En el debate de finales de noviembre de 2019, cuya ponencia he citado arriba, ya vimos algunos de los aspectos de la estrategia religiosa del imperialismo. Los estrategas yanquis habían ido comprendiendo según se agotaba el siglo XX que necesitan una «evangelio explícitamente político» que sea la base del «imperialismo religioso»:
En este contexto surgen la «Iglesia Electrónica» y su «mercado religioso» con los tele-evangelistas como Billy Graham, Oral Roberts, Jerry Falwell y Jimmy Swaggart, evangelista este de corta carrera televisiva por filtrarse la información de ser habitual de prostíbulos, y por el club 700 con su referente Pat Roberson, aquel que pedía en TV a Dios un franco tirador para liquidar a Hugo Chávez Frías, y que tenía como accionista mundial a las petroleras, y con nuevos movimientos que trajeron sus medios de comunicación propios y siempre creciendo en base al evangelio de prosperidad llegando hasta la política, con diputados venidos del Concilio Latinoamericano en Nueva York1.
¿Qué decía y dice el «evangelio de la prosperidad»?: «[…] polemizaba y antagonizaba con la teología de la liberación en un plano práctico, sostenía que si Dios puede curar y sanar el alma, no hay razón para pensar que no pueda otorgar prosperidad. Incluso llegará la nueva expresión mediática de “pare de sufrir” como nueva ramificación pentecostal, poniéndole precio al milagro. La bendición es completa y la contraparte de ella era el pago por la mercancía recibida: el diezmo». Luego se crearon «la doctrina de la guerra espiritual» y «el evangelio de la redistribución», que con matices reafirmaban lo anterior:
Constituyendo la acumulación de riqueza una bendición divina y la pobreza una sanción del pecado, los cristianos discípulos de Cristo, tienen derecho a la riqueza y a los bienes de este mundo, incluso al gran lujo. El consumo, es la manifestación concreta y garantía de la bendición divina, permite medir la adecuación de la voluntad divina. Siguiendo esta concepción, la pobreza y la exclusión no serían consideradas como un problema social. En esta Teología de la Redistribución, es al libre juego del mercado (neoliberalismo) al que le toca distribuir a cada uno según sus capacidades y méritos, su justa parte de riqueza. Y nadie, ni el Estado ni ningún movimiento social pueden poner en tela de juicio esta distribución2.
La naturaleza reaccionaria de esta teología es innegable. L. Brito García ha resumido en tres puntos el conservadurismo de estos credos protestantes:
En primer lugar, muchos están afiliados a casas matrices situadas en Estados Unidos, Canadá o Europa, cuyos gobiernos mantienen políticas contrarias a la soberanía de latinoamericanos y caribeños. En segundo lugar, usualmente defienden en su prédica las políticas más conservadoras: concepción retaliadora y autoritaria de la justicia, las medidas neoliberales, el patriarcalismo, la oposición al matrimonio igualitario y al aborto. En tercer lugar, de manera creciente han asumido la operación como actores políticos que, o bien conquistan el poder, como ocurrió en Brasil, o bien representan porcentajes de la población cuyos votos, coordinados por sus pastores, podrían decidir elecciones3.
