3. Del imperialismo esclavista a la revolucion haitiana
La forma más inhumana de explotación, la esclavista, es la que nos ofrece por ello mismo uno de los mejores campos de observación de la solidaridad internacionalista y de la lucha contra el imperialismo. Es cierto que ha habido varios esclavismos: el de la economía tributaria, el grecorromano, el medieval, el del primer esclavismo capitalista que irrumpe en el siglo XV hasta el XIX y el esclavismo del capitalismo industrial1 que se muestra de diversas formas, entre las que destacan la esclavización del trabajo infantil con todos sus abusos2, del terrorismo y explotación sexo-económica industrializada o doméstica3 también en la «democrática» Unión Europea4, de las explotaciones de migrantes sin ley y en el silencio invisible del capitalismo sumergido, el de las maquilas y empresas subsidiarias de las grandes corporaciones instaladas en países empobrecidos y que explotan impunemente con métodos cuasi esclavistas, etc. Según los cálculos suaves de la Organización Internacional del Trabajo5, en 2017 la esclavitud moderna explotaba a casi 200 millones de personas, llevando las mujeres la peor parte.
Con mayor o menor intensidad, todas las formas de esclavismo han tenido y tienen sus relaciones con las prácticas chauvinistas, xenófobas, racistas y fascistas inherentes a los imperialismos sucesivos. Antes de que la fácil demagogia sobre el «populismo» fuera una golosina que distrajera a la casta intelectual, pensadores críticos, de izquierda, estudiaron las destrucciones y estragos que el imperialismo capitalista hacía en continentes enteros, aplastando sus formas sociales e imponiendo las que el imperialismo necesitaba, muchas de ellas con las formas del esclavismo capitalista que hemos citado. Wallerstein, por ejemplo, investigó cómo los cambios en África6 desde la independencia formal de varios países sometidos económicamente al imperialismo son inseparables de las tensiones de la unidad formada por la lucha de clases y las reivindicaciones etno-nacionales.
Una vez que hemos expuesto una base teórica mínima capaz de extraer las lecciones de la historia de la unidad entre esclavismo e imperialismo, en su expresión más general, debemos y queremos citar esta impactante descripción realizada por Anthony Pagden:
La esclavitud moderna […] tuvo su origen en la mañana del 8 de agosto de 1444, cuando el primer cargamento de 235 africanos capturados en lo que hoy es Senegal fue desembarcado en el puerto portugués de Lagos. En los muelles se improvisó un rudimentario mercado de esclavos y los africanos, confusos y acobardados, tambaleándose después de semanas confinados en insanas bodegas de los pequeños barcos en que habían sido traídos, fueron reunidos en grupos de edad, sexo y estado de salud. El cronista Gomes Eannes de Zurara, quien registró el suceso, escribió lo siguiente:
¿Qué corazón sería tan insensible de no sentirse traspasado por un piadoso sentimiento al contemplar esa compañía? Algunos tenían la cabeza baja, el rostro bañado en lágrimas cuando miraban a los demás; otros gemían lastimosamente mirando hacia los cielos con fijeza y gritaban con grandes alaridos, como si estuvieran invocando al padre del universo para que los socorriera. Para aumentar su angustia todavía más, llegaron entonces los encargados de las divisiones y empezaron a separarlos para formar cinco lotes iguales. Ello hizo necesario apartar a los hijos de los padres y a las madres de los esposos, y a los hermanos de sus hermanos… Y cuando los niños asignados a un grupo veían a sus padres en otro distinto daban un salto y salían corriendo hacia ellos; las madres estrechaban a sus hijos en los brazos y se tendían sobre el suelo, aceptando las heridas con desprecio del padecimiento de sus carnes con tal de que sus niños nos les fueran arrebatados.
Una persona que, al parecer, permaneció completamente impasible fue el príncipe Enrique «el Navegante», quien había patrocinado el viaje. Según Zurara, llegó tirando de las riendas «de un brioso caballo acompañado de su gente». Separó, como era debido, el quinto real de las ventas –cuarenta y seis esclavos en total– y se alejó cabalgando. Acababa de empezar el tráfico del «oro negro»7.
