Os presentamos el primer capítulo del texto De la V Asamblea al marxismo vasco escrito por Iñaki Gil de San Vicente para el libro recientemente publicado por Boltxe Liburuak bajo el título El nacionalismo revolucionario: hermanos Etxebarrieta, Txikia, Argala. Semanalmente vamos a publicar cada uno de los capítulos que conforman el texto. El libro completo se puede adquirir a través de nuestra tienda online por unos módicos 8€.
Presentación
La capacidad de autogobierno del pueblo vasco está demostrada durante siglos. Antes de la victoria política y militar del capitalismo, mientras que los territorios vascos tuvieron sus propias leyes forales en el Antiguo Régimen, ese autogobierno precapitalista demostró su eficacia y el enorme apoyo de masas campesinas, artesanas y trabajadoras que lo asumían como propio a pesar de sus lógicas contradicciones de clase y de sexo-género. Las relaciones con los reinos de Francia y España se mantenían en un equilibrio que se estaba rompiendo en la medida en la que ambos Estados necesitaban centralizarse, asentar sus finanzas, mantener sus ejércitos y ayudar a las burguesías nacientes.
Con tensiones internas, las fracciones burguesas que hegemonizaban los bloques de clase dominantes fueron presionando cada vez más desde los siglos XVII y XVIII para aplastar los obstáculos que ponían las leyes del Antiguo Régimen a su acumulación de capital. Primero la revolución burguesa francesa de 1789 y sus guerras hasta el Congreso de Viena de 1815. Y luego las convulsiones, crisis y guerras causadas por el hundimiento del imperio español y por los fallidos intentos de unas burguesías débiles y cobardes para crear la nación española, durante el siglo XX, ambas dinámicas hicieron que Euskal Herria sufriera invasiones militares extranjeras apoyadas por la burguesía autóctona. Esas guerras le dieron el poder político y militar que redondeaba su ya establecido poder económico.
Desde entonces, la cuestión del Estado, de la autodefensa y de la capacidad de dirección social y económica ha marcado la historia reciente vasca. Una contradicción que estallará con fuerza en sucesivos momentos. En este capítulo analizaremos cómo ocurrió en el período que va de 1950 a 1970.
Ekin en la era oscura
Cuando un reducido grupito de estudiantes, mayoritariamente de origen social pequeño-burgués, crearon un colectivo clandestino de estudio y debate en 1952 con el nombre de Ekin estaban dando la razón a Marx, naturalmente sin saberlo. La mayor parte del esqueleto ideológico del grupito estaba constituido por diversas interpretaciones del confuso y retrógrado ideario de Sabino Arana, que E. Renobales lo ha sintetizado así:
Arana, con su prematura muerte, deja una ideología inmadura, sin cerrar por entero, con sombras alargadas representadas por el giro españolista, el interclasismo sin concretar, los enfoques estratégicos sobre el capitalismo o la lucha de clases o el papel de la mujer como activo social y político. Todo queda incompleto; lo único tal vez más definido es la religiosidad y tal posicionamiento se volverá un inconveniente cuando la sociedad del lado del integrismo y añada por el de la confesionalidad1.
Debemos partir del hecho de que los jóvenes «ignoraban todo de la historia del PNV y de las nefastas consecuencias que de la política de este se han derivado para la causa de la liberación nacional de Euzkadi»2. Ekin tuvo que empezar, por tanto, en un mundo intelectual y teóricamente oscuro, sin un referente mínimamente crítico sobre el PNV en concreto y en general sobre el comportamiento de la mediana y pequeña burguesía vasca. Ese vacío facilitará que, pese a los avances, periódicamente reaparecieran con nuevas expresiones algunas de estas características en las sucesivas organizaciones vascas porque la ideología pequeño-burguesa renace siempre cuando lo necesita la reproducción ampliada del capital. Pero también tuvo que empezar con un desconocimiento casi absoluto de la historia vasca porque la dictadura franquista la había barrido y porque la historia creada hasta ese momento era burguesa y españolista. Todavía en 1966 la dirección de ETA era consciente de ese muy grave impedimento3.
A pesar de tales dificultades Ekin abrió un proceso cualitativo que, sumado a otros que también eran impelidos con la tremenda agudización de las contradicciones del capitalismo mundial en la época, confirmaría la validez de la ley tendencial del desarrollo desigual y combinado, imprescindible para revolucionar la realidad. Surgió, pues, una cualidad nueva que Argala sintetizó así: ETA «entendida más como fenómeno que como organización»4. A lo largo de ese fenómeno histórico se sucedieron y coexistieron a veces diversas organizaciones que llegaron por momentos a emplear la misma sigla. Para orientarnos en este laberinto en el que se entrecruzan lo viejo, lo permanente y lo nuevo deberemos recurrir siempre al hilo de Ariadna de la lucha de liberación nacional de clase y en ese hilo que van creando una red veremos siempre determinados nudos que cierran evoluciones posteriores o que abren otras nueva. Uno de los nudos peores que han atascado y hecho fracasar dinámicas positivas ha sido el de la recurrente creencia de que el futuro de Euskal Herria y el del socialismo, que van unidos, pasan a la fuerza por nuestra supeditación a la prioritaria creación de un Estado socialista español.
La lucha de clases como totalidad concreta con una praxis esencial interna y otra externa, que se mueven con diferencias relativas dentro de esa totalidad, es en última instancia la que explica no solo la pervivencia del «fenómeno ETA» oficialmente hasta 2018, sino también las evoluciones particulares de las diferentes organizaciones a lo largo de ese tiempo. Pero la acción objetiva de la lucha de clases era incuestionable antes de ETA y antes de Ekin: en 1951, una potente huelga obrera había sido aplastada por la dictadura franquista que no dudó en reprimir también a los muchos sacerdotes que habían tomado parte activa en ella5.
La participación de la Iglesia popular en estas y otras resistencias venía de antiguo: la Iglesia de base tenía un prestigio entre el pueblo ganado a pulso y en la medida en que todavía las contradicciones sociales no habían demostrado la incapacidad última de la religión para siquiera aliviar el dolor humano; en esa medida la Iglesia de base seguía siendo una fuerza material considerada progresista por sectores populares que sabían que el franquismo había fusilado a dieciéis curas vascos y alrededor de doce más en el Estado6 , torturando a varios de ellos con salvajismo, y desterrando y encarcelando a otros muchos. La participación de esta Iglesia en la lucha se incrementó posteriormente obligando a la dictadura a crear en 1968 la única cárcel del mundo exclusiva para curas7 , en la que los reos eran vascos sometidos a toda clase de vejaciones.
Desde el nacionalismo español de izquierdas y derechas se ha utilizado la presencia de militantes católicos para desacreditar el contenido socialista y luego comunista que adquirió la izquierda independentista vasca. Sería conveniente que leyeran lo que Lenin había escrito en 1909 sobre cómo debían comportarse los obreros comunistas con las masas explotadas creyentes8 para entender una de las iniciales características de la liberación de clase vasca. Pero también lo sería porque permite un acercamiento algo limitado al nudo gordiano de la opresión nacional que analizaremos más adelante: el desarrollo del valor, de la mercantilización… y del papel del fetichismo ideológico nacionalista en sus dos expresiones antagónicas pero unidas por la unidad y lucha de contrario.
Es cierto que Lenin y una amplia corriente marxista no entendieron del todo el crucial papel del fetichismo de la mercancía, pero en este texto Lenin abre algunas vías de exploración de inestimable importancia por sus relaciones con el valor y con la sociabilidad que surge de la forma valor: la incertidumbre y el miedo inherentes al fetichismo son componente básico de la nación burguesa. El avance capitalista aplastaba pueblos y comunidades, también a los «sistemas nacionales de producción precapitalista»9 que ofrecían una tenaz resistencia para no ser desintegrados como naciones precapitalistas en la trituradora de la forma-valor, que simultáneamente creaba naciones burguesas con esos restos pulverizados.
En el modo de producción capitalista, la formación de los sentimientos nacionales de clase está en última instancia determinada por la contradicción entre, por un lado, los límites que impone el fetichismo de la mercancía en el potencial de la conciencia burguesa y, por otro, los avances de la conciencia obrera hacia el socialismo y contra el fetichismo. Semejante contradicción se alimenta a su vez de otra más profunda que es la que existe en la dialéctica expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de capital, origen ignoto de los antagonismos que carcomen, pudren y rompen siempre la frágil unidad de la nación burguesa porque, de un lado, hace que dentro de esa nación bulla la lucha de clases y, por otro lado, que fuera de la nación exista una tensión múltiple creciente entre fracciones del capital y de la burguesía internacional, fracciones de las burguesías estatales y fracciones de las burguesías dependientes u oprimidas nacionalmente, así como las correspondientes luchas de clases a todas las escalas. Semejante complejidad en espiral solo puede comprenderse estudiando lo universal, lo particular y lo singular en cada caso.
Las naciones oprimidas soportan indefensas este enrevesado entrecruzamiento de contradicciones que, en última instancia, nos remiten a la ley general de la acumulación capitalista. Conocer cómo se refuerzan mutuamente en cada nación oprimida los hilos casi infinitos de esta caótica madeja es una prioridad, porque, entre otras cosas, las lecciones extraíbles de la historia nacional, es decir, de la historia de la lucha de clases en esa nación, dependen de ello. Veremos los tremendos obstáculos que tuvo que superar Ekin precisamente por esa ignorancia que no era otra cosa que un freno político.
Por ejemplo, sin retroceder más en el tiempo, a comienzos de la década de 1950 Ekin ignoraba que diecinueve años antes, en 1933, la Federación Comunista Vasco-Navarra10 mostró la dialéctica de lucha de liberación nacional de clase en su contradicción antagónica con el fetichismo de la burguesía nacionalista y derechista, pero, a la vez, mostró sus ataduras interpretativas hacia el marco teórico y político del VI Congreso de la III Internacional celebrado en 1928. Lo hizo con las limitaciones impuestas por el contexto histórico en el que los y las comunistas vascas, que defendían la independencia socialista de su nación, estaban sin embargo atadas por la versión dominante en el marxismo de la época que, como hemos dicho arriba, giraba alrededor de los grandes Estados centralizados.
Muñagorri analizó en abril 1933 la identidad de comportamientos de la burguesía vasca y ucraniana con respecto tanto a la lucha por la independencia de ambos pueblos como con respeto a las opciones de ambas de pedir ayuda a ejércitos reaccionarios extranjeros. Las dos antepusieron sus intereses de clase explotadora abandonando su demagogia independentista, y concluye: «Los obreros y campesinos de Euskadi, las masas nacionalistas de Euskadi, sabrán luchar enérgicamente por la conquista de sus derechos nacionales, aliándose con los obreros y campesinos de España, para aplastar a la burguesía vasca y al imperialismo español»11. La frase final en un tanto imprecisa: ¿qué grado de alianza? ¿De supeditación de los objetivos, estrategia, tácticas y ritmos vascos a los españoles? Como veremos este debate recorre toda la historia de la lucha de clases en Euskal Herria.
Bajo el pseudónimo de Jeiki se publicó el texto titulado «El problema nacional a través de la teoría comunista» en la revista Euzkadi Roja en tres entregas sucesivas que se presenta en forma de resumen en el nº 15, de 1 de julio de 1933, en el que tras la obligada, para aquella época, referencia laudatoria a Stalin, se afirma que: «Los comunistas entendemos, pues, que es necesario incorporar de una manera efectiva la cuestión nacional de Euskadi (como la de Cataluña, Galicia, Marruecos, etc.) al frente general de la lucha por el triunfo de la revolución española. (Es evidente, por otra parte, que la cuestión agraria y los problemas de independencia nacional planteados actualmente dentro del Estado imperialista español son dos cuestiones fundamentales a las que debe prestar atención el proletariado revolucionario.)»12.
En un documento programático del 28 de octubre de 1933, la Federación Comunista Vasco-Navarra plantea las consignas:
¡Abajo el imperialismo español! ¡Fuera de Euskadi las fuerzas armadas de la contrarrevolución que nos oprime y reprime sangrientamente!
¡Luchemos contra los enemigos del pueblo trabajador en nuestro propio país, los grandes propietarios del campo, los capitalistas vascos!
¡Abajo los fomentadores del odio chauvinista y de la lucha fratricida entre los trabajadores!
¡Abajo el Estatuto de engaño y claudicación ante el Estado opresor español!
¡Votad en el plebiscito por la plataforma revolucionaria de lucha del Partido Comunista por la verdadera liberación nacional y social de Euskadi!
¡Luchando codo con codo con nuestros hermanos los obreros y campesinos de España!
¡Formemos el frente único por la liberación nacional y social de todos los oprimidos!
¡OBREROS Y CAMPESINOS, TRABAJADORES ESPAÑOLES!
¡Apoyad y sostened el movimiento nacional revolucionario del Pueblo Vasco!
¡Luchad despiadadamente contra el imperialismo español, opresor de Euskadi y demás nacionalidades oprimidas!
¡Luchad por el derecho de autodeterminación de la nación vasca hasta la separación del Estado español!
¡Imponed la evacuación inmediata del territorio vasco por el ejército, la Guardia Civil y demás fuerzas armadas del imperialismo español!
¡Luchad contra la persecución del movimiento nacional revolucionario vasco por parte del Estado español, por la libertad de todos los presos nacional-revolucionarios. Combatid y desenmascarar la actitud chauvinista y españolista de los jefes socialistas y anarquistas contra la libertad del pueblo vasco!
¡TRABAJADORES EXPLOTADOS VASCOS! ¡ESPAÑOLES Y DEMÁS PUEBLOS OPRIMIDOS POR EL ESTADO ESPAÑOL!
¡Viva el gobierno obrero y campesino de España!
