El sexto informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) tiene casi 4.000 páginas. El IPCC ha intentado resumir las conclusiones de su informe como la «última oportunidad» para evitar una catástrofe climática. Sus conclusiones no han cambiado mucho desde su publicación anterior en 2013, pero esta vez es más alarmante. La evidencia es clara: conocemos la causa del calentamiento global (la humanidad); sabemos cuánto se ha calentado el planeta (~1oC hasta ahora), sabemos cómo han cambiado las concentraciones de CO2 atmosférico desde la época preindustrial (+30%) y sabemos que el calentamiento que se ha manifestado hasta ahora ha sido generado por la contaminación histórica. Hay que retroceder varios millones de años para incluso replicar la situación actual. Durante la era del Piloceno (hace 5,3−2,6 millones de años), el mundo tenía niveles de CO2 de 360 – 420ppm (frente a 415ppm ahora).
En su resumen para los responsables políticos, el IPCC establece claramente que el cambio climático y el calentamiento global son «inequívocamente causadospor las actividades humanas». Pero, ¿se puede hacer responsable del cambio climático a toda la humanidad o solo a esa parte de la humanidad que posee, controla y decide nuestro futuro? Sin duda, cualquier sociedad sin el conocimiento científico habría explotado los combustibles fósiles con el fin de generar energía para la producción, la calefacción y el transporte. Pero, ¿alguna sociedad habría continuado expandiendo la exploración y producción de combustibles fósiles sin controles para proteger el medio ambiente y sin buscar fuentes alternativas de energía que no dañaran el planeta, una vez que fue evidente que las emisiones de carbono estaban haciendo precisamente eso?
De hecho, ahora sabemos que los científicos advirtieron de los peligros hace décadas. El físico nuclear Edward Teller advirtió a la industria petrolera en 1959 que su producto terminaría teniendo un impacto catastrófico en la civilización humana. Las principales empresas de combustibles fósiles como Exxon o BP sabían cuáles eran las consecuencias, pero optaron por ocultar la evidencia y no hacer nada, al igual que las empresas tabacaleras con las consecuencias de fumar. La evidencia científica sobre las emisiones de carbono que dañan el planeta, como se presenta en el informe del IPCC, es tan incontrovertible como que fumar daña la salud. Y, sin embargo, se ha hecho poco o nada, porque el medio ambiente no debe ser un obstaculo para la rentabilidad del capital.
El culpable no es la «humanidad» sino el capitalismo industrial y su adicción a los combustibles fósiles. A nivel personal, en los últimos 25 años, el responsable es el uno por ciento más rico de la población mundial con base principalmente en el Norte Global, que han contaminado más del doble por carbono que los 3.100 millones de personas que componen la mitad más pobre de la humanidad. Un estudio reciente encontró que el 10 por ciento más rico de los hogares usa casi la mitad (45 por ciento) de toda la energía relacionada con el transporte terrestre y tres cuartas partes de toda la energía relacionada con la aviación. El transporte representa alrededor de una cuarta parte de las emisiones globales en la actualidad, mientras que los coches SUV fueron el segundo mayor impulsor del crecimiento global de las emisiones de carbono entre 2010 y 2018. Pero aún más, solo 100 empresas han sido la fuente de más del 70% de las emisiones de carbono del mundo. emisiones de gases de efecto invernadero desde 1988, según un nuevo informe. Es el gran capital el que contamina aun más que los muy ricos.
Los materiales del IPCC destilan una enorme cantidad de datos en un informe que espera ser irrefutable y lo suficientemente alarmante como para forzar un cambio más radical. Y proporciona varios escenarios sobre cuándo las temperaturas globales alcanzarán el llamado objetivo de París de 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales promedio. Su escenario principal se denomina escenario de la Vía Socioeconómica Compartida (SSP1‑1.9), en el cual se argumenta que si se reducen las emisiones netas de carbono, la meta de 1,5oC se alcanzará a más tardar en 2040, y se incumplirá la meta hasta 2060 antes de volver a caer a 1,4oC a finales de siglo.
