«No cabe duda de que nuestra teoría de la determinación de la organización del trabajo mediante la producción no puede encontrar mejor refrendo del que ofrece la industria de la matanza de hombres. Realmente merecería la pena que tú escribieras algo acerca de este tema –a mí me faltan los conocimientos necesarios – , algo que yo pudiese incorporar a mi libro como apéndice y que apareciera con tu nombre. Piensa en ello. Si te decides, ha de ser para el primer volumen, en el que toco expresamente este tema. ¡No puedes imaginarte lo que me alegraría que tu nombre figurara en mi obra fundamental (lo que he hecho hasta ahora no son más que pequeñeces) como colaborador y no solo en las citas!»1
«Lo que los responsables de la legación diplomática y de la CIA decidieron que necesitaba realmente el Ejército, eso sí, era información. En colaboración con analistas de la CIA, el funcionario de la embajada Robert Martens preparó listados con nombres de miles de comunistas y sospechosos de comunismo, que entregó al Ejército para que estas personas pudieran ser asesinadas y «tachadas» de la lista […] Hasta donde sabemos, esta es al menos la tercera vez en la historia que responsables estadounidenses han entregado listados de comunistas y supuestos comunistas a sus aliados para que pudieran detenerlos y asesinarlos. La primera fue en Guatemala, en 1954; la segunda, en Irak, en 1963; y la tercera, a una escala mucho mayor, fue en Indonesia en 1965.»2
«La velocidad de las intervenciones y la eficacia de las decisiones requeridas por los flujos de moneda financiera y los flujos de guerra prescriben una nueva constitución material en la que el poder ejecutivo adopta, para absorber una gran parte del poder judicial y legislativo, un doble modelo de organización y de mando: el del ejército y el de la organización científica del trabajo, de manera que el gobierno se configura como un poder «político-militar» adyacente al “complejo militar-industrial”.»3
Un cerebro en acción
A finales de enero de 2024 se cumple el centenario del deceso de Lenin. El reformismo siempre intenta suavizar, trocear, amputar y falsear a Marx y a otros muchos comunistas, siendo Gramsci el más descaradamente tergiversado. Han intentado reducir al Che a una simple fotografía ¡y hasta Rosa Luxemburg ha sido insultada como pacifista! Pero no pueden con Lenin, sin duda la persona más odiada por la civilización del capital. Tras el golpe de estado nazi en Ucrania en 2014 y durante el terrorismo contra las repúblicas populares del Donbass, con alrededor de 14.000 asesinados y miles de detenidos, torturados y exiliados, las estatuas de Lenin fueron metódicamente destruidas por las tropas mandadas por la OTAN.
Tal vez eso sea debido a que el objetivo central de la praxis de Lenin fuera la toma del poder en su sentido decisivo: la creación del Estado obrero defendido por el pueblo en armas con la mirada puesta en la revolución mundial y en el avance al comunismo. Y esto resulta imperdonable. La burguesía menos idiota tiene momentos de lucidez y entonces sabe que un «sano reformismo» le ayuda a mantener y hasta reforzar su dominación de clase, pero nunca aceptará que la lucha radical por el comunismo supere la muy reducida tolerancia que ella misma empequeñece día a día.
El odio a Lenin se intensifica en los períodos de crisis sistémicas del capital porque es durante ellas cuando más se demuestra lo acertado de su aportación al marxismo como praxis de la revolución comunista que se enriquece con las victorias, estancamientos y derrotas en las crisis. Son estas, las crisis, las que evalúan los errores, retrasos y necesidades de nuevos desarrollos teóricos del marxismo, especialmente los relacionados con ese cosmos infinito de terror y explotación que forma lo que Marx y Engels denominaban «industria de la matanza de hombres» que era el mejor refrendo de «nuestra teoría de la determinación de la organización del trabajo mediante la producción».
Ignoramos si Lenin leyó la carta de Marx a Engels del 7 de julio de 1866, pero sí está claro que comprendía en su pleno sentido el importante papel de la violencia –la matanza– en el capitalismo. De lo que no hay duda es que, por debajo de las sucesivas fases de su pensamiento, vertebrándolas, existen determinadas constantes que se mantienen en su esencia con las mejoras crecientes. Una de ellas es la del papel de la violencia burguesa en la lucha de clases y en la evolución del capitalismo, papel vuelto a confirmar en 1905 – 1906. De aquí que su flexible y adaptable teoría de la organización, en la que no podemos extendernos ahora, sea inseparable de la teoría de la violencia burguesa.