¡Viva la liberación revolucionaria nacional y social de las nacionalidades oprimidas de Euskadi, Cataluña, Galicia y de Marruecos y demás colonias!
¡Viva el Partido Comunista, vanguardia organizada de la revolución obrera y campesina y de la lucha por la liberación revolucionaria de los pueblos oprimidos!13
Ciñéndonos al tema que nos ocupa y no pudiendo extendernos en otras cuestiones que surgen de este texto, reseñamos al menos tres reflexiones. Una, la profunda identidad «nacional revolucionaria» de los y las comunistas vascas en aquellos años en los que la III Internacional comenzaba su lucha contra el fascismo en ascenso. Dos, la implacable crítica del chauvinismo y del españolismo de las izquierdas españolas del momento. Tres, el trato de igual a igual de las y los revolucionarios vascos con el resto de pueblos oprimidos, distinguiendo claramente la nacionalidad de cada uno. Y cuatro, la creencia y la esperanza de que derrotarían al nacionalismo imperialista español mediante la lucha unitaria por un gobierno obrero y campesino en Madrid, esperanza que empezaría a esfumarse desde marzo de 1937, sino antes, con el comienzo del giro definitivo del PCE hacia el nacionalismo republicano español14.
La plataforma de los comunistas vascos respondía además a la estrategia de «clase contra clase» de la III Internacional, anterior a la del Frente Popular que buscaba acuerdos con el reformismo y las burguesías democráticas para detener al fascismo, frentepopulismo adoptado en el VII Congreso de la III Internacional en 1935 y que fracasaría rotundamente. Pero antes, en el contexto de lucha de clases frontal, el antagonismo se plasmó en la insurrección de 1934 y especialmente en el hecho de que la represión militarizó la mayoría inmensa de los servicios públicos y de franjas de trabajadores que podían servir de chivatos como los porteros de las viviendas, etcétera15. Las relaciones entre fetichismo y militarización son especialmente intrincadas y las iremos desentrañando paulatinamente.
Desde luego que hubo muchos más ejemplos de lucha obrera y popular contra el fetichismo capitalista en sus dos formas nacionales: la de Estado español y la de la mediana burguesía vasca, pero estos dos ejemplos aclaran la diferencia sustancial entre el independentismo socialista de 1933 y los límites insuperables del fetichismo del capital en la ideología nacionalista pequeño burguesa dominante en 1952 en Ekin. Pero también sirven para destacar tanto la trágica suerte posterior del independentismo comunista vasco –y catalán, y a otra escala el sentimiento nacional aragonés – , barrido desde dentro el nacionalismo español del Partido Comunista de España y de otras izquierdas estatales, como el hecho de que Ekin desencadenase una dinámica que terminó desbordándole. Sobre el aplastamiento del independentismo comunista vasco y catalán por el imperialismo «de izquierda» español ya hemos hablado en otro texto, así nos remitimos a su lectura16.
Ignorando esto y más, Ekin tuvo que enfrentarse desde sus inicios a la agudización de las contradicciones del sistema buscando sugerencias teóricas donde podía: ANV ofrecía «líneas nacionales progresistas de un socialismo no marxista y anticapitalista […] El Jagi-Jagi les ofrecía la doctrina sabiniana más pura tamizada por las aportaciones humanistas de militantes de la talla de Gudari o Etarte , independentismo a ultranza y avance social»17. Recordemos que en 1953 Estados Unidos y el Vaticano reconocían al franquismo y a finales de ese año estallaba la tenaz huelga de Euskalduna que se extiende a otras grandes empresas como La Naval, Astilleros del Nervión…, en medio de una represión total en la que la Iglesia se lava las manos ante los trabajadores católicos que piden su ayuda18. Así entendemos por qué se produjo un corte generacional en el que la juventud se rebeló contra el poder adulto mediante la autoorganización de un poder juvenil que empezaba a expresarse fundamentalmente en Ekin.
Hemos escogido dos testimonios de la época que lo explican claramente. El primero es de Txillardegi: «Al igual que Sabino Arana cortó con el Partido Carlista o Lenin con la II Internacional, considerábamos que nosotros también nos veíamos obligados a hacer lo mismo con el Partido Nacionalista Vasco, en el cual no podíamos militar»19. Y el segundo del benedictino Sabin Azkue: «La verdad es que la juventud vasca ha arrancado con brío; pero hay una laguna. Los viejos se han dormido insustancialmente y no hay quien los despierte. Es un letargo en toda regla y, claro, los jóvenes se han saltado la laguna sin ayuda y como han podido. Pero no es suya la responsabilidad sino nuestra. Por eso hay que estar junto a ello aunque no podemos estar con ellos»20. Por ejemplo, el estudio que se realiza en la IV Asamblea de verano de 1964 sobre la composición de la militancia rebela que su cuantía oscila entre 150 y 200 y que la mayoría tiene una edad de entre 17 y 25 años21.
La crisis socioeconómica de aquellos años presiona para que se agudice la lucha de clases: «El coste de la vida pasa de un índice de 100 para 1955 a un 155 para enero de 1956. La economía se movía en un desorden especulativo, en el que la mayoría de los patronos se centraban en lograr beneficios rápidos»22 pagando salarios muy bajos en un contexto represivo que impedía cualquier reivindicación. De este modo, empiezan a agrietarse las cuadernas ideológicas de Ekin del mismo modo que empiezan a formarse otros pequeños grupos que avanzarán con diversas intensidades de izquierda. De entre las muchas presiones que exigían a Ekin replantearse su ideología, citaremos solo cuatro.
Una, la represión del euskara y de la cultura vasca que se endurecía por momentos, lo que determinó que la lengua vasca fuese de uso obligatorio en Ekin23. Dos, el cooperativismo se convirtió en una práctica muy debatida por sus grandes diferencias internas: modelo de transición al socialismo, o como lo contrario, bien como reformismo o peor, como recurso de la dictadura contra la liberación nacional de clases24. Tres, las primeras «comisiones de trabajadores»25 surgidas durante la gran huelga de 1956 para compensar la debilidad de la militancia de izquierda destrozada una y otra vez por la represión, y para saltar sobre el poder del empresario mediante la unidad obrera y acceder al poder político en la medida de lo posible. Y cuarta, los debates sobre socialismos varios serían impulsados por los efectos sísmicos de las revelaciones de Kruschev durante el XX Congreso del PCUS de febrero de 1956.
Con mayor o menor intensidad, los cuatro chocaban de inmediato con el PNV como expresión de la pasividad política de la mediana y pequeña burguesía nacionalista, como a más largo plazo, con el nacionalismo español y francés de las «izquierdas» formadas en el mecanicismo de la II Internacional y del estalinismo, omo veremos. Con un independentismo comunista aplastado por el estalinismo español, con la represión anulando el acceso a la mayoría de textos e imponiendo muy restrictivas condiciones de debate, con un corte generacional casi absoluto… Ekin se replanteó la totalidad de la existencia y «[…] hurgó en los conceptos y en las realidades de nuestra nación»26. Todo fue cuestionado según la divisa preferid de Marx: De omnibus dubitandum.
ETA: las primeras luces
En 1961 y 1962 la recién nacida ETA se topó de sopetón con la huelga de la CAF de Beasain que se extendió a otras zonas. Ibarra Güell dijo una vez que el movimiento obrero inició una nueva fase de lucha en 1962 «completamente distinta» a la anterior27. Hemos visto arriba que Ekin estaba bajo la presión creciente de al menos cuatro contradicciones: la opresión lingüístico-nacional, la complejidad del cooperativismo, la aparición de los comités de fábrica, y los debates sobre los socialismos. En un Zutik publicado en abril de 1962 se dice que ETA «preconiza una profunda modificación del estatuto de la propiedad. Para ello se legislará de manera a resaltar y proteger su primordial dimensión social, tanto en la industria como en la agricultura, la pesca y demás sectores económicos y sociales»28.
Pero en el posterior Zutik nº 20 se aprecia un avance confuso pero significativo: se acepta la realidad de la explotación capitalista en una «Euzkadi libre con obreros libres», aunque se aboga por un incremento de la productividad del trabajo «pero racionalmente». Las ambigüedades del planteamiento, sin embargo, se resolverán por la praxis, ya que poco antes ETA asumía la interacción de las formas de lucha: pacífica, de masas y violenta29.
Faltan varios años para que ETA y el movimiento revolucionario que se ha formado con su impulso lleguen a tener en lo esencial la claridad estratégica del Partido de los Comunistas Vascos fundado clandestinamente en 193530 , pero ya surgían diferencias e identidades serias. Por ejemplo, las y los comunistas de los años treinta eran estalinistas aunque entonces se endurecieron las purgas, pero hacia 1963 ETA ya defendía un socialismo que además de basarse en la propiedad colectiva, en la planificación social, etc., no cayera en una «inquisición roja» porque «Djilas y Trotsky no son ni reaccionarios ni locos»31. Siendo estas diferencias muy importantes porque prefiguraban el modelo futuro de socialismo que entonces tenía ETA, opuesto al estalinista, existían sin embargo identidades como la prioridad de la filosofía de la praxis: en la dialéctica entre la mente y la mano es esta segunda, la acción, la que a largo plazo condiciona a la primera, manteniendo siempre una unidad en la totalidad.
Cuando ETA en el Zutik nº 20 analiza el proceso que va del pacifismo a la violencia pasando por la acción de masas, está practicando la filosofía de la praxis32 y preparando la crítica del pacifismo de Gandhi que hará en el siguiente número. El gandhismo es valorado como «valiente […] digno de análisis»33 , pero responde que hay que estudiar con rigor la naturaleza del franquismo para saber si el franquismo cedería pacíficamente su poder. El debate sobre la no-violencia irá dejando espacio a otros más candentes como la inmigración, el uso de la lengua vasca y la opresión lingüística, el de las formas de propiedad, etc. Es muy significativo que en este último tema se termine exigiendo que «la tierra no sea propiedad de nadie»34.
El contenido comunista interno de esta reivindicación abstracta en su forma externa, no se le escapa a nadie. Y surge la pregunta ¿qué legalidad determina y hace cumplir que la tierra no sea propiedad de nadie, es decir, sea propiedad de todos? La respuesta aparece poco más adelante en el mismo Zutik : «La legalidad vasca […] nos hemos plegado a la ley del opresor, a que nos hemos acostumbrado a su “legalidad”. “Legalidad” que no es otra cosa que la violencia “legalizada” y el poder que da la fuerza. “Legalidad” que se mantiene con las armas, las torturas y la sangre de nuestro pueblo, la expoliación sistemática de nuestra economía y el hundimiento de nuestra cultura nacional»35.
Veremos más adelante que la crítica del nacionalismo burgués solo es radical cuando profundizamos a la crítica del fetichismo y que la superación histórica de la forma-valor adquiere entonces su pleno contenido al superarse a la vez la propiedad privada. Los debates en ETA sobre socialismos diversos no tenían más remedio que, tarde o temprano, llegar a la base histórica de la propiedad privada empezando por la de la tierra, que es una de las bases del capitalismo y por tanto de la forma valor. La propiedad privada de la tierra es una adoración fetichista porque ha adquirido un aura de «derecho natural» exterior a la especie humana, siendo por tanto intocable. Pero he aquí que la humanidad explotada y ETA quieren acabar con la legalidad de la propiedad privada de la tierra. La civilización del capital ya lanzó las jaurías franquistas contra la reivindicación de la Federación Comunista Vasco-Navarra de 1933 de que la tierra se entregara a los baserritarras, como hemos visto antes, y luego contra el Partido de los Comunistas Vascos que exigían lo mismo en 1935. Las ahogó en sangre, pero ETA vuelve a las andadas.
El secreto no es otro que el de la propiedad de la tierra define la propiedad de la nación: quien posee la tierra posee la nación. Más aún, como la tierra es parte de las fuerzas productivas, se trata de que la nación trabajadora sea propietaria comunal de las fuerzas productivas, de su nación, de ella misma. Así entendemos mejor el jeroglífico social del que nos hablaba Marx. Vemos así el avance desde Ekin hasta la I Asamblea de ETA, que no se detendrá. Y en marzo de 1963 se realizó la II Asamblea que aunque buscaba asentar teóricamente lo logrado y proyectarlo al futuro, en realidad fue desbordada rápidamente por la lucha de clases: gran parte de la estructura fue desmantelada y muchos militantes detenidos porque la organización se había volcado en las luchas obreras y en la campaña de boicot a las elecciones del sindicalismo franquista.
Apoyar e impulsar la lucha de clases no había sido una decisión táctica, sino estratégica ya que expresa la composición clasista vasca: «Todos los vascos sin distinción sufrimos la opresión nacional de nuestro pueblo. Pero los trabajadores (que integran la mayoría del pueblo vasco) sufrimos además la opresión del capitalismo, sea nacional (vasco) o extranjero (español, francés, etc.)»36. En este mismo Zutik de noviembre de 1963 se continúa con la dura crítica a la Iglesia española como instrumento de dominación, a la pasividad de muchos católicos vascos pidiéndoles que no entreguen donativos a la Iglesia hasta que no sea cambiada su jerarquía.
No estamos ante una crítica atea de la religión, solo ante una crítica de algunas de las peores prácticas de la jerarquía católica. Hemos visto cómo en la huelga de 1951 ya se vio el compromiso de curas de base, proceso que iría en aumento. La crítica del catolicismo es imprescindible para entender el contenido del independentismo socialista. Los nacionalismos democrático-burgueses tuvieron en el Vaticano uno de los peores enemigos y la burocracia católica fue y es un pilar de la opresión nacional que padece Euskal Herria. Sectores demócratas radicales y revolucionarios se han preguntado muchas veces por qué los católicos vascos independentistas no se lanzaron por la senda de emancipación político-religiosa iniciada como mínimo con la revolución husita en la Bohemia del siglo XV y que tuvo un momento de esplendor cuando el Estado de Navarra tradujo la Biblia al euskara para reforzar su independencia con la interpretación protestante del cristianismo, en la segunda mitad del siglo XVI.
