Por una parte tenemos el confinamiento y por otra el discurso político y mediático que le acompaña. La cuestión del confinamiento remite a la elección de la estrategia de lucha contra la pandemia, que se desprende ella misma de una serie de factores (criterios de las prioridades de quienes toman las decisiones, es decir, de la clase dominante; estado de los medios disponibles relacionado con las políticas estructurales anteriores –servicios públicos, política sanitaria, de vivienda, etc. – , grado de legitimidad del gobierno, etc.). El discurso ideológico de acompañamiento remite, por su parte, a la necesidad que tienen los dominantes de visibilizar determinados aspectos y de invisibilizar otros, de imponer unos esquemas y unas atribuciones causales de los comportamientos y ocultar otros. En este caso lo que revela la política que se ha elegido en la lucha contra la pandemia es una necropolítica para obstaculizar lo menos posible el funcionamiento de la actividad económica y de sus beneficios. La necesidad de ocultar las consecuencias de esta lleva, por su parte, a una esencialización de los barrios populares y de sus habitantes que combina racismo, desprecio de clase y moralización en el marco de la preparación estratégica para el periodo posterior a la pandemia.