J. Fontana subsume el reactivado fundamentalismo cristiano en lo que define como «nuevo proyecto imperial» cuyos cimientos se empezaron a elaborar nada menos que en 1992 siendo más concretados en 1997 y tomando forma definitiva en un documento de septiembre de 2000, un año antes de los atentados de las Torres Gemelas. El proyecto pretendía y pretende acercar a todas las fuerzas político-religiosas dentro del nuevo poder norteamericano. Una vez leído, se nos perdonará la transcripción de este largo párrafo:
Esta política favoreció además la aproximación a la extrema derecha cristiana, y en especial a los numerosos seguidores del «sionismo cristiano», que sostenía que «la tierra de Israel ha sido dada por Dios al pueblo judío como una posesión perpetua con un acuerdo eterno», creían que el apoyo a Israel era «la política exterior de Dios» y estaban convencidos de que en nuestros días se estaban librando las batallas decisivas del fin de los tiempos anunciadas en el Apocalipsis. Según revela una encuesta, un cuarenta por ciento de los habitantes de Estados Unidos creen que la Biblia debe interpretarse literalmente y que todo lo que en ella se dice es verdad, incluso en el más pequeño de los detalles. Esto conduce a una lectura del Apocalipsis en términos de actualidad, identificando en él una descripción de lo que sucede hoy en el mundo y una profecía de lo que va a ocurrir de inmediato, lo cual ha conducido a grupos de «cristianos sionistas» a considerar que la restauración de Israel en su territorio «bíblico» es una condición indispensable del cumplimiento de las profecías que anuncian la culminación de los tiempos. Un período que comenzará con siete años de tribulación –que se ahorrarán los verdaderos creyentes, puesto que en su mismo comienzo Jesús les abducirá en cuerpo y alma al cielo – , al término de los cuales los ejércitos del Anticristo librarán la batalla final en el valle de Armagedón, precediendo la segunda llegada del Mesías. De hecho sabemos que Busch le pidió al presidente francés Chirac, ante la estupefacción de este, su colaboración para la invasión de Irak en nombre de su fe común, diciéndole que «Gog y Magog están a la obra en el Oriente Próximo… Las profecías de la Biblia se están cumpliendo… Esta confrontación la quiere Dios, que desea usar este conflicto para eliminar a los enemigos de su pueblo antes de que empiece la Nueva Era»4.
Para comprender bien el aterrador sentido de las palabras de Bush al estupefacto Chirac es bueno ubicarlas en su contexto: justo cuando el pueblo venezolano vencía el golpe de Estado de 2002 y luego el paro petrolero hasta 2003, etc., organizados por ese mismo Bush que, siendo alcohólico, dejó de beber porque habló con dios, según dijo él. Justo cuando el Comandante Chávez ayudaba a su pueblo a vencer los ataques, a recuperar y ampliar la educación integral para absolutamente todas las niñas y niños al margen de la opinión sociopolítica sus padres, a poner en marcha las tierras que la revolución había entregado al pueblo, etc.5 Justo cuando en una alocución radiotelevisada reafirmaba que:
La posición de Venezuela en el ámbito internacional reviste dos principios sencillísimos. Primero, los pueblos del mundo tienen derecho a labrarse su futuro, como su proceso lo determine, como sus leyes lo establezcan; y segundo, la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela no se discute en ningún ámbito, no se negocia en ningún cónclave, no se regatea en instancia internacional alguna6.
Eran, por tanto, momentos críticos en los que el imperialismo religioso llamaba a una nueva cruzada para imponer la Nueva Era yanqui. La independencia de Venezuela, su sistema educativo, sus cooperativas, las tierras devueltas al pueblo…, este avance popular era y es incompatible con el dios que hablaba a Bush. Obama sucedió a Bush en 2009 incumpliendo sus promesas electorales y endureciendo maquiavélicamente su política internacional. Nada más ganar Obama, los republicanos movilizaron las reservas de irracionalismo e ignorancia que no habían podido activar antes de las elecciones propinando una severa derrota en 2010 a los demócratas a resultas de lo cual Obama abandonó casi todas sus promesas, y es que según una encuesta realizada en ese año un 67% de los republicanos creían que el presidente Obama era socialista, un 57% que era musulmán, un 45% que no era nacido en Estados Unidos y un 24% que «podía ser el Anticristo»7. El equipo de D. Trump supo movilizar esas reservas desde antes de la campaña electoral de 2016. Si se dijo que G. Bush era presidente por voluntad de dios, también ahora se dice lo mismo de Trump. La prepotencia chulesca del imperialismo religioso que rodea a Trump es tal, que un reformista muy blando como Paul Krugman ha tenido que salir a la palestra pública acusando a dios de ser cómplice de Trump8.
