¿Por qué no hay un levan­ta­mien­to en Cis­jor­da­nia, todavía?

Mien­tras la gue­rra con­ti­núa en Gaza y a lo lar­go de la fron­te­ra liba­ne­sa, Cis­jor­da­nia ha pasa­do a un segun­do plano en las noti­cias a raíz del impla­ca­ble geno­ci­dio de Israel. A fal­ta de la pro­li­fe­ra­ción de peque­ños focos de resis­ten­cia arma­da en los cam­pos de refu­gia­dos y los cen­tros urba­nos del nor­te, Cis­jor­da­nia ha man­te­ni­do una inquie­tan­te sen­sa­ción de calma.

Este silen­cio no es habi­tual en ellos. En años ante­rio­res, los pales­ti­nos de Cis­jor­da­nia reac­cio­na­ron a los crí­me­nes de la ocu­pa­ción con una serie de movi­li­za­cio­nes masi­vas, enfren­ta­mien­tos dia­rios con las tro­pas israe­líes, huel­gas gene­ra­les y cam­pa­ñas de des­obe­dien­cia civil. La Pri­me­ra Inti­fa­da de 1987, aun­que comen­zó en Gaza, se trans­for­mó en un movi­mien­to uni­do y orga­ni­za­do en Cis­jor­da­nia, papel que ha segui­do desem­pe­ñan­do en los trein­ta y tan­tos años trans­cu­rri­dos des­de entonces.

Entre ellas se encuen­tra la «Inti­fa­da de la Uni­dad» de mayo de 2021, cuan­do los pales­ti­nos de Cis­jor­da­nia, Jeru­sa­lén y Pales­ti­na del 48 se levan­ta­ron en una reac­ción colec­ti­va a los inten­tos israe­líes de expul­sar a las fami­lias pales­ti­nas de sus hoga­res en el barrio de Sheikh Jarrah de Jeru­sa­lén. La ola de pro­tes­tas masi­vas en las ciu­da­des de Cis­jor­da­nia fue mayor que nun­ca y alcan­zó su pun­to álgi­do el 18 de mayo, cuan­do se cele­bró una huel­ga gene­ral en toda la Pales­ti­na his­tó­ri­ca, des­de el río has­ta el mar.

Todo esto cam­bió des­pués del 7 de octu­bre. En los últi­mos nue­ve meses, la movi­li­za­ción masi­va ha esta­do prác­ti­ca­men­te ausen­te, a pesar de los horro­res sin pre­ce­den­tes de la gue­rra geno­ci­da de Israel en Gaza, que ha cobra­do la vida de más de 37.000 palestinos.

Sin embar­go, con los recuer­dos de acon­te­ci­mien­tos pasa­dos de revuel­tas popu­la­res aún fres­cos en la men­te de la gen­te, la actual fal­ta de movi­li­za­ción en Cis­jor­da­nia ha lle­va­do a muchos a con­cluir que Israel la ha neu­tra­li­za­do efec­ti­va­men­te como esce­na­rio de lucha.

Antes de octu­bre: todo menos neutralizado

Si nos fija­mos en las noti­cias de los meses y años ante­rio­res al 7 de octu­bre, cual­quier obser­va­dor habría pen­sa­do que Cis­jor­da­nia sería un fren­te acti­vo en la gue­rra. Las incur­sio­nes israe­líes dia­rias en ciu­da­des y cam­pos de refu­gia­dos pales­ti­nos se topa­ban con la con­fron­ta­ción de los pales­ti­nos, que cada vez más empe­za­ron a uti­li­zar armas en lugar de pie­dras para enfren­tar­se a las tro­pas que inva­dían sus hoga­res. Los gru­pos de resis­ten­cia arma­da de base local empe­za­ron a exten­der­se por dis­tin­tas ciu­da­des, des­de Yenín has­ta Nablus, Tul­ka­rem, Tubas y Jericó.

El fenó­meno atra­jo a ana­lis­tas y perio­dis­tas, que habla­ron de una «nue­va gene­ra­ción de resis­ten­cia pales­ti­na». Los medios de comu­ni­ca­ción occi­den­ta­les infor­ma­ron sobre la rebe­lión arma­da de los «com­ba­tien­tes de la Gene­ra­ción Z de Cis­jor­da­nia» en medios como The Eco­no­mist, el Wall Street Jour­nalVice. Muchos se pre­gun­ta­ron si lo que esta­ba suce­dien­do en Cis­jor­da­nia podía lla­mar­se una Ter­ce­ra Intifada.

