Amnistiando a Marlaska (I)
La amnistía de facto concedida por el Gobierno español a Marlaska, ministro de represión, con el apoyo de EH Bildu y de otras fuerzas, es una especie de mosaico realizado con todas y cada una de las contradicciones del Estado español. En la entrega anterior vimos algunas piezas del mosaico, en esta segunda y última entrega veremos cómo la amnistía de facto impacta directamente en todas las luchas ya que absolutamente todas están sometidas a represiones específicas para derrotarlas en sus objetivos particulares y singulares, pero a la vez todas y cada una de ellas sufren la doctrina represiva centralizada y dirigida por el Estado español, cuyo responsable es Marlaska.
Este es el punto crítico: según el íntimo informe del FMI, del que siempre hay que recelar porque barre para el dólar, la economía mundial puede sufrir cinco años de un crecimiento muy pobre del 3%, que será menor en los países imperialistas. Quiere esto decir que, en la práctica, existe un estancamiento productivo típico de la tercera Gran Depresión, reforzado por problemas estructurales agudos como la inflación, la deuda, la amenaza de estanflación… una situación así no se vivía desde 1990. Naturalmente, el FMI «aconseja» a las burguesías que endurezcan la explotación de las clases y naciones oprimidas para recuperar los beneficios y, en especial, los del imperialismo cada vez más debilitado. Y siempre que aumenta la explotación tarde o temprano aumenta la resistencia, la lucha de clases y con ella su sombra, la represión, como está sucediendo desde hace tiempo, también en Euskal Herria.
Pero ahora la represión española está más legitimada que antes gracias a la amnistía de facto otorgada «democráticamente» a Marlaska. ¿En qué medida es importante para el mantenimiento del capitalismo este aumento de la legitimidad? Hemos visto que el informe del FMI augura un empeoramiento socioeconómico mundial, sobre todo en Occidente. En la parte de Euskal Herria bajo dominación francesa, las cosas están claras y, entre ellas, también el aumento de las movilizaciones obreras y populares. En la parte vasca bajo dominación española, esta tendencia augurada por el FMI es aplastante en todo lo relacionado con el empobrecimiento social, el aumento desquiciado de las drogadicciones y la destrucción planificada de la sanidad pública, del racismo, del machismo, con la pervivencia de la ley Mordaza, de la tramitación casi secreta de la durísima Ley de Seguridad Nacional española, etc.; la Fiscalía General considera «terrorista» al independentismo catalán.
Sin embargo, los datos económicos recientes del capitalismo español, menos dramáticos, más la masiva propaganda oficial que los magnifica y tergiversa, así como el ridículo diario que hace la extrema derecha estatal, todo ello más otros factores, logran que subsista la apariencia de «mejora social», una especie de esquizofrenia que puede darle el gobierno –que no el poder– al PSOE en las próximas elecciones estatales. Mientras que en la realidad el empobrecimiento relativo no se detiene e incluso el empobrecimiento absoluto tiende a crecer en las franjas trabajadoras más aplastadas, y mientras, al mismo tiempo, se incrementan las multas, juicios y condenas de la ley Mordaza, etc., la represión se difumina en la esquizofrenia social gracias a la amnistía de facto y, a la vez y por ello mismo, por su relativa invisibilización, puede golpear con más fuerza a las fuerzas que sí son un peligro para el capital.
Los menos malos datos socioeconómicos del capitalismo estatal, comparados con el resto occidental, son debidos fundamentalmente al efecto-rebote que siempre se produce tras un desplome sostenido, así como a las características del sistema socioeconómico estatal: globo inflado rápidamente por el turismo, los servicios, la sobreexplotación social, el narco-capitalismo, etc., pero desinflado por la imparable desindustrialización de fondo, básica. Lo decisivo aquí es el retroceso en la productividad del trabajo a escala mundial, o en lo que la economía burguesa llama «mercado». La amnistía de facto a Marlaska tiene en este contexto la doble virtualidad de ocultar la violencia injusta y reforzar el fetichismo parlamentarista cuando el Parlamento no puede ni quiere siquiera recortar drásticamente el abismo de riqueza que cada día separa más a las clases y pueblos explotados de la opulencia capitalista desbocada.
Pero lo decisivo es que la amnistía de facto al ministro de represión supone el visto bueno a la mentira de la supuesta «segunda transición» tras el llamado «fracaso del régimen del 78». Salvando las distancias, una facción del capital busca, ahora, lo mismo que entonces: apuntalar la explotación y adaptarla a la nueva fase histórica de lucha de clases mundial. El PSOE por fin ha concedido ciertas migajas de descentralización a algunas autonomías, prestadas por el Estado hace medio siglo pero retrasadas hasta ahora; además se apoya en los soberanismos reformistas ensalzados en la prensa como entonces fue loado el PCE, para así acumular fuerzas político-electorales que le permitan, como hemos dicho más arriba, asegurarse el gobierno durante cuatro años para seguir «construyendo España» en el mundo actual, mucho más restrictivo y peor para el Estado español –y también para el francés– que el de la mitad de la década de 1970.