No es este el sitio para denunciar la incongruencia que supone para un católico luchar por la independencia de su pueblo pero aceptando la dominación político-religiosa extranjera. Tal no era el caso de un conocido militante, José Luis Zalbide, católico practicante que se negó a acudir a la misa obligatoria en la prisión de Carabanchel en 1968 porque pensaba que la ceremonia exaltaba el fascismo y la dictadura, sufriendo por ello un duro castigo añadido37. Muy cercanas al nacionalismo pequeño-burgués aranista estaban las duras experiencias de los nacionalismos italiano y alemán en la segunda mitad del siglo XIX en sus relaciones con el imperialismo del Vaticano38. Tanto en Italia, Alemania y Estado español, el Vaticano tuvo una gran importancia en la pervivencia del terror nazifascista. También en 1968 ETA afirmaba que: «Así para un trabajador católico, su religión no puede ser un obstáculo para no luchar junto a los de su clase, formando un clan aparte y organizándose en sindicatos autónomos y profesionales que frenen la acción revolucionaria»39.
Pese a que la unidad Vaticano-España golpeaba a plomo40 y pese a que ETA había rechazado el «confesionalismo» y buscado siempre relaciones de igualdad militante con la Iglesia popular41. Hubo resistencias brillantes como la sucedida en el Seminario donostiarra en otoño de 1964 contra un profesor fanático –Román Orbe– llegándose al sabotaje del libro de oro al arrancarse la página en la que había firmado el dictador Franco, o también la Carta de los 300 sacerdotes y un largo etcétera, pero nunca se potenció estratégica y sostenidamente desde la Iglesia en su conjunto la creación de una iglesia nacional vasca, hasta donde llega nuestra información.
Sin embargo, al franciscano Joseba Insausti se le atribuye el documento que realiza el más ponderado análisis de ETA hasta 1962 en respuesta a las tergiversaciones del PNV. Entre otras cosas, el autor demuestra el abismo que separa a ETA del PCE y del españolismo en su conjunto, pero no de un Lenin estudiado desde las contradicciones vascas frente al derecho de autodeterminación42. El franciscano pone el dedo en llagas que siguen siendo actuales aun después de cerrada la ETA de 2018: una de ellas es precisamente, la de acusación de «terrorismo», etc., pero lo que ahora nos interesa es la vía de análisis abierta por el autor al oponer el PCE a Lenin en lo que se refiere a la opresión nacional.
Veremos en su momento cómo Lenin enriquece su internacionalismo desde finales de 1912 y cómo su relectura de Hegel desde 1914 le llevará a un avance sustancial sobre la caracterización de las luchas nacionales en tres niveles diferentes, un planteamiento sistemáticamente «olvidado» por la izquierda franco-española. La dialéctica de Lenin es «el descubrimiento de lo nuevo»43 , de lo que antes era inconcebible y que ahora se presenta como una novedad concreta. Exactamente lo mismo que se dice en un Zutik : «Una de las grandes aportaciones hechas por Marx a la dialéctica ha sido el haber visto que el sistema que Hegel aplicaba a los conceptos abstractos era en sí verdadero, pero que aplicado a los entes abstractos no podía ser fructífero. La gran aportación filosófica de Marx fue aplicar el sistema hegeliano a los hechos concretos. En vez de examinar entes abstractos tomar el material que dialécticamente se debe estudiar en los entes concretos»44.
Es basándose en esta dialéctica de lo concreto que en el siguiente Zutik se sostiene que la lucha vasca está a la vanguardia europea porque: «Hemos planteado en Europa un problema inconcebible. En el mismo epicentro del capitalismo, renegamos de él y nos declaramos revolucionarios sociales y nacionales»45. La liberación nacional de clase vasca es inconcebible en el fondo para la mentalidad política establecida porque tiene muy claro que no solo lucha contra las opresiones accidentales, contra las dictaduras o democracias burguesas puntuales, pasajeras, sino sobre todo su lucha es de largo alcance estratégico porque se enfrenta el llamado «factor permanente» de la opresión, al imperialismo franco-español: «El fin de nuestra lucha es la plena soberanía nacional del pueblo vasco sobre su país […] Cualquier vasco que sirva a la opresión es un traidor. Son principios claros, rectilíneos, sin confusionismos ni jesuiterías»46.
Estos textos y otros idénticos en el fondo se hacen públicos alrededor del período de la III Asamblea realizada entre marzo y abril de 1964, período durante el cual se realiza una impresionante síntesis de muchos de los contenidos desarrollados por las guerras de liberación nacional anticolonialista y antiimperialista. Poco después las tesis de Frantz Fanon, Mao Zedong, Lin Piao, Ho Chi Minh, Krutwig, Che Guevara, Sartre… así como de militantes de ETA han sembrado raíces que no serán comprendidas en absoluto por las izquierdas occidentales que acusarán a ETA de «tercermundismo»47 desde entonces. Lo inconcebible se estaba materializando en medio del desconcierto intelectual de la izquierda dogmática, que no reaccionaba según el consejo de Lenin visto en la cita anterior, sino volviendo al dogma.
Nos encontramos aquí frente a otra característica de lo que ya empezaba a ser la lenta creación del marxismo vasco: si por la parte teoricista se elaboraban sesudas ponencias sobre la guerra revolucionaria, sobre la guerra de guerrillas, etcétera, según obras teóricas del llamado «tercer mundo» por lo general; por la parte práctica se desarrollaban las luchas que surgían al calor de las contradicciones del capitalismo industrial en la Euskal Herria oprimida en la década de 1960. Ortzi hace una sintética exposición de las principales ideas entonces debatidas48 , mostrando cómo, a la postre, era la objetividad de la lucha de liberación nacional de clase la que forzaba el avance teórico específico del independentismo socialista.
Como veremos, es durante estos decisivos años en los que surgen las contradicciones que estallarán en 1966 – 1967 dando paso a dos escisiones básicas para nuestro estudio: la de ETA Berri en diciembre de 1966 y la de ETA VI en agosto de 1970, en las que nos vamos a centrar. Existieron otras: los «cabras»; Branka o los «culturalistas»; LAIA en verano de 1974 con sus posteriores derivaciones; los Comandos Autónomos; y ETApm y EIA-EE también con sus ramificaciones. Ninguna de estas escisiones o ramas que se separan del tronco base tienen en su origen las constantes de las dos primeras. Aunque los «cabras», Branka y sectores de ETApm y, en especial, de Euskadiko Eskerra (EE) eran claramente reformistas no giraron tan pronto como ETA Berri y ETA VI hacia el dogma estatalista, dogma que estudiaremos en el segundo capítulo. Sí es cierto que al final un grupito de EE fue absorbido por el nacionalismo español del PSOE, pero fue en 1993, a los dieciséis años de fundarse Euskadiko Eskerra en 1977.
Mientras tanto, y por simple reflejo de las contradicciones, la todavía imprecisa concepción estratégica de ETA se veía presionada por las corrientes teóricas que proliferaban en el mundo. El sambenito de «tercermundismo» era en realidad una innegable capacidad adaptativa ante las exigencias de todo tipo. Una militancia joven, que había roto con las cadenas mentales del poder adulto, se enfrentaba a la novedad del mundo desconociendo probablemente estas palabras de Lenin, pero aplicando sin duda su método interno: «Debemos estudiar minuciosamente los brotes de lo nuevo, prestarles la mayor atención, favorecer y “cuidar” por todos los medios el crecimiento de estos débiles brotes […] Es preciso apoyar todos los brotes de lo nuevo, entre los cuales la vida se encargará de seleccionar los más vivaces»49.
La III Asamblea sacó a la luz una característica profunda del pueblo trabajador que se negaba a desaparecer: se decidió aprobar la figura del buruzagi que en lenguaje burocrático podríamos traducir como algo parecido a «secretario general» del partido. Esta nueva figura apenas tuvo recorrido y no solo porque multiplicaba los riesgos de desmantelamiento ante la represión50 , sino también porque no cuadraba con los profundos hábitos de horizontalidad, democracia de base, igualdad, etcétera, que había desarrollado la cultura popular de autoorganización y resistencia frente a la opresión nacional: el curso de 1959 – 1960 fue el que vio nacer a las tres primeras ikastolas con sesenta alumnos aprendiendo de las experiencias clandestinas anteriores.
Tenemos un ejemplo que confirma lo dicho. En septiembre de 1964, medio año después de la III Asamblea, ETA edita un Zutik sobre la lucha de clases que se está librando en eso momento contra la patronal, la policía y el sindicalismo verticales franquista:
Como inmediata consecuencia a todos los casos citados deducimos que solo al margen de los actuales sindicatos (?) es posible una acción eficaz y positiva. Lo prueba el miedo de los verticales a la formación de auténticos comités y comisiones y lo prueba sobre todo la confianza de los obreros en lo que ellos mismos deciden y organizan. Es el único camino que puede dar a la lucha el nervio y el espíritu que precisa una lucha de clases. La clase obrera lo está comprendiendo y está llegando a la madurez política que le llevará al triunfo de sus intereses que son los intereses de Euzkadi51.
Hemos visto que Ekin se enfrentó a múltiples retos siendo el de la aparición de las comisiones de fábrica uno de ellos; también a los diferentes cooperativismos, a la inicio de la autoorganización popular clandestina en defensa del euskara y de la cultura vasca, etcétera. Desde sus orígenes y como en otros muchos pueblos, la lucha obrera y popular tuvo que autoorganizarse no solo en la clandestinidad, sino también en las crisis sociopolíticas: la experiencia de la Comuna de Donostia en verano de 1936 mostró la creatividad del pueblo donostiarra para contener sin medios el ataque nazifascista internacional durante dos meses52. ETA como fenómeno histórico mantendrá una confianza absoluta en esa capacidad popular como se verá posteriormente en la forma-movimiento, aunque también existan dirigismos muy perniciosos en algunos momentos. Pues bien, el fracaso de la figura del buruzagi responde sobre todo a la fuerza de esa capacidad de autoorganización obrera y popular.
La autoorganización popular exigía medios. La clase trabajadora sufragaba clandestinamente la mayor parte aportando el resto la pequeña y mediana burguesía, por este orden. Los recursos, desde dinero hasta locales, pasando por medios de difusión, etc., provenían en última instancia del trabajo obrero: es el sudor del pueblo el que crea la riqueza que termina siendo propiedad privada burguesa. La formación de la militancia popular se realizaba con el apoyo de la militancia clandestina, que a su vez tenía gastos propios en cuanto organización. El dinero en un arma de poder material, político y simbólico, fetichista. ETA asumía en la práctica la teoría marxista que explica todo esto y por ello exigía a la burguesía que devolviera parte de su propiedad al pueblo, devolución que se hacía mediante el impuesto revolucionario: la lucha de clases entre proletariado y burguesía dentro de la nación oprimida. En noviembre de 1964 ETA explicaba con detalle el colaboracionismo con el imperialismo francés del empresario Sota53 , que había ayudado a la lucha pero se había vuelto contra el pueblo.
Durante esos tiempos había ido ascendiendo en la dirección mediante la Oficina Política y parte del Frente Obrero un sector al que más tarde sería denominado despectivamente como «obrerista», porque prestó más atención a la lucha de clases y al socialismo sin por ello, de entrada, abandonar la lucha nacional, pero avanzó cuestiones de reflexión que se demostrarían decisivas a la larga pese a las duras pugnas escisionistas que aparecerían después. Veamos cuatro por orden cronológico. La primera muestra cómo ETA ya pensaba en las reformas que podrían implantarse debido a las disputas entre la burguesía franquista y la neocapitalista no resolverían nada porque «lo importante es que tanto si ganan unos como si los otros, seguiremos estando explotados económicamente y oprimidos nacionalmente»54. Se iba concretando así la visión inicial un tanto borrosa de que dentro del imperialismo es imposible conseguir la independencia vasca en su pleno sentido.
La segunda aparece en unos consejos a los asistentes que acudirían al Aberri Eguna de ese año que debía celebrarse en Bergara, para evitar ser detenidos:
La lucha de masas no es algo alegre e improvisado. Una acción de masas debe ser algo tan cuidadosamente organizado como un operativo militar.
SIN ORGANIZACIÓN, LA ENERGÍA DE LAS MASAS SE PIERDE COMO PÓLVORA EN SALVAS.
Por ello, FORMEMOS GRUPOS GRANDES. ÚNETE A OTROS COMPATRIOTAS. NO TE AISLES.
YENDO EN GRUPO NIÉGATE A ENTREGAR LA DOCUMENTACIÓN.
NO PERMITAS QUE A NADIE SE LO LLEVE LA POLICÍA. LÁNZATE CON OTROS
E IMPÍDELO55.
Estos elementales consejos albergan en su interior cuando menos dos grandes problemáticas: una, la relación entre estrategia política y estrategia militar en el sentido histórico desde los debates sobre la teoría del Estado y sobre Clausewitz, y otra la relación entre dictadura fascista y democracia burguesa. En los textos sobre la insurrección, la guerrilla, etc., del período alrededor de la III Asamblea se habían debatido estas cuestiones decisivas, pero aquí aparece concentrado en un panfletito todo un debate teórico-político que nos remite incluso a la defensa de la eficacia de la violencia por el viejo Engels.