Pero este es el más optimista de los cinco escenarios sobre el ritmo y la intensidad del calentamiento global en el siglo XXI y es bastante malo. Los otros escenarios son mucho más sombríos, culminando en SSP5‑8.5, según el cual las temperaturas globales aumentarían 4,4oC para 2100 y continuarían subiendo a partir de entonces (Recuadro 1). No hay un escenario mejor que el SSP1‑1.9 y el IPCC los ignora.
Escenarios socioeconómicos compartidos
SSP1‑1.9 es el escenario más optimista, las emisiones globales de CO2 se reducirán a cero para el año 2050. Hay un gran cambio hacia el desarrollo sostenible, priorizando el bienestar al crecimiento económico puro. Las inversiones en educación y salud aumentan y la desigualdad disminuye. El clima extremo sigue aumentando en frecuencia, pero el mundo evita los peores impactos del cambio climático. El calentamiento global se mantiene alrededor de 1,5oC, estabilizándose alrededor de 1,4oC a finales de siglo.
SSP1‑2.6 es el siguiente mejor escenario, las emisiones globales de CO2 caen pero no se alcanza el cero neto hasta después de 2050. Se asume que se cumplen los mismos cambios socioeconómicos que en SSP1‑1.9. Pero las temperaturas quedan 1,8oC más altas para el 2100.
SSP2‑4.5 es el escenario «a medio del camino» (es decir, el más probable). Las emisiones de CO2 rondan los niveles actuales antes de comenzar a caer a mediados de siglo, pero no alcanzan el cero neto hasta más cerca del 2100. Los cambios hacia una economía más sostenible y las mejoras en la desigualdad siguen tendencias históricas. Las temperaturas suben 2,7oC a finales de siglo.
SSP3‑7.0 es uno en el que las emisiones y las temperaturas continúan aumentando de manera constante, terminando en aproximadamente el doble de los niveles actuales para 2100. Los países se vuelven más competitivos a nivel nacional y se prioriza la seguridad alimentaria. Las temperaturas medias aumentan en 3,6oC.
SSP5‑8.5 es el escenario apocalíptico. Las emisiones de CO2 aproximadamente se duplicarán para el 2050. La economía global continúa creciendo rápidamente mediante la explotación de combustibles fósiles, los estilos de vida siguen siendo intensivos en energía y las temperaturas globales promedio son 4,4oC más altas a medida que entramos en el siglo XXII.
No se ofrecen probabilidades para ninguno de estos escenarios, solo la esperanza y la expectativa de que suceda el SSP1. Pero el ritmo de crecimiento de las emisiones y la temperatura ya está en una trayectoria mucho más rápida. El planeta ya se ha calentado 1,0−1,2oC dependiendo de cómo se quiera medirlo (promedio actual o de 10 años). La tendencia está bien establecida y tiende a sorprender al alza, no a la baja. Además, la tasa de cambio en la química atmosférica no tiene precedentes y continúa acelerándose.
Incluso a 1,5oC, veremos subidas del nivel del mar de entre dos y tres metros. Los casos de calor extremo serán cuatro veces más probables. Las fuertes lluvias serán alrededor un 10 por ciento más húmedas y 1,5 veces más probables. Muchos de estos cambios ya son irreversibles, como el aumento del nivel del mar, el derretimiento del hielo ártico y el calentamiento y acidificación de los océanos. Las reducciones drásticas en las emisiones pueden evitar un cambio climático peor, según los científicos del IPCC, pero no devolverán al mundo a los patrones climáticos más moderados del pasado.
Incluso si asumimos que los objetivos SSP1‑1.9 se pueden cumplir para 2050, las emisiones globales acumuladas de CO2 seguirían siendo un tercio más altas que las actuales 1,2 billones de toneladas de CO2 emitidas desde 1960. Eso empujaría el CO2 atmosférico más allá de 500 ppm, o un 66% más que donde estaban las cosas en el período preindustrial. Esa vía implica 1,8oC de calentamiento para 2050, no 1,5oC.