Es a partir del ascenso de la lucha de clases desde 1912 y sobre todo bajo el terrible impacto de la guerra de 1914, cuando pega un salto teórico total en el que destacan cuatro cuestiones: el imperialismo, el Estado, la opresión nacional y la dialéctica. Las cuatro, más otras menores, interactúan de mil modos, destacando la dialéctica de la unidad y lucha de contrarios y la guerra como el secreto de la agudización de la crisis revolucionaria. Desde ese momento y, como dice Raya Dunayevskaya refiriéndose a Lenin, vemos «un cerebro en acción». Esta autora, una de las personas que mejor ha entendido y traducido a Hegel, expone en otro texto la importancia de la lectura que hace Lenin de la dialéctica hegeliana para la liberación, involucrando positiva y significativamente a Frantz Fanon4. La autora incluye a Fanon, imprescindible para conocer el porqué de las guerras de liberación nacional antiimperialista, porque sabe que, junto a Lenin, aporta un salto en la lucha de emancipación humana en general. En efecto, de la misma forma en que Lenin remarca el valor de Hegel con la expresión «¡salto!, ¡salto!, ¡salto!», Fanon remarca la necesidad de «otra historia»5, la de los y las explotadas, que ayude a dar esos saltos cualitativos que fascinaron a Lenin.
Sangre y cuota de ganancia
Y en este punto tenemos que volver por un tiempo a Marx y Engels para poder calibrar la actualidad de Lenin. Que nosotros sepamos, ambos amigos no concretaron qué entendían por «industria de la matanza de hombres» aunque en su gigantesca obra hay indicios de sobra para que nos hagamos una idea casi exacta. Tenemos que contextualizar la formación y desarrollo del marxismo en general y en concreto de su teoría de la violencia y de la guerra. El siglo XIX fue el de la creación de la policía como un cuerpo represivo especializado pero integrado en el ejército, todo ello al amparo de la ley burguesa en formación:
La organización de formaciones policiales estuvo estrechamente relacionada con las reformas administrativas generales y las nuevas demarcaciones del ejercicio estatal del poder bajo el signo del derecho. Sobre todo, entre las clases responsables del Estado estaba ampliamente difundida la idea de que sólo la presencia de una tropa eficaz encargada del orden daba validez a la ley. La policía se convirtió en uno de los instrumentos predilectos para satisfacer las necesidades burguesas de seguridad. […] tanto los regímenes autoritarios como los liberales siguieron empleando el ejército, de forma reiterada y con gran éxito, contra los intentos revolucionarios (junio de 1848, 1870 – 1871 en París), las rebeliones regionales (el sur de Italia en 1861 – 1865) y en disturbios, tumultos y acciones de protesta locales […] Los nuevos conflictos de clases en la gran industria rusa, en plena expansión, tuvieron como resultado que el régimen acentuara una vez más su carácter de Estado militar6.
Veamos un poco más de la mano de M. Macnair: «En 1848 – 1849 el Estado británico aplastó el chartismo con la represión, tal como se explica en 1848: el Estado británico y el movimiento chartista (Cambridge 1990) de John Saville. Al mismo tiempo o un poco más tarde, las revoluciones de 1848 en Francia, Alemania y otros países, fueron derrotadas. Marx y Engels volvieron al exilio; la Liga Comunista, la organización basada en el Manifiesto comunista, se hundió políticamente. […] La Primera Internacional quebró porque fue perseguida después de la Comuna de París. Los proudhonistas en Francia, que constituían una parte substancial de ella, fueron aplastados con ejecuciones, el exilio y la prisión. Los líderes sindicalistas británicos se asustaron con la Comuna, pero la otra cara de la medalla fue la Ley de Reforma de 1867 y la Ley Sindical de 1871 que permitió a los partidos burgueses hacer ver que ellos podrían “hacer algo para la clase obrera”»7.
En este contexto, Marx y Engels ya nos habían advertido en La ideología alemana de 1846 que llega un momento a partir del cual las fuerzas productivas se transforman en fuerzas destructivas, aunque no es una definición suficiente. Será en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 donde leemos: «¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas»8. La destrucción violenta de las fuerzas productivas es situaciones de crisis absoluta se plasma en «la guerra total como la forma final de devaluación»9.
La decisiva fuerza productiva es el proletariado y la mujer trabajadora en su interior. Con y en cada crisis aumenta el desempleo y el llamado «ejército industrial de reserva», cuyos grandes batallones son los de las mujeres proletarias en paro, que actúa como fuerza de desunión y rendición. Derrotar a la clase obrera es una prioridad siempre, pero vital para la burguesía en las crisis. Además de esta victoria en la guerra social, el capital también necesita conquistar otros mercados, saqueando a sus pueblos, así como estrujando al máximo a los que ya oprimía antes. ¿Acaso no es esta una sucinta definición de qué es, cómo y para qué actúa la «industria de la matanza» de personas? ¿Cuánta violencia material y simbólica hace falta para derrotar a la clase obrera? ¿Cuánta es necesaria para invadir física o económicamente países –«mercados»– y expoliarlos? ¿Qué es entonces el Estado como forma político-militar del capital, y qué función tiene en su perpetuación?
