Elon Musk, la quinta persona más enriquecida del mundo, propietario de muchas empresas entre la que destaca Tesla, ha dado una de las mejores definiciones lacónicas y aterradoras sobre una de las características definitorias del imperialismo. E. Musk suele ser definido como el normalizador del ecofascismo porque con una visión superficial y engañosa de la ecología justifica su industria de coches eléctricos, una de las más contaminantes, a la vez que le permite pintar de verde su ideología crudamente agresiva. Feliz, eufórico y sentado sobre su fortuna inmensa, despreciando la situación dramática de los pueblos de Bolivia tras el derrocamiento violento de Evo Morales elegido democráticamente, ha declarado a finales de julio que «podemos dar un golpe de Estado a quien queramos». Nuestramérica y toda la humanidad debe pensar muy seriamente el significado de esta amenaza.
Más aún ¿por qué lanza esta amenaza pública ahora mismo, cuando es sabido que el imperialismo se enfrenta a una crisis nueva, cualitativamente más grave que todas las que ha sufrido hasta ahora? ¿Qué planes está desarrollando el lobby de poder al que pertenece Elon Musk, posiblemente el empresario occidental que más impulsa las nuevas tecnologías: industria espacial privada unida por debajo con el poder estatal yanqui, ¿por ejemplo? ¿Son tan salvajes los proyectos como para aconsejar que un empresario privado, sin ningún cargo político conocido, pueda verse en la necesidad de amenazar con derribar un gobierno mediante el terror golpista, hundiendo aún más la nula legitimidad democrática de Estados Unidos?
El imperialismo es mucho más que un golpe de Estado, desde luego; también es un mecanismo que organiza sentencias judiciales que derrocan «legalmente» presidentes electos; tampoco olvidemos que el imperialismo es a la vez una estructura de guerra psicológica, cultural, psicopolítica o como queramos llamarla, por citar algunas de sus características sin las cuales el capitalismo tendría muy difícil imponer sus feroces saqueos económicos y sus duras sanciones financieras, sanitarias, tecnocientíficas… a los pueblos resistentes, llevándolos al hambre. Sin esas estructuras de poder, el imperialismo tendría menos recursos para integrar en su lógica a burguesías criminales, preparar y justificar guerras locales o regionales, etc.
Pero la inhumana sinceridad de Elon Musk revela algo mucho más grave: para dar un golpe de Estado dentro de un país hace falta otro Estado extranjero más poderoso, muy preparado para organizar ese golpe en el país víctima. Es decir, el imperialismo yanqui ha creado una fuerza capaz de derribar gobiernos cuando y donde quiera en el contexto mundial determinado por la crisis del Covid-19. La Escuela de las Américas –cambiada de nombre desde 1984– es el punto del organigrama yanqui donde se preparan los golpes siguiendo las directrices del Departamento de Estado, del Pentágono, de la CIA, de la DEA, etc., con la imprescindible colaboración de embajadas, consulados, oenegés, cuarteles, empresas, universidades, industria político-mediática, evangelistas, neo-pentecostalistas, católicas de extrema derecha, grupos neofascistas… En la medida en la que se incrementan las resistencias de las clases y naciones explotadas, las burguesías locales y el imperialismo yanqui buscan ayuda en otras fuerzas represivas: Francia enseñando las lecciones que aprendió de los torturadores nazis, Italia con sus grupos fascistas, Gran Bretaña con su experiencia en masacres, Israel con su industria del terror…
Ahora bien, semejante galaxia se desorganizaría y perdería eficacia por su propia inercia centrífuga si no estuviera unida por la fuerza centrípeta del Estado burgués en cuanto forma política del capital. La burocracia estatal centraliza estratégicamente las medidas destinadas a contrarrestar la ley de la caída tendencial de la tasa media de beneficio, a acelerar la acumulación, a reforzar la competitividad propia y debilitar la opuesta, etc. Y la estrategia militar y el ejército son el puño de acero escondido dentro del muy agujereado guante de seda de la democracia burguesa, de modo que los golpes de Estado son la resultante última de esta bien lubricada violencia. Uno de los mayores servicios al capital que ha rendido y rinde el reformismo en cualquiera de sus formas es el de buscar desacreditar la teoría marxista de la dialéctica entre economía, imperialismo, Estado y estrategia militar.