Podemos pensar que en el África senegalesa hubo resistencias de las poblaciones para no ser esclavizadas, porque fue una práctica general desde antes de la llegada de los comerciantes portugueses, pero ignoramos si las hubo en los barcos que les condujeron a Portugal. Sí sabemos con mucho detalle cómo malvivía el «oro negro» en las travesías atlánticas gracias entre otras obras a la rigurosa investigación de M. Rediker que comienza su imprescindible libro sobre los barcos que llevaban esclavos, imaginando cual sería la reacción de estos al ser introducidos violentamente en aquellas cosas que nunca habían visto:
Lo que todos ellos encontraban en el barco de esclavos era una extraña y potente combinación de máquina de guerra, prisión móvil y fábrica. Artillado con cañones y provisto de un extraordinario poder de destrucción, el barco, con su capacidad bélica, podía emplearse contra otros navíos, fuertes y puertos europeos, en una guerra tradicional entre naciones, o, algunas veces, contra navíos y puertos no europeos, en misiones imperiales de comercio o conquista. En el barco de esclavos se desarrollaba una guerra interna, dado que los miembros de la tripulación (convertidos en guardianes de prisión) combatían contra los esclavos (los prisioneros) apuntándoles con sus armas cuando planeaban fugas e insurrecciones. Los marineros también «producían» esclavos en el barco en su condición de fábrica al duplicar su valor a medida que se trasladaban de un mercado en el Atlántico oriental hacia otro en el Atlántico occidental y contribuían a crear fuerza de trabajo que alimentaba una economía mundial en crecimiento a partir del siglo XVIII. Al producir trabajadores para las plantaciones, el barco-fábrica también producía «raza». Al inicio de la travesía, los capitanes controlaban una tripulación heterogénea de marineros que, en la costa africana, se convertían en «blancos». Al inicio de la ruta los capitanes llevaban a bordo una suma multiétnica de africanos que, en el puerto de las Américas, se transformaban en «negros» o en «raza negra». Por tanto, el viaje transformaba a quienes lo hacían. La capacidad bélica, el aprovisionamiento y la producción fabril de fuerza de trabajo y raza dependían de la violencia8.
Esta descripción del barco de esclavos como una máquina de guerra, una prisión y una fábrica que producía fuerza de trabajo, y que funcionaba gracias a la violencia que controlaba su lucha de clases interna, es un símil casi perfecto de la sociedad burguesa: es un microcosmos capitalista flotante en el océano de la producción de fuerza de trabajo y de ganancia. La esencia del barco esclavista como microcosmos del capital es la que explica que las rebeliones en su interior, la lucha de clases entre amos occidentales y esclavas y esclavos africanos durante la trata, repercutiera negativamente en la tasa media mundial de ganancia como ya se admitía por los comerciantes en 1731. Dado que, la media era de una insurrección por cada diez barcos los gastos sobrevenidos por la lucha de clases durante el traslado eran considerables9.