De El Capital vamos a extraer solo dos referencias que dan una idea exacta de esa industria: la primera y más directa además escrita en cursiva, aparece en el famoso capítulo XXIV: «La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es, por sí misma, una potencia económica»100. La segunda son las intensas páginas sobre las seis principales medidas burguesas que contrarrestan la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia: 1) Aumento del grado de explotación del trabajo. 2) Reducción del salario por debajo de su valor. 3) Abaratamiento de los elementos que forman el capital constante. 4) La superpoblación relativa. 5) El comercio exterior. Y 6) Aumento del capital-acciones11. Ninguna de las seis puede ser plenamente efectiva sin la presión directa e indirecta de las violencias del Estado y, en caso extremo, sin la brutalidad de la matanza. Veámoslo en La guerra civil en Francia, de 1871:
La civilización y la justicia del orden burgués aparecen en todo su siniestro esplendor dondequiera que los esclavos y los parias de este orden osan rebelarse contra sus señores. En tales momentos, esa civilización y esa justicia se muestran como lo que son: salvajismo descarado y venganza sin ley. Cada nueva crisis que se produce en la lucha de clases entre los productores y los apropiadores hace resaltar este hecho con mayor claridad. Hasta las atrocidades cometidas por la burguesía en junio de 1848 palidecen ante la infamia indescriptible de 1871. El heroísmo abnegado con que la población de París – hombres, mujeres y niños– luchó por espacio de ocho días después de la entrada de los versalleses en la ciudad, refleja la grandeza de su causa, como las hazañas infernales de la soldadesca reflejan el espíritu innato de esa civilización, de la que es el brazo vengador y mercenario. ¡Gloriosa civilización ésta, cuyo gran problema estriba en saber cómo desprenderse de los montones de cadáveres hechos por ella después de haber cesado la batalla!12.
Dando por sabida la cantidad de referencias que ambos hacen sobre esta industria, ahora citamos solo dos veces a Engels en cuestiones cruciales, como veremos. La primera trata sobre la unificación de Alemania a base de guerras, unificación decisiva para entender la evolución del capitalismo: «¿Acaso el plan de reorganización del ejército no había sido ya presentado en forma acabada por la burguesía y acaso ésta no había expresado públicamente su deseo de que apareciese un enérgico hombre de Estado prusiano que pusiese en práctica el plan, excluyese a Austria de Alemania y unificase los pequeños Estados alemanes bajo la hegemonía de Prusia?»13.
La industria prusiana de la matanza, creada concienzudamente por su burguesía, trituró a cañonazos la revolución de 1848, derrotó a Dinamarca en 1864, a Austria en 1866, a Francia en 1870, colaboró decisivamente en el masivo crimen del París de 1871 y militarizó a fondo la sociedad alemana, su economía, su red ferroviaria y su identidad nacional-burguesa profundamente racista –«el pueblo racial»14–, vital para la guerra de 1914 – 1918, para el nazismo desde 1933 hasta 1945, para la OTAN y para el actual apoyo incondicional al nazismo ucraniano contra Rusia. Nos hacemos una idea más plena de la verdad expuesta por Engels al conocer que en 1909 el todopoderoso empresario alemán W. Rathenau dijo: «Trescientas personas, que se conocen muy bien entre sí, dirigen los destinos económicos del continente»15.
La segunda trata sobre la «profecía» de Engels en su carta a Kautsky de 12 de septiembre de 1894 en la que sostenía que la guerra entre Rusia y Japón conllevaría el fin de la antigua China acelerando su industrialización lo que agravaría la crisis ya que «la producción capitalista no tiene más que China por conquistar, y, conquistándola al fin, se hace imposible a sí misma en los lugares en donde nació…»16. Tres comentarios breves: salvando las distancias, la «profecía» se cumplió poco más de un siglo después, como se ve ahora mismo; la guerra aceleró la revolución rusa de 1905 con sus coletazos en otros países influyendo determinantemente en la evolución del marxismo; y la guerra mostró que la «industria de la matanza» era decisiva para sostener unos años el decrépito zarismo e impulsar el joven imperialismo nipón. La guerra, en síntesis, influyó en la organización capitalista del trabajo mediante la producción orientada a fortalecer los ejércitos.
El método Yakarta
Hablar de «industria de matanza de hombres» es infinitamente más efectivo para la emancipación social que utilizar la expresión ambigua y falsamente neutralista de «complejo industrial-militar» tal cual la popularizó el general Eisenhower en su campaña presidencial de 1953 para atraerse el voto progre de la época. Incluso la del militar presidente es menos profunda que las empleadas por historiadores militares célebres como, por ejemplo, Roger Caillois al afirmar que la guerra es «una empresa organizada de destrucción»17 que se acerca mucho a lo que pensaban Marx y Engels, pero no alcanza su potencial heurístico. Michael Howard se acerca algo menos cuando define a la guerra y al militarismo como «ultima ratio mercatorum así como regum»18.
Desde luego que la conceptualización marxista de industria de la matanza humana es más abarcadora y heurísticamente más exploradora que las anteriores. Pero también lo es de la clásica definición de Clausewitz sobre que la guerra es la continuación de la política por otros medios, definición cierta pero limitada que Lenin y los bolcheviques mejoraron radicalmente: «[…] explicar la inevitabilidad del histórico acercamiento de Rusia a la guerra patria, socialista, de liberación; […] El Congreso considera que la única garantía segura del afianzamiento de la revolución socialista triunfante en Rusia es su transformación en revolución obrera internacional»19.
