La adopción de la estrategia del confinamiento se hace a regañadientes, impuesta por la magnitud de la pandemia (y la cólera social que, lógicamente, suscitaba) y tratando de limitarla lo más posible. Inmediatamente se acompañó de una campaña ideológica generalizada cuyo primer objetivo es ocultar la «política de la muerte» elegida. Se trataba también de ocultar las dimensiones de clase, de «raza» y de género del balance humano de esta necropolitica por medio de un discurso general sobre un «virus democrático» que no conoce fronteras sociales. La esencialización de los barrios populares y de sus habitantes es uno de los vectores del acompañamiento ideológico de la pandemia en el marco de una preparación activa de la situación posterior a la pandemia con el objetivo de instrumentalizar la catástrofe que vivimos, lo que la periodista canadiense Naomi Klein denomina la «estrategia del shock» o el «capitalismo del desastre»: «Este último [el ultraliberalismo] recurre intencionadamente a crisis y desastres para sustituir los valores democráticos […] por la ley del mercado y la barbarie de la especulación»1.
La falta de civismo y la irresponsabilidad de los habitantes de los barrios populares
Desde los primeros días de confinamiento se multiplicaron los reportajes acerca de que los barrios populares no respetaban el confinamiento. Por supuesto, iban acompañados de múltiples «análisis» y comentarios de «cronistas» imprescindibles que coincidían en afirmar que existe una «falta de civismo» (una «irresponsabilidad», una «indisciplina», etc.) específica de los barrios populares tanto en su magnitud como en su carácter sistemático. «“Allah a plus de poids que nous”: Le confinement révèle les territoires perdus de la République» [«Alá tiene más peso de nosotros»: El confinamiento revela los territorios perdidos de la República]2 era el titular de la revista Valeurs Actuelles. «Desde hace dos días muchas personas, en particular africanas, hacen barbacoas […] y cuando llegan los policías, se indignan y les pegan»3, confirma el ineludible Eric Zemmour. «Paris: le business des rues malgré le confinement» [«París: el negocio de las calles a pesar del confinamiento»]4, añade en titulares el periódico Le Parisien. Acabemos estos ejemplos citando al exprefecto Michel Aubouin, que no tiene la menor duda: «El fondo del problema es la dificultad que tienen las fuerzas de policía para hacer respetar el confinamiento. En realidad, nadie quiere reconocer que no se puede intervenir en las cités [los barrios populares, n. de la t.], algo que ya es complicado en tiempos normales»5.
Por supuesto, no se ofrece estadística alguna para apoyar estas afirmaciones que presentan a las personas que viven en los barrios populares como unas irresponsables que ponen en peligro la salud de toda la ciudadanía. Estas afirmaciones se contentan con retomar y acentuar, en un contexto de miedo social frente a la pandemia, las imágenes mediáticas y políticas de los barrios populares que se difunden desde hace varias décadas como «territorios perdidos de la República» caracterizados por la «secesión» (un término de Emmanuel Macron), la toxicomanía generalizada, la delincuencia banalizada, la reivindicación del comunitarismo y de la radicalización, etc. Por supuesto, en los barrios populares, como en otros sitios, hay ciudadanos que no respetan el confinamiento. Hablar de ello es una cosa y otra es poner el foco de atención en ellos de forma recurrente imputando las «constataciones» a «faltas de civismo» y no a unas causalidades objetivas.
Aunque es indudable que la gran mayoría de las personas que viven en los barrios populares respetan el confinamiento, por supuesto es probable que en ellos haya más personas que en otras partes que debido a sus condiciones de existencia se ven obligadas a no poder respetarlo como les gustaría. Como todos los seres humanos, las personas que viven en los barrios populares quieren vivir, tienen miedo por ellas y por sus familias, comprenden qué es un proceso de contagio, etc. Pensar lo contrario supone considerar que estas personas tiene una «naturaleza» diferente de la del ciudadano «normal», están dotadas de menos inteligencia, actúan movidas por unas «culturas» irracionales o bárbaras, o por religiones del mismo tipo. Por consiguiente, hay un claro desprecio de clase y racismo.