Esta situa­ción de agi­ta­ción se venía ges­tan­do des­de hacía al menos dos años. En 2021, la fuga de seis pre­sos pales­ti­nos de la pri­sión de máxi­ma segu­ri­dad de Gil­boa des­en­ca­de­nó una ola de resis­ten­cia arma­da en Yenín, don­de se habían refu­gia­do dos de los fugi­ti­vos. Las fuer­zas israe­líes los recap­tu­ra­ron tras enfren­tar­se a un peque­ño gru­po de hom­bres arma­dos. Tras la recap­tu­ra, más jóve­nes comen­za­ron a unir­se al gru­po, has­ta que nació la Bri­ga­da Yenín. A esta le siguie­ron la Fosa de los Leo­nes en Nablús, la Bri­ga­da Tul­ka­rem en Tul­ka­rem y la Bri­ga­da Tubas en Tubas. Estas ciu­da­des y sus cam­pos de refu­gia­dos adya­cen­tes se con­vir­tie­ron en refu­gios para los gru­pos de resis­ten­cia armada.

Al mis­mo tiem­po, los movi­mien­tos de resis­ten­cia civil local aumen­ta­ron en varios luga­res don­de las tie­rras esta­ban ame­na­za­das por la expan­sión de los colo­nos, como en Kufr Qad­doum, Sal­fit y Nabi Saleh. En algu­nos luga­res, la resis­ten­cia civil había esta­do en cur­so duran­te más de una déca­da. En otros, había esta­do ausen­te des­de la Pri­me­ra Inti­fa­da, pero aho­ra resur­gió. Uno de los casos más famo­sos es el pue­blo de Bei­ta, al sur de Nablus, don­de los resi­den­tes han esta­do pro­tes­tan­do con­tra el asen­ta­mien­to de colo­nos israe­líes de Evya­tar en el Mon­te Sabih duran­te tres años. Las fuer­zas israe­líes impu­sie­ron y siguen impo­nien­do cie­rres repe­ti­dos en el pue­blo, patru­llan­do su entra­da, alla­nán­do­lo regu­lar­men­te, revo­can­do los per­mi­sos de tra­ba­jo de sus miles de sus­ten­ta­do­res de fami­lia que tra­ba­jan en Israel, dete­nien­do y hirien­do a cien­tos de resi­den­tes y matan­do al menos a diez de los jóve­nes de Bei­ta has­ta la fecha.

Des­pués de octu­bre: nue­vos nive­les de represión

Aun­que todo esto pali­de­ce en com­pa­ra­ción con la cam­pa­ña geno­ci­da de Israel en Gaza, la repre­sión israe­lí con­tra la resis­ten­cia en Cis­jor­da­nia adqui­rió un sig­ni­fi­ca­do com­ple­ta­men­te dife­ren­te des­pués del 7 de octu­bre. Israel revo­có dece­nas de miles de per­mi­sos de tra­ba­jo para pales­ti­nos, blo­queó doce­nas de carre­te­ras que los pales­ti­nos usa­ban para mover­se entre ciu­da­des y pue­blos de Cis­jor­da­nia e inten­si­fi­có dra­má­ti­ca­men­te su cam­pa­ña de arres­tos con­tra palestinos.

En los dos pri­me­ros meses pos­te­rio­res al 7 de octu­bre, Israel dupli­có la pobla­ción car­ce­la­ria pales­ti­na ya exis­ten­te, lle­gan­do a supe­rar los 10.000 pre­sos. El núme­ro de dete­ni­dos admi­nis­tra­ti­vos (es decir, dete­ni­dos sin acu­sa­ción ni jui­cio) ha lle­ga­do a 3.600, mien­tras que antes de la gue­rra era de 1.300.