En una primera mirada, es verdad que la guerra es una empresa organizada de destrucción, y que también es la razón última del mercado y del poder, pero es imprecisa para comprender la unidad y lucha de contrarios en la guerra social que empuja al Estado como forma político-militar del capital a desarrollar todo lo posible la industria de la matanza humana. Por ejemplo, y centrándonos en el período que va de 1947 a 2022 en lo que concierne a la obsesión imperialista de balcanizar Rusia según el plan yanqui de 1914, no hay duda de que el método de Lenin es el único que tiene una visión integral. Partimos de 1947 porque entonces, en el agosto de ese año, se reunió en Washington el Comité Conjunto de Planificación de Guerra para avanzar en la balcanización definitiva de la URSS en base al apartado 3.e) de su documento para reemplazar los gobiernos comunistas de la URSS «por gobiernos formados por equipos de personas previamente escogidas por nosotros y regímenes militares, según se requiera»20, tal y como explica J.E. Garcés.
¿Y qué decir de los sucesivos planes de liquidar nuclearmente a la URSS elaborados por la OTAN en sus primeros años de existencia? Tenemos también el ejemplo, en otras decenas, del plan de un facción imperialista al final de la guerra de Corea (1950−1953), sobre si lanzar bombas atómicas contra Corea, China y la URSS21. La «doctrina Eisenhower» de 1957 estaba ideada para impedir el acceso de la URSS al Mediterráneo y a la vez derrotar el «avance comunista»22 en Oriente Medio.
Los crímenes franceses no pudieron derrotar al pueblo argelino que, sobre un sinfín de cadáveres, asentó su independencia en 1962: «Las detenciones se hacían sin ningún requisito legal. La policía y los militares torturaban sistemáticamente a los capturados, combinando los golpes, la electricidad y el agua. Después de haber conseguido que hablasen, se fusilaba a los presos […] Aussaresses lo explica sin ninguna emoción: “Había que matarlos y los he matado […] eso es todo”»23. Tampoco las atrocidades japonesas, francesas y norteamericanas ayudadas por australianos y otras tropas invasoras, evitaron la derrota del imperialismo en Vietnam ante una nación que llevaba siglos sacrificándose para conquistar su libertad, hasta el punto de que Estados Unidos pensó en bombardearla nuclearmente, poco antes de que idease en 1977 la destrucción de la URSS sin importarle la muerte horrenda de alrededor de cien millones de soviéticos.
De entre las razones que explican las derrotas del imperialismo y el que no emplease la Bomba, ahora destacamos una muy importante: la «ayuda» económica imperialista al llamado Tercer Mundo no resolvía los problemas agudísimos creados por el colonialismo y llevados a lo insufrible desde el siglo XIX, mientras que la ayuda de la URSS sí lo lograba, como reconoció por entonces el anticomunista F. Sternberg24. Y el fracaso era debido a que esa «ayuda» era parte de la estrategia contrainsurgente y anticomunista. La ayuda real soviética, por el contrario, lograba que los pueblos beneficiados por ella equilibraran la balanza mundial presionando al imperialismo para que no recurriera a la Bomba, además de la propia fuerza militar soviética.
Estos y otros pueblos mostraron los límites de la industria de la matanza humana. Aunque J. Keegan es un poco excesivo al decir que «durante la década de los sesenta el imperialismo fue derrotado en todos los frentes»25, sí es muy probable que tanta derrota hiciera pensar al imperialismo en la necesidad de multiplicar su inhumanidad, y de ahí la razón de las atrocidades rebeladas en el método Yakarta arriba citado, asesinando a millones de indonesios para ahogar en sangre el avance comunista, como también en Nuestramérica:
Bobby Kennedy, a quien Bowles consideraba «agresivo, dogmático y despiadado», estaba dispuesto a utilizar medidas todavía más drásticas para dar forma a América Latina según su parecer. Después del asesinato del dictador dominicano Rafael Trujillo, los hermanos Kennedy discutieron los beneficios de enviar a los marines al país. Como no daría una buena imagen, Bobby sugirió que, sencillamente, dinamitaran ellos mismos el consulado estadounidense. Así tendrían argumentos para la invasión26.
Sin poder ser exhaustivos e insistiendo en las diferencias, Corea, Argelia, Vietnam, Nuestramérica, Indonesia… encajaban perfectamente en el modelo integrado de Lenin de imperialismo, Estado, opresión nacional y dialéctica, sinergia reforzada por la creación de la OTAN en 1949 y de otras organizaciones político-militares similares posteriores. El Mayo-68 y la crisis socioeconómica y político-cultural, agravada por la crisis del dólar en 1971 y la del petróleo en 1973, más el salto concienciador que supuro la victoria de Vietnam en 1975, fueron parte de las presiones que forzaron al imperialismo a mejorar drásticamente su sistema represivo, parte de su industria de la matanza; en especial a la militarización de la «ciencia»27 como instrumento de poder imperialista y de acumulación de capital, pero también como instrumento de «represión blanda»28 mientras no sea aún necesaria la dura especialmente contra el llamado Tercer Mundo, tal cual se criticó a finales de la década de 1970, mientras el Plan Cóndor actuaba como una «dictadura sin fronteras»29.
