3. La segmentación generalizada del proletariado globalizado
La galaxia de las teorías postmodernas ha logrado imponerse basándose en cegueras y ocultaciones previas de las fuerzas de «izquierda». Destaca así la diversidad y la jerarquización de las situaciones de explotación y/o dominación, y su ocultación por parte de un amplio sector de las fuerzas de «izquierda». La crítica es pertinente pero la conclusión que saca es errónea. La competencia entre las fuerzas de trabajo siempre ha sido una constante del capitalismo desde su nacimiento y para ello utiliza todos los factores posibles e imaginables: el sexo, el origen, la edad, etc. Debido a ello el racismo, el sexismo y la discriminación por razones de edad no son taras morales, sino modos de gestión de la fuerza de trabajo, de donde se desprende una segmentación del trabajo y de los estatus, y una estratificación de las personas explotadas. El enfoque esencialista de la clase social o del capitalismo ha frenado en gran medida la consideración de las personas dominadas entre las dominadas. Nunca ha habido una clase obrera o un capitalismo homogéneo. La primera siempre ha estado constituida por diferentes niveles de explotación (discriminaciones sexistas, racistas o por la edad) y el segundo siempre ha yuxtapuesto ciertas formas de explotación en el centro dominante y otras en las periferias dominadas (esclavitud, «engagisme»1, derecho laboral y condiciones de vida diferentes entre el centro y la periferia).
La nueva fase de la actual globalización capitalista no aporta nada nuevo en el fondo. Se limita a llevar al extremo la lógica de la competencia de las fuerzas de trabajo y con ella la segmentación de las personas trabajadoras (entre los países del centro y los países de la periferia, entre los países de la periferia, dentro de los países del centro, etc.). La globalización capitalista es una secuencia histórica de generalización de la segmentación. Lógicamente suscita una serie de consecuencias que pueden ofrecer la apariencia de una yuxtaposición de situaciones de exploración sin relación sistémica. Por tomar solo el ejemplo de la situación francesa, la misma lógica de segmentación generalizada de las personas trabajadoras lleva al grupo permanente de personas trabajadoras sin derechos que constituyen los «sin papeles», a la exacerbación de las discriminaciones racistas que asignan a las personas inmigrantes y a sus descendientes franceses a determinados segmentos del mercado laboral, a una multiplicación de los estatutos para el conjunto de las personas trabajadoras, etc. Lejos de constituir una «multitud», estas diferentes categorías son todas ellas el resultado de la competencia exacerbada entre personas trabajadoras que caracteriza nuestra secuencia histórica.
La consecuencia de los enfoques postmodernos es el abandono de la lucha por la unificación de las personas dominadas, es decir, de la toma de conciencia de estar en oposición a un mismo sistema de explotación que estratifica para explotar mejor, que jerarquiza para reproducirse y extenderse mejor. La unidad de explotación nunca ha significado su unicidad. Si en el pasado, y todavía hoy, el aspecto unitario se ha utilizado falazmente para ocultar y/o subestimar y/o eufemizar la sobreexplotación específica de ciertos segmentos, la galaxia postmoderna simplemente invierte la lógica (que por ello sigue siendo igual de falaz) afirmando la ausencia de aspecto unitario con el pretexto de la diversidad de las situaciones de explotación. En vez de la lucha para hacer retroceder el chovinismo, el racismo, el sexismo, etc., se propone que cada uno de los grupos sociales concernidos se perciba a sí mismo (y perciba su opresión específica) como específicos por esencia y ya no por construcción histórica y política. Lo que desaparece de paso es la dimensión sistémica del capitalismo que es común a todos los segmentos del proletariado globalizado. Lo que desaparece al mismo tiempo es la dimensión sistemática del capitalismo que es la dimensión común a todos los segmentos del proletariado globalizado. Al hacerlo se elimina una de las tareas esenciales que se le plantean a nuestras luchas, la que Samir Amin resume de la siguiente manera: «¿Cómo articular las luchas segmentadas en una estrategia de combate amplia y generalizada?»2.