La tercera es la asunción de la emancipación de la mujer:
De entre los objetivos socialistas que pretendemos hay uno que por su importancia, conviene que sea destacado: nos referimos a la liberación y promoción social de la mujer […] la mujer vive todavía en la época de la esclavitud: explotada profesionalmente, sin posibilidad de perfeccionamiento, sin derecho a la protesta, abandonada por todos. La mujer obrera es la más oprimida por las actuales estructuras, pues además de cobrar salarios infrahumanos, debe sufrir todas las vejaciones inherentes al sistema capitalista: ocupa los puestos más ingratos, hace las peores labores, se prostituye; son pocas las posibilidades que tiene de liberarse […] La mujer casada debe tener una independencia económica56.
Y la cuarta es el explícito lema: «No queremos un Estado vasco…, queremos un Estado socialista vasco»57. Una precisión cualitativa que ponía al descubierto un debate permanente en la historia posterior de la izquierda abertzale. Como se aprecia, las cuatro que hemos reseñado atañían a problemas estructurales del capitalismo y que se plantearan ya entonces indica que, al margen de desavenencias posteriores, la praxis de ETA en aquellos años acumulaba reflexiones críticas que con el tiempo serían decisivas a pesar de que fueran escritas en lengua españolas. Efectivamente, una de las denuncias que militantes de base ya empezaban a hacer con toda razón era que la lengua vasca había desaparecido de los Zutik siendo sustituida por la lengua española. Peyorativamente se llamó «culturalistas» a quienes hicieron esa crítica necesaria, como veremos en su momento. La nueva dirección tardaría un año en reconocer su «error»58 , en marzo de 1966 nueve meses antes de la V Asamblea, pero escudándose en que la mayoría de la militancia hablaba y escribía mal la lengua vasca o la desconocía. Aunque la nueva dirección corrigió en parte el «error» su legitimidad había sufrido una brecha debajo de su línea de flotación.
Más tarde, otras decisiones agrandaron esa brecha imposibilitando su cierre, pero eso sucedería después de realizada la IV Asamblea en verano de 1965, que tenía como objetivo avanzar en la estructuración interna y afianzar programáticamente lo conseguido hasta entonces, pero las fuerzas de ocupación impidieron a tiro limpio que llegaran los representantes del exilio, así que la dirección resultante de la IV Asamblea representaba a la militancia del interior. Hemos visto que la mayoría de la militancia oscilaba entre 17 y 25 años. Esta juventud se había liberado en la década de los cincuenta de la forma nacionalista burguesa del poder adulto representado por el PNV. En los sesenta estaba rompiendo con una de las expresiones más dañinas del poder adulto: el temor al conocimiento crítico y la aceptación de la ideología dominante.
ETA Zaharra – ETA Berri
Tales avances en el contexto de 1965 solo podían generar una proliferación de corrientes y subcorrientes que se entremezclaban, toda vez que ya para entonces se había roto el control estalinista de la ortodoxia, había surgido la disputa entre la URSS y China Popular, Cuba había vencido a Estados Unidos en Bahía Cochinos y proclamado el socialismo, etc.; y en Europa que todavía se encontraba dentro de la larga época de expansión keynesiana denominada «los treinta gloriosos», de 1945 a 1975, emergían corrientes revolucionarias novedosas para una juventud radical como la vasca con enormes ansias de aprender pero todavía sin suficiente experiencia propia que evitase el error de mimetismo entusiasta, como le sucedió en ese momento a la Oficina Política de ETA.
La visión dominante en esas corrientes políticas sobre la «cuestión nacional», que expondremos con detalle en el capítulo siguiente, estaba lastrada por el mecanicismo economicista, por su incapacidad para desarrollar la unidad dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, de modo que se establece un corte de superioridad de lo «económico» sobre lo «nacional». Desde esta prioridad de lo económico se justificaba y justifica priorizar la política realizada en los grandes Estados dominantes, con la excusa del internacionalismo proletario abstractamente definido. El abandono de la lengua y cultura vasca y la aceptación práctica de la cultura española por la Oficina Política era una demostración adelantada de cómo el mecanicismo se imponía en aquella dirección de ETA.
El mecanicismo determinista aparece expuesto en el Zutik nº 41 en diversos momentos. Era cierto que el Plan de Estabilidad había permitido con la sobreexplotación y los capitales extranjeros y el boom turístico, una incipiente mejora relativa de las condiciones de vida, incluso unos atisbos de consumismo59 en las nuevas clases medias. Sin embargo, la vía que podría abrir este necesario y correcto estudio de la realidad cambiante quedaba cortada por el mecanicismo amparado en una cita casi literal de Marx, para explicar cómo esa evolución preparaba las condiciones de una reforma del franquismo; inmediatamente después el determinismo estructura una versión formal del «internacionalismo obrero» ambiguo que termina abriendo un resquicio para la supeditación de la lucha vasca a la estatal: «Es obvio que la colaboración con aquellos grupos e instituciones que no reconozcan la existencia de Euzkadi como nación y actúen en consecuencia no será posible en ningún modo. Ahora bien: no nos amparemos en el desconocimiento que los trabajadores de otros países demuestran por nuestros problemas para eludir las responsabilidades de la común tarea»60.
Este formalismo mecánico llevado a la lucha por la democracia reaparece páginas después precisamente en un tema cada vez más delicado en los debates internos: «Unidad, sí; pero ¿qué unidad?»61 , en el que tras certificar la mayoría proletaria de la militancia hace un ataque frontal al «origen nacionalista pequeño-burgués» de la organización despreocupándose por el mínimo pero imprescindible rigor en el análisis de las mediaciones de esa contradicción. Esta ausencia de dialéctica hacía que la Oficina Política no pudiera desarrollar el potencial heurístico latente en el concepto de «pueblo trabajador» que ya se empleaba entonces, pero que solo demostrará su enorme poder teórico desde la V Asamblea en adelante.
En el Zutik nº 42 se fortalece la tendencia a la supeditación estatalista de la lucha vasca bajo el amparo de un análisis la evolución del neocapitalismo en general y sobre todo en el Estado español. La tendencia aún no oficial va unida a la difuminación del papel de la violencia revolucionaria pues si bien varias veces se insiste en que el socialismo solo llegará mediante la violencia anticapitalista, sin embargo en el momento de proponer métodos concretos de lucha desaparece la autodefensa proponiéndose solo la acción política, la acción sindical y la acción cívico-cultural62. Sobre esta última forma de acción cívico-cultural, vemos una vez más cómo la praxis revolucionaria generaba por su misma fuerza objetiva reflexiones muy válidas que más adelante se concretarían en la riqueza del multifacético movimiento popular y sindical vasco, y que al margen de formas expositivas son ahora mismo objeto de decisivos debates y prácticas cruciales.
La importancia de estos frentes venía acrecentada con razón por el análisis que hace Zutik de las nuevas formas de integración y alienación desarrolladas por el neocapitalismo que exigen otras tantas respuestas nuevas contra el neocapitalismo que ha instaurado «una explotación permanente, una opresión total»63. El problema radicaba en que esas valiosas aportaciones de la militancia clandestina eran derivadas por la Oficina Política hacia una estrategia errónea, cada vez más rechazada por un sector creciente de la militancia dándose el caso de que hubo zonas en donde no se repartió el Zutik nº 42. De este modo, el marxismo vasco iba formándose en su más puro sentido dialéctico de unidad de contrarios.
El Zutik nº 43 es el detonante para que se rompa la unidad de contrarios y ETA entre en una nueva fase gracias a su V Asamblea. Al igual que en los anteriores, este Zutik aportaba ideas que remitían a los clásicos del marxismo y al pensamiento político de izquierdas en la Europa de aquellos años, pero lo hacía sin la suficiente adaptación concreta para el contexto vasco sometido a una salvaje dictadura extranjera. Por esto, la idea de «reformas no-reformistas» o «reformas revolucionarias»64 , que en sí misma exige una explicación detenida de la dialéctica política para evitar ilusiones reformistas, encrespó más la tensión interna, considerando además que la Oficina Política proponía participar en las elecciones con las que se podría dirigir las nacientes Comisiones Obreras, que en algunos sitios también se llamaban Comités Obreros, hacia la lucha revolucionaria. La Comisiones integraban a un amplísimo espectro de sectores, siendo la postura del Partido Comunista de España ambigua en un principio aunque siempre dentro de su estrategia de «reconciliación nacional»65 española, lo que más tarde provocaría un áspero enfrentamiento con ETA Berri.
Pero el argumento de la Oficina Política para participar en el aparato sindical franquista así como toda su estrategia, volvía a ser abstracto, en donde la independencia de clase vasca estaba ausente; peor aún, el siguiente párrafo mostraba la falla interna de la Oficina Política: «Todos los problemas de nuestra sociedad –desde el lingüístico hasta el de urbanismo– serán resueltos de un modo o de otro según que la unidad obrera se logre o no. La revolución socialista solamente la realizará la clase obrera puesto que el socialismo supone, a la vez, su realización humana y la desaparición de la burguesía»66.
Como mínimo, este párrafo contenía dos errores garrafales: uno, el mecanicista, ya que «todos los problemas» tendrían solución con la victoria socialista; y dos, la lengua vasca es un «problema» similar al urbanístico. Rizando el rizo, para avanzar en su resolución se llamaba a la unidad obrera en abstracto y a escala estatal mediante la participación en el aparato sindical franquista. La dirección anterior había defendido en el Zutik nº 22 de 1964 la dialéctica de lo concreto; en 1966 la Oficina Política divagaba en lo abstracto mientras se deslizaba hacia el reformismo y el estatalismo, por lo que una parte de la militancia decidió cortar por lo sonado y convocar la V Asamblea.
Pero al igual que en otros problemas anteriores, ahora de nuevo la incompatibilidad de la lucha de clases en Euskal Herria con la esencia imperialista de la cultura política española reapareció incluso entre los sectores de ETA que participaron en las elecciones sindicales. Vuelve a ser ilustrativo que en el Zutik nº 43 también se utilizase el concepto de «pueblo trabajador» porque era la realidad que ese concepto sintetizaba la que, al margen ahora de su profundidad teórica en aquel momento, chocó antagónicamente con el nacionalismo del Partido Comunista de España también presente en las Comisiones Obreras de 1966 – 1967. En efecto, ocho meses después de la escisión en la V Asamblea entre ETA Berri y ETA Zaharra, militantes seguidores de las tesis de la Oficina Política destituida realizaron una demoledora crítica del nacionalismo español de las Comisiones Obreras dirigidas por el PCE. ETA Berri defendió la «lucha por la independencia económica, política, cultural y social; por la apropiación popular de la Nación»67 vasca, en contra de la propuesta nacionalista española del PCE.
Retrocediendo un tiempo, hasta los meses inmediatamente anteriores a la V Asamblea, la lucha de clases en su forma socioeconómica pero también sociopolítica, dio un salto más con la histórica huelga de Bandas en Frío de Etxabarri, que se fue preparando desde otoño de 1966, estalló a final de ese año y se sostuvo hasta finales de mayo de 1967. La explotación era salvaje: el salario real en 1966 era inferior al de 1962. La resistencia obrera fue apoyada por la movilización popular y «las mujeres de los obreros jugaron un papel muy activo en la lucha, movilizándose ante los centros oficiales y respaldando a sus compañeros»68. Había más conflictos y todo indicaba que empezaba a despertar el movimiento obrero y popular, que se asentaba la lucha de la Iglesia de base, que se reforzaba la defensa de la cultura vasca sobre todo en su capacidad creativa lingüística y artística69.
Fue en esta tendencia al alza generalizada de la intervención popular la que envolvió a las fricciones, choques y alianzas que se realizaron entre las tres fracciones de ETA previas a la V Asamblea en su primera parte. Naturalmente, un sector más o menos amplio que todavía no se había posicionado por ninguna de las tres: una, la de la Oficina Política que hemos visto, denominada como «obrerista»; otra, la que se nuclearía alrededor de la revista Branka y que era denominada «culturalista»; y la última, la que estaba formándose en la mitad de ambas de la que algunos se autodenominaban «comunistas abertzales», pero más conocida por «nacionalista-revolucionaria».
Los nombres puestos a cada corriente deben ser vistos desde las limitaciones del contexto. El «obrerismo» de la Oficina Política no tenía nada que lo identificase como el de la depauperación absoluta del siglo XIX ni con la relativa de la primera mitad del siglo XX, sino al contrario: la Oficina Política se preocupó por estudiar los cambios sociales profundos, acertando en muchos de ellos como hemos visto arriba. La rica evolución posterior del independentismo socialista debe mucho a ese «obrerismo» de la ETA de 1965 – 1966 que mostró la necesidad del estudio de los cambios sociales.
Por su parte, los llamados «culturalistas» o incluso «etnicistas» que además serían tachados de «aranistas pequeñoburgueses» aportaron una visión decisiva en su contenido de fondo a la que volveremos en el capítulo siguiente al hablar de las ideas de Marx sobre la lengua comunal. Pero ahora debemos retroceder temporalmente más en la evolución de las ideas básicas de Marx porque encontraremos una significativa identidad entre una crítica «culturalista» a los «obreristas»: resumiendo una reunión en Baiona, el representante «culturalista» reconoció la formación teórica de su contertulio «obrerista» pero afirmó que «da la impresión de no poseer emoción nacional alguna»70. Sin duda, por «emoción nacional» podemos entender lo que Marx definía como «orgullo nacional». Escribiendo a Ruge en marzo de 1843, Marx decía:
Le aseguro que, por muy poco orgullo nacional que se tenga, la vergüenza nacional se siente hasta en Holanda. Incluso el último holandés es un ciudadano comparado con el primero de los alemanes […] Para una revolución no basta con la vergüenza: Yo le respondo: la vergüenza es ya una revolución, es realmente la victoria de la Revolución francesa sobre el patriotismo alemán que le venció en 1813. La vergüenza es una forma de ira, de ira contenida. Y si una nación entera se avergonzara realmente, sería como un león replegándose para saltar71.