La industria de la matanza humana llevaba tiempo ampliando sus frentes entre otras tácticas también con la de la «ayuda humanitaria» según hemos visto. Para mediados de los setenta y a raíz de las derrotas sufridas, añadió una táctica nueva, la de los derechos humanos burgueses. En 1977 Fidel Castro escribió: «Al imperialismo le ha dado ahora por la manía de hablar de los derechos humanos, para los imperialistas los derechos humanos equivalen al derecho a la discriminación racial, el derecho a la opresión de la mujer, el derecho a saquear los recursos naturales de los pueblos; para los imperialistas los derechos humanos son el vicio, la miseria, la pobreza, la ignorancia. Solo los países revolucionarios luchamos verdaderamente por derechos humanos, por la dignidad del hombre, por la libertad de los pueblos»30.
En efecto, durante la Administración Carter (1977−1980) el imperialismo dio un impulso poderoso a los derechos humanos burgueses como el celofán multicolor que embellece la sangre de la represión. Pero lo hizo dentro de una estrategia general que utilizaría a la siniestramente famosa Comisión Trilateral o «el gobierno invisible»31, para legitimar cuatro eslóganes que al instante serían readaptados por el neoliberalismo: interdependencia, cooperación, nueva democracia y derechos humanos32 burgueses. Siendo esto muy importante para la legitimación de las violencias del capital, lo decisivo era cómo se desenvolvían sus contradicciones insolubles, en especial las relacionadas con nuestro tema.
Para finales de la década de 1970, y según un premonitor texto de E. Mandel citado por V. Fisas el capitalismo solo tenía cinco vías de salida de la crisis: invertir en I+D, precarizar el trabajo, deslocalizar empresas a las semicolonias, reorientar las inversiones hacia la agricultura e introducir masivamente la microelectrónica. No hace falta decir que todas y cada una de estas medidas exigen dosis más o menos duras de violencia y hasta de guerra, pero lo más importante es que el capitalismo se lanzó a crear nuevos mercados para el militarismo, también empezó a emplear los alimentos como arma estratégica contra los pueblos, y se agudizó la competencia entre Estados Unidos, Alemania y Japón por el dominio de la microelectrónica33. Simultáneamente, la Administración Reagan impulsaba al máximo la era del «terrorismo norteamericano»34 que golpeaba sistemática e impunemente allí donde lo considerase necesario.
El empleo de la alimentación como arma imperialista35 a la vez que como recurso de ganancia financiera es una de las aplastantes demostraciones del papel de la industria de la matanza en el capitalismo, y las dos serían imposibles sin la acción de sus ejércitos. El método leninista de integrar en una totalidad imperialismo, Estado, opresión nacional y dialéctica sirve para explicarnos por qué el capital experimenta con personas36 la rentabilidad y la letalidad del arma agroquímica. El exterminio de las resistencias por hambre requiere de la ágil interacción de todos los aparatos imperialistas, proceso innegable desde comienzos del siglo XXI: en 2003 el presupuesto militar yanqui superaba «el total combinado» de los catorce Estados con más gasto militar del mundo, entre ellos Japón, Europa, Rusia y China37. Y la distancia ha ido creciendo hasta hoy.
Dominio de la densidad urbana
La tercera Gran Depresión iniciada en 2007 – 2008 exacerbó esta irracionalidad que se expande hasta el ahora mismo. Como sucede siempre en estos momentos, el marxismo vivió y vive un rejuvenecimiento que mejora el método leninista en su unidad. Por ejemplo, debemos debatir si parte de su teoría del imperialismo está anticuada, como también la de Hilferding en el problema de la competencia38, comparada con la profundidad de Marx, u otras reflexiones críticas al respecto39, etc. Sin embargo, aunque la competencia es una seña de identidad del capitalismo, la limitación de Lenin no anula su actualidad demostrada en seis puntos, según, J. Salem:
Una, la cuestión clave de la política, del poder y del Estado. Dos, la importancia creciente de las luchas de liberación nacional. Tres, la organización revolucionaria, la conciencia política organizada dentro de la espontaneidad de las masas, la interacción entre teoría, propaganda política y agitación de masas. Cuatro, recuperar el materialismo y la dialéctica. Cinco, crear la Internacional Comunista en un momento crítico para la humanidad. Y seis, su praxis personal, su rechazo a toda burocracia, honor y privilegio, su forma de vida austera y sencilla, su independencia de criterio y su reivindicación permanente de la autocrítica y de la ética marxista40.
