanía económica a Bruselas y al capital financiero transnacional; cuando tuvieron lugar las protestas masivas conocidas como el 15‑M, en 2011; cuando el capital cambió un rey desprestigiado por otro desconocido en 2014; y cuando muy mayoritariamente el pueblo catalán exigió ejercitar su derecho a realizar un referéndum para decidir su futuro sabiendo que casi el 50%de su población asumía, en verano-otoño de 2017, el independentismo, por citar los momentos más conocidos. Es fundamental saber que el Estado cambió dos veces su propia constitución –2010 y 2014– sin ni siquiera cumplimentar el trámite formal que se llama «consulta democrática» y que en 2017 aplicó el estado de excepción en Catalunya con el artículo 155.
La gravedad económica y sociopolítica era tal que el Estado no dudó en incumplir su propia «democracia» formal y, en buena medida, pudo hacerlo porque ya había «vencido a los vascones». Entre 2011 y las elecciones europeas de 2015, Podemos actuó como bombero mayor del reino, con la ayuda inestimable del sindicalismo amarillo, logrando apagar los fuegos del 15‑M. Después, la paulatina desintegración interna, no reflejada en el exterior, mantuvo al gobierno del PP hasta que en verano de 2018 perdió la moción de censura, siendo el PSOE el nuevo partido gobernante.
Durante este largo tiempo, desde 2007 a 2019, período en el que el Estado pasó por las varias crisis que hemos visto hasta su casi total victoria presente, la izquierda abertzale osciló entre estos vaivenes: en la elecciones municipales de 2007 su marca electoral, ANV, obtuvo 184.067 votos, que representaban 12,95%, aunque se le anularon nada menos que 89.307, es decir, si se le hubiesen reconocido habría llegado a 273.374 votos. Es una cifra no reconocida oficialmente pero muy indicativa de la gran fuerza electoral del independentismo socialista en medio de la ilegalización en el marco municipal, el preferido por la izquierda independentista ya que es el espacio más directo de acción vecinal, obrera, de movimientos populares, etc.
El PNV obtuvo el 21,77%en la CAV y el 3,69%en Nafarroa, con 361.765 en total. El PSOE obtuvo el 21,48%con 305.142 votos. Y EA, que luego se uniría a la nueva izquierda abertzale sumando sus votos en las municipales de 2011, obtuvo el 5,11%y 72.590 votos; por su parte, Aralar, que se resistiría a participan junto a EH Bildu en 2011 para integrarse más adelante, tuvo el 5,92%y 84.166 votos. En las siguientes elecciones municipales, 2011, el porcentaje del ya legalizado EH Bildu con la integración de EA, obtuvo el 21,98%y 313.231 votos, y Aralar en solitario, 2,25%y 32.113 votos.
Hay que hacer una simple suma y resta para ver cuánto aumentó realmente EH Bildu formado por las antiguas EA y ANV, que en 2007 hubieran sumado tal vez 256.657 sin añadirle ninguno de los 89.307 votos robados a ANV. Pues bien, si las y los votantes de EH Bildu hubieran sido más o menos los mismos –compensando las pérdidas por no estar de acuerdo con la alianza con parte de los votos robados a ANV más los nuevos que se hubiesen sumado por eso del «cambio de estrategia» y de «rechazo de la violencia»– se hubieran obtenido alrededor de 256.657, más o menos, mientras que en realidad EH Bildu obtuvo 313.231 con el 21,98%, es decir, un aumento de alrededor de 56.574 más o menos.
Aunque son cifras aproximadas, sí dan una idea algo clara sobre el relativamente poco incremento si tenemos en cuenta el contexto general de crisis que se vivían en los pueblos y ciudades, pero también en fábricas, sobre todo con varias huelgas generales en Hego Euskal Herria contra el austericidio aplicado por el capital, además de la intensa propaganda realizada para ilusionar y convencer a la gente, teniendo en cuenta que la suma de votos del PNV y de su filial en Nafarroa, NaBai, fue de 359.311 y que Aralar obtuvo 32.113. O sea, que ni sumando Aralar y EH Bildu se hubiese siquiera igualado al PNV. Aun así, la euforia desbordó a la nueva izquierda abertzale y la nueva dirección multiplicó entonces su «política realista» para atraer más votos y desplazar o al menos igualar al PNV.