Los «culturalistas» no eran marxistas, aunque reconocían su importancia, pero, tal vez sin quererlo, habían mantenido contra el viento y la marea del dogmatismo nacionalista de las izquierdas estatales el valor de la subjetividad de la nación oprimida, ese orgullo nacional vejado que reacciona como un león herido que coge impulso para saltar. El choque de trenes entre el independentismo obrero de ETA Berri en agosto de 1967 y el nacionalismo español del PCE dentro de Comisiones Obreras, como hemos visto, debió sorprender muy gratamente a los «culturalistas» que medio año antes habían forzado su expulsión en la V Asamblea en alianza contra natura con los «comunistas abertzales». Los «culturalistas» estaban en lo cierto en la defensa de la «emoción nacional» pero erraron al achacar a todos los «obreristas» la misma ausencia de sentimiento nacional que vieron en uno de sus dirigentes.
La corriente nacionalista-revolucionaria o «comunista abertzale» redactó el Informe Txatarra que se ha perdido debido a los avatares de la lucha clandestina. Hubo también otros documentos críticos con la línea de la Oficina Política, pero fue el Informe Txatarra el que se debatió posiblemente por su mayor profundidad teórica y alcance político estructurado alrededor de autores como Lenin y otros. Su argumentario sostenía que la línea de la Oficina Política era:
Utópica porque planteaba la lucha obrera en abstracto. Ucrónica porque no distinguía etapas en el proceso de lucha y no veía la necesidad de una alianza coyuntural con la pequeña burguesía nacionalista. Anacional, porque no comprendía la importancia de la opresión nacional, que era vista más como un obstáculo para la revolución. Reformista, porque menospreciaba la lucha política, sobrevaloraba la sindical y creía que con las «reformas revolucionarias» podría vencerse al fascismo. Antiorganizativa por pretender diluir a ETA en un vago frente de izquierdas. Pacifista, por renunciar a una vía de paulatina desaparición del aparato estatal en Euskal Herria mediante la lucha armada72.
La síntesis de esta crítica la encontramos en el breve resumen sobre la ideología de la V Asamblea, del que, para nuestro estudio, nos basta con extraer los tres puntos del apartado dedicado a la revolución vasca:
1) Toma de conciencia nacional y social. 2) Teoría revolucionaria vasca. 3) Puesta en práctica de esta teoría revolucionaria, por medio de una estrategia basada en las condiciones objetivas de nuestro pueblo73.
La extensa respuesta a este documento de la que ya era conocida como ETA Berri apareció en febrero de 1967 y se caracterizaba por un notorio engreimiento de superioridad teórica y política –«oscuridades metafísicas de subjetivismo idealista destructor ideológico de la de la totalidad orgánica de la Historia»74 – que no puede tapar la visión formalista de la dinámica de clases en Euskal Herria determinada por la opresión nacional como realidad estructurante en base a la ocupación militar y opresión política.
Como venimos remarcando, una de las mayores dificultades a las que tuvieron que hacer frente Ekin y ETA fue la inexistencia de una historiografía crítica de Euskal Herria. En 1966, meses antes de la V Asamblea, tanto «obreristas» como «culturalistas» la echaban en falta y las corrientes de la Organización estaban de acuerdo, aunque el problema de fondo seguía sin debatirse ¿qué método debía emplearse para elaborar esa historia? La respuesta de marzo de 1967 de ETA Berri también adolece del mismo fallo: su concepción de la lucha de clases era totalmente libresca pese a la referencia a Lukács sobre la «ortodoxia»75 , lo que le imposibilitaba ver los enrevesados nudos que bajo la opresión nacional conectaban las distintas fracciones de clase del proletariado entre sí, con la clase baserritarra y arrantzale en rápido retroceso, con una pequeña burguesía tensada al máximo, con los primeros sectores de la llamada «clase media» que no eran sino trabajadores con salarios más altos que la media, generalmente en el sector servicios, banca y ahorro, etc., en expansión, y, por no extendernos, todo ello dentro de la agonía del euskara76 y de la crisis del catolicismo que ya se vislumbraba.
Pero la caldera estaba en ebullición porque el fuego que la calentaba, las contradicciones capitalistas, no era exclusivamente socioeconómico con formas sociopolíticas e ideológicas como en cualquier país no oprimido nacionalmente, sino que era el resultado de la fusión de la ocupación militar, la opresión nacional y la explotación capitalista dentro de una nación que tenía una historia propia desde al menos el siglo VIII. En definitiva, lo que empezaba a rozarse en los debates del momento no era otra cosa que los límites del «marxismo» mecanicista y de su interpretación del materialismo histórico para comprender otras realidades diferentes.
Tenía razón, por tanto, J. Apalategi cuando dijo que en los debates de 1966 – 1967 el independentismo de izquierda «va a aceptar oficialmente el marxismo como su ideología inspiradora»77 lo que provocará una serie de discusiones permanentes con otras corrientes marxistas que no aceptan la lógica de la lucha nacional de clase. Pero la todavía denominada ETA Zaharra tenía la ventaja cualitativa de la praxis en su sentido radical y pleno. En los debates alrededor de la V Asamblea, Krutwig había criticado como no dialéctica, como una «falacia», la versión de la Oficina Política de la «reforma revolucionaria», afirmando por el contrario que «la dialéctica tiene que ser aplicada en concreto. En caso contrario justamente el método dialéctico puede conducir a una deleznable charlatanería»78.
Krutwig conocía al dedillo la cultura clásica griega y es posible que supiera que una de las primeras acepciones del término «dialéctica» aparece en La Ilíada de Homero para designar el momento de opción, de tomar postura, optar en situaciones críticas tras analizar todas las circunstancias. En ese momento, la dialéctica se desarrolla dentro mismo de la crisis optando por la salida radical, la única que puede solucionar el problema aunque sea la opción más dura y peligrosa: Héctor decide luchar con Aquiles el Astuto sabiendo que lo más probable es que muera. En este sentido esencial, dialéctica quiere decir optar libremente por la libertad, aunque sea extremadamente peligroso. Livio Sichirollo lo sintetiza así: «Es necesario aceptar la lucha»79. Y no hay nada más concreto que la lucha.
Para el objeto de este estudio, o sea, la tendencia hacia la creación de un marxismo vasco, la V Asamblea fue decisiva en todos los sentidos. Uno fundamental fue el de adaptar a Euskal Herria la forma organizativa vietnamita muy flexible contra el imperialismo. Para muchos esta decisión confirma el «tercermundismo» de ETA. Para nosotros confirma dos cosas: una, que se avanzaba en el camino a lo que más tarde sería KAS-Bloque dirigente que aunaba la teoría leninista de la organización, no la estalinista, con la flexibilidad desarrollada en la V Asamblea; y otra, que adaptaba a Euskal Herria la estrategia de concienciación desarrollada por Ho Chi Minh sobre todo en su célebre texto Doce recomendaciones80 de 1948 especialmente en la exigencia de respeto de la militancia hacia la cultura popular y las tradiciones, la necesidad de ganarse su confianza mediante la verdad y el ejemplo, etc. El método vietnamita de los «cuatro frentes» exigía del cumplimiento de las Doce recomendaciones porque intensificaban las interacciones entre el pueblo y la militancia.
Aunque existían grandes y obvias diferencias entre Vietnam y Euskal Herria, sin embargo el método de los «cuatro frentes» era adaptable y multiforme para la lucha contra la opresión nacional y la explotación capitalista en aquella fase inicial de asentamiento organizativo en la que «al parecer, todos hacían de todo, según las necesidades del momento, aunque sí existía algún militante que se ocupaba en mayor medida de esa área» particular. En concreto, el Frente Obrero «no llegó a constituirse como una estructura cerrada. Más bien era el campo de trabajo de los militantes de la organización que tenían más predisposición ideológica o práctica, por ser trabajadores de la industria, en desarrollar su labor en el frente obrero»81. Precisamos lo de fase inicial porque al ampliarse las luchas y con ellas las represiones, surgió el problema de la seguridad ya que si no se mantenía cierta estanqueidad las represiones en especial contra el Frente Militar golpeaban fácilmente a los restantes, sobre todo al Frente Obrero, generando tensiones que propiciaran una nueva escisión.
La corriente «culturalista» rechazó las nuevas bases teóricas de la V Asamblea y en abril de 1967 envió varias cartas y comunicados anunciando su salida de ETA. Para Branka , el nombre que dieron a su colectivo, ETA se había vuelto comunista, marxista-leninista, etc., reproduciendo internamente los comportamientos autoritarios del comunismo82. De este modo, dos reformismos diferentes, un encubierto como el de ETA Berri y otro público como el de Branka , dejaban la organización. Parecía que la cohesión teórica reinaba definitivamente, pero no sería así por mucho tiempo. De hecho, si estudiamos la historia del marxismo en general y sobre todo la de sus concretas plasmaciones nacionales, los períodos de «calma doctrinal» son por lo general breves porque una «característica de la dialéctica es que no queda nunca satisfecha»83 , al decir de R. Schaerer.
En efecto, era imposible que se detuviera el desarrollo teórico porque la praxis avanzaba con más rapidez que el pensamiento aislado, como se demostró en verano de 1968: el día 7 de junio murieron en sendos enfrentamientos el policía Pardines y el militante Txabi Etxebarrieta, y el 2 de agosto fue ejecutado el conocido torturador Manzanas. El comunicado en el que ETA explica el porqué de la acción tiene un especial valor teórico porque es una respuesta irrebatible a una de las acusaciones que la izquierda dogmática contra ETA como una organización pequeñoburguesa radicalizada que practica el «activismo individual» separada del pueblo:
Pero no queremos que esta ejecución sea considerada como un hecho aislado, como una venganza privada de poca importancia. La ejecución del policía Manzanas es un importante paso adelante en nuestra lucha revolucionaria y adquiere su verdadero valor al situarlo dentro de esa lucha. Esto quiere decir que hemos avanzado hasta esta ejecución, lo que significa no solamente un avance de nuestro Frente Militar, sino un avance global de nuestros cuatro frentes (justamente el avance de los Frentes Cultural, Económico y Político es lo que lo ha hecho posible) […] Dicen que carecemos de arraigo en el pueblo, que el pueblo no nos apoya. Pero resulta que es el pueblo el que nos da dinero, información, quien nos esconde en sus casas, etc. ¿Entonces, qué? […] Edificar la sociedad del oprimido, significa necesariamente destruir la del opresor. La violencia del oprimido, es la exigencia de su humanidad, de su necesidad de dejar de estar oprimido. Esto es exactamente lo que pretendemos84.
Dejando sin analizar las directas conexiones con la obra de Fantz Fanon sobre el papel emancipador y desalienador de la violencia del oprimido que tiene el documento, y apreciando inmediatamente el «aire a lo Marx» de la última frase citada, debemos volcarnos en la respuesta que da a la tesis dogmática del «activismo individualista pequeño-burgués»: solo la totalidad de los cuatro frentes actuando en conjunto y siempre dentro del pueblo puede explicar la acumulación de praxis suficiente como para realizar aquella ejecución. Arriba hemos hablado de la efectiva flexibilidad de la teoría vietnamita de los «cuatro frentes» adaptada a Euskal Herria, al menos antes de que la represión masificada frenara la ágil complementariedad integrada de los cuatro frentes.
De hecho, en la práctica diaria incluso anterior a 1966 las condiciones presionaban para que se funcionase de una forma muy parecida, empirismo que creó el ambiente de autocrítica necesario para que al poco de la ejecución de Manzanas un miembro de la dirección escribiera el «Rapport M» que empezaba así: «Hace un año, la ideología era totalmente abstracta y teórica»85 , con un efecto positivo de cara a otras organizaciones, pero con un efecto negativo para el interior de la organización que corre el riesgo de esclerotizarse. Aunque reconoce los avances, el informe critica la tendencia al aislamiento y al sectarismo, planteando la necesidad de ampliar las relaciones con el pueblo como se había decidido:
Otra de las realizaciones fueron los batzarres […] catalizar el movimiento abertzale en los pueblos: de ahí la creación de unos organismos que respondieran a razones tácticas y estratégicas. A) tácticas… a nivel de base, no a nivel de cabeza. […] creación del embrión del contrapoder socialista» mediante el estrechamiento de relaciones con el pueblo y hasta con la pequeña burguesía, para «radicalizar las posturas de estos batzarres , haciéndoles comprender las posturas socialistas y aumentando constantemente su representatividad dentro del pueblo […] Comenzar la labor real del contrapoder de las estructuras del pueblo donde radicase […] se veía la posibilidad de convertirlos en verdaderos órganos de trabajadores que controlaran el pueblo, de donde batzar vendría a ser más o menos equivalente a soviet86.
El régimen de estado de excepción de enero de 1969, que otorgaba total impunidad a la represión, fue respondido en febrero de ese año por ETA insistiendo en la necesidad de profundizar y ampliar la raigambre de su militancia en el pueblo trabajador, indicando a cada uno de los cuatro frentes qué y cómo tenía que trabajar en el objetivo de fortalecer «la alianza revolucionaria de todas las clases populares vascas (pueblo trabajador vasco) en la que el proletariado industrial por su fuerza numérica y por su situación en el proceso de producción va asegurando progresivamente la dirección del Movimiento de Liberación Nacional, extendido a todos los pueblos»87. ETA insistirá siempre que sea necesario que los comités, las batzarras de los pueblos no tienen una filosofía interclasista pese a que intenten integrar a sectores pequeño burgueses, sino que debe ser la clase obrera y el pueblo trabajador quienes dirijan ese contrapoder que es el Frente Nacional Vasco, como vuelve a insistir en marzo de 1970: «No debemos entender el Frente Nacional Vasco como la unión en la práctica de las organizaciones llamadas de “derechas” y de “izquierdas”, sino como el instrumento político que representa los intereses populares»88.