El alcan­ce de las deten­cio­nes tam­bién aumen­tó y se amplió para incluir a pales­ti­nos de todos los ámbi­tos de la vida, inclui­dos muchos que no son polí­ti­ca­men­te acti­vos. Muchos de los dete­ni­dos son diri­gen­tes comu­ni­ta­rios, perio­dis­tas y acti­vis­tas de la socie­dad civil con víncu­los esca­sos o nulos con la polí­ti­ca. Den­tro de las cár­ce­les, los infor­mes sobre dere­chos huma­nos y los tes­ti­mo­nios de pales­ti­nos libe­ra­dos reve­la­ron nive­les sin pre­ce­den­tes de humi­lla­ción, abu­so y tor­tu­ra, lo que en la prác­ti­ca exten­dió el geno­ci­dio de los pales­ti­nos a los pri­sio­ne­ros pales­ti­nos bajo cus­to­dia israelí.

Según un por­ta­voz de la Aso­cia­ción de Apo­yo a los Pre­sos de Adda­meer, que pidió no ser cita­do por su nom­bre, «las deten­cio­nes israe­líes se diri­gen sis­te­má­ti­ca­men­te a miem­bros acti­vos de la comu­ni­dad que tie­nen la capa­ci­dad de movi­li­zar­la, espe­cial­men­te a aque­llos que tie­nen un pasa­do en ese sen­ti­do», y aña­dió que «esto se ve cla­ra­men­te en las deten­cio­nes de per­so­nas que tra­ba­jan en la socie­dad civil, en el mun­do aca­dé­mi­co, en los medios de comu­ni­ca­ción y en el ámbi­to de los dere­chos humanos».

Fue­ra de las ciu­da­des, la vio­len­cia de los colo­nos israe­líes aumen­tó expo­nen­cial­men­te, expul­san­do de hecho a unas 20 comu­ni­da­des rura­les de Cis­jor­da­nia median­te ata­ques vio­len­tos y ame­na­zas de muer­te. Los colo­nos israe­líes tam­bién aumen­ta­ron sus ata­ques con­tra los pales­ti­nos que tran­si­ta­ban por las carre­te­ras de Cis­jor­da­nia, lo que aumen­tó el ries­go de pali­zas y arres­tos en los pues­tos de con­trol mili­ta­res israelíes.

Estas medi­das israe­líes han pro­vo­ca­do la muer­te de 554 pales­ti­nos y el arres­to de 9.400 en Cis­jor­da­nia, inclui­da Jeru­sa­lén Orien­tal, en los últi­mos nue­ve meses.

La razón de la inten­si­dad de la repre­sión israe­lí no es nin­gún mis­te­rio: es pre­ven­ti­va, dise­ña­da para asus­tar y disua­dir a los pales­ti­nos de Cis­jor­da­nia de abrir un segun­do fren­te en la bata­lla del «dilu­vio de Al-Aqsa».

El impac­to en las calles

En las ciu­da­des sep­ten­trio­na­les de Yenín y Tul­ka­rem, la meteó­ri­ca esca­la­da de las incur­sio­nes israe­líes, tan­to en núme­ro como en alcan­ce de la vio­len­cia y la des­truc­ción, dio lugar a un aumen­to de la inten­si­dad de los enfren­ta­mien­tos arma­dos con los com­ba­tien­tes de la resis­ten­cia pales­ti­na. Al menos sie­te sol­da­dos israe­líes, inclui­dos dos ofi­cia­les, han muer­to des­de el 7 de octu­bre en incur­sio­nes en Cis­jor­da­nia, inclui­da la muer­te de un ofi­cial y 17 sol­da­dos heri­dos en Yenín la sema­na pasa­da.

Sin embar­go, aun­que los gru­pos arma­dos en Cis­jor­da­nia han logra­do has­ta aho­ra resis­tir el ata­que, la movi­li­za­ción civil en su for­ma tra­di­cio­nal en Cis­jor­da­nia ha per­ma­ne­ci­do en gran medi­da ausente.