Una gran baza en manos de Trump fue la pusilanimidad sociopolítica, la dejadez de decenas de millones de personas empobrecidas que malviven en la pasividad, que no pueden votar porque no tienen trabajo ni están inscritos en los censos. La epidemia de opioides que se extiende por Estados Unidos los envenena y paraliza socialmente, pero solo cuando han surgido nuevas grietas en la ya cuarteada economía yanqui se ha decretado la emergencia sanitaria en octubre de 2017. El informe de la UNODC –oficina de la ONU para drogas y delitos– de 2018, designa a Colombia y Afganistán, dos narcoestados dependientes de Estados Unidos, como los grandes productores del mundo, y advierte sobre las alarmantes cifras de consumo en el país de Trump. A raíz del informe y de otros muchos datos, empieza a rondar la duda sobre si Estados Unidos es ya un narcoestado9.
La droga es un instrumento de uso múltiple, polivalente, del imperialismo desde tiempos remotos: muchas naciones indias fueron derrotadas y exterminadas con alcohol adulterado, con ginebra y whisky envenenados. Wilbur R. Jacob detalla la impresionante resistencia de los indios de los bosques norteamericanos que se enfrentaban a poderosos ejércitos, pero que no podían vencer «al diablo de dos cuernos: la enfermedad y el alcohol»10. Las Guerras del Opio lanzadas contra China por el imperialismo británico en 1839 – 1842 y 1856 – 1860 fueron de una inhumanidad tal que mucha historiografía burguesa progresista las silencia, como se aprecia leyendo el largo capítulo sobre la creación del imperio británico de la Enciclopedia Salvat-El País en donde no se hace ninguna mención a aquella brutalidad criminal11. Hay que saber que:
Los mercaderes europeos habían codiciado las riquezas de China desde los viajes de Marco Polo en el siglo XIII, pero China era conservadora y autosuficiente; no necesitaba nada de lo que los europeos pudieran ofrecerle. La Compañía Británica de las Indias Orientales resolvió este problema a principios del siglo XIX dedicando grandes zonas de la India al cultivo de la una mercancía que crea su propia demanda: el opio. En 1810, la Compañía vendía 350 toneladas de opio al año en China. Cuando el gobierno imperial chino intentó interrumpir el tráfico, los británicos fueron a la guerra en nombre de la libertad de comercio. Las dos guerras del Opio de 1839 – 1842 y 1856 – 1860 emprendidas por el imperio británico lo fueron en beneficio de los barones de la droga asociados en la Compañía12.
Las atrocidades británicas, la corrupción y desidia del gobierno chino que dejaba que el opio destruyera lo mejor de la nación, y el colaboracionismo con el invasor de sectores de las clases dominantes, llevaron a la rebelión Taiping de amplísimos sectores populares que en 1850 – 1864 con un costo aproximado de entre 20 y 30 millones de vidas, casi todas ellas de las clases explotadas, campesinas fundamentalmente. Esta rebelión tenía un claro contenido de liberación nacional y social, y enlazaba con la larga historia de rebeliones chinas que, al menos desde del 184, se libraban periódicamente bajo la reivindicación de la Gran Paz o taiping: «el término evoca la idea de una edad de oro de igualdad entre todos y de comunidad de bienes»13, o también:
[…] establecer en la tierra un mundo nuevo, una «edad de oro de la igualdad» […] donde todo es de todos, la tierra es colectivizada, se toman decisiones y se realizan comidas comunes en las casas de la igualdad […] también desarrollan importantes prácticas e instituciones de solidaridad y ayuda mutua como graneros comunales y gratuitos que alimentan no tan solo a los miembros de la comunidad, sino a todos los viajeros que se acercan a ellos. Además de abolir la propiedad privada, todo pertenece a la comunidad14.