Uno de los problemas que debían resolver las y los esclavos era la diversidad de lenguas por la mayor o menor diversidad etno-cultural de los grupos esclavizados, pero la creatividad clandestina podía solucionarlo con gestos, muecas y rudimentos de un lenguaje básico de supervivencia forjado frecuentemente mediante cantos colectivos10. Otras veces, hubiera o no una práctica previa de autoorganización clandestina, eran las acciones individuales las que hacían de chispa para el incendio o de llama para la conciencia con la inmolación de una persona que se dejaba morir de hambre aguantando todas las violencias para que claudicara comiendo: «En más de un sentido, la trata atlántica fue una huelga de hambre de cuatrocientos años de duración. Desde el inicio del comercio humano a través del mar a principios del siglo XV hasta su terminación a finales del siglo XIX, hubo africanos esclavizados que se negaban a ingerir la comida que se les proporcionaba»11. Otras veces la protesta, la forma de lucha –o de escape– era arrojarse por la borda de manera individual o en grupo en un momento o tras ser derrotada una sublevación fallida12. Pero las acciones individuales o en grupos aislados y derrotados, por heroicas que fueran, no tienen tanta efectividad como la rebelión colectiva bien organizada:
Pero la insurrección no era un proceso espontáneo y natural. Por el contrario, era el resultado de un esfuerzo humano deliberado: una comunicación cuidadosa, una planificación detallada, una ejecución precisa. Cada insurrección, con independencia de si lograba el éxito o no, era un logro notable, porque el barco negrero estaba organizado en casi todos los sentidos para impedirla. Los comerciantes, los capitanes, los oficiales y la tripulación pensaban en ella, se preocupaban por ella, adoptaban medidas prácticas contra ella. Todos y cada uno asumían que los esclavos se alzarían llenos de furia y los destruirían si se les daba la menor oportunidad. Para quienes esperaban el barco de esclavos, una insurrección era, sin dudas, la peor pesadilla. Podía dar al traste con ganancias y vidas en un explosivo segundo13.
Las esclavas tenían diversas funciones en las resistencias y en bastantes insurrecciones tuvieron un papel protagónico, y los y las niñas también realizaban tareas clandestinas de información, mensajería, etc.14 La libertad se enfrentaba a tres obstáculos: librarse se las cadenas, armarse y saber gobernar el barco15. Eran los mismos que frenan la victoria del socialismo. Uno, sobre todo, crear conciencia de libertad, vencer el miedo y asumir la necesidad de la violencia justa; y simultáneamente crear autoorganización a pesar de las represiones, del espionaje, las traiciones y las trampas y promesas de los amos. Dos, vencer en la insurrección, o en caso de derrota, reorganizar la resistencia con los supervivientes. Y tres, en caso de victoria saber manejar la extrema complejidad de la navegación a vela y dirigir el barco hacia tierras libres.
Como se aprecia, la heroicidad e inteligencia africana adelantaba puntos centrales del socialismo. Incluso, podría suponerse que una advertencia clave escrita en el Manifiesto comunista ya estaba confirmada por esta lucha de clases: la destrucción mutua de los bandos en lucha porque más de un barco se hundió al hacerse ingobernable por las propias contradicciones del esclavismo, lo que exigía a las y los revolucionarios una preparación concienzuda para evitarlo. Por esto, algunas insurrecciones tomaron medidas que posteriormente serían también aplicadas por los bolcheviques desde 1917: «De ahí que algunos insurrectos se empeñaran en mantener vivos a varios miembros de la tripulación, para que los ayudaran con la navegación y el retorno del barco al África»16.
El internacionalismo y el antiimperialismo, tal cual se practicaba en la época, fueron señas de identidad de las luchas de las y los esclavos una vez vendidos en el mercado capitalista, uniéndose a las resistencias de las primeras naciones, de los campesinos mestizos, de los artesanos… No podemos alargarnos en estas prácticas de humanismo que empezaron desde que fueron llevados los primeros esclavos en 1511, con la sublevación confirmada por escrito en 1533 y en la rebelión de 1538 con indios cubanos y yucatecos, al igual que otras acaecidas en aquella época17, extendiéndose por Antillas, Brasil, Panamá, Colombia, Perú, México…18 Siempre deberemos recordar en Venezuela y en Nuestramérica al Negro Miguel19, esclavo de origen africano que dirigió la revolución de 1553, y al Gobierno Revolucionario de Guaicaipuro en esa misma época, un gobierno comunitario y colectivista, protegido por su propio ejército popular para defenderse del «enemigo histórico era: el invasor español»20. Y sin apurar la lista, recordemos la sublevación de indios y esclavos negros de 1809 en la boliviana Santa Cruz de la Sierra que fue descubierta, logrando huir algunos dirigentes pero la mayoría de los insurrectos fueron exterminados21.