El 17 de octu­bre, diez días des­pués del geno­ci­dio en Gaza, los pales­ti­nos de varias ciu­da­des de Cis­jor­da­nia salie­ron a las calles tras cono­cer­se la noti­cia del bom­bar­deo israe­lí del Hos­pi­tal Bau­tis­ta Al-Ahli en Gaza, en el que murie­ron 500 per­so­nas. En Yenín y Rama­llah, algu­nos mani­fes­tan­tes corea­ron con­sig­nas con­tra lo que con­si­de­ra­ban una inac­ción de la Auto­ri­dad Pales­ti­na. Las pro­tes­tas se con­vir­tie­ron en enfren­ta­mien­tos con la poli­cía pales­ti­na y cin­co mani­fes­tan­tes resul­ta­ron muer­tos. En las sema­nas siguien­tes, los mani­fes­tan­tes evi­ta­ron enfren­tar­se a la Auto­ri­dad Pales­ti­na, ya que su núme­ro se fue redu­cien­do y más figu­ras des­ta­ca­das de las pro­tes­tas fue­ron dete­ni­das por Israel.

El 30 de mar­zo, Día de la Tie­rra Pales­ti­na, la ciu­dad de Rama­llah vivió un momen­to espe­cial de resur­gi­mien­to. Miles de per­so­nas mar­cha­ron por las calles de la ciu­dad, inclui­das per­so­nas de todas las eda­des, duran­te unas dos horas, corean­do con­sig­nas en apo­yo de los pales­ti­nos de Gaza y denun­cian­do el geno­ci­dio. Des­pués, todo terminó.

Un mani­fes­tan­te dijo a Mon­do­weiss des­pués de la mar­cha que «la gen­te lo vio como una opor­tu­ni­dad de expre­sar­se des­pués de meses de ser silen­cia­dos, razón por la cual el núme­ro de par­ti­ci­pan­tes fue mayor que en otras mar­chas des­de el comien­zo de la gue­rra, y tam­bién por qué duró tanto».

«Tra­di­cio­nal­men­te, la mar­cha se diri­gía a la entra­da de la ciu­dad [cer­ca del asen­ta­mien­to de Beit El] y ter­mi­na­ba con algu­nos mani­fes­tan­tes enfren­tán­do­se a los sol­da­dos de ocu­pa­ción, pero esta vez, todos sabían que eso no iba a suce­der, por lo que la mar­cha reco­rrió el cen­tro de la ciu­dad duran­te tan­to tiem­po», dijo el manifestante.

El 15 de mayo, día de la Nak­ba, dece­nas de pales­ti­nos, en su mayo­ría jóve­nes, se arries­ga­ron y se diri­gie­ron a la entra­da nor­te de Rama­llah y Al-Bireh, mani­fes­tán­do­se fren­te al pues­to de con­trol de Beit El. Varios resul­ta­ron heri­dos y un mani­fes­tan­te pales­tino murió.

Aysar Safi, de 20 años, era estu­dian­te de segun­do año de edu­ca­ción físi­ca en la Uni­ver­si­dad de Bir­zeit, pro­ce­den­te del cam­po de refu­gia­dos de Jala­zo­ne, al nor­te de Rama­llah. Fue el sex­to pales­tino de Jala­zo­ne ase­si­na­do por las fuer­zas israe­líes des­de el 7 de octubre.

El her­mano mayor de Aysar y su padre están dete­ni­dos en cár­ce­les israe­líes. Des­de su deten­ción, Aysar se había ocu­pa­do de la tien­da de alu­mi­nio de su padre, tra­ba­jan­do y estu­dian­do al mis­mo tiem­po. Su tío lo des­cri­bió como «la mano dere­cha de su madre». Su madre, por su par­te, esta­ba dema­sia­do sumi­da en el dolor para hablar.

«Aysar esta­ba muy afec­ta­do por el geno­ci­dio en Gaza y dijo que tenía­mos que hacer más aquí en Cis­jor­da­nia para ayu­dar a nues­tra gen­te allí», dijo a Mon­do­weiss un ami­go de Aysar . «Siem­pre esta­ba pre­sen­te en la recep­ción de los pre­sos libe­ra­dos y en los fune­ra­les de los mártires».

«Su ase­si­na­to no fue al azar. Los sol­da­dos de ocu­pa­ción apun­ta­ron a su estó­ma­go», seña­ló el ami­go. «Esta­ban usan­do fue­go real, no balas recu­bier­tas de goma. Esta­ban envian­do un men­sa­je de que no tole­ra­rán nin­gu­na pro­tes­ta, por­que quie­ren man­te­ner a la gen­te asus­ta­da y man­te­ner a Cis­jor­da­nia pasiva».