El capitalismo no había entrado aún en la fase imperialista en la década de 1860, pero el empleo de la droga como arma de destrucción biológica de naciones trabajadoras que se resistían al colonialismo era un método imperialista criminal. La revolución bolchevique fue muy consciente de los terribles efectos contrarrevolucionarios de la drogadicción masiva de los pueblos mediante el alcoholismo, con vodka de baja calidad. V. Serge ha narrado en su sobresaliente capitulito –«El alcohol»– el empleo masivo de esta droga por el zarismo para destrozar la conciencia revolucionaria de las masas con toda serie de excesos que «habían sido premeditados»15, gravedad que el autor quiso recalcar escribiendo las tres palabras con letra cursiva. Los bolcheviques acabaron con esta arma biológica rompiendo las botellas, garrafas, cubas y barricas que encontraban.
Siempre se ha sabido de las conexiones internas entre el hampa de la eufemísticamente denominada «economía criminal» –como si el capitalismo no lo fuera– y los servicios secretos imperialistas aplicando el terrorismo dentro y fuera de sus respectivos Estados. El empleo de la drogadicción como arma de exterminio biopolítico de las clases y naciones «peligrosas» es tan viejo como la existencia de la lucha por la libertad, a la vez que un suculento negocio capitalista16. W. Blum nos informa que en la Francia de 1947 a 1951:
Los sindicatos criminales corsos y la Mafia de Marsella, Sicilia y Córcega, beneficiándose de las armas, el dinero y la guerra sicológica de la CIA, asfixiaron huelgas y batallaron por quitar el control de los sindicatos al Partido Comunista. A cambio, la CIA facilitaba el modo para que los pandilleros no fueran molestados ni procesados judicialmente, y para restablecer el negocio ilegal de la heroína que había sido refrenado durante la guerra, la famosa «conexión francesa», que iba a dominar el tráfico de drogas por más de dos décadas y que fue responsable de la mayor parte de la heroína que entraba a los Estados Unidos17.
Un hecho que escandalizó a la cínica doble moral burguesa tuvo lugar en la democrática Noruega, en 1978, cuando la policía se topó con un arsenal de armas de organizaciones secretas pertenecientes a la OTAN, cuando buscaba un almacén de alcohol ilegal18. En Euskal Herria, rigurosas investigaciones demostraron cómo el Estado español empleaba a las mafias relacionadas con diversas policías no solo en el terrorismo de los GAL sino también en el empleo de la droga ilegal como arma de contrainsurgencia19. Gracias a estas y otras investigaciones, a las luchas de toda índole contra dicha modalidad de guerra biológica del imperialismo español para aplastar la lucha vasca, debido a esto ahora ya es verdad incuestionable que también la utilizó la burguesía española contra el movimiento obrero20 en su conjunto. L. Ocampo realizó en 2006 una básica pero esencial crítica teórica de la función del narcotráfico como sistema de control social dentro de la economía criminal capitalista, en base a las luchas populares en Castilla contra semejante instrumento opresor21.
Josep Fontana ha dedicado varias páginas de su obra magna a la «economía política de la droga» que tiene su origen reciente en 1972 con el presidente Nixon, que fue ampliada por Carter en 1978 como arma contra las FARC y el pueblo colombiano, y que en 1986, con R. Reagan, dio un salto cualitativo con el documento secreto nº 211 de la NSDD. Hablar de economía política de la droga es totalmente correcto y además se integran en la lógica de los cinco brillantes artículos –largos, como lo exige el objeto– publicados entre finales de mayo y finales de septiembre de 2019 por Michel Fonte sobre geopolítica de la droga22. Desde hace mucho tiempo se conocen las relaciones del expresidente colombiano Uribe con el narcocapitalismo, que no es una industria solo colombiana sino internacional. Los servicios policiales han intentado hundir las investigaciones judiciales sobre Uribe, pero no lo logran fundamentalmente debido a las crecientes presiones de las clases explotadas para acabar con un sistema corrupto hasta la médula:
Una serie de huelgas y protestas en todo el país contra la corrupción gubernamental, la desigualdad social, los asesinatos políticos y la violencia surgieron el 21 de noviembre de 2019 y se reanudarán el 21 de enero, con ningunas de las demandas de las manifestantes cumplidas. Las protestas han sido las más grandes en Colombia desde 1977 y son parte de un resurgimiento global y regional de la lucha de la clase obrera […] En cuanto a Estados Unidos, uno de los episodios de tráfico de drogas más infames en las últimas cinco décadas fue la facilitación de la CIA a mediados de los años 80 del tráfico de cocaína desde Colombia a través de Panamá a los Estados Unidos por el grupo guerrillero Contra respaldado por la CIA que libró una sangrienta insurgencia contra el gobierno sandinista nacionalista de izquierda de Nicaragua. La exposición pública y una investigación del Congreso sobre el sórdido asunto no hicieron nada para poner fin a la participación continua de sectores poderosos del estado en el tráfico internacional de drogas23.