Ahora bien, como hemos visto, en 2011 la crisis rugía y si bien ya no hubo más huelgas generales, sí bullían resistencias múltiples que no podemos detallar aquí. En este clima existían esperanzas de una subida en las municipales que fallaron en 2015 cuando el número de votos de EH Bildu bajó a 309.473, con el 21,78%del censo. Fue un descenso leve, 3.758 votos menos. Pero lo realmente inquietante, y más en el ámbito municipal donde siempre la izquierda vasca se había codeado con el PNV, fue que en 2015 la suma de votos del PNV y de su filial en Nafarroa, Geroa bai, no solo no descendió como había ocurrido con EH Bildu sino que subió mucho más, a 390.204 votos, es decir, primero, 30.893 votos más que en 2011, mientras que EH Bildu había descendido 3.758; y segundo, le había sacado a EH Bildu una diferencia de 70.371 en 2015, mientras que en 2011 la diferencia solo había sido de 46.080 votos, es decir, la distancia había aumentado en 24.291 votos.
Algo andaba mal, cuando en la mitad de tantas concesiones políticas y renuncias teóricas realizadas desde 2008 en adelante, en la mitad de una crisis desoladora en todos los sentidos y de un endurecimiento de la opresión nacional debido al incremento del imperialismo español y del centralismo del PP, en ese contexto la nueva izquierda abertzale retrocede levemente en votos absolutos pero mucho más en votos relativos en comparación al PNV, precisamente en la que era su área más fuerte de acción. La nueva dirección abertzale presentó la derrota relativa como victoria absoluta aunque proliferaron las críticas y los debates internos.
Pero hubo un agravamiento intenso de la crisis del Estado y de sus instituciones: el derrumbe del PP en todos los sentidos, no solo por la corrupción, y la subida del PSOE al gobierno del Estado en verano de 2018. Este cambio se produjo durante el incremento de la represión en Catalunya, de los ataques centralistas a las autonomías, de signos claros de una nueva ralentización económica, de empobrecimiento creciente y, por tanto, de nuevas movilizaciones de toda índole, especialmente de las mujeres trabajadoras. Las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 mostraron tres cosas: el resurgir del fascismo al amparo de la crisis, la división de la derecha en el trifachito y, sobre todo, que esta división podía, en reacción de rebote, ayudar a que en las siguientes elecciones se formaran alianzas del trifachito –PP, C’s y Vox– incluso en el gobierno del Estado, aplicando la lección andaluza.
La maquinaria de manipulación psicopolítica se puso en marcha para multiplicar el miedo al fascismo que aún latía en las clases y pueblos explotados. Pero también intervino el capital transnacional y la Unión Europea muy interesados en que se «normalizara» el Estado como se había «normalizado» al pueblo trabajador vasco. La fracción dominante de la burguesía europea necesitaba un PSOE fuerte, fiel y dócil a sus exigencias; todavía no necesitaba recurrir al fascismo descarado, quería apurar los medios de alienación, integración y represión que tiene el Parlamento Europeo. El PNV lo comprendió al acto y se pasó al bando que iba a ganar, también EH Bildu apoyó al PSOE en su investidura.
La triple elección del 26 de mayo se presentaba en esa coyuntura como un momento culmen, y realmente lo ha sido, sobre todo para EH Bildu por, al menos, cuatro motivos: por su pelea particular con el PNV y Podemos para quitarles votos; porque su reformismo se basa en un municipalismo interclasista que es una adaptación a Hegoalde de las tesis de Laclau y Mouffe; porque necesitaba recuperarse de la derrota de 2015; y porque, además, incrementando su fuerza municipal también lo haría en las simultáneas elecciones forales y en las europeas. Desde 2015 la coyuntura había cambiado mucho y el contexto se había encrespado, por tanto se podía esperar un ascenso de EH Bildu. Su dirección prometió una y mil veces que, gracias a ese incremento electoral en ese contexto y coyuntura, EH Bildu sería sino una fuerza política tal vez decisiva e imprescindible, si sería muy importante para vencer al fascismo y avanzar en la «democracia».
La sensación de recuperación obtenida en las elecciones generales del pasado 28 de abril animaba a la participación al alza en las municipales. Aquí, como hemos dicho, no analizamos al detalle las elecciones generales ni forales ni europeas, pero sí vamos a hacer una breve referencia solo a las generales de 2019 porque tuvieron lugar menos de un mes antes y mostraban tendencias: EH Bildu obtuvo 258.840 votos con el 15,81%del censo, mientras que en 2016 había sacado 184.713 con el 12,39%: un aumento de 74.127 votos. Lo obtenido el 28 de abril de 2019 solo superaba en 7.840 al resultado electoral más alto en la historia abertzale presentándose en solitario, el de las europeas de 1987 en las que obtuvo 251.000 votos en Hegoalde. Esto ya era un indicativo de los límites por arriba y por abajo del núcleo electoral abertzale.