Vistas en perspectiva histórica estas crecientes amenazas contra ambos Estados, no se puede negar que en 2023 sus burguesías tienen peores futuros que entonces, que en 1975 – 78, porque lo decisivo es su retroceso en la mundialización del valor aunque la española aparente gozar de un muy fugaz momento dulce. Sin tocar ahora la función que tiene la guerra imperialista contra Rusia en Ucrania como parte de la guerra social entre el capital y el trabajo a nivel planetario, sí tenemos que decir que esa mundialización es la que hace aún más necesaria y urgente la liberación nacional de clase de los pueblos, también de los que son formalmente soberanos pero están encadenados férreamente al imperialismo. Lo que se llama «multipolaridad», un proceso contradictorio de distanciamiento o emancipación del dictado imperialista con contenidos socialistas en una o varias de sus corrientes, es una parte de esa lucha que mina y debilita al imperialismo. Marlaska, el amnistiado, es un peón de la política imperialista y belicista de total obediencia fanática a la OTAN.
En estas condiciones no existe nada, nada, en ningún momento e instante de la vida humana, por nimio e insustancial que parezca ser, al margen de la lucha de esas contradicciones, y menos en la vida de las clases y naciones explotadas. Por ejemplo: la burguesía vasca necesita vitalmente financiación del capital transnacional, cuyo brazo ejecutivo es la OTAN, para sobrevivir en el maremoto de la competitividad. Ya no le bastan las ayudas de los Estados español y francés, y aunque las de la Unión Europea puedan ser mayores tal vez, lo que sí necesita es la seguridad político-militar, además de financiera, de que sus negocios no serán desplazados y/o arruinados por la expansión euroasiática y por la multipolaridad. Las diferentes demagogias de los partidos que representan a esa burguesía, desde el PNV al PP y a la derecha francesa, ocultan que todos ellos tienen los mismos objetivos de clase, aunque compitan en el mercado electoral por las poltronas.
La legitimidad de la represión española también ha quedado reforzada en Euskal Herria porque las bases sociales, y también las votantes, de los partidos, sindicatos y colectivos reaccionarios y reformistas, al margen de sus diferencias más o menos agudas, han sacado sus conclusiones al respecto. Pese a que no ha salido la propuesta de «investigar» a Marlaska, de la derecha y extrema derecha más españolista y de algunos reformismos, en el fondo y por diversos motivos entienden que lo fundamental, asegurar la eficacia represiva en Euskal Herria, ha quedado resuelto porque no solo la prensa o los partidos del orden, sino miles de personas de las bases de esos partidos asumen por diferentes razones que Marlaska no es culpable o al menos es perdonable, o sea, que de un modo u otro puede justificarse la barbarie española, desde las desapariciones hasta las palizas a manifestantes, pasando por detenciones arbitrarias, torturas y años de prisión. Así, para unos la «unidad nacional española» sigue garantizada; para otros, también lo está la propiedad privada en cualquiera de sus formas y, para todos ellos, el Estado confirma su omnipotencia «democrática» garantizada por la abstención de EH Bildu.
Por mucho que la dirección del soberanismo reformista se esfuerce en negarlo, sectores de sus bases han sentido la amnistía de facto de Marlaska como un especial torpedo directo a la línea de flotación de lo que quedaba de su estrategia y de su modelo de nación, casi liquidado del todo durante la última década. Algunos sectores han comprendido de golpe el por qué y el para qué de la defensa del pragmatismo y del posibilismo que se venía haciendo desde hace unos años, y no faltan quienes se pregunten: ¿cuál será y cómo nos venderán la siguiente claudicación ante el Estado? Ahora, viendo la pasividad resignada y hasta la aceptación silenciosa de otros sectores de las bases, nos asalta de nuevo esa lúcida y siempre verificada conciencia teórica de lo imprescindible que es la existencia de una organización comunista que combata el fetichismo parlamentario, la creencia ilusoria de la efectividad real del pragmatismo posibilista.
Por el lado revolucionario que tiende a crecer pese a todas las dificultades, entre las que debemos citar el sectarismo y otras muchas, la amnistía de facto tampoco ha sido estudiada a fondo y menos aún denunciada y combatida. Peor, ha pasado bastante desapercibida en algunos grupos, tal vez porque no ven la complejidad de la lucha de liberación nacional de clase, la efectividad de los medios de manipulación y alienación, los intrincados vericuetos mentales por los que penetra a diario la ideología burguesa; o porque simplemente ignoran bastante en qué realidad viven al verla desde un dogmatismo lineal y mecánico.
Ahora no es el momento para extendernos en un análisis de las deficiencias de algunos de los colectivos revolucionarios vascos. Se acelera, extiende e intensifica la lucha nacional de clase en Euskal Herria. Tal vez veamos esfuerzos más o menos victoriosos o baldíos de debate y aproximación de fuerzas revolucionarias al calor de las luchas ya abiertas y de otras que se iniciarán, y debemos esperar las lecciones que de ellas extraigamos, el famoso «criterio de la práctica», para autocriticar nuestros errores, mejorar nuestra capacidad de aportación y fortalecer el independentismo socialista; pero lo haremos, que no haya ninguna duda.
Petri Rekabarren
10 de abril de 2023