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Kha­lil al-Hay­ya, miem­bro del buró de Hamas en Gaza: «No tie­ne sen­ti­do con­ti­nuar las nego­cia­cio­nes bajo las con­di­cio­nes de exter­mi­nio, ham­bre y ase­dio de nues­tro pueblo»

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La paz sea con nues­tro pue­blo pacien­te y puro; las pala­bras que­dan en silen­cio ante uste­des, per­dien­do su sig­ni­fi­ca­do e inca­pa­ces de expre­sar­se hacia uste­des. Han sopor­ta­do horro­res y car­ga­do con car­gas que toda una nación no podría soportar.

Uste­des fue­ron los hon­ra­dos cuan­do todo lo demás fue humi­lla­do, y se levan­ta­ron y ele­va­ron cuan­do el mun­do cayó en la pro­fun­da oscu­ri­dad del silen­cio y el abandono.

No encuen­tro pala­bras que hagan jus­ti­cia a sus dere­chos sobre noso­tros. Sus llan­tos, sufri­mien­tos y sus­pi­ros son una con­fian­za sobre nues­tros hom­bros que nun­ca des­cui­da­re­mos mien­tras viva­mos. A pesar de todo esto, la deses­pe­ra­ción no los ven­ce­rá, y Alá está con ustedes.

No tie­ne sen­ti­do con­ti­nuar las nego­cia­cio­nes bajo las con­di­cio­nes de exter­mi­nio, ham­bre y ase­dio con­tra nues­tros niños, muje­res y pue­blo en la Fran­ja de Gaza. La entra­da inme­dia­ta y dig­na de ali­men­tos y ayu­da huma­ni­ta­ria a nues­tro pue­blo es la ver­da­de­ra medi­da del valor de con­ti­nuar las negociaciones.

No acep­ta­mos que nues­tro pue­blo, su sufri­mien­to y la san­gre de sus hijos se con­vier­tan en víc­ti­mas de los jue­gos de nego­cia­ción y obje­ti­vos polí­ti­cos de la ocupación.

Oh héroes de Al-Qas­sam, Al-Sara­ya y todas las fac­cio­nes de resis­ten­cia, las ope­ra­cio­nes heroi­cas que lle­van a cabo supe­ran toda ima­gi­na­ción y han deja­do al mun­do inca­paz de com­pren­der. Están hacien­do que el enemi­go cri­mi­nal prue­be las con­se­cuen­cias de su terro­ris­mo y agre­sión. Con su valen­tía y el fue­go de sus ope­ra­cio­nes —como «Las Pie­dras de David» y otras— han frus­tra­do lo que lla­man los «Vehícu­los de Gedeón».

El jefe de Esta­do Mayor del enemi­go aho­ra supli­ca a su lide­raz­go que reti­re las fuer­zas, tra­tan­do de cubrir su derro­ta al matar de ham­bre a nues­tros niños y ase­si­nar a nues­tro pueblo.

El lide­raz­go de la resis­ten­cia ha movi­li­za­do todas sus herra­mien­tas y rela­cio­nes duran­te 22 meses para dete­ner la agre­sión. Pasa­mos por arduas nego­cia­cio­nes, ponien­do el inte­rés de nues­tro pue­blo y la pre­ser­va­ción de su san­gre como prio­ri­da­des, ofre­cien­do toda la fle­xi­bi­li­dad posi­ble sin com­pro­me­ter los prin­ci­pios de nues­tro pueblo.

En la últi­ma ron­da de nego­cia­cio­nes, logra­mos un pro­gre­so cla­ro y acor­da­mos en gran medi­da con las pro­pues­tas de los media­do­res, espe­cial­men­te en los temas de pri­sio­ne­ros, reti­ra­da y entra­da de ayu­da. Ellos trans­mi­tie­ron res­pues­tas posi­ti­vas, pero nos sor­pren­dió que el enemi­go se reti­ra­ra de la ron­da de nego­cia­cio­nes, acom­pa­ña­do por el envia­do esta­dou­ni­den­se Wite­koff, con el obje­ti­vo de per­der tiem­po y con­ti­nuar el exter­mi­nio con­tra nues­tro pueblo.

Recha­za­mos los lan­za­mien­tos aéreos de ayu­da, que son espec­tácu­los far­san­tes y pro­pa­gan­da para ocul­tar el cri­men israe­lí. Cada cin­co lan­za­mien­tos aéreos equi­va­len solo a la car­ga de un peque­ño camión. El paso real es abrir los cru­ces y per­mi­tir la entra­da dig­na de ayu­da a nues­tro pue­blo, lo que está garan­ti­za­do por el dere­cho inter­na­cio­nal inclu­so en tiem­pos de guerra.

Nues­tra nación ára­be e islá­mi­ca: Nues­tro pue­blo se sien­te pro­fun­da­men­te aban­do­na­do. Mien­tras enfren­ta horro­res, masa­cres y ham­bre más allá de la ima­gi­na­ción, nues­tro pue­blo no pue­de enten­der por qué nues­tra nación es inca­paz de dete­ner este ham­bre y exterminio.

No pode­mos acep­tar este esta­do de aban­dono mien­tras nues­tra nación obser­va en vivo y no hace nada. ¿No es hora de que la nación actúe de mane­ra prác­ti­ca para rom­per el ase­dio? ¿No es trá­gi­co que el enemi­go reci­ba apo­yo ili­mi­ta­do mien­tras nues­tro pue­blo ni siquie­ra reci­be una mano ami­ga para ali­men­tos y nece­si­da­des básicas?

Hace­mos un lla­ma­mien­to a los eru­di­tos de la nación para que tomen su ver­da­de­ro papel en lide­rar a las masas para enfren­tar­se al enemigo.

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