El discurso sobre «la falta de civismo» y «la irresponsabilidad», es decir, la lógica de moralización, permite ocultar las realidades económicas y materiales. Atribuye a unos componentes individuales lo que es resultado de imperativos vinculados a las condiciones de existencia. Por supuesto, la capacidad de soportar un confinamiento largo no es la misma dependiendo del entorno en el que se sufre dicho confinamiento. Los efectos concretos que tiene sobre la vida cotidiana no son indiferentes según se lleve a cabo en una segunda residencia en la Isla de Ré o en un edificio de pisos de alquiler de renta baja a las afueras de París. Las consecuencias para la salud física y psíquica no son idénticas en ambas situaciones. La idea de un «virus democrático» que se presenta para justificar que todos nos encontramos ante una misma prueba oculta las divisiones de clase, de «raza» y de género.
Además, la elección de poner el foco sobre las personas que «carecen de civismo» oculta las reacciones colectivas destinadas a hacer frente al carácter insufrible e insoportable del confinamiento en muchos barrios populares. En efecto, en ellos se han multiplicado las iniciativas de solidaridad para paliar las carencias de las políticas públicas. Hay que ser verdaderamente ajeno a la vida de los barrios populares, como es el caso de muchos periodistas, cronistas o políticos, para no ver la solidaridad entre vecinos y vecinas, las movilizaciones familiares, las iniciativas asociativas, etc., que se han multiplicado durante las últimas semanas. Quienes tienen la costumbre de hablar de «zonas sensibles» curiosamente son ciegos a la sensibilidad popular que hay en los barrios populares.
Las funciones de legitimación del discurso sobre la falta de civismo
El discurso dominante que explica por medio de la «falta de civismo» las infracciones del confinamiento no es fruto de un simple error de lectura de la realidad social. Está al servicio de la función de legitimación de las opciones de gestión del confinamiento por una parte y de las anticipaciones del periodo posterior al confinamiento por otra. En lo que concierne al presente, este discurso oculta la elección de una política policial de gestión del confinamiento cuya expresión más visible son las «multas». Esta elección lleva a nuevos enfrentamientos entre la policía y las personas que viven en los barrios populares, como atestigua el recrudecimiento de la violencia policial en medio de un silencio mediático generalizado. Las elecciones hechas desde hace varias décadas en materia de seguridad en los barrios populares tienen unos efectos que se multiplican en el contexto de la pandemia y del estado de urgencia sanitaria, que anima a mostrar más celo todavía a muchos policías, que habitualmente ya se sienten autorizados a tratar de forma excepcional a esta «chusma» o a estos «salvajes». No se ha tomado ninguna medida que movilice las energías ciudadanas para acompañar el confinamiento en los barrios populares. Se ha optado únicamente por la seguridad, con unas consecuencias previsibles: humillaciones, exceso de celo a la hora de imponer multas según la apariencia de las personas, violencia policial, etc. Testimonio de ello es la lista ya larga de brutalidades policiales desde el inicio de la pandemia censadas por el Primer Informe del Observatorio del Estado de Urgencia Sanitaria, 16publicado el 16 de abril de 20206.