ETA Berri: el primer estatalismo
Además de la lucha en Euskal Herria, todo el año 1969 y comienzos de 1970 está sacudido por el terremoto social que se ha vulgarizado reductivamente como Mayo del 68 que expresaba el malestar creciente en las clases trabajadoras pese a la capacidad de integración del keynesianismo socialdemócrata. En el fondo del capitalismo se gestaba una de sus peores crisis que se agravó en 1973, justo cuando el golpe de Estado de Pinochet en Chile inauguró oficialmente la estrategia imperialista mundial simplificada con el nombre de neoliberalismo. En el Manifiesto sobre el estado de excepción de febrero de 1969, al que ya nos hemos referido, ETA sostenía que «la situación de la economía española es totalmente artificial […] en otras palabras, las causas de la crisis no son coyunturales sino estructurales»89. La huelga de Altos Hornos de Vizcaya de 1969 ampliada a otras muchas empresas es un ejemplo de la agudización de la lucha de clases90 y de las presiones que ello hace sobre ETA.
Ya para ese primer momento de agudización de las contradicciones como nunca antes, había quedado medianamente claro que la escisión de la Oficina Política ocurrida hacía poco tiempo se había integrado en la lógica estatalista después de algunas indecisiones rápidamente superadas como veremos. En el número 1 de su revista Komunistak sostenía que la fragmentación en pequeños Estados no es buena «en general»91 para el desarrollo socioeconómico, aunque esta organización todavía defendía en ese nº 1 la separación vasca del Estado español. Sin embargo, en el número 2 comienza una dura crítica al supuesto nacionalismo pequeño-burgués basado en las tesis de Sabino Arana fundador del PNV. Una de las críticas un poco tramposas de Komunistak radicaba las ambigüedades que sufría ETA en la elaboración de un concepto de pueblo trabajador vasco común a toda la organización, precisamente en un artículo cuyo título lo dice todo, «Solidaridad racial»:
En la propaganda de ETA-BAI se usa y abusa del término pueblo trabajador vasco. El pueblo lo constituyen el conjunto de clases oprimidas por el poder político reaccionario. En Euzkadi estas clases no son todas ellas propiamente trabajadoras. No obstante, ETA-BAI no cesa de llamar trabajador al pueblo vasco. La acepción del término no se esclarece en las definiciones que a menudo aparecen pues resultan, por lo general, bastante imprecisas y contradictorias. En un panfleto publicado recientemente bajo el título de «Frente Cultural» se dan dos definiciones que acreditan lo que acabamos de decir. En la primera de ellas se dice que «el pueblo trabajador vasco está compuesto por las clases populares antimonopolistas en situación de dependencia nacional»; en la segunda se contradice flagrantemente «grupo de hombres concretos definidos cultural e históricamente en situación de trabajo asalariado, esto es el pueblo trabajador vasco». En un mismo escrito se dan dos definiciones al comienzo de la página 4, el pueblo trabajador vasco está compuesto por todas las clases antimonopolistas y unas líneas más abajo –en la misma página– se reduce a los asalariados92.
Recordemos que este artículo se titulaba «Solidaridad racial», sugiriendo que en ETA primaba la solidaridad racial con la burguesía vasca. Komunistak manipuló el contenido del texto de ETA: al principio Komunistak citó correctamente: «El pueblo trabajador vasco está compuesto por las clases populares antimonopolistas en situación de dependencia nacional». Pero en la segunda cita falta algo decisivo y añade algo también decisivo que no está en la definición de ETA: «el pueblo trabajador vasco está compuesto por todas las clases antimonopolistas». Pero Komunistak borró la crucial precisión del contenido popular de las clases antimonopolistas que sufren dependencia nacional. En la terminología marxista el concepto de popular no es aplicable a las clases propietarias de fuerzas productivas que viven de la explotación de la fuerza de trabajo. Además, también suprimió la referencia a la opresión nacional. De este modo, Komunistak no solo tergiversó la verdad sino que manipuló a su militancia de base que, muy probablemente, no tendría acceso al documento de ETA por las medidas de seguridad clandestina.
No contenta con esto, la dirección de Komunistak procedió a minar una de las piedras basales de la identidad vasca: la lengua y la cultura a ella unida, el euskara. Hemos dicho arriba que el secreto del nacionalismo burgués radica en el fetichismo de la mercancía que mixtifica inversamente la contradicción expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de mercancía, tema al que volveremos. La versión libresca del marxismo de Komunistak estaba lo suficientemente asentada como para volver esta tesis contra la nación trabajadora oprimida golpeando uno de los pilares de su resistencia. En el artículo titilado «El fetichismo lingüístico» criticaba la importancia que daba ETA a la recuperación de la lengua vasca rozando la acusación de «racismo aranista» y de «idealismo anti-científico»93. Antes había hablado de «solidaridad racial» ahora hablaba de «fetichismo lingüístico».
El capital fetichiza la mercancía de modo que el marco simbólico-material de producción de mercancía queda invisibilizado para las clases y naciones explotadas que creen que ese marco, la nación burguesa, es el sumun de las virtudes, porque se ha esfumado la explotación sin la cual no existirían mercancías: la mercancía, la felicidad consumista no surge del trabajo explotado sino de la «esencia nacional» definida por la clase dominante. En su doctrinarismo mecánico, Komunistak creía que la lengua vasca era una de tantas expresiones de la burguesía aranista reaccionaria que debía ser combatida por la izquierda, sin decir palabras de las exhortaciones públicas de los socialistas españoles y Unamuno entre ellos para acabar con el euskera y la cultura «regional» con la acción del Estado español94.
Es innegable el determinismo economicista de esta equivocada crítica al fetichismo racista de la lengua que supuestamente tenía ETA. Partiendo de su mecanicismo se entiende otra de las críticas de Komunistak a ETA. En el mismo número 2 se atrevió a profetizar la proximidad de la desaparición de ETA. Recordemos que este número fue escrito en 1969: «La actual organización de ETA-BAI podrá ser, en mayor o menor grado, desarticulada por la policía pero el “fenómeno ETA-BAI” no perecerá así. La juventud aranista radicalizada seguirá viviendo la aventura del activismo todavía durante algún tiempo aunque el carácter regresivo del movimiento anuncie su inviabilidad final»95. Dado que el aventurerismo juvenil está basado en el racismo fetichista, regresivo y anticientífico, conforme avance la ciencia, conforme se supere el fetichismo racista, el aventurerismo juvenil aranista irá desapareciendo para surgir en su lugar la conciencia internacionalista, y como eso será relativamente pronto, entonces ETA desaparecerá.
Veamos: Komunistak primero censuró y tergiversó el texto de ETA y manipuló a su propia militancia; segundo, se atrevió a profetizar la pronta desaparición de ETA y, además, ridiculizó peyorativamente la praxis de ETA rebajándola a «aventura del activismo», como si en vez de ser militantes revolucionarias fueran jóvenes pequeño burgueses con ganas de aventuras regresivas, es decir, que rozan lo reaccionario porque quieren «regresar» a la época de Sabino Arana de finales del siglo XIX. Era claro que la dirección de Komunistak estaba condicionando a su militancia de base para giros posteriores, porque, además de lo anterior, a la pregunta que ella misma planteó sobre «¿Con quién hemos de aliarnos?» la respuesta que ofreció fue esta:
La clase obrera de todo el Estado español está vivamente interesada en consolidar –bajo su dirección y sobre la base de la más estrecha unión con el campesinado pobre y con los sectores más avanzados de la pequeña burguesía urbana– una vasta alianza de todas las clases y capas sociales que están sometidas a la tiranía de la oligarquía financiera-terrateniente y de los imperialistas, especialmente yanquis. Fruto de esa alianza habrá de ser la cristalización de un amplio frente democrático de los pueblos ibéricos uno de cuyos pilares lo constituirá el frente nacional vasco –por cuya formación laboramos ardientemente los comunistas96.
Realizada esta labor de demolición de la opción «separatista» en la militancia de base hasta sus raíces más profundas como la de la lengua, la del euskera, la dirección de Komunistak creía que podría «autocriticarse» públicamente por su error racista y pequeño-burgués de «separatismo». La «autocrítica» y el giro al estatalismo aparece en el número 3, reconociendo el «desviacionismo nacionalista» de la asunción del «separatismo» defendido hasta entonces:
Nuestro error revestía tres aspectos de notable importancia: 1) poner en primer plano (como si se tratara de una cuestión primordial) el debate de si consideramos oportuna o no la separación temporal; 2) tomar una posición al respecto hoy (cuando están lejos de reunirse las condiciones que caracterizarán la coyuntura política en la que será viable el ejercicio de la autodeterminación) y 3) declararse partidario de la separación , si bien para favorecer una unión posterior97.
Tal vez la dirección sobrevalorase la efectividad de sus manipulaciones, críticas y autocríticas porque al poco tiempo tuvo que incluir en la revista número 4 lo que sigue: «Un patriotismo solidario y complementario del patriotismo revolucionario común a todos los pueblos de España en lucha contra el imperialismo yanqui. Un patriotismo que se inspira en la consigna que nos diera nuestro mártir, el comunista y patriota vasco Jesus Larrañaga: “Por la libertad de Euskadi dentro de las libertades de España!”»98. Lo cierto es que, como volvería a suceder en otras escisiones posteriores, sectores de la militancia de Komunistak fueron volviendo a ETA más o menos rápidamente, pese al intento de su dirección de crear un «patriotismo socialista» común entre Euskal Herria y España.
Según se aprecia, tanto las críticas exteriores, que aquí hemos reducido a las de Komunistak que poco después sería Movimiento Comunista de España (MCE), como los debates internos en la V Asamblea entre las fracciones que veremos a continuación, así como los tensos cambios sociales y el agudizamiento de la lucha de clases en general, todo ello junto, determinó que como dice Iker Casanova: «Probablemente nunca se habrá dado en ETA un momento tan complejo desde el punto de vista ideológico […] Todas las variantes del marxismo, todas las tesis sobre el nacionalismo, todos los modelos organizativos, tácticos y estratégicos están sobre la mesa […] Además las descalificaciones personales empiezan a aparecer»99.
ETA VI: el segundo estatalismo
La generalización de los debates internos y externos tiene sus causas tanto en las tensiones dentro de la organización como en el contexto general. La misma Iglesia popular, de base, está interviniendo en determinados frentes abiertamente en contra de la Iglesia burocrática. El Partido Comunista de Euskadi sigue fiel al estatalismo pero sus bases no pueden dejar de apoyar algunas movilizaciones. El Frente Obrero de ETA tiene contactos casi permanentes en las fábricas, talleres y barrios con sindicalistas de todas las tendencias y en especial con CCOO. No sorprende por tanto que en verano de 1969 el Partido Comunista de Euskadi, ETA y curas de base firmen un documento exigiendo la autodeterminación y uniendo esta con los intereses del pueblo trabajador vasco100.
Pero para el verano de 1970 chocaron cuatro sectores que directa o indirectamente tenían influencia en ETA: la dirección, surgida de la nueva generación de militantes no quemados; la de las Células Rojas formada por exiliados que, alejados de la realidad, derivan hacia un intelectualismo abstracto que les hace creer que la dirección se está plegando a la pequeña burguesía con su campaña del Frente Nacional, cuando era lo contrario; sectores del Frente Militar y otros militantes que empiezan a sospechar con alguna razón que debajo del radicalismo de la dirección podía esconderse un estatalismo similar al de la Oficina Política anterior; y un pequeño sector aún influenciado por Branka.
Analizando el documento Carta a los makos de la dirección de ETA –la que luego sería ETA VI– Ortzi escribe lo siguiente: «El término de Pueblo Trabajador Vasco es sustituido por el binomio de clase obrera y pueblo vasco. Lo que a su vez modifica la concepción sobre las relaciones existentes entre revolución vasca y revolución española: la primera, la vasca, es específica, pero su marco es el de la lucha contra la dictadura, y por tanto, el español»101. Vemos aquí otra característica del marxismo vasco en formación: el papel crítico de los conceptos que surgen de las propias contradicciones. El concepto de pueblo trabajador vasco fue recuperado por el independentismo socialista y adaptado a la lucha de liberación de clase como el que más potencial heurístico tenía para la praxis revolucionaria. Por su importancia, más adelante volveremos a la famosa Doctrina del concepto , pero ahora bástenos decir que todas las fracciones de ETA y de la izquierda abertzale que han renunciado al concepto de pueblo trabajador vasco han terminado en el estatalismo o en el reformismo autonomista.
El desarrollo de la VI Asamblea, o mejor decir de la segunda parte de la V, según luego veremos, fue caótico, no se cumplió el orden establecido, resultó ser un embrollado choque de corrientes que alcanzó niveles de alta tensión interpersonal: ocurre que cuando las contradicciones de la realidad van muy por delante de las ilusiones de las vanguardias, estas son incapaces de digerir y ordenar mentalmente el estallido de problemas. Por eso hicieron falta varios meses para que la dirección fuera capaz de ofrecer un resumen mínimamente coherente de lo sucedido y de sus resultados ideológicos.
Ese texto se denominó Proposiciones Generales y, refleja, aparte de la confusión ideológica de la dirección por el efecto de las tesis de las Células Rojas y la fuerte oposición del Frente Militar, sobre todo los cambios con la línea anterior. Uno de los responsables de la dirección reconoce que algunos de esos cambios fueron «sustanciales» y ofrece este resumen de la Proposiciones Generales :
A) Se sustituyen los principios de «independencia» y Estado Vasco por los del derecho de autodeterminación.
