La ofensiva ideológica que acompaña a la contrarrevolución que constituye la llamada «globalización» solo podía ser eficaz apoyándose en unos elementos de verdad, es decir, en unas cegueras y ocultaciones previas en el propio seno de los movimientos que luchan contra el orden dominante a escala mundial. Era necesario denunciar estas ocultaciones. Sin embargo, esta denuncia fue el pretexto para fragmentar el análisis y las luchas. La denuncia no se hizo para apelar a un análisis más amplio que tuviera en cuenta la dinámica mundial del capitalismo, sino para presentar cada lucha como separada de las demás. Se ocultaba la relación sistémica entre ellas. Así, la fragmentación del análisis y de las luchas es el tronco común y el punto de llegada que comparte toda la galaxia postmoderna. Entre las cegueras y ocultaciones que han servido de base de ofensiva a esta lucha ideológica se encuentra el eurocentrismo, es decir, una lectura de la historia que confunde el universalismo mutilado del capitalismo nacido en Europa y el universalismo real. En el pasado todo esto llevó a la idea de una colonización humanitaria que se podía oponer a la colonización bárbara del capitalismo, a la tesis de la misión civilizadora de «izquierda»(que todavía perdura en muchas ONG «de ayuda al desarrollo»), a la de la «integración» de las personas inmigradas (es decir, a una lectura de sus condiciones de existencia que se refiere a sus características culturales y no a sus condiciones materiales de existencia y a las desigualdades que les caracterizan), a la justificación contemporánea o a la inacción frente a las guerras imperialistas (con el pretexto de la lucha contra la barbarie o contra un «tirano» de un país del Sur del planeta), etc.
En nuestra opinión, la clave del error eurocéntrico es no tener en cuenta o subestimar el carácter mundial del capitalismo y ello desde sus primeros pasos. Aimé Césaire nos recuerda que la característica de este modo de producción nacido en Europa es ser «una forma de civilización que […] se ve obligada, de forma interna, a extender a escala mundial la competencia de sus economías antagonistas»1. Immanuel Wallerstein, por su parte, utiliza la metáfora del cáncer que pone de relieve el desarrollo exponencial por metástasis, sin más límites que la muerte, específico del capitalismo2. La globalización capitalista es una tendencia que existe desde el inicio del capitalismo debido a la competencia entre capitales con el fin de maximizar el beneficio. La destrucción de las civilizaciones amerindias, la esclavitud, la colonización, el neocolonialismo y la globalización actual no son sino formas sucesivas de esta lógica de expansión impuestas por los cambios de la relación de fuerzas. Desde sus inicios el capitalismo polariza el mundo en un centro dominante y unas periferias dominadas, y hace de la pobreza en un polo la condición de la mejora de las condiciones de existencia en otro, del subdesarrollo o, más exactamente, del mal desarrollo de las periferias la condición del «desarrollo» del centro, de la guerra en los países del Sur la condición de la paz en los países del Norte, etc. «La polarización es una constante desde el origen del capitalismo. Pero decir que es una constante no quiere decir que haya adoptado una forma inmutable. Ha pasado por etapas con unas formas adaptadas al desarrollo del capitalismo y a las resistencias de los pueblos a sus efectos», resume Samir Amin3. La polarización en clases dentro de cada país y la polarización a escala mundial refleja así una misma constante y una misma lógica del sistema capitalista.
La subestimación eurocéntrica de esta polarización mundial ha llevado a la «izquierda» en los países del Norte a subestimar el imperialismo (y, por consiguiente, el internacionalismo como necesidad imprescindible) surgido del comportamiento canceroso del capitalismo. Así, ha sido preciso esperar a que un país europeo (Grecia) se vea afectado por los mecanismos de la deuda imperialista para que este tema y esta lucha se difundan, a pesar de que hace varias décadas que la deuda y los planes de ajuste estructural que la acompaña devastan casi la totalidad de los países de la periferia dominada. También ha sido preciso que esperar a que el capitalismo adopte la forma contemporánea de la «deslocalización» de empresas a la periferia para oír hablar de «globalización», a un que hace décadas que sum e a las periferias en la miseria.