No creamos que «el cerebro en acción» del Lenin de alrededor de 1914 no tenía apenas o nada que ver con el de fases anteriores. Si estudiamos su método de entre 1898 – 1902, vemos que es el mismo, aunque menos desarrollado: política, Estado y organización, forman un concepto complejo y variable, operativo en el ¿Qué hacer? de 1902. Según Lenin, la revolución no es «un único acto»41 sino un proceso muy largo en el que se producen acelerones y estancamientos, estallidos violentos y situaciones de calma, represiones y fases democrático-burguesas. La cuestión del poder y por tanto del Estado recorre todo el ¿Qué hacer? Porque: «[…] las posiciones de Lenin estaban en continuo movimiento, aunque eran fieles a una rigurosa lógica interna»42. Según J. Salem, para Lenin: «La revolución es una guerra, y la política es, de manera general, comparable al arte militar»43.
La democracia burguesa tiene como uno de sus objetivos ocultar la realidad de la guerra social entre burguesía y proletarios. Lenin denunció ese engaño: «Pero esta democracia está siempre comprimida en el estrecho marco de la explotación capitalista y, por eso, es siempre, en esencia, democracia para la minoría, solo para las clases poseedoras, solo para los ricos […] en el curso corriente y pacífico de los acontecimientos, la mayoría de la población es alejada de toda participación en la vida político-social»44. El fetichismo parlamentarista resiste en situaciones corrientes y pacíficas las muy razonadas críticas de la izquierda que demuestran que la democracia burguesa es la forma externa de la dictadura del capital, y resiste precisamente porque es irracional.
Pero es durante las crisis cuando se debilita ese fetichismo. La lucha de clases reinició un ascenso lento y entrecortado a partir de 2008 – 2009 en el que no vamos a extendernos ahora. En 2011 D. Bensaïd escribió: «La crisis consiste, pues, en “establecer por la fuerza” la unión entre los momentos de la producción y de consumo” cuya autonomía se promovió, pero que “son esencialmente uno”»45. En 2013 J. Fontana explicó por qué la otra cara de la crisis era –es– «la lucha por la tierra y por los alimentos» a escala planetaria desde que en 2008 estallaron los «desequilibrios estructurales»46 de la cadena alimentaria mundial controlada por el capitalismo.
Con diferentes formas y ritmos, la lucha por la alimentación y por el territorio, en resumidas cuentas por la energía, se libra en toda la sociedad capitalista porque se enfrenta al mismo ataque burgués que no duda en recurrir a diversos grados de matanza para reprimirlas. Energía y territorio son una totalidad que, junto al tiempo, forman la realidad social en la que se libra la lucha de clases y que en su esencia materialista dan cuerpo a esa «fuerza productiva estratégica»47 que el imperialismo de todas las épocas necesita invadir y explotar, y en el caso capitalista sí debe destruirlas para, sobre sus cenizas, reiniciar una nueva fase expansiva en la medida de lo posible porque «el capital es, en suma, una fuerza de reconfiguración espacial»48.
Según los contextos y circunstancias reconfigurar el espacio requiere más presión económica o más presión militar, aunque frecuentemente las dos a la vez porque de un modo u otro, o simultáneamente, ambas imponen la ley que legitima la conquista del territorio o su reconquista si éste se había liberado. Es comprensible, por tanto, que la tercera Gran Depresión conllevara un salto en la industria de la matanza de personas, de modo que para 2015 se podía decir que:
La guerra, la destrucción masiva de seres humanos, de capital fijo e infraestructuras, etc., fue el recurso de la clase dominante frente a las crisis cíclicas en la fase expansiva del capital; sin embargo, ante la crisis de la fase de la dominación real y total del capital, la guerra adquiere una dimensión predominantemente intensiva, al yuxtaponer a las formas bélicas convencionales (guerras locales en la periferia capitalista), la ofensiva social en el propio centro capitalista. La tercera guerra mundial, pues, es de carácter social, eminentemente implosiva, con frentes definidos a categorías sociales (desempleo, precarización, dependencia, exclusión, etc.) y con diversos grados de intensidad, según la inserción de cada país o región económica en el proceso mundial de acumulación de capital49.
Aun así, esa guerra social implosiva subsume en ella formas «clásicas» funcionales al imperialismo, como las abiertas o soterradas en Siria, Palestina, Libia, Irak, Afganistán…, por citar algunas, o incluso la guerra nazi contra las repúblicas populares del Donbass que ese momento iniciaba su escalada bajo la dirección de la OTAN. Con la agudización de la crisis y de la lucha de clases, la guerra social implosiva obliga al imperialismo a mejorar sus tácticas de matanza física pero también moral, psicológica, etc., para poder responder en 2018 a la multiplicación de campos de batalla tan variados. Recientemente sufrimos la táctica de los «golpes blando», de los «golpes judiciales» como método inserto en la tendencia al Estado de excepción planetario, como argumenta L. Armendáriz:
La pinza, por principio, ya no la conforman la manu militari y el Poder Legislativo como en los golpes de Estado convencionales, sino los mass media, como cuarto poder, y el poder judicial. Sobre la base de simulacros mediáticos, los jueces solo copian y dan procedencia jurídica, sin pruebas, a las acusaciones diseñadas e inventadas para los mass media e internet a fin de concretar la ofensiva del lawfare. Los principales poderes del Big Data, Google y Facebook, por delante, están jugando un papel estratégico en la promoción de escenarios de bellum omnium contra omnes con las fake news como arma y la propulsión de la tendencia a Estado de excepción planetario […] Los golpes de Estado suaves o blandos no significan la negación total de la manu militari. Con la violencia decadente presta, siempre están dispuestos a transitar a golpes de Estado duros. Esto fue justo lo que sucedió con el golpe de Estado que puso en peligro la vida de Evo Morales, en Bolivia, en 2019 con la disputa estadounidense por el litio como materia prima estratégica de la nueva revolución tecnológica50.