Volviendo a J. Fontana, ofrece una visión profunda del grado de penetración disolvente del dinero de la droga en las administraciones incluso presidenciales de América Latina24. Pero el gran beneficiario es el capital yanqui pues, según los datos de alrededor de 2012 que maneja el autor: «los intentos de controlar el lavado de dinero en los Estados Unidos han llevado a que aumente el tráfico clandestino de dólares hacia México, que moviliza, según estimaciones de la DEA, un volumen de entre 18.000 y 39.000 millones de dólares al año, de los que por lo menos 10.000 millones volverán “legalmente” a los bancos norteamericanos a través de instituciones financieras mexicanas, mientras otra parte se marchará a Colombia y a otros países para pagar a los productores de cocaína»25. Dado que Colombia y Estados Unidos no pueden ya consumir toda la oferta de drogas, las mafias, la burguesía colombiana y la CIA están expandiendo el narco imperialismo hacia otros mercados, el español26 es uno de los escogidos.
Un ejemplo concluyente sobre cómo maneja Estados Unidos la economía política de la droga, lo hemos tenido en la amenaza de D. Trump de arremeter frontalmente contras las mafias y cárteles mexicanos, declarándolas «terroristas». Andrea Lobo explica en un brillante análisis que con esta amenaza27, en realidad, Estados Unidos endurece sus presiones sobre México en un momento en el que se intensifica la lucha de clases mexicana, con huelgas en grandes empresas imprescindibles para que aumente la débil productividad del capitalismo yanqui que retrocede ante la competencia mundial, especialmente la china. No se pueden olvidar tampoco los efectos positivos que para el imperialismo yanqui tienen las repercusiones de estas amenazas sobre la migración del sur al debilitar sus resistencias. La autora insiste en que la burguesía mexicana se pliega más y más a las exigencias de los narcoimperialistas del norte.
De cualquier modo, el narcotráfico es una parte de la simbiosis entre el crimen en todas sus formas y el capitalismo: el segundo integra al primero como una de las vías más rápidas para acumular capital y sostener al imperialismo. Sandy E. Ramírez, ha estudiado el drama –¿o tragedia?– de México a este respecto:
El México de hoy es el retrato del horror: las fosas clandestinas, los feminicidios, los secuestros, los comandos armados, el huachicoleo y el desplazamiento forzado forman parte del panorama cotidiano. No obstante, este tiene como contraparte una economía de la criminalidad. Sobre la base de la ilegalidad y la informalidad, enormes fortunas se han amasado, nuevas o renovadas formas de trabajo coaccionado han aparecido, nuevas mercancías y mercados se han configurado: el tráfico ilegal de personas, de animales y mercancías legales e ilegales, el control mafioso sobre el territorio, el ejercicio privado de la violencia […] El caso mexicano es paradigmático de una transformación radical de la economía en todos los niveles. El milagro mexicano del decenio de 1960 supone una referencia muy alejada del resultado que ha arrojado el neoliberalismo: la criminalidad atraviesa todas las escalas de la dinámica social, desde las estructuras del Estado y la operación de las grandes empresas nacionales y transnacionales hasta el nivel de subsistencia. La industria de las drogas, y su ulterior diversificación, da cuenta de esta transformación económica y de la penetración de la economía criminal en las estructuras sociales y políticas, como demuestra el fenómeno del huachicoleo. […] Las empresas criminales han desarrollado otros negocios. En general se distinguen dos formas en las que ha operado la diversificación económica en este sector. En primer lugar se verifica una tendencia al aumento de delitos que reportan ingresos a las empresas criminales (secuestro, extorsión, tráfico de personas y de armas, venta de protección). En segundo lugar se han establecido asociaciones con grandes empresas legales para venderles materias primas robadas, como minerales o energéticos. Ambas modalidades son expresión de un proceso de diversificación económica. […] Los cárteles de la droga también han formado asociaciones con grandes empresas legales, incluso transnacionales, fungiendo como proveedores de materias primas a bajos precios, específicamente madera, minerales y gas condensado. En algunos casos, el origen de los productos adquiridos por dichas compañías se desconoce, pero en muchos se hace con pleno conocimiento e incluso con previo acuerdo con los intermediarios de los cárteles28.