La misma subestimación lleva actualmente a las tesis postmodernas de sustituir el imperialismo por «el imperio». Este «imperio» que sustituye al imperialismo se caracterizaría por el predominio del «trabajo inmaterial» sobre el «trabajo industrial», predominio que sería él mismo signo del paso de la sociedad industrial a la sociedad postindustrial: «En la última década del siglo XX el trabajo industrial perdió su hegemonía y lo que emergió en su lugar fue el «trabajo inmaterial», es decir, un trabajo que crea productos inmateriales: el saber, la información, la comunicación, las relaciones lingüísticas o emotivas»4, escribe Antonio Negri. Este enfoque limita su mirada a los países dominantes del centro y oculta la existencia de una división internacional del trabajo que concentra la producción industrial en los países de la periferia. Si ampliamos la mirada a escala planetaria, el cuadro de conjunto se transforma para hacer aparecer una proletarización del mundo y un trabajo industrial muy dominante. La tesis postmoderna del Imperio implica la negación de las relaciones no igualitarias entre el centro dominante y las periferias dominadas, a las que sustituye una realidad mundial única:
En la actual fase imperial ya no hay imperialismo –o, cuando subsiste, es un fenómeno de transición hacia una circulación de valores y poderes, a escala del Imperio. Lo mismo que ya no hay Estado-nación: se le escapan las tres características sustanciales de la soberanía –militar, política, cultural – , absorbidas o reemplazadas por los poderes centrales del Imperio. Desaparece o se extingue así la subordinación de los antiguos países coloniales a los Estados-nación imperialistas, al igual que la jerarquía imperialista de los continentes y de las naciones: todo se reorganiza en función del nuevo horizonte unitario del Imperio5.
Este análisis hace desaparecer las nociones de «clases» y de «naciones», las cuales dan paso a un nuevo «sujeto histórico» llamado «multitud» que se convierte en la «clase global» que sustituye a la «clase obrera», la cual sería lo propio de la fase anterior del capitalismo, la sociedad industrial. Esta «multitud» definida como «la totalidad de los individuos que trabajan y producen bajo la ley del capital»6 se caracteriza para estos dos autores por la diversidad extrema en oposición a los conceptos de «clase» y/o de «pueblo» que aspiran a cierta homogeneidad. Como señala Samir Amin, esta lectura no es sino una vuelta al individuo de la ideología liberal: «Su fundamento es que las naciones están en vías de desaparición y en su lugar el individuo se ha convertido en el agente activo en la historia. Es una visión idealista que no corresponde a nada. Es, simplemente, la ideología liberal vigente hoy en día»7. En efecto, lo que de paso desaparece es nada menos que la idea de clase social por un lado y la idea de «nación dominada» por otro. Lógicamente, esta «desaparición» arrastra consigo la lucha de clases y, por otra parte, la lucha antiimperialista. En su lugar solo queda la lucha de múltiples grupos sociales yuxtapuestos sin articulación alguna con un mismo sistema de dominación, el del capitalismo globalizado.
- Aimé Césaire: Discours sur le colonialisme, Présence Africaine, París, 2004, p. 9. [En castellano, Discurso sobre el colonialismo, Tres Cantos, Akal, 2006.]
- Immanuel Wallerstein: L’occident, le capitalisme et le système-monde moderne, Sociologie et sociétés, volume 22, n° 1, primavera de 1990, pp. 15 – 52.
- Demba Moussa Dembelé, Samir Amin: Intellectuel organique au service de l’émancipation du Sud (entretien avec Samir Amin), CODESRIA, Dakar, 2011, p. 39.
- Toni Negri: Traversées de l’Empire, L’Herne, París, 2011, p. 53. [En castellano Movimientos en el Imperio, Barcelona, Paidós Ibérica, 2006; traducción de Carmen Revilla.]
- Toni Negri: «L’Empire stade suprême de l’impérialisme», Le Monde Diplomatique, enero de 2001, p. 3. [En castellano: https://webs.ucm.es/info/uepei/debate00007.html, de donde hemos tomado la cita, N. de la t.]
- Demba Moussa Dembelé: Samir Amin, Intellectuel organique au service de l’émancipation du Sud (entretien avec Samir Amin), op. cit., p. 36.