La segunda función del discurso sobre la falta de civismo concierne al periodo posterior a la pandemia y su inevitable balance humano. Cuando se quieren ocultar grandes disparidades que implican denuncias políticas se nos suelen presentar datos generales que no especifican todas las características de las personas afectadas. Ahora bien, se puede afirmar desde ahora que entre las víctimas hay una enorme proporción de personas pertenecientes a las clases populares y todavía más de personas «de color». Estas personas son quienes están en las fábricas, incluidas las no vitales, que el gobierno decidió no interrumpir. Ellas son quienes trabajan en los empleos donde hay riesgo de contacto y a las que no se les han proporcionado mascarillas, batas, etc. Ellas son quienes generalmente tienen trabajos que no se pueden hacer por medio del teletrabajo. También son quienes utilizan masivamente los transportes públicos para ir a trabajar. Son quienes disponen de unas condiciones materiales peores para confinarse de forma eficaz, tanto en su vivienda como en su entorno urbano cercano. En resumen, el balance por clase social, por sexo y por origen no ofrecerá sorpresa alguna. El discurso sobre la «falta de civismo» ofrece una «explicación» que achaca a las personas las consecuencias de una situación objetiva fruto de las opciones económicas y políticas. Quienes sean escépticos no tienen más que recordar las explicaciones dominantes para los accidentes laborales, supuestamente provocados por la «negligencia de las personas asalariadas» debido a la falta de cuidado o a costumbres «culturales». Quienes duden no tienen más que recordar las explicaciones dominantes para los suicidios en el trabajo, que supuestamente se deben únicamente a «razones personales».
El balance también se hará de manera estática, es decir, en un tiempo que no permita tener en cuenta los efectos a largo plazo de la pandemia y del confinamiento. Ahora bien, vivir un confinamiento tan largo en el marco de las condiciones de existencia de los barrios populares, darse cuenta progresivamente de la magnitud de los fallecimientos en ellos, padecer el discurso sobre la «falta de civismo», etc., no puede dejar de tener unos efectos duraderos. La violencia de la situación sufrida y contenida durante el confinamiento no puede sino tratar de expresarse y habrá descompensaciones en aquellos territorios que carecen de las necesarias estructuras de cuidados y de acompañamiento. Estos efectos no entran en las prioridades neoliberales dominantes. Tendrán como única respuesta la acción de las fuerzas de policía con unas consecuencias fácilmente previsibles.
Por último, el discurso sobre la falta de civismo durante el confinamiento prepara el discurso sobre otra «falta de civismo», la del periodo posterior al confinamiento, que ya anuncian los leitmotivs «estamos en guerra» y de la «unidad nacional». La opinión pública está preparada para la idea de una «reconstrucción» en «la postguerra» que exige «sacrificios» en materia de salarios, impuestos, horarios, periodos de vacaciones, etc. Quienes se nieguen a esta lógica serán tachados en el mejor de los casos de «incívicos» o de «irresponsables» y en el peor de «antifranceses» a los que hay que vigilar y castigar. Emmanuel Macron nos advirtió en su discurso del 13 de abril que habrá que «salir del camino trillado de las ideologías». Y para prevenir el comportamiento de las personas recalcitrantes, siempre hay reservas de lanzadores de balas de defensa almacenadas previsora y juiciosamente.
La preparación ideológica para el período posterior al confinamiento está a la altura de la cada vez mayor revuelta popular, pero contenida debido al contexto excepcional. Anuncia la aceleración de una fascistización que había comenzado antes de la pandemia. Pide una respuesta convergente en términos de solidaridad sin fisuras frente a la represión y de apoyo activo a las diferentes luchas sociales que rechazan los «sacrificios» y la «unidad nacional».
Saïd Bouamama
16 de abril de 2020
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
- Naomie Klein: La stratégie du choc. La montée d’un capitalisme du désastre, Actes Sud, París, 2008, contraportada. [En castellano: La doctrina del «shock»: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2007; traducción de Isabel Fuentes García et al.].
- Quentin Hoster y Charlotte d’Ornellas: «Allah a plus de poids que nous»: Le confinement révèle les territoires perdus de la République», Valeurs actuelles, 21 de marzo de 2020.
- Eric Zemmour: programa Face à l’info de C news de 19 de marzo de 2020.
- Cécile Beaulieu: «Paris: le business des rues malgré le confinement», Le Parisien, 24 de marzo de 2020.
- Entrevista de L’Observatoire du journalisme, 28 de marzo de 2020 (https://www.ojim.fr/banlieue-province-le-confinement-recouvre-deux-realites-differentes/).
- Primer informe del Observatorio del Estado de Urgencia Sanitaria, 16 de abril de 2020 (https://acta.zone/premier-rapport-de-lobservatoire-de-letat-durgence-sanitaire/).