La respuesta a esta pregunta no puede ser la negación de las luchas segmentadas, de su importancia y su legitimidad. Del mismo modo que era completamente absurdo llamar a los esclavos a sublevarse contra el capitalismo sin abordar concretamente la lucha por la abolición, es completamente alucinante exigir a las víctimas de la discriminación racista o sexista ocultar sus opresiones específicas con el pretexto de la lucha contra el capitalismo. La unificación de las víctimas de un mismo sistema de explotación pasa inevitablemente no por la ocultación de las opresiones específicas sino, por el contrario, por la lucha contra ellas. No se trata aquí de apelar a una «solidaridad» externa sino a la conciencia de la existencia de un mismo sistema de exploración y de dominación. Marx lo planteaba de la siguiente manera: «En los Estados Unidos de Norteamérica todo movimiento obrero independiente estuvo sumido en la parálisis mientras la esclavitud desfiguró una parte de la República. El trabajo cuya piel es blanca no puede emanciparse ahí donde se estigmatiza el trabajo de la piel negra»3. En otro texto Marx destaca los efectos concretos de la negación de las opresiones específicas o de otorgarles un estatuto secundario o desdeñable:
Todos los centros industriales y comerciales de Inglaterra poseen ahora una clase obrera dividida en dos campos enemigos, proletarios ingleses y proletarios irlandeses. El trabajador inglés común odia al trabajador irlandés como competidor que reduce el nivel de vida. Se siente hacia él como un miembro de la nación dominante y, por lo tanto, se convierte a sí mismo en la herramienta de sus aristócratas y capitalistas contra Irlanda, y fortalece así el dominio de aquellos sobre él. Tiene prejuicios religiosos, sociales y nacionales contra él [trabajador irlandés]. Se comporta con él como el blanco pobre con los negros de las antiguas haciendas de esclavos de la Unión Americana. El irlandés le paga con la misma moneda. Ve en el trabajador inglés tanto un cómplice como al estúpido instrumento del dominio inglés en Irlanda4.
En el plano internacional ocurre lo mismo. La carencia de internacionalismo no favorece la lucha de las clases nacionales sino que la debilita. La opresión y explotación imperialista de las periferias dominadas refuerza al capitalismo y hace más difícil derrocarlo. También en este caso no se trata de una solidaridad moral externa sino de una toma de conciencia sistémica. Marx plantea así la cuestión del interés que tiene para la clase obrera inglesa la independencia de Irlanda, al tiempo que reconoce sus errores de análisis anteriores: «Durante mucho tiempo creí que era posible derrocar el régimen irlandés mediante el ascenso de la clase obrera inglesa. Siempre defendí ese punto de vista en el New York Tribune. Un estudio más profundo me ha convencido ahora de lo contrario. La clase obrera inglesa nunca conseguirá nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca se debe aplicar en Irlanda. Esa es la razón por la que la cuestión irlandesa es tan importante para el movimiento social en general»5. Lo mismo ocurre actualmente con la cuestión de la independencia de los llamados «DOM» [siglas en francés de «Departamentos de Ultramar»], el franco CFA o la presencia militar francesa en África.
Por consiguiente, a la proletarización del mundo corresponde la necesidad de romper con el fárrago de las teorizaciones postmodernas que impiden entender los retos de nuestra secuencia histórica y de las luchas que exige.
Saïd Bouamama
23 de enero de 2020
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
3. La segmentación generalizada del proletariado globalizado
- «Engagisme» es un concepto jurídico que se remota el Antiguo Régimen y que tras ser abolido por la Revolución francesa se convirtió en una forma de trabajo asalariado de los trabajadores nativos de las colonias (antiguos esclavos) o inmigrantes provenientes sobre todo de África y Asia, y destinados a las grandes plantaciones de las colonias faltas de mano de obra tras la abolición de la esclavitud en Francia en 1848. A cambio de la promesa de una vida mejor firmaban un contrato [contrat d’engagement] cuya duración variaba según el origen y la colonia a la que está destinado. La palabra está formada sobre el verbo «engager», que significa «contratar» (N. de la t.)
- Samir Amin: “Au sujet des thèses de Michael Hardt et d’Antonio Negri. Multitude ou prolétarisation?” (http://www.medelu.org/Au-sujet-des-theses-de-Michael).
- Karl Marx: Le Capital, livre 1, éditions du Progrès/éditions sociale, Paris 1976, p. 292. [En castellano, http://www.enxarxa.com/biblioteca/MARX%20El%20Capital%20-%20Tomo%20I.pdf, de donde tomamos la cita, N. de la t.]
- Karl Marx: «Lettre à Siegfried Mayer et August Vogt du 9 avril 1870», en Marx-Engels, Correspondance, tome X, éditions sociales, París 1984, p. 345. [En castellano https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1870/abril/09.htm, de donde tomamos la cita, N. de la t.]
- Karl Marx: «Lettre à Friedrich Engels du 10 décembre 1869», Correspondance, op. cit., pp. 232 – 233.