B) Se insiste en el carácter estatal de la lucha contra la burguesía, de la conveniencia «habitualmente» de los grandes Estados socialistas centralizados y –también «habitualmente»– de «únicos partidos proletarios centralizados». Aunque en las formulaciones posteriores se sigue considerando a ETA como organización revolucionaria en Euskadi Sur, no hay en el texto formulaciones explícitas que contradigan para Euskadi las formulaciones anteriores.
C) La vieja formulación del Frente Nacional, ha desaparecido del texto (solo se habla ahora de contactos con «fuerzas patrióticas democráticas» para determinadas campañas). Sin embargo aparece con insistencia la necesidad de contactos y acción unida con las «organizaciones políticas tituladas proletarias». Se llega a señalar el papel que esos contactos pueden tener para «contar con ellos o sus bases para la formación de un amplio movimiento de base unitario y el futuro partido revolucionario de la clase obrera de Euskadi Sur».
D) No hay ruptura total con el activismo armado aunque se reseña que «debemos examinar muy críticamente el nivel y funcionamiento que la misma debe cumplir en el estadio actual y a corto plazo»102.
Conforme la militancia se enteraba del caos asambleario y conocía sus resultados se extendía en buena parte de ella una mezcla de perplejidad y desconcierto, alimentados además por una serie de notas y contranotas mutuamente acusatorias redactadas por las diversas corrientes en los meses posteriores. Y fue en ese torbellino cuando volvió a imponerse la dialéctica de la praxis, de lo concreto, porque la militancia se volcó en sus barrios, pueblos, empresas, escuelas… supliendo la relativa inactividad de la dirección con las iniciativas de las bases. Eso no se hubiera logrado sin la larga tarea previa de ETA en la formación de sus miembros, virtud que tenía bastante que ver con el método de los cuatro frentes pese a sus riesgos de seguridad. Es significativo que la dirección de la VI Asamblea criticara como «tercermundismo» el método de los cuatro frentes, aceptado hasta ese momento, en un comunicado de septiembre de 1970103 que respondía a otro anterior del Frente Militar en la que volvía a insistir en que la revolución vasca «no puede ser una tarea minoritaria, sino una lucha de masas»104.
Si la dialéctica de la praxis revivió a las bases de ETA en su militancia inmediata en medio de la represión generalizada que envolvía a los preparativos del próximo Consejo de Guerra, también fue la dialéctica de la acción con el arresto del cónsul alemán en Donostia el 1 de diciembre de 1970 la que impuso el esclarecimiento definitivo al obligar a posicionarse a todas las corrientes y partidos. Una de las primeras valoraciones críticas en contra del arresto fue la los Comités de Estudiantes de Gipuzkoa porque, según decían, la acción sustituye la lucha del pueblo vasco «y de los pueblos de España», da una excusa a los «sectores vacilantes de la pequeña burguesía» para no actuar, porque presionar al mundo diplomático es una tarea «inaccesible para el pueblo»105.
La dirección de la VI Asamblea publica un documento interno el 1 de julio de 1971 insistiendo en que el bajo nivel formativo de la militancia no debe impedir, sino todo lo contrario, que se empiece a profundizar en temas como «revolución popular-revolución socialista, construcción del partido y tareas actuales, revolución por etapas, revolución permanente, etcétera»106. Se empieza a notar cierta perspectiva trotskista. Más adelante, en su valoración oficial de la VI Asamblea, sostiene que el activismo anterior se practicaba «al margen de las masas» bajo una ideología pequeño-burguesa que afirmaba que Euskal Herria sufría la opresión colonial, y concluye: «En ETA había obreros. Lo que se carecía era de una política obrera, de unas consignas y orientaciones específicamente proletarias»107.
Unos meses después, VI Asamblea publicó un extenso estudio sobre «el proletariado frente a la opresión nacional de Euskadi» en el que aparece expuesta la interpretación del llamado «problema nacional» que entonces hacía un sector de la IV Internacional, con todos sus avances con respecto al dogma estalinista pero, sobre todo, con su incapacidad para analizar las contradicciones del capitalismo vasco y el papel de la identidad nacional-popular en ellas, tema que analizaremos en el segundo capítulo de esta obra. El texto reafirma el carácter minoritario del activismo de V Asamblea: «Porque no basta el heroísmo individual de unos pocos sino, por el contrario, es necesaria la acción revolucionaria masiva de miles y miles de hombres conscientes»108.
La extrema abstracción libresca de VI Asamblea, como antes había sido la de ETA Berri en 1966 hizo que bien pronto surgieran otras abstracciones contrarias, como se vio en la crítica al Zutik nº 54109 de diciembre de 1971. Se abre así una fase de debates y escisiones que van mermando la cuantía de la militancia de VI Asamblea. Poco antes de fusionarse ETA VI con la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en verano de 1973, publico un texto en el que, tras rendir homenaje al militante de ETA V Eustakio Mendizabal, Txikia , asesinado en abril en Bilbo, sometía a crítica la lucha armada practicada por esta organización:
Dos son pues, las cuestiones básicas en el análisis estratégico de ETA V:
a) Una ideologización bastarda de las luchas del Tercer Mundo y una fetichización de la cuestión nacional que les lleva a plantear la estrategia en términos de colonia y metrópoli. Este esquema nacionalista les llevará al independentismo político y militar respecto al conjunto del combate de la clase obrera y sectores populares de las demás nacionalidades sometidas al Estado español.
b) Por otra parte, su concepción de la lucha militar es un esquematismo abstracto, desligado da las condiciones geográficas y sociales concretas de nuestro pueblo (y esto, dejando a un lado ahora el hecho que todo tipo de actividad militar realizada al margen del conjunto de la realidad estatal, es un callejón sin salida)110.
ETA VI-LCR sabía que a excepción hecha del reformismo pacifista del PCE, el resto de las organizaciones obreras estaban de acuerdo en que no era posible transformar pacíficamente el Estado burgués en un Estado proletario; que el poder de clase no se transformaba sino se arrebataba con las armas en la mano. También se estaba de acuerdo en afirmar que esta revolución proletaria no era la acción de una elite privilegiada, sino el resultado de la actividad revolucionaria de las más amplias masas111. No podemos exponer ahora las tesis de ETA VI y sus críticas al MCE sobre el proceso que va «de la autodefensa obrera al armamento de los trabajadores», porque desborda el objeto de este texto, aunque sí debemos analizar la cita que sigue porque resume una idea común en las izquierdas del momento sobre ETA:
[…] para ETA V no existen problemas derivados de la lucha de clases del proletariado; como organización militarista y nacionalista, analiza los problemas desde el prisma del activismo individualista pequeño-burgués; como carismáticos tribunos de la pequeña burguesía, han abandonado todas sus tareas que no sean, exclusivamente, las acciones militares112.
Para las izquierdas librescas, el árbol no dejaba ver el bosque: obsesionados por el fantasma del «activismo individualista pequeño-burgués» eran incapaces de ver las fuerzas de masas que impulsaban un rápido y contradictorio proceso de autoorganización obrera y popular inconcebible desde el mecanicismo. Aplicaban a la lucha de liberación nacional de clase vasca las críticas de Lenin y Trotsky a las luchas armadas en el imperio zarista, sin adecuación espacio-temporal alguna. En otoño de 1973 con la fusión con LCR explicada en el Zutik nº 61 que tras detallar la crisis del franquismo, la radicalización de la pequeña burguesía, las crisis de las «direcciones tradicionales del movimiento obrero», etc., se analiza en cuarto lugar y en menos de una página la opresión nacional después de exponer las problemáticas de la clase obrera, la juventud trabajadora y el movimiento estudiantil, siempre desde la perspectiva del Estado113. En enero de 1974 la nueva organización analiza en el número 22 de la revista Combate la ejecución de Carrero Blanco por ETA V en diciembre de 1973. Dejando de lado por falta de espacio otros argumentos particulares, lo que estructura su crítica es la antigua idea de que el activismo minoritario no conciencia, no atrae a la clase obrera porque ETA V está desvinculada del pueblo. En síntesis:
Nuestra crítica a la orientación que desde hace años encarna ETA V no se basa, pues, en un rechazo de principio de toda acción minoritaria, que automáticamente habría de contraponerse a las acciones de las masas, sino, muy concretamente, en la absoluta desconexión existente, entre unas y otras.
Esta desvinculación es la causa de que, por lo general, las acciones de ETA V, incluso las más exitosas y espectaculares –y pese a la acogida favorable que suelen cosechar entre amplios sectores de las masas– no se traduzcan en una elevación del nivel de conciencia de las mismas. […]
Parece claro que lo que menos interesa a ETA V es la influencia que su actuación pueda tener en la educación de las masas, en la elevación del nivel de conciencia de estas, en particular en lo relativo a la necesidad de la violencia revolucionaria. Por eso el combate que la vanguardia organizada venía preparando contra el 1001, no les interesaba. Otras eran sus preocupaciones114.
A ETA sí le preocupaba el juicio contra la dirección de CCOO en el sumerio 1001 pero tenía una concepción estratégica diferente a la de LCR-ETA (VI). ETA pensó primero en arrestar a Carrero Blanco para canjearlo por militantes presos y presas, pero una vez ascendido a Presidente del Gobierno, ETA pensó que su ejecución generaría una crisis irresoluble a medio plazo en el Estado porque sería una «acción decisiva»115 muy meditada políticamente desde una visión estratégica de agudizar la crisis del Estado. La crítica de LCR-ETA (VI) no llegaba a este nivel de sofisticación estratégica limitándose al tacticismo del momento desde una perspectiva estatalista que comprendía correctamente que el Sumario 1001 tenía importancia tanto para la lucha por la democracia como para la lucha sindical, pero incapaz de elevarse por sobre esa realidad cierta aunque parcial, para otear el horizonte desde la concepción internacionalista y de descomposición de las estructuras del franquismo que tenía ETA. Aquí tenemos un ejemplo de las diferencias que ya aparecían entre el marxismo estatalista y el marxismo vasco que expondremos en su momento.
Por su parte, las Células Rojas publicaron en diciembre de 1970 en Saioak nº 2 que además de relativizar la necesidad de un Estado vasco independiente, sostenían que el concepto de «pueblo trabajador vasco» era en realidad «[…] un mero resorte esencialista que destruía otros esquemas más reaccionarios pero que tampoco respondía a los verdaderos intereses de la lucha de clases y de la liberación de Euskadi»116. Rompía así con uno de los pilares de la V Asamblea. Luego, en octubre de 1971 afirmaron que el análisis de la situación que hizo la dirección de ETA de las caídas de septiembre de 1969 fue de un «infantilismo galopante» en el que se recurre a la «mentira», etc., porque la dirección afirmaba que pese a las grandes caídas ETA había incrementado su influencia en el pueblo trabajador117.
Al igual que en su tiempo ETA Berri había asegurado que ETA desaparecería relativamente pronto, ahora las Células Rojas vaticinan los mismo pero con otras palabras: «El sentimiento obrero tal como es recogido por la ideología pequeño-burguesa de ETA dará necesariamente unos traspiés voluntaristas al no hallarse bien calzado en la ciencia proletaria. Sufrirá necesariamente una constante distorsión subjetivista entre la afirmación altisonante y ultra-revolucionaria y la práctica real»118. Y tras afirmar por su origen de clase pequeño-burguesa ETA ha obstruido el ascenso de la lucha del proletariado vasco, dice que: «fracciones de los mejores militantes irán abandonándola paulatinamente a medida que vayan comprendiendo el verdadero puesto pequeño-burgués que su organización tiene reservado»119.
La evolución de la lucha de liberación nacional de clase mostraría lo erróneo de las tesis de las tres escisiones analizadas. Cada una de ellas aportó justas críticas parciales e ideas que novedosas que serían retomadas más o menos rápidamente pero para otros objetivos, desde otra concepción y dentro de una estrategia diferente. Las tres escisiones afirmaban el contenido pequeño-burgués de la ETA con la que rompían por lo que debemos concluir que desde al menos 1965 y hasta no hace mucho, las tres tenían una misma visión de la cuestión nacional. Las Células Rojas se extinguieron como colectivo al poco de publicarse el Saioak nº 3. Tras avatares que no podemos detallar aquí, las dos primeras escisiones, ETA Berri y ETA VI terminaron creando una misma organización también a nivel estatal que duraría muy cortos años.
Lenin dijo que la revolución enseña. La lucha de clases enseña y, con el tiempo, algunas de las tesis de ETA Berri y de ETA VI se demostraron ciertas sobre todo una vez que eran subsumidas en la estrategia independentista. La tortuosa senda hacia el marxismo vasco, con sus retrocesos y parones puntuales, continuaba hacia adelante. En el subsuelo de los debates escisionista en ETA existía una creciente lucha de clases se basaba también en un movimiento popular específico, diferente. Solo podía surgir un marxismo vasco si previamente existía, entre otras condiciones, una clase proletaria y un pueblo trabajador que dieran una impronta singular a la emancipación vasca. Justo de la Cueva sintetizó las cuatro peculiaridades del movimiento popular: son de masas, son radicales, interactúan entre ellos, y se autoorganizan120. En cuanto al movimiento obrero y sindical precisamente en aquellos momentos se estaba dando un cambio decisivo: la burocratización estatalista de CCOO, los embriones del sindicalismo abertzale fuertemente identificado con valores asamblearios y radicales121. Además existían otras condiciones menores en las que no podemos extendernos.
Además existían otras condiciones menores en las que no podemos extendernos. Semejante conjunto de factores hizo que sectores de la militancia de las dos escisiones estatalistas volvieran de algún modo, total o parcialmente, al proyecto estratégico independentista. No han faltado aportaciones teóricas individuales valiosas que debemos citar por su radical alcance histórico, como esta cita de un texto de Iriarte, Bikila , que reproducimos:
Debe ser seña de identidad de las izquierdas revolucionarias de las nacionalidades y del conjunto del Estado la asociación de la «España roja con la España rota» o, si se quiere, la destrucción del «Estado burgués y del Estado nacional español» como condición de la revolución socialista de los trabajadores y la emancipación de las naciones oprimida122.