La gravedad de la crisis global del siglo XXI ha enseñado al imperialismo a simultanear el golpe blando judicial con el golpe militar, y una vez más es Estados Unidos quien dirige el programa de cooptación, formación y dirección del poder judicial para que, cuando llegue el momento, ejecuten esos golpes blandos judiciales51. A la vez la crisis le ha enseñado a mejorar los métodos represivos basado en el dominio de la mente, de la estructura psíquica inconsciente de las clases explotadas: «Las PSYOP habían sido definidas oficialmente en la doctrina del DoD como “actividades ideológicas, militares, económicas y políticas planificadas y orientadas hacia países, organizaciones e individuos para generar emociones, actitudes, entendimiento, creencias y comportamientos favorables a la consecución de los objetivos militares y políticos de Estados Unidos”»52.
En la medida en que esas nuevas armas de la industria de la matanza pierden efecto debido a que las clases y naciones oprimidas, también los Estados que se resisten al imperialismo, etc., desarrollan sistemas de autodefensa contra las PSYOP, en esa medida el capital intensifica el llamado «cuarto dominio» que consiste en que «la tecnología […] merece ser considerada como un dominio de liderazgo distinto, con su propia capacitación, educación y experiencias necesarias»53. Aunque las PSYOP y el cuarto dominio son métodos ideados en el Pentágono, también Estados imperialistas investigan lo mismo dado que sufren los mimos cambios en la lucha de clases, al margen de sus formas.
C. Vela analizó en 2018 las cada vez más frecuentes luchas sociales que ralentizaban e incluso paralizaban el proceso entero de acumulación en ramas imprescindibles de capital, como son la logística, el transporte, el almacenamiento, etc., es decir que dañan el proceso de realización del capital y con él el circuito entero de producción, circulación y realización. ¿Única alternativa para le capital?: «la criminalización del conflicto»54 en una espiral de ferocidad que surge de las entrañas burguesas: «hasta su último aliento histórico, por así decirlo, el capital desarrolla sin frenos las fuerzas productivas a través de la competencia universal, y eso es precisamente de lo que se muere. Se muere en medio de una dinámica de destrucción y no en una fase pacífica de senilidad»55.
Pero se trata de una muerte que debe ser ejecutada por el proletariado con su lucha revolucionaria porque de lo contrario, como insistió Lenin, el capitalismo siempre se recupera sobre océanos crecientes de miseria. Comentando las tesis de R. Kurz, M. Roberts matiza la tesis de R. Kurz arriba vista de esta forma: «La sociedad debe escoger entre avanzar al socialismo o volver a un estadio de barbarie precapitalisa, porque ya no puede continuar como hasta ahora»56. Páginas antes, comentando un gráfico sobre la evolución capitalista M. Roberts había dado su opinión al respecto: «A menos que la clase trabajadora consiga el poder político y reemplace el sistema capitalista por otro sistema, la figura sugiere que el capitalismo encontrará una salida. No hay ninguna crisis permanente, es decir, que lleve a un colapso endógeno completo»57.
La burguesía nunca va a suicidarse como clase dominante entregando pacífica y alegremente sus propiedades, su Estado y su ejército al proletariado. La respuesta represiva más brutal y militarizada para salir de la tercera Gran Depresión llegó de nuevo desde el Pentágono en 2021: la industria de la matanza debía adaptarse para masacrar en los «ambientes humanos densos», es decir, las grandes barriadas obreras empobrecidas que rodean los reducidos núcleos de lujo burgués que, por su caótica complejidad y el mal estado de sus enrevesadas vías de transporte, son «verdaderos desafíos para las operaciones multidominio»58. Por multidominio se entiende eso precisamente: dominio total que, en caso extremo de crisis de supervivencia de poder imperialista, cuando no tiene más remedio que lanzarse a la guerra para apropiarse de todo, entonces ese dominio absoluto debe realizarse mediante la destrucción de las resistencias. Leamos:
La temible novedad de la secuencia abierta por la «crisis» financiera del 2008 no se ejemplifica únicamente con la intensificación de la gubernamentalidad de las guerras dentro de la población («políticas de austeridad») sino también con las relaciones que la máquina de guerra del Capital se verá obligado a mantener con la expansión de las máquinas de guerra posfascistas. Los nuevos fascismos intervienen profundamente en la secuencia política, ya que subordinan las relaciones de poder gobernantes/gobernados al punto de vista de la «guerra» (amigo/enemigo). El escenario de los nuevos fascismos se instala explícitamente en el terreno de las guerras civiles. Designa, sin ambigüedades, al extranjero, al inmigrante, al refugiado, al musulmán como el enemigo simultáneamente interno y externo, al tiempo que afirma la «naturalidad» de la heterosexualidad59.