Al igual que ahora, el sistema entero de alienación, engaño, amedrentamiento y terrorismo estaba diseñado para imponer y mantener a los esclavos en la docilidad y la colaboración por soborno o miedo con el amo. Pero las lecciones de la vida eran tan tremendas que «otros veían en las rebeliones la mejor razón para librarse de la esclavitud. Con la expansión de esta última en el mundo atlántico después de 1750, crecieron el número y la magnitud de las sublevaciones de esclavos. La revolución de Haití, la mayor con diferencia, fue la única que triunfó. Pero la frecuencia de las rebeliones elevó, por más que estas fuesen sofocadas, los costes de la esclavitud para los plantadores y disminuyó sus beneficios y su seguridad. Las comunidades de esclavos fugitivos (cimarrones) amenazaban algunos latifundios»22.
3. Del imperialismo esclavista a la revolucion haitiana
- Thalif Deen: Esclavitud moderna, el crimen organizado en su máxima expresión, 26 de febrero de 2019 (http://www.ipsnoticias.net/2019/02/esclavitud-moderna-crimen-organizado-maxima-expresion/).
- Rafael AR Escalante: Abusos contra niños migrantes en EEUU: una realidad horrorosa, 18 de octubre de 2019 (http://www.laizquierdadiario.com/Abusos-contra-ninos-migrantes-en-EEUU-una-realidad-horrorosa).
- Honduras: 400 niñas y niños desaparecidos y 24.000 víctimas de trata, 24 de abril de 2019 (http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/04/24/honduras-400-ninas-y-ninos-desaparecidos-y-24 – 000-victimas-de-trata/).
- Cecilia Zamudio: Trabajadoras migrantes explotadas y violadas en la UE: barbarie capitalista, 31 de agosto de 2018 (https://kaosenlared.net/trabajadoras-migrantes-explotadas-y-violadas-en-la-ue-barbarie-capitalista/).
- Trévon Austin: Casi 200 millones de personas son esclavos modernos o hacen trabajo infantil, 21 de noviembre de 2017 (https://www.wsws.org/es/articles/2017/11/21/escl-n21.html).
- Immanuel Wallerstein: «El conflicto social en el África negra independiente: nuevo examen de los conceptos de raza y grupo de status», Raza, nación y clase, IEPALA, Santander 1991, pp. 285 – 311.
- Anthony Pagden: Pueblos e Imperios, Mondadori, Barcelona 2002, pp 131 – 132.
- Markus Rediker: El Barco de Esclavos, Imagen Contemporánea, La Habana 2014, p. 9.
- Markus Rediker: Idem., p. 325.
- Markus Rediker: Idem., pp. 306 – 311.
- Markus Rediker: Idem., p. 312.
- Markus Rediker: Idem., pp. 314 – 317.
- Markus Rediker: Idem., p. 318.
- Markus Rediker: Idem., pp. 307 y 319.
- Markus Rediker: Idem., p. 321.
- Markus Rediker: Idem., p. 323.
- R. L. López Valdés: Componentes africanos en el etnos cubano, Ciencias Sociales, La Habana 1985, pp. 19 – 21.
- Vicenta Cortés Alonso: «El negro en la América Virreinal», GHU, CIL, Madrid 1986, tomo 29, p. 64.
- J. M. Herrera Salas: El Negro Miguel y la primera revolución venezolana. La cultura del poder y el poder de la cultura, Vadell, Caracas 2003, pp. 95 – 165.
- Luis Beltran Acosta: El pensamiento revolucionario del cacique Guaicaipuro, ICAP, Santiago de Cuba y Caracas 2002, pp. 163 – 198.
- E. Girona: Indios y esclavos en armas, Inspiración Cards, La Paz, Bolivia 2009, pp. 242 – 243.
- J.R. McNeill y William H. McNeill: Las redes humanas, Crítica, Barcelona 2004, p. 286.