Pero para el his­to­ria­dor pales­tino Bilal Sha­lash, que estu­dia la his­to­ria de la resis­ten­cia pales­ti­na, «Cis­jor­da­nia es todo menos pasiva».

«His­tó­ri­ca­men­te, en Pales­ti­na se sigue un patrón: las gran­des olea­das de resis­ten­cia comien­zan en una región y, cuan­do se cal­man, se suman a otra», expli­ca Sha­lash a Mon­do­weiss. «La ocu­pa­ción teme que Cis­jor­da­nia se apo­de­re de Gaza, espe­cial­men­te en el nor­te, y por eso inten­si­fi­ca su repre­sión de for­ma tan brutal».

En cuan­to a la movi­li­za­ción civil, Sha­lash cree que ha depen­di­do en gran medi­da de la geo­gra­fía. «No ha des­apa­re­ci­do por com­ple­to», seña­la. «En los pue­blos cer­ca­nos al muro de ane­xión o a las carre­te­ras de los colo­nos israe­líes, la movi­li­za­ción masi­va pue­de variar. Algu­nos pue­blos han desa­rro­lla­do su pro­pio movi­mien­to de masas local en los últi­mos años o déca­das y siguen pro­tes­tan­do sema­nal­men­te, mien­tras que en otros pue­blos, unos pocos jóve­nes se enfren­tan a las fuer­zas de ocu­pa­ción y a los colo­nos cuan­do estos rea­li­zan incursiones».

En las ciu­da­des, la gen­te sue­le pro­tes­tar en sus cen­tros urba­nos sin enfren­tar­se a la ocu­pa­ción, como con­se­cuen­cia de la sepa­ra­ción espa­cial que el régi­men de Oslo ha impues­to a los pales­ti­nos del ocu­pan­te. Esto ha lle­va­do a muchos a abs­te­ner­se de par­ti­ci­par en tales accio­nes, seña­la Sha­lash. «No ven el sen­ti­do de hacer­lo», expli­ca. «Algu­nos siguen par­ti­ci­pan­do por­que quie­ren enviar un men­sa­je a la Auto­ri­dad Pales­ti­na sobre la polí­ti­ca inter­na palestina».

La Auto­ri­dad Pales­ti­na ha mos­tra­do su inten­ción de repri­mir un levan­ta­mien­to masi­vo en Cis­jor­da­nia, pero Sha­lash cree que exis­ten lími­tes a la medi­da en que la Auto­ri­dad Pales­ti­na pue­de prohi­bir las pro­tes­tas sin correr el ries­go de una reac­ción más amplia. «Por eso estas pro­tes­tas toda­vía pue­den ocu­rrir», dice.

Ade­más, la movi­li­za­ción masi­va en Pales­ti­na ha depen­di­do en par­te de la par­ti­ci­pa­ción de la cla­se media, que for­ma­ba par­te de la inte­lec­tua­li­dad polí­ti­ca y del movi­mien­to popu­lar. Esa mis­ma cla­se media se ha vis­to arras­tra­da aho­ra a un esti­lo de vida con­su­mis­ta y des­po­li­ti­za­do, que sólo se man­tie­ne gra­cias al flu­jo con­ti­nuo de dine­ro pro­ce­den­te del exte­rior del país, tan­to hacia la Auto­ri­dad Pales­ti­na como hacia el sec­tor de las ONG.

Sin embar­go, esa mis­ma esta­bi­li­dad aho­ra está sien­do soca­va­da por Israel.

Mien­tras Israel se nie­ga a poner fin a su gue­rra con­tra Gaza y las ten­sio­nes aumen­tan en toda la región, todos los sig­nos pre­vios de esta­bi­li­dad en Cis­jor­da­nia han des­apa­re­ci­do, uno tras otro. Israel sólo ha res­pon­di­do con una repre­sión aún mayor, con la espe­ran­za de evi­tar una sacu­di­da impor­tan­te, al menos en la super­fi­cie. El pro­ble­ma es que deba­jo, las pla­cas tec­tó­ni­cas no han deja­do de moverse.

Qas­sam Muaddi

5 de julio de 2024

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