El comunismo utópico y, en especial, el comunismo marxista, valoraban y valoran al máximo «el papel estratégico de las ciudades para el capital»60 y de los nuevos fascismos en su interior, en especial su forma posmoderna61. En 2017 la fuerza armada española demostró cómo dominar la densidad urbana en la Catalunya independentista, al igual que lo había hecho y sigue haciendo en Euskal Herria, Andalucía y otras naciones oprimidas. Desde diciembre de 2021 la Legión, unidad militar selecta y con un historial represivo atroz, se está entrenando en el «control de masas»62, y la policía autonómica vascongada ha adquirido tecnología sionista de espionaje –Cellebrite63– para controlar en tiempo real la tendencia al alza de la resistencia obrera y popular, y así practica la represión preventiva y la manipulación psicopolítica, endurecerla y extender el «cuarto dominio» a la densa conurbación capitalista vasca.
Conclusión
La ayuda defensiva rusa a las repúblicas populares del Donbass, ahora reintegradas en Rusia tras referendos mayoritarios, ha actualizado el método del joven Lenin elevado a un grado superior durante la guerra de 1914 – 1918. No debemos romper ese método según nos convenga, como se hace asiduamente contra Marx aislando totalmente su crítica económica de la política, filosófica, histórica, cultural, ética… de tal modo que cada cual coja la que pueda, le guste o interese, como en la trasnacional yanqui Amazon. La teoría de Lenin del imperialismo tal cual existía hasta 1916, forma parte de una totalidad en la que también intervienen sus estudios sobre la opresión nacional, sus lecturas de la dialéctica hegeliana y sobre el Estado.
Lógica e inevitablemente alguna parte o varias de cada una de estas cuatro áreas de la totalidad ha o han pasado a segundo plano tras cien años de lucha de clases mundial por los avances científicos, etc. Descalificar la guerra defensiva de Rusia diciendo que es una guerra inter-imperialista con la OTAN, amputando el método de Lenin, absolutizando fuera de tiempo y espacio trozos escogidos de su obra sobre el imperialismo, sin considerar su método general y el nivel concreto de sus ideas en esos años, es un craso error.
Las repúblicas populares del Donbass luchan desde 2014 en una guerra de liberación nacional contra el ucronazismo y la OTAN aplicando la teoría leninista de la autodeterminación de los pueblos. Rusia defiende su soberanía nacional amenazada cada vez más desde hace veinte años, como mínimo. El imperialismo intenta que sea la alianza entre la oligarquía anti-Putin y el ucronazismo la que venzan, ahoguen en sangre al proletariado ruso, troceen el país en beneficio de Estados Unidos y preparen el ataque a China ya rodeada por todas partes. Muchos países y Estados del planeta, por no decir la mayoría, se posicionan directa o indirectamente a favor de Rusia porque saben que ahora mismo es el mayor obstáculo a la industria de la matanza humana, porque comprenden que ya está llegando la hora de derrotar de uno u otro al imperialismo y al neocolonialismo. Podemos datar el inicio definitivo de esta lucha anticolonial y antiimperialista en la revolución haitiana de finales del siglo XVIII con su larga historia de muchas derrotas y algunas victorias en su haber.
El imperialismo yanqui está disciplinando jerárquicamente a las burguesías europeas y de otros continentes que dependen de su poder militar-financiero, para enfrentarlas a los nuevos poderes que un poco genéricamente ahora podemos definir como la multipolaridad guiada por la creciente alianza entre Rusia y China, con la inserción total o con alianzas serias y a ritmos e intensidades diferentes de Irán, Venezuela, Cuba, India… La disciplinarización de las burguesías que dependen de Estados Unidos para sostenerse en el poder va unida al giro al centro amorfo y pasivo del reformismo.
La célebre prioridad leninista por el poder –«la cuestión del poder»– es hoy más actual que nunca porque hoy es más actual que nunca la misma cuestión pero expresada con el lenguaje del Manifiesto del Partido Comunista: la cuestión de la propiedad. Dentro de la multipolaridad, con sus fuertes diferencias internas, ya empieza a tomar cuerpo el espectro del comunismo en algunas de sus corrientes. Es por eso que, como decíamos al principio, las tropas ucronazis al mando de la OTAN dinamitan todas las estatuas de Lenin que pueden, efigies restauradas por las milicias populares conforme reconquistan su nación. En las actuales condiciones de la Unión Europea y de los Estados español y francés, es una necesidad realizar la divulgación masiva del método de Lenin: contra el imperialismo, contra el Estado, contra la opresión nacional y contra el mecanicismo y el idealismo.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 11 de octubre de 2022
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