Cometeríamos un error estratégico si redujéramos el narcoimperialismo a la droga ilegal y a la economía criminal que acabamos de ver. El negocio económico y el poder político de la farmaindustria es parte estructural del narcoimperialismo por tres razones. Una por sus ganancias ingentes que se retroalimentan a sí mismas al extender la dependencia de las dosis legales que les receta la industria privada de la salud. La ONU ha advertido de la plaga de opioides que se expande por el mundo y especialmente por África29, continente cada vez más peligroso y a la vez necesario para el imperialismo occidental. Dos, porque las empresas se libran de casi todas las multas que pudieran caerles ante las crecientes reclamaciones de las y afectados por sus productos, a la vez de que tienen mil vericuetos legales para no pagar impuestos. Y tres, porque esta industria no solo produce narcoadictos legales e ilegales, reforzando así la explotación social, sino porque además colabora conscientemente con la guerra biológica que sufren los pueblos sometidos a restricciones o bloqueos sanitarios imperialistas, como el venezolano.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 19 de enero de 2020
- W. Dierckxsens‑W. Fermento: Fundamentalismo e imperio en América Latina: En lo económico, político y religioso, diciembre 2019 (http://asturbulla.org/index.php/territorios/latinoamerica-sp-1522441304/40391-fundamentalismo-e-imperio-en-america-latina)
- W. Dierckxsens‑W. Fermento: Idem.
- Luís Brito García: América Latina: las religiones como actores políticos, 22 de diciembre de 2019 (http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/12/22/america-latina-las-religiones-como-actores-politicos/).
- Josep Fontana: Por el bien del imperio, Pasado & Presente, Barcelona 2013, p. 839.
- Hugo Chávez: El golpe fascista contra Venezuela, Ediciones Plaza, La Habana 2003, pp. 53 – 145.
- Hugo Chávez: «Alocución por la radio y televisión venezolanas. 22 de enero de 2003», El golpe fascista contra Venezuela, Ediciones Plaza, La Habana 2003, p. 216.
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- José Manuel Martín Medem: El Gobierno de Colombia y la CIA engendraron a los narcoparamilitares que ahora inunda España de cocaína, 2 de diciembre de 2018 (https://blogs.publico.es/otrasmiradas/16741/el-gobierno-de-colombia-y-la-cia-engendraron-a-los-narcoparamilitares-que-ahora-inundan-espana-de-cocaina/).
- Andrea Lobo: Trump amenaza con designar a los cárteles narcotraficantes mexicanos como «terroristas», 29 de noviembre de 2019 (https://www.wsws.org/es/articles/2019/11/29/mexi-n29.html)
- Sandy E. Ramírez: Economía y criminalidad en el capitalismo contemporáneo, 5 de junio de 2019 (http://revistamemoria.mx/?p=2593).
- Oriol Güell: La ONU alerta de que el auge mundial del consumo de opioides ya es una “crisis” en África, 26 de junio de 2019 (https://elpais.com/sociedad/2019/06/26/actualidad/1561536209_936850.html).