Más adelante deberemos volver sobre esta concepción estratégica que mina las bases de «España» como marco de acumulación de capital, porque este principio es la base del marxismo vasco. Volveremos después de repasar uno de los últimos textos públicos de Argala.
- Eduardo Renobales:JAGI-JAGI. Historia del independentismo vasco, Ahastuak 1936 – 1977, Bilbao 2010, pp. 275 – 276.
- Kemen , octubre de 1964, Documentos Y , Hordago, Lur, Donostia 1981, tomo 3, p. 435.
- «Del Comité Ejecutivo a Jean», 24 de marzo de 1966, Documentos Y , op. cit. , tomo 4, p. 472.
- Argala: «Prólogo a la edición original» de Los vascos, de la nación al Estado , J. Apalategi, Astero, 2006.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , Txalaparta-Iparhegoa, Tafalla 2014, p. 425.
- Menéndez: Los curas republicanos que Franco asesinó y que la Iglesia quiere condenar al olvido , 7 de enero de 2017 (https://www.cuartopoder.es/espana/2014/05/19/los-curas-republicanos).
- Danilo Albín: El infierno de los curas «rojo-separatistas»: cincuenta años de la cárcel concordataria de Zamora , 24 de julio de 2018 (www.kaosenlaref.org).
- V. I. Lenin: Actitud del partido obrero hacia la religión (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/1909reli.htm).
- K. Marx: El Capital , FCE, México, 1973, tomo III, p. 322.
- Federación Comunista Vasco-Navarra (http://www.abertzalekomunista.net/es/relato-historico/comunismo-abertzale/106-federacion-comunista-vasco-navarra).
- Muñagorri: «El problema nacional vasco y la burguesía vasca», Euzkadi Roja , Órgano del CC del Partido Comunista de Euzkadi, nº 2, abril 1933 (http://www.abertzalekomunista.net/es/relato-historico/comunismo-abertzale/articulos-comunismo-abertzale/804-art-historicos-comunismo-abertzale/435-er-i-02-el-problema-nacional-vasco-y-la-burguesia-vasca).
- Euzkadi Roja (http://www.abertzalekomunista.net/es/relato-historico/comunismo-abertzale/articulos-comunismo-abertzale/804-art-historicos-comunismo-abertzale/426-er-i-15-el-problema-nacional-a-traves-de-la-teoria-comunista).
- Antonio Elorza: «Comunismo y cuestión nacional en Cataluña y Euskadi (1930−36): un análisis comparado», Saioak. Revista de estudios vascos , Navarra, Estella, año I, nº 1, 1977, p. 42.
- Iñaki Gil de San Vicente: El nacionalismo imperialista del Partido Comunista español , Boltxe Liburuak, Bilbo 2015, pp. 135 y ss.
- J. R. Garai, J. Gutiérrez y J. Chueca: Octubre de 1934 en Euskal Herria , Intxorta, Oñati 2014, pp. 255 y ss.
- Iñaki Gil de San Vicente: El nacionalismo imperialista del Partido Comunista español , Boltxe Liburuak, Bilbo 2015, pp. 181 y ss.
- Eduardo Renobales: JAGI-JAGI. Historia del independentismo vasco , Ahastuak 1936 – 1977, Bilbao 2010, p. 165.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 432 – 433.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna , Txalaparta, Lizarra 1993, tomo I, p. 19.
- Eduardo Renobales: JAGI-JAGI. Historia del independentismo vasco , Ahaztuak 1936 – 1977, Bilbao 2010, p. 324.
- Iker Casanova: ETA 1958 – 2008. Medio siglo de historia , Txalaparta, Tafalla 2007, p. 61.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , p. 445.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo I, p. 23.
- Iñaki Gil de San Vicente: Cooperativismo obrero, consejismo y autogestión socialista , Boltxe Liburuak, Bilbo 2013, pp. 201 – 265.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 446 – 447.
- Zutik , nº 44, Documentos Y , op. cit. , tomo 7, p. 127.
- Pedro Ibarra Güell: «Movimiento obrero en Bizkaia 1962 a 1977», Nacionalismo y socialismo en Euskadi , Ipes, Bilbao 1984, p. 181.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo I, p. 74.
- Zutik , nº 20, Documentos Y , op. cit. , tomo 2, pp. 236 – 237.
- Acta Fundacional del Partido Comunista Vasco (http://www.abertzalekomunista.net/es/relato-historico/comunismo-abertzale/documentos/802-documentos-fundamentales/407-fundacion-del-partido-comunista-de-euzkadi).
- Zutik , Irugaren Sorta 6.gn, Iruña, Documentos Y , op. cit. , tomo 2, p. 277.
- Adolfo Sánchez Vázquez: «Praxis y violencia», Filosofía de la praxis , Grijalbo, México 1967, pp. 299 – 232.
- Zutik , Irugaren Sorta 7.gn, Iruña, «Entorno a la no-violencia», Documentos Y , op. cit. , tomo 2, pp. 295 – 296.
- Zutik , Irugaren Sorta 16.gn, Iruña, Documentos Y , op. cit. , tomo 2, p. 383.
- Idem , p. 393.
- Zutik , 1963ko Azaroa, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 9.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo 2, pp. 97 – 98.
- AA.VV: «El siglo XIX en Europa y Norteamérica», Historia Universal , Salvat-El País, Madrid 2004, t. 17, pp 212 – 274.
- Agiri nº 1, Documentos Y , op. cit. , tomo 8, p. 50.
- Félix Placer Ugarte: La memoria viva de la cárcel «concordataria» de Zamora , 1 de agosto de 2018 (https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/la-memoria-viva-de-la-carcel-concordataria-de-zamora).
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo I, pp. 103 – 104.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo I, pp. 115 – 116.
- Savas Michael-Matsas: «Lenin y el camino de la dialéctica», Lenin reactivado , Akal, Madrid 2010, p. 115.
- Zutik , Irugarren sorta, 22’n zenbakia, Iruña, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 245.
- Zutik , Irugarren sorta, 23’n zenbakia, Iruña, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 263.
- Zutik , Irugarren sorta, 24’n zenbakia, Iruña, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 270.
- Gurutz Jauregui Bereciartu: Ideología y estrategia política de ETA , Siglo XXI, Madrid 1981, pp. 238 y ss.
- Francisco Letamendía Belzunze «Ortzi»: Historia del nacionalismo vasco y de ETA , R&B, San Sebastián 1994, tomo 1, pp. 280 – 286.
- V. I. Lenin: Una gran iniciativa , Obras completas, Progreso, Moscú 1981, tomo 39, pp. 21 – 22.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo I, pp. 128 – 129.
- Zutik , 24 de septiembre de 1964, Boletín de noticias de ETA, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 355.
- Pedro Barruso: Verano y Revolución , R&B Ediciones, Donostia 2016, pp 113 – 204.
- Zutik , 30 de noviembre de 1964, Boletín de noticias de ETA, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, pp. 381 – 182.
- Zutik , Irugarren Sorta 27gn zenbakia 1965, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 462.
- Zutik , Irugarren Sorta 28gn zenbakia 1965, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 483.
- Zutik , Irugarren Sorta 29gn zenbakia, 1965, Documentos Y , op. cit. , tomo 3, p. 493.
- Zutik , nº 35, 1965, Documentos Y , op. cit. , tomo 4, p. 47.
- «Del Comité Ejecutivo a Jean», 24 de marzo de 1966, Documentos Y , op. cit. , tomo 4, p. 470.
- Zutik , nº 41, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 26.
- Idem , pp. 25 – 28.
- Idem , p. 31.
- Zutik , Especial nº 42, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 31.
- Idem , pp. 48 – 49.
- Zutik , nº 43, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 56.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 480 – 484.
- Zutik , nº 43, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 57.
- G.L.K.P. Agosto de 1967, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, pp. 67 – 82.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , p. 517.
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo 2, pp. 11 – 31.
- «Contacto de Jean con el Ejecutivo», julio de 1966, Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p, 122.
- K. Marx: Carta de Ruge , marzo de 1843, OME, Crítica, Barcelona 1978, tomo 5, pp. 165 – 166.
- «Nota 2», Documentos Y , op. cit. , tomo 5, pp. 127 – 128.
- «Posiciones ideológicas aprobadas por la V Asamblea», Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 176.
- «Examen crítico de las posiciones ideológicas adoptadas por un grupo de militantes de ETA», Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p. 276.
- Idem , p. 282.
- Idem , pp. 279 – 280.
- Jokin Apalategi: «Liberación nacional y socialismo-comunismo como problemática de síntesis teórica desde la V Asamblea de ETA hasta nuestro presente», Nacionalismo y socialismo en Euskadi , Ipes, Bilbao 1984, p. 190.
- «Comentarios del escrito “Por una izquierda socialista vasca”», Documentos Y , op. cit. , tomo 5, p, 157.
- Livio Sichirollo: Dialéctica , Labor, Barcelona 1976, p. 21.
- Ho Chi Minh: «Doce recomendaciones», Escritos políticos, Ciencias Sociales, La Habana 1973, pp. 140 – 142. [Ver también en http://www.matxingunea.org/media/pdf/ho_doce_recomendaciones.pdf]
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 523 – 525.
- «Al Comité Ejecutivo de ETA», Documentos Y , op. cit. , tomo 7, pp. 101 – 107.
- Livio Sichirollo: Dialéctica , Labor, Barcelona 1976, p. 14.
- «Melitón Manzanas, ejecutado», Aitzgorri nº 1, Documentos Y , op. cit. , tomo 8, pp. 42 – 43.
- «Rapport M», Documentos Y , op. cit. , tomo 8, pp. 55 y ss.
- Idem , pp. 59 – 60.
- «Manifiesto. Qué es el estado de excepción», Documentos Y , op. cit. , tomo 8, p. 251.
- Gudaldi nº 4, Extraordinario Batasuna, Documentos Y , op. cit. , tomo 8, p. 374.
- «Manifiesto. Qué es el estado de excepción», Documentos Y , op. cit. , tomo 8, p. 244.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 540 – 542.
- Komunistak : «Los comunistas y la autodeterminación», nº 1, 1969, p. 20.
- Komunistak : «Solidaridad racial», nº 2, 1969, p. 13.
- Komunistak : «El fetichismo lingüístico», nº 2, 1969, pp. 15 – 17.
- Joxe Azurmendi: Los españoles y los euskaldunes , Hiru Argitaletxe, Hondarribia 1995, pp. 361 – 363.
- Komunistak : «De la radicalización a la aventura», nº 2, 1969, p. 20.
- Komunistak : «Acerca de nuestra política», nº 2, 1969, p. 24.
- Komunistak : «Autocrítica. Autodeterminacinón y separación», nº 3, noviembre/azaroa 1969, p. 20.
- Komunistak : «Leninismo, nacionalismo y patriotismo», nº 4, Dagonilla/Agosto 1970, p. 14.
- Iker Casanova: ETA 1958 – 2008 Medio siglo de historia , Txalaparta, Tafalla 2007, p. 112.
- Francisco Letamendía Belzunze «Ortzi»: Historia del nacionalismo vasco y de ETA , R&B, San Sebastián 1994, tomo 1, p. 341.
- Idem , p. 343.
- José Vicente Idoyaga: «La VI Asamblea de ETA», Documentos Y , op. cit. , tomo 9, p. 419.
- «Comunicado de aclaración de ETA…», Documentos Y , op. cit. , tomo 9, p. 461.
- «Manifiesto», Documentos Y , op. cit. , tomo 9, p. 452.
- «Sobre el secuestro», Documentos Y , op. cit. , tomo 10, pp. 144 – 145.
- Agur Iraulkileok», Documentos Y , op. cit. , tomo 11, p. 13.
- Zutik , nº 51, 1 de mayo de1971, Documentos Y , op. cit. , tomo 11, p. 168.
- Zutik , nº 53, septiembre de 1971, Documentos Y , op. cit. , tomo 11, p. 202.
- «Crítica al Z‑54», Documentos Y , op. cit. , tomo 11, pp. 253 – 255.
- ETA VI: «ETA V y el activismo minoritario», Zutik nº 57, abril-mayo de 1973, p. 14 (https://www.historialcr.info/?– Evolucion– de-ETA-VI-1970 – 1973-).
- Idem , p. 20.
- ETA VI:Idem , p. 23.
- «Resolución sobre Construir el partido con la LCR», Zutik nº 61, noviembre de 1973, pp. 42 – 43 (https://www.historialcr.info/?– Evolucion– de-ETA-VI-1970 – 1973-).
- «La ejecución de Carrero Blanco: un debate entre revolucionarios», Combate , nº 22, 12 de enero de 1974, pp. 15 – 16 (https://www.historialcr.info/?-Del-atentado-contra-Carrero-Blanco-).
- AA.VV.: Euskadi eta askatasuna ‚op. cit. , tomo 3, p. 147.
- Saioak nº 2, Documentos Y , op. cit. , tomo 10, p. 286.
- «ETA Balance de un año. 1970-julio 1971», Saioak nº 3, Documentos Y , op. cit. , tomo 11, pp. 466 – 470.
- Idem , p. 477.
- Idem , p. 513.
- Justo de la Cueva: «La peculiar forma vasca de la práctica de los movimientos sociales», Euskadi ante la historia , IPES, Bilbo 1987, pp. 317 – 332.
- Joserra Bustillo: «Represión franquista, luchas obreras y nuevos tiempos (1940−1990)», Nuestro mayo rojo , op. cit. , pp. 555 y ss.
- José Iriarte: Bikila: ¿Los obreros tienen patria? , Gakoa, Donostia 1991, p. 89.