La realidad es que el escenario de muy bajas emisiones del IPCC es improbable: y es probable que la temperatura global llegue a 1,5oC mucho antes de 2040 y alcance un nivel mucho más alto, incluso en las condiciones del SSP1, es decir, una reducción del 50% en las emisiones de CO2 para 2050.
Es más probable que el calentamiento global alcance alrededor de 1,8oC para 2050 y 2,5oC para fines de siglo. Eso significa incluso más sequías e inundaciones de las pronosticadas actualmente y, por lo tanto, aún más sufrimiento y crecientes pérdidas económicas derivadas de esta combinación: una pérdida en el PIB mundial del 10 – 15% en las trayectorias actuales y el doble en los países pobres del Sur Global.
António Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas, respondió al informe apuntando a la industria de los combustibles fósiles: «Este informe debe ser una sentencia de muerte para el carbón y los combustibles fósiles, antes de que destruyan nuestro planeta». ¿Pero cómo? En primer lugar, no basta con poner fin a los subsidios gubernamentales y la financiación de los sectores de combustibles fósiles por parte de los gobiernos de todo el mundo (y eso todavía está sucediendo). En cambio, debe haber un plan global para eliminar gradualmente la producción de energía de combustibles fósiles.
El demócrata de izquierda Robert Reich, exfuncionario de la administración Clinton, reconoce que la respuesta es detener el cabildeo de las compañías petroleras, la exploración petrolera, prohibir las exportaciones de petróleo y hacer que las compañías petroleras paguen una compensación. No llega a la propiedad pública. Pero, ¿cómo puede funcionar un plan realmente y tener éxito a la hora de detener el calentamiento global a menos que las empresas de combustibles fósiles pasen a ser de propiedad pública? La industria de la energía debe integrarse en un plan global para reducir las emisiones y expandir la tecnología superior de energía renovable. Esto significa construir una capacidad de energía renovable 10 veces la actual. Eso solo es posible a través de una inversión pública planificada que transfiera los puestos de trabajo en las empresas de combustibles fósiles a empresas de tecnología verde y medioambientales, donde habrá muchos puestos de trabajo.
En segundo lugar, se necesita inversión pública para desarrollar tecnologías de extracción de carbono para reducir el stock existente de emisiones atmosféricas. El IPCC dice que ir más allá del cero neto mediante la eliminación de grandes cantidades de carbono de la atmósfera «podría reducir el calentamiento», pero las tecnologías de eliminación de carbono «aún no están disponibles» para actuar a la escala que se requeriría, y la mayoría tienen «efectos secundarios no deseados». En otras palabras, la inversión privada no es capaz de ello por el momento.
La descarbonización de la economía mundial es técnica y financieramente factible. Requeriría comprometer aproximadamente el 2,5 por ciento del PIB mundial anualmente para la inversión en áreas diseñadas para mejorar los estándares de eficiencia energética en todos los ámbitos (edificios, automóviles, sistemas de transporte, procesos de producción industrial) y para expandir masivamente la disponibilidad de fuentes de energía limpia para que el objetivo de cero emisiones se materializase en 2050. Ese coste no es nada comparado con la pérdida de ingresos, empleo, vidas y condiciones de vida de millones de personas en el futuro.
Poner fin a la producción de combustibles fósiles mediante la propiedad pública y un plan de inversión global: esto es solo una utopía, pueden decir los críticos. Pero las soluciones de mercado de fijación de precios e impuestos al carbono, como defienden el FMI y la UE, no van a funcionar, incluso si se implementan a nivel mundial, y eso no va a suceder.
Faltan menos de tres meses para la aplazada conferencia COP26 de Glasgow. Las dos principales conferencias anteriores no produjeron nada en absoluto: la COP15 en Copenhague en 2009 y la COP21 en 2015 (el Acuerdo de París) solo comprometieron a los estados a objetivos voluntarios de reducción de emisiones que conducirían a aproximadamente a 2,9oC de calentamiento si se logran. Glasgow se perfila como un nuevo fracaso.
Michael Roberts
12 de agosto de 2021
Traducción: G. Buster