En las municipales de 26 de mayo de 2019 EH Bildu obtuvo 347.764 votos con el 23,66%del censo, mientras que en 2015 había sacado 309.473 con el 21,78%: un incremento de 38.311 papeletas y de 1,78%en el censo. Pero la suma del PNV y su filial en Nafarroa, Geroa bai, ascendía en esas mismas elecciones a 429.095 votos, mientras que en 2015 fueron 390.204. Es decir, en el mismo lapso de tiempo y en las mismas elecciones, el PNV incrementó su fuerza municipal en 81.331 papeletas mientras que EH Bildu en 38.311, o dicho de otro modo: el PNV aumentaba su distancia con respecto a EH Bildu lo hizo en 43.020 nuevos votantes. Una vez más, EH Bildu ascendía en votos absolutos, pero retrocedía en votos relativos con respecto al PNV.
¿Y con respecto al PSOE? Esta comparación es necesaria porque en las municipales el PSOE es especialmente débil: en 2015 el PSOE obtuvo 202.487 votos con el 14,25%del censo y en 2019 fueron 245.482 con el 16,70%, es decir, un incremento de 42.995 votantes y del 2,45%en el censo. ¿Qué nos dice esto si lo comparamos con los resultados de EH Bildu? Pues que en números relativos el PSOE le ha vencido a EH Bildu por 4.684 votos más y por un 0,67%más en el censo. La lección es clara: en la política municipal tan importante para el reformismo abertzale, el PNV le va sacando ventaja a EH Bildu y el PSOE le va recortando distancias poco a poco, y todo después de una década de «normalización».
Deliberadamente no hemos dicho nada de Elkarrekin-Podemos porque ha explotado y porque no tenemos punto de referencia al no presentarse en las municipales de 2015. Sí tenemos que decir algo con respecto a las similitudes ideológicas entre el reformismo podemita y una corriente interna del reformismo abertzale, más o menos fuerte según las áreas de decisión. Los documentos presentados a «debate» por la nueva dirección abertzale –disponibles en la red– para la constitución de EH Bildu tenían una clara intoxicación conceptual con la verborrea podemita de los «significantes vacíos», del «demos», de la «ciudadanía democrática», etcétera, del interclasismo de Laclau y Mouffe, guías ideológicas de la dirección de Podemos.
De forma parecida a cómo la dirección podemita creyó, contra toda evidencia, que estaba a punto de llegar al gobierno del Estado y lo aireó a los cuatro vientos generando falsas y muy contraproducentes expectativas, también, pero a su forma por las condiciones vascas, la nueva dirección abertzale hizo creer que con el «cambio de estrategia» se avanzaría rápidamente a la «soberanía», a la «vuelta a casa» de presos y presas, de las personas exiliadas, a la «justicia social», etc., abandonando conceptos claves como Amnistía, independencia y socialismo, lucha de clases, pueblo trabajador, feminismo abertzale, etc., tal cual lo ordenaban el santón Laclau y la gurú Mouffe.
Esta ideología reformista aparece con mucha frecuenta en el aparato propagandístico de EH Bildu, en Naiz-Gara, Iratzar, Erria…, sin analizar ahora a las pequeñitas corrientes de alguna influencia intelectual formada por eurocomunistas, antiguos miembros de la VI Asamblea trotskista muy cercanos al clan Ibarretxe y frecuentes en los actos «teóricos» del reformismo abertzale. De igual modo, y en base al vacío conceptual y estratégico de este conglomerado, la nueva dirección de EH Bildu y Sortu hizo creer que pronto se elaboraría un nuevo Estatuto de Soberanía, dando ruedas de prensa triunfalistas en base a su propuesta, lo mismo que, como hemos visto, insistió en que estas elecciones elevarían a EH Bildu a una posición sino decisiva en el mismo Parlamento español y por supuesto en Hegoalde, sí muy importante.
No se ha obtenido ninguna de estas golosinas. Al contrario, EH Bildu es irrelevante no solo en el Estado, sino en Hegoalde porque el pacto PNV-PSOE será un rodillo en Vascongadas y el PSOE garantiza la «esencia española» de Nafarroa. Además, el Estado ha superado casi todas las crisis obteniendo un tiempo vital de recuperación para un más efectivo contraataque que la Unión Europea ya está planificando; el PSOE ha salido fortalecido en su componente de centro múltiple aglutinador, ya que pueden negociar con ventaja con el reformismo podemita y con la derecha neo fascista de Ciudadanos, poniendo en poco riesgo su dirección estratégica; y si fuera estrictamente necesario, ahí tiene al PNV, el perrito faldero del Estado desde antes de la Constitución de 1979, perrito que en Hegoalde actúa como txakurra al servicio del capital. Y EH Bildu ha sido encerrada en la «normalización» que ella misma ideó, ha caído en su misma trampa. En documentos posteriores iremos planteando nuestras propuestas.
Aurrerantz
Euskal Herria. 